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Dos poemas de Ramón Fernández Larrea
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Frente al Monjuic
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patria triste y espesa
bajo el pesado hálito
la decapitación de las estrellas
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hoy que estás en mi sangre como un nido
hoy que surges del aire envenenando
los gestos del fervor y del insomnio
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vas conmigo clavada diminuta
como un animalito en el bolsillo
que pongo a caminar sobre cielos dispersos
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patria que cercenaron hacia mí
que dolieron de mí que hicieron sombra
subes con la inminencia de un infarto
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hoy no han podido degollarte
junto a los bordes de otro mar que cruje
saco tus pieles húmedas y corres
grabando en la extensísima fragancia
todos los nombres que he sabido ser
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patria puta y solemne
abuelita y cuartel de todo asombro
hembra que siempre juega a que la tomen
cicatriz de una sombra en mi navaja
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te desvelas en mí no pones freno
al cielo que se deshace en mi mano
embrujando el café de mis mañanas
chancleteándome mansa
adolorida
con los ojitos de quien va a morirse
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un lucero desgajado a balazos.
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La muchacha de Honolulú y el imigrante de Grácia
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nada hay como esas torres donde grita el cielo de libertad
nadie asciende ninguno casi en el estertor de nuestras tierras volcadas
en el fulgor de la lejanía en todos los fulgores de libertad que salta diminuta
serpiente suave sobre la voz de quien grita en la noche
nada como las hojas que caen lentas en la carrer progrés
casi diciendo a las muchachas que el fantasma regresa cabalgando
-
quién tiene en su clamor el susto de mi casa
un espejo que era en la ciudad ahora dormida
no esta torre sino un sucio silbido
donde aquella serpiente clara de libertad bebía mis leches
-
dios no es nadie el hombre baja a su sombra escupe
las patrias se deshojan en cada recta del camino oh es largo
nadie lo alumbra como a vieja serpiente recién parida
en el odio de una casa en aquella casa en todos los muslos que transcurrieron
para que dios se degollara contra el espejo de la más mínima nostalgia
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no hay nada como ese aire que pasa haciéndose muchacha
sus dos nalgas perfectas en la redondez del ansia y la libertad
un hombre va tras ella enumerando sus papeles
la casa el rostro sucesivo con que destella en lo alto
la idea de los países desolados e inertes
bajo su pie que rompe los encantamientos
tras el diente que lleva a todos los confines
-
con eso mata la sombra rompe la idea de patrias y dioses
su diente que es el último grito la orfandad que le mueve
mata el aire las torres de la libertad y allí oh muchachas
del barrio de grácia sueñan vestirse en honolulu
de ese raro color que tiene el sueño del que llora
diente en el aire de la libertad incendiando el musgo
de sus espejos en la tarde gloriosa libre rey de todo lo que está naciendo.
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Estos poemas fueron publicados en el nuevo número de La Casa Azulada
Otros poemas de Ramón Fernández Larrea en Efory Atocha, Aquí...
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patria triste y espesa
bajo el pesado hálito
la decapitación de las estrellas
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hoy que estás en mi sangre como un nido
hoy que surges del aire envenenando
los gestos del fervor y del insomnio
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vas conmigo clavada diminuta
como un animalito en el bolsillo
que pongo a caminar sobre cielos dispersos
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patria que cercenaron hacia mí
que dolieron de mí que hicieron sombra
subes con la inminencia de un infarto
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hoy no han podido degollarte
junto a los bordes de otro mar que cruje
saco tus pieles húmedas y corres
grabando en la extensísima fragancia
todos los nombres que he sabido ser
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patria puta y solemne
abuelita y cuartel de todo asombro
hembra que siempre juega a que la tomen
cicatriz de una sombra en mi navaja
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te desvelas en mí no pones freno
al cielo que se deshace en mi mano
embrujando el café de mis mañanas
chancleteándome mansa
adolorida
con los ojitos de quien va a morirse
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un lucero desgajado a balazos.
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La muchacha de Honolulú y el imigrante de Grácia
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nada hay como esas torres donde grita el cielo de libertad
nadie asciende ninguno casi en el estertor de nuestras tierras volcadas
en el fulgor de la lejanía en todos los fulgores de libertad que salta diminuta
serpiente suave sobre la voz de quien grita en la noche
nada como las hojas que caen lentas en la carrer progrés
casi diciendo a las muchachas que el fantasma regresa cabalgando
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quién tiene en su clamor el susto de mi casa
un espejo que era en la ciudad ahora dormida
no esta torre sino un sucio silbido
donde aquella serpiente clara de libertad bebía mis leches
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dios no es nadie el hombre baja a su sombra escupe
las patrias se deshojan en cada recta del camino oh es largo
nadie lo alumbra como a vieja serpiente recién parida
en el odio de una casa en aquella casa en todos los muslos que transcurrieron
para que dios se degollara contra el espejo de la más mínima nostalgia
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no hay nada como ese aire que pasa haciéndose muchacha
sus dos nalgas perfectas en la redondez del ansia y la libertad
un hombre va tras ella enumerando sus papeles
la casa el rostro sucesivo con que destella en lo alto
la idea de los países desolados e inertes
bajo su pie que rompe los encantamientos
tras el diente que lleva a todos los confines
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con eso mata la sombra rompe la idea de patrias y dioses
su diente que es el último grito la orfandad que le mueve
mata el aire las torres de la libertad y allí oh muchachas
del barrio de grácia sueñan vestirse en honolulu
de ese raro color que tiene el sueño del que llora
diente en el aire de la libertad incendiando el musgo
de sus espejos en la tarde gloriosa libre rey de todo lo que está naciendo.
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Estos poemas fueron publicados en el nuevo número de La Casa Azulada
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