viernes, 29 de agosto de 2008

Gorki Libre

----
---- ----
No entraré a valorar nada. Escribiré cuando pase la marea. En unos días, asentadas las ideas. Ahora sencillamente trasmito la noticia: Gorki fue sentenciado a pagar 600. 00 pesos cubanos, quedando en libertad. La acusación cambió de, peligrosidad predelictiva, a, desobediencia civil.

Gracias a todos los que me escribieron pidiendo incluir su firma. Gracias a todos los que firmaron. Definitivamente esta vez la voz nuestra llegó hasta los tupidos oídos verdeolivos, hincó, hizo ruido en el sistema.






Foto de Gorki, blog de Rui Ferreira.

jueves, 28 de agosto de 2008

Libertad para Gorki Águila: "Carta abierta a músicos cubanos"

----
--

----
----------------------------- Free Gorki
--
Carta enviada a los músicos, Pablo Milanés, Kelvis 8A, Raúl Torres, Santiago Feliú, Polito Ibañez, Los Aldeanos, con motivo del encarcelamiento de Gorki Águila y en visperas del concierto en el día de hoy, 28/08/08, en la Tribuna Antimperialista, en La Habana.
----
-----Estimado Pablo:

Los abajo firmantes, enterados de que pasado mañana (hoy) dará un concierto en la “Tribuna Antimperialista” en La Habana, nos permitimos hacerle llegar esta carta abierta con la esperanza de que tanto usted como los músicos invitados, aprovechen la oportunidad de esa tribuna pública para pedir la liberación del músico Gorki Águila, cantante y director de la banda “Porno para Ricardo”.

Más allá de las filiaciones estéticas y las ideologías políticas de cada artista, creemos que el derecho a la libertad de expresión no debe ser violado por ningún gobierno, incluido el cubano.

El pasado día 25 de agosto por la mañana, mientras los integrantes de “Porno Para Ricardo” ensayaban en casa de Gorki, un policía tocó a la puerta y se llevó al cantante a la cercana estación de policía de la calle 62, conocida popularmente como “la Quinta”. Desde entonces permanece allí detenido, y lo único que se le ha comunicado a su familia es que seguirá hasta el jueves en el calabozo para luego pasar a disposición de los tribunales y ser enjuiciado por “peligrosidad pre-delictiva”, con una posible condena que oscila entre 1 y 4 años de prisión.

No creemos que esos cargos sean sostenibles en ningún proceso legal justo e imparcial, pero la situación de incomunicación y el historial de amenazas y acoso por parte de las autoridades hacen temer lo peor.

Pedimos que ustedes, músicos que han hecho explícito el apoyo a la Revolución, pero también la defensa de los valores y derechos humanos fundamentales, no se queden de brazos cruzados ante este atropello cometido con alguien que forma parte del gremio de los músicos cubanos. No está de más recordar que uno de los grupos invitados a actuar el jueves por la noche, Los Aldeanos, compartió escenario y estudio con “Porno para Ricardo” en el tema musical “La política”. Y todos juntos cantaron algo que hoy, por desgracia, suena a vaticinio: “A mí no me gusta la política, pero yo le gusto a ella, compañero”.

Apelamos a ustedes para que se hagan eco públicamente del clamor por la liberación inmediata de Gorki Águila.

Saludos cordiales,

Ernesto Hernández Busto,
Zoé Valdés,
Enrique del Risco Arrocha,
Raúl Ciro,
Ginés Gorriz,
Dr. Pablo Fuentes-Prior,
Ricardo Vega,
Jorge Salcedo,
César Beltrán,
Pío Emilio Serrano,
Juan (Polo) Avilés,
María Garcillán,
Isis Wirth,
Charlie Bravo,
Alexis Núñez Oliva,
Milena Rodríguez,
Carlos Hernández,
César Reynel Aguilera,
Zenaida Valdés,
Miguel Iturralde,
Laura García Freyre,
Roberto Acosta,
Manuel Sosa,
Al Godar,
Camilo Loret de Mola,
Frank A. Caner,
Luis Casacó,
Joaquín Estrada-Montalván,
Alexis Romay,
María Bonastre Fargas,
Nieves Cáceres,
Justo Ruiz Malherbe,
Mayda Rodríguez Gil,
Luis Reyes,
José Alberto Fuentes,
Ernesto González,
Alexis Rodríguez Cáceres,
Sebastián Machado,
Alejandro Barreras,
Heriberto Hernández,
Mayra Vega,
Santiago Martín,
Armando Añel,
Luis Montiel,
Naday Balbuena,
Juan C. García,
Roque S. González,
José Aguirre,
Hilda Fuentes,
Verónica Pérez Konina,
Tania Quintero,
Rosa Álvarez,
José Luis López,
Héctor González,
Juan Carlos Castillón,
Agustín Rubio,
Boris Larramendi,
Julio Fowler,
Ladislao Aguado,
David Lago González,
José Hidalgo,
Jorge A. Pomar,
Maite Díaz González,
José González Gavilán,
María Dolores Santana,
Boris L. Santa Coloma,
Víctor I. Álvarez,
Alexis Gaínza Solenzal,
Amir Valle,
Jacobo Machover,
Santiago Méndez (Chago),
Manuel Díaz Martínez,
Carmen Rivero,
Luis Pérez,
Manuel Espinosa,
Tony & Maylín Menéndez Morales,
Marcos Claro Ray,
Marcel Gascón Barberá,
Roberto Soto Legón,
Heriberto Leyva Rodríquez,
Ivis Acosta,
Vanito Caballero Brown,
Félix Monrabal,
Gustavo Valdés,
Roberto Madrigal,
Michel D. Suárez Sian,
Margarita García Alonso,
Alberto Fernández,
Javier Gómez,
Olga Lastra,
Ignacio Abella,
Jorge Luis Arzola,
Arcadi Espada,
Vicky Ruiz-Labrit,
Adriana Arias Núñez,
Luis Tornés Aguililla,
Juan Cueto-Roig,
José L. Flores,
Lino Corrales,
Marena Sánchez,
Roberto Rodríguez,
Gerardo Muñoz,
Alfredo Pong,
Ángel Duarte,
Eduardo Proenza,
Elvis Fuentes Rodríguez,
Manuel Pérez Mendoza,
Gloria Villamil,
Raúl Almaguer,
Rolando Nápoles,
Gustavo Rodríguez,
Abel Hernández,
Joel Rojas,
Jaime Blas,
Carla de Inocencio,
Camilo Fuentes,
Aurora Morera,
Luz M. Miranda,
Josefina Kinsey,
Ziva Sahl,
Guillermo Méndez,
Antonio Viviana,
Vanessa López,
Ramón Fernández-Larrea,
Emilio Jesús Valdés,
Roberto Rial França,
Ernesto Montenegro,
Luis “Papo” Márquez,
Adrián Morales Rodríguez,
Emilio Ichikawa,
Alicia Wonder Lazo,
Camila Krauss,
Sergio Pérez,
Carlos Lafuente,
Pedro Ramos,
Julio César Sardiña,
Luis Domínguez,
Marta González,
Pedro Portal,
Rafael Gumucio Araya,
Jorge Luis Arcos,
José Kozer,
Gean Moreno,
Alina Hernández,
Reinaldo García Ramos,
Carlos Iribarren,
Odette Alonso,
Camilo Álvarez,
Mabel Cuesta,
Alejandro Freijanes,
Alfredo Level,
Sarah Feord,
Miguel Angel Garrote Cruz,
Aitor Herrero,
José Armando Rodríguez,
Isabel Guillén,
Rosa Machado,
Pedro Fournier,
Jorge Luis Piloto,
Maya Islas,
Félix E. Mesa,
Pablo de Cuba Soria,
José Varela,
Rubén Kane,
Manuel Camejo,
Karin Aldrey,
Frances Gallardo,
Jorge Tamargo González,
Rafael Gil Lemus,
Vivian Sánchez,
José Carlos Rosales,
Isabel Alfonso,
Ignacio Vázquez,
Mayda Gil,
Valerie Block,
Roberto Poveda,
Camilo Venegas Yero,
Paquito d’Rivera,
Eduardo Zayas-Bazán,
Joel Fernández Fernández,
Julio A. Hernández,
Rafael Uzcategui,
Daniela Toscano,
Carlos Medina,
Andrés Reynaldo,
Achy Obejas,
Cristina González,
Armando Valdés Zamora,
Laycen Chuey Ferrer,
José Manuel Poveda Ruiz,
Pedro Vizcaíno,
Elina Vilá,
Bárbara García Lavín,
Verónica Cervera,
Igor Montes Rodríguez,
Juan G. García,
Sergio León Ruffin,
Margarita Portela,
Diego Rodríguez-Arche,
Gloria Lerma López,
Manuel Fernández,
Tony Sariego,
Pedro Monge Rafuls,
Diana Álvarez Amell,
Blanca González Pérez,
Daisy Ballmajo,
Bobby Salamanca Jr.,
Maylen Rafuls,
Diego Salazar,
Xavier Rodríguez Estrems,
Maggie García,
Javier Carballido,
Ernesto Cabrera,
Adriana Novoa,
Alberto Fernández,
Domènec Gómez Bellido,
Esteban Rivero Aguilera,
Raquel López,
Rafael Diazcasas,
René Gómez Manzano,
Pablo Rodríguez Carvajal,
Emilio García Montiel,
Jesús Rosado,
Eva Silot,
Orlando Coré,
Emilio Oscar Alcalde,
Pedro Lezama,
Rogelio López Marín (Gory),
Mario González Miranda,
José Carril,
Carlos Alberto Montaner,
Ena Columbié,
Paul Crespo,
Juan Escandell Ramírez,
Miguel Ángel Amezcua,
Maria Argelia Vizcaino,
Pedro Hernández Moreno,
Francisco Javier Navarro Arcas,
Anna Veltford,
Delio Regueral,
Juan Cueto-Roig,
Jorge Carrigan,
Andrés Llopis Garrido,
Fernando Iwasaki,
Néstor Díaz de Villegas,

Yoani Sánchez,
Jaime Bayly...
---
Imagen de Gorki, Cesar Beltran.
Post publicado, 27/08/08.

lunes, 25 de agosto de 2008

En Guadalajara con Poetas

----
Palabras en la presentación de los poetas cubanos, Zoé Valdés y Raúl Rivero, en Guadalajara.
----
----

--
-----Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago
----

Todo parece indicar que esta ciudad tan poco alejada de mi centro, allá en el madrileño barrio de Atocha, se convertirá en refugio de la memoria, en un sitio a recordar y vivir mientras estemos.

No hace mucho me sentí un poco nervioso, tanto, como si estuviera leyendo poemas en un teatro grande y lleno, como estaba. Así conocí a Guadalajara, que no había ni tan siquiera que cruzar el océano, cambiar continente para llegar, sentirse en casa.

Ahora el honor y los nervios van de la mano. Razones obvias, no siempre uno comparte la mesa con tan distinguidos escritores.

Por ello quiero agradecer a esta Fundación, Siglo Futuro, y a su presidente el que hubiera pensado en mí para ayudar en la coordinación y realizara la presentación.

Seré breve, pues lo verdaderamente importante surgirá luego, en la charla entre estos dos ilustres invitados, en la plática con ustedes.

Cualquiera que lea los diarios en cualquier país encontrará los nombres de Zoé Valdés o de Raúl Rivero. Ellos son lo suficientemente conocidos como para poder prescindir de mí.

Ambos pudieron dejar de realizar el exorcismo y los desvelos que provoca la escritura, desde hace mucho tiempo, igual hubiesen sido de reconocidos.

Sí, pues a Raúl Rivero con uno sólo de algunos de sus libros le hubiera bastado. Sí, pues Raúl Rivero Castañeda es uno de los poetas fundadores de la nueva poesía cubana y Zoé Valdés es sin ninguna duda desde hace más de una década, la narradora que más ha trascendido.

Por ello, ¿qué se puede agregar sobre dos escritores bien leídos y que han sido traducidos a las más diversas lenguas? Tenemos la obligación de agradecerles, entonces, sus valentías, compromiso con la libertad y la democracia en nuestra isla génesis. Que sin dudas es compromiso con la democracia en este mundo.

Zoé Valdés nació en La Habana Vieja, en algunas de sus novelas se pueden encontrar arañazos, trozos de esa ciudad y de sus habitantes. En las que he leído está siempre el placer que produce el encuentro con la verdadera literatura. Aquella que arranca pedazos de vida, pedazos de realidad y se filtra desde los pies hasta que salen por los dedos de las manos que golpean el tabulador.

Zoé Valdés fue finalista del premio Planeta y yo estuve enamorado de ella desde aquella vez que nos dio la vida entera.

Desde que vi que era posible dejar a un lado ciertas ñoñerías, realizar una literatura enérgica, una literatura que era capaz de dejarte sentado en la vida de una mujer enamorada de un tipo al que le cabía un billete de dólar en una caries.

Sí, porque los libros de Zoé, (igual los de Raúl Rivero) se leyeron en Cuba y se leen de la manera más mágica, de la manera que cualquier autor destinado a vivir fuera de su país, desearía, aquella manera en que el ávido lector no sólo va al encuentro de la obra, también se arriesga, conspira, pone en juego su propia libertad, la de sus familiares.

Leer las obras de Zoé Valdés y de Raúl Rivero (¿cuántos?) era un acto de desacato pacífico, el más violento, una manifestación de libertad. Algo verdaderamente temido por los regímenes absolutos. Es y era delito.

Luego aquél amor a primera literatura con la novelista, el mío, se maduró con lo que en mi modesta opinión sea una de las obras capitales de la segunda mitad del pasado siglo cubano, La Nada Cotidiana.

Decepcionaré a aquellos que han venido al encuentro de dos irascibles, de dos bestias políticas, ejecutores mediáticos de la izquierda. (Sea bueno agregar que hubo llamadas intimidatorias al Presidente de la Fundación que nos invitaba. Sea bueno, también, decir que desde el día anterior alguna radio vendía el encuentro, poco menos que si se reunieran tropas militares de élite)

No, hoy les presentaré a dos poetas capaces de estremecer, de hacer vivir, capaces de dejarnos con la sangre espesa, quietos en/y a salvos de todo, menos de la poesía, pues la poesía cuando es real amansa y ampara hasta los más feos, los más duros sucumben ante 4 versos.

Sus poemas serán la mejor presentación que se pueda realizar. Lo otro me queda grande y confieso no he leído los más de 20 libros editados que tienen cada uno.

Decirles sencillamente del privilegio que tenemos en contar con ellos, cerca y en lo bueno, pues lo mejor será su poesía, insisto.

Decepcionaré a los que no han venido a escuchar al grande poeta de nuestra lengua que es el señor, Raúl Rivero. Quien seguramente no le alcance el tiempo para poder dialogar, para nosotros escucharles las infinitas anécdotas con fundadores de nuestra literatura: Nicolás Guillen, Eliseo Diego…entre otros muchos. Los decepcionaré, pues todos los días se pueden ver las opiniones extraliterarias de Raúl Rivero y de Zoé Valdés, sus compromisos con el futuro de Cuba es altamente conocido. Pero hoy y aquí en esta Guadalajara que nos acoge, yo les dejaré a la compaña de dos autores que nuestra isla del Caribe vio nacer y en su destino llegar hasta ustedes, nosotros. Dos conversadores estupendos. Dos buenos poetas cubanos.
--------

Texto leído en Guadalajara, en la Fundación Siglo Futuro, el 16 / 06 / 08.

----

----------Dos Canciones de Julio Fowler.
---

--------------------------Huyendo.


----

--------------------------Todo me gusta


------


En la foto superior, SM/ Chago, Raúl Rivero, Zoé Valdés y Julio Fowler, quien ofreció un recital de sus canciones al terminar la lectura.

viernes, 22 de agosto de 2008

José Antonio Parra


----
---- ------------------Atmósfera
---- ----
-----------Por José Antonio Parra
----
--

Me sumerjo y mientras tanto mi respiración se hace lenta, constante, a paso entre ansioso entre sosegado, como encontrando la propia situación en la que me encuentro.

Me centro en la respiración y veo mis propias visiones de hace treinta años, sé que ésta continuará, un poco más agitada, más lenta y quizá jadeante; la respiración del tiempo del amor y del lanzar la vida contra el tiempo, sé que continuará y en cierto momento se detendrá, dejará de ser. Me sumerjo y percibo mi propia voz y es a través de ella como presiento el desenlace, visión roja de un impacto, entrando en un momento irreflexivo, soy la piel que iba a la película del domingo, soy la piel que ha visto el envejecer de la propia vida y de sus jardines imaginarios.

A veces juego a suponer que este momento concluirá y entonces a través de ese espectáculo lúdico me encuentro en el momento próximo, como dilatado en la realidad, como queriendo que también ese momento termine y así encontrarnos en muchos más porvenires, pedazos de recuerdos que se superponen y se entregan; el sueño fue absolutamente verídico, en él comprobé que pertenecía a los personajes que contigo departieron en el café, que con ellos preparamos el devenir y jugamos a ser pequeños dioses, pedazos de piel que se saludaban en las puertas del deseo.

Nuestra historia fue sólo recrear la vida misma desde el sofocante calor y un niño aturdido dentro de él, nuestra historia es el grito reverberante y sus consecuencias trágicas, es una noticia de prensa, es la luna invertebrada, la misma canción que recuerdas, son nuestros horizontes y una proyección desde el borde del tiempo; el límite de lo real.

Que nuestra consistencia sea, entonces, nuestro mismo recuerdo.
---
----
José Antonio Parra, (Caracas, 1969) poeta, ensayista y editor. Tiene publicado el poemario "Grado superlativo", así como también ha escrito un libro inédito de ficción en prosa titulado "Desde la elasticidad del párpado" y una serie de poemas, en los últimos años, que se mantienen en el territorio de lo inédito. Ha sido publicado en diversos medios de cultura, tanto impresos como en la red. Ha hecho crítica de arte y su búsqueda; en lo referido al pensamiento, está orientada hacia el misticismo y el trascendentalismo. Siempre se ha mantenido al margen pero no indiferente. Coordina la revista digital, La Casa Azulada.

jueves, 21 de agosto de 2008

"Sobre la Historia Natural de la Reconstrucción"

---- --
--

Sobre la Historia Natural de la Reconstrucción*

------------------------(Versión definitiva)


----
--

----Por Carlos A. Aguilera Chang
---

En una de las fotos de Stefan Moses, uno de los pocos fotógrafos alemanes que ha continuado la «mirada» que August Sander desarrollara a principios del siglo xx en su serie Ultimos hombres, se observa a una mujer del Museo de Higiene de Dresde decorando las vísceras de varios esqueletos humanos y colocándolos sobre una mesa, en orden. Estos muñecos pedagógicos, por llamarlos de alguna manera, y esta mujer, semiescondida, chiquitica, miope, cuadrada... sorprendida en el momento exacto de la “trepanación”, casi pudiera pensarse como una metáfora perfecta del totalitarismo y las distintas uniformizaciones políticas que ha vivido el mundo en su historia más reciente. Una metáfora del horror, si pensamos éste como el intento ideológico de convertir a todos en uno, tal y como mostró Zamyatin en su novela Nosotros. Una metáfora de lo que siempre estará por regresar.

Para esto, Moses, que ha venido realizando desde los años sesenta exposiciones sobre los alemanes de ambas partes del muro, con una simplicidad e ironía muchas veces precisa, se coloca delante de los maniquíes (o detrás, según se mire), y encuadra una imagen donde a esta progenitora apenas se le ve aunque se torna todo el tiempo presente. Gran Hermano que a la misma vez que se esconde, controla.

Pudiera devenir esta foto resumen de todo lo que ha vivido Dresde desde la República de Weimar a la fecha? Creo que sí, e incluso pudiera decir que vendría a ser la portada perfecta para un libro como el de Kurt Vonnegut, un clásico de como se articulan comedia y sinrazón bajo eso que algunos filósofos han llamado “nuestra época trágica”. Estoy seguro, esos maniquíes fotografiados por Moses hablarían más sobre el libro que casi todos los cover que he visto de Matadero 5 en varios países e idiomas.

Vonnegut, que la noche del famoso bombardeo de Dresde y desde días antes se encontraba preso en una de las jaulas que el régimen nazi había preparado para sus enemigos en la “Florencia del Elba”, cuenta como las bombas de la Royal Air Force caían como garrapatas desde el cielo (un cielo oscuro y a la vez intenso...) y cómo los edificios y personas saltaban a su vez en dirección contraria como insectos despedazados que aún quisiesen volver a saltar... Cuando todo cesó, hace una pausa el autor de Desayuno de campeones, todo era polvo, mal olor y huecos vacíos. Sólo eso.

Sin dudas, una de las cosas que más llama la atención en Dresde, y quizá en todo el este alemán es el vacío. Primero porque debido a los bombardeos de las noches del 13 y 14 de febrero del cuarenta y cinco, el centro de la ciudad y según los historiadores en un radio de quince kilometros a la redonda quedó todo muerto. Segundo, porque esos huecos provocados por la ideología (ya sabemos, no hay nada más ideológico que una bomba) fueron rellenados, también, por la ideología misma. En este caso por esos espantosos edificios prefabricados que el socialismo diseminó como ratoneras por toda la ciudad y durante años representó el orgullo de Honecker y los que como él convertían el hábitat humano en pura especulación marxista.

Desastre que incluso llegó a Cuba, con sus microciudades prefabricadas, sus desastres urbanísticos, y hoy, quizá, por el malestar que produce vivir en una suerte de ruina mal hecha, genera más conflictos que ganancias para la maquinaria despótica cubana. Muchos de estos lugares, por ejemplo, en La Habana, son verdaderos emporios de trapicheo económico, si es que al mercado negro se le puede llamar keynesianamente economía, y diferentes focos de malestar o protesta proceden exactamente de ahí, de estos leprosorios donde todos viven en un roce perverso y la privacidad ha sido tachada en nombre de la Patria, la Nación o cualquier otro de los emblemas totalitarios. Es posible convertir al hombre en un perro cuando es obligado a vivir como una rata, me preguntó una vez un dentista mientras conversábamos en Berlín, y esto parece ser lo que nunca entendió la zoofilia comunista. Perro o rata, rata o perro..., el ser humano nunca podrá ser las dos cosas a la vez, por mucho que se empeñe cualquier manual de marxismo-leninismo o la mayéutica colectiva en su variante más represiva, que es por lo general la que se aplica en países de control total. Por mucho que se empeñen los emperadores de turno.

Si traigo a colación este manual de zoología política, es porque con frecuencia me pregunto qué tipo de personas habrán vivido en las casas abandonadas (vacías) que se pueden encontrar en Dresde, qué habrán comido o hecho durante sus últimos años, a quién habrán vigilado, qué habrán visto... Estoy seguro que cada uno pudiera ser el Oskar Matzerah de una novela, la novela imposible sobre el este alemán; a la vez, la negación de ella misma. Convertir a las personas en simples emigrantes o “animalitos” temerosos resultaría muy facil, bastaría con ponerlos a moverse infinitamente de un lugar a otro o clavarlos en un punto fijo y ordenarles no se muevan. Sin embargo, tal y como sabemos, la mayoría de las veces estamos fluctuando entre dos fronteras, la del deseo de irnos y la del deseo de permanecer, perpetuum mobile y mutismo. Y esta frontera es siempre lo más difícil. Nos obliga a caminar muchas veces, aunque no lo querramos, por el límite.

Curiosidad que me llevó incluso a pensar en cierto momento en un libro que tratara unicamente sobre esas casas y fábricas abandonadas, esos comedores que poseían aún, algunas, el hule sobre la mesa o restos de empapelado en las paredes... Para ello hablé con un fotógrafo amigo, alguien que ya había hecho fotos «de lo vacío» en la exyugoeslavia y Estados Unidos, y de cómo la arquitectura combinada con la estupidez y la historia no necesitaba otro aditamento para ser exacta (él diría bella) que ese «estar ahí congelada en sí misma». Con esta idea nos pusimos en marcha, y si el proyecto no llegó a su final, aún deben estar por algún lado las fotos que varias veces hicimos, fue por razones externas a nuestro deseo de llevar a cabo esa especie de novela postmoderna de lo alemán. Ya sabemos, perro o rata... rata o perro, como me repetía socráticamente el dentista caminando por la antigua Stalinallee, y en medio, el martillo aplastante de la cotidianidad.

Quizá una de las cosas que mejor ayude a entender esto que vengo diciendo, sean las imágenes que en 1990 hiciera Moses del conocido dramaturgo alemán Heiner Müller, en Berlín-Hellersdorf. Müller se encuentra delante de uno de estos grandes monstruos prefabricados con un tabaco en la mano, mientras alrededor y suponemos por casualidad, un grupo de niños juega en un parque. El edificio (los edificios), que por la perspectiva y angulosidad de sus líneas semejan ser imponentes, nos lleva de inmediato a eso que con tanto énfasis el autor de Medea material y Cuarteto se preguntó en sus textos: donde termina-comienza el territorio público y, cómo hacer para crear dentro de ese “nosotros” un bios privado que no pueda ser engullido por la garganta estatal? Cómo devenir realmente individuo?

Como sabemos, de esto es precisamente de lo que se trata bajo el comunismo; la pregunta que por mucho que disfracemos va a permanecer siempre sin respuesta, la urpregunta. Y los edificios estilo Honecker, que al igual que en la época de Hitler no eran más que la decadencia de un movimiento anterior (en este caso de un neoclasicismo ridículo) son jaulas parlantes. No sólo porque eran más feos que todos los que se construyeron en ese momento al otro lado del muro ―los sesenta y setenta fueron en todos los lugares, arquitectónicamente hablando, espantosos―, sino porque en el este eran hechos en nombre del Hombre, la solidaridad humana y la grandeza de algo que nadie veía por ninguna parte. En nombre de «la victoriosa lucha contra la enajenación capitalista», como cacarearon en diferentes momentos los altoparlantes del Komitern. Y no hay cosa peor que cuando el hábitat propio se convierte en artefacto ideológico, trofeo de guerra.

Tendría esta misma sensación Heiner Müller cuando Stefan Moses le sacaba las fotos? Eso ya nunca lo sabremos. Sin embargo en el rostro del dramaturgo hay un rictus irónico, mueca, como de aquel que dice: yo sé, yo sé... y sonríe bajito. Al final, los esqueletos del Museo de Higiene pudieran ser comparados a los edificios sajoneshabaneros por su serialidad, su afán pedagógico-propagandístico y su lado monstruoso; lado que ni siquiera se redime cuando pensamos en la “carencia”. Edificios y esqueletos representaban (representan aún) el triunfo del arte según la ideología, de la ideología mala quiero decir; esa que convierte en estereotipo lo cotidiano y construye pautas para la literatura, la arquitectura, la creación en general. Esa que nunca se equivoca. Y como escribiera Steiner, el reverso de la libertad no es la cárcel, la guerra o el despotismo, entendiendo esto último sobre todo como no-solución política. “El reverso de la libertad misma es el cliché”.

Entraría una reflexión sobre el cliché en ese proyecto Dresde que mencionaba antes? Lo más seguro es que sí, y lo que me preguntaba cada vez que salíamos a realizar fotos, era como hacer visible en nuestra metanovela ese vacío que se pega al estereotipo y termina convirtiéndose en la repetición para miles de personas, la abulia. Recuerdo que especialmente curioso nos resultó un conjunto de edificios medianos que se encuentran en el camino hacia Pirna... Conjunto que en el viejo Mitsubishi de mi amigo, el fotógrafo, alcanzábamos desde mi casa en veinte minutos, si teníamos la suerte de no perdernos en el hueco esquizo que es toda ciudad a la noche, y con lluvia o sin ella nos obligaba a realizar interminables sesiones para poder captar lo visible sobre aquel cementerio de edificios que se extendía ante nosotros.

No es que estos edificios fueran interesantes en sí mismos; podría afirmar con cierto cinismo que ni siquiera eso eran. Lo que les confería a estos “mamuts” otro status era precisamente su abandono, su valor-nulo-de-uso, la vida chiquitica que imaginaba había deambulado alguna vez por ellos y ahora se contraía a cero. Ver que junto al timbre de la puerta colgaban aún nombres que nadie se había detenido a borrar: una tal familia Schmidt, un Magister Stepputat (magister en qué, se pregunta uno...), un tal Kohle..., le daban a ese futuro libro de interiores y textos una coherencia perversa, un punctum. Y una novela es sobre todo hacer que un pequeño núcleo vaya creciendo hasta que se convierta en algo dificil e intragable, para el propio creador, digo. Algo que probablemente nunca más volverá a leer. De ahí que muchos escritores no puedan pasar de escribir la segunda/tercera novela, e incluso cuando lo logran, muchas veces acceden a ella desde la locura, como es el caso de Robert Walser, en Suiza, el cual después del Jakob von Gunten sólo garrapateó pequeños microrrelatos hasta que se internó en un manicomio y desapareció.

Puede llegar a hablar la literatura de otra cosa que no sean experiencias privadas, ficciones, memoria colectiva, sujeto frágil, pasado?

En Sobre la historia natural de la destrucción, W. G. Sebald, que ya en libros anteriores había indagado y recombinado conceptos parecidos, incluyendo el de la literatura austriaca como lugar político de representación, se explaya sobre uno de los momentos más controvertidos de la primera mitad del siglo xx: la destrucción aérea llevada a cabo por la aviación inglesa-norteamericana en varias ciudades del antiguo reich, y el silencio que según él se instaló en Alemania a partir de este hecho. Silencio que identifica con la escases in situ de literatura (literatura sobre el tema, digo...), la compra del “alma alemana” a través del dinero: el reconocido Plan Marshall para la reconstrucción del otrora gigante centroeuropeo, y con la culpa; ésa que para algunos podría tener muchos estamentos, pero a instancias de Sebald representa, ante todo, estar-en-conocimiento-de-, vivir conscientes de “que provocamos claramente la destrucción de las ciudades en las que en otro tiempo vivíamos”.

Lo primero que tendría que replicarle a este “Joyce del siglo xxi”, como reza la contraportada del libro en español, es que no creo exista ese silencio literario que él subraya. Su mismo texto, reescritura del ciclo de conferencias que ofreciera en Zurich en 1997, se apoya en varios ejemplos que vendrían curiosamente a refutar su tesis: el reportaje sobre Dresde de Erich Kästner que data, nada más y nada menos, de 1946, el texto de Hans Erich Nossack sobre Hamburgo y la experiencia de muerte que atravesó esa ciudad, la novela de Heinrich Böll El ángel callaba, a la que acusa de “melancólica” y a veces devalúa o exalta sin argumentos, el excelente experimento de Arno Schmidt Momentos de la vida de un fauno, de 1949, el cual Sebald odia porque quizá recuerda demasiado a su propia escritura, los diarios de Klemperer, los que clasifica como insuficientes (se mantienen “dentro de los límites trazados por las convenciones verbales” escribe), los filmes de Syberberg, que recogen “los aspectos más equívocos de la fantasía expresionista” (en realidad, trascienden los aspectos más equívocos de la fantasía expresionista...), los “artificios pseudodocumentales” de Kluge... así hasta llegar a aniversarios, fotos y testimonios en periódicos locales a los que casi sin hacer distinciones descalifica por no ser literariamente profundos o estar abocados a un kitsch de época, un falso decir.

Lo segundo, que de verdad crea en esa autoconciencia, ese saber que por razones que ignoro, justificaría casi teológicamente el bombardeo postguerra a ciudades como Colonia, Hamburgo, Frankfurt o Dresde..., como si una aufklärung del genocidio hiciese menos doloroso el momento final.

Por haber escapado a un régimen que ha obligado durante demasiado tiempo a sus habitantes a vivir como no-personas, e incluso, denomina a los que marchan al exilio con la misma palabra con la que los kapos en los campos de concentración clasificaban a los judíos, sé que hablar (parlotear) sobre la propia pérdida es una de las cosas más difíciles y a veces imposible a los que se puede ver abocado cualquier ser humano. Si esta pérdida entonces tiene que ver con una ciudad, ese allí donde se desarrollan ciertos afectos, una casa, allí donde los místicos creen observar una opereta chiquitica del alma, la familia, que quizá volaron despedazados por el aire igual a paquetes de carne que de pronto alguien tirase en una caja...., me cuesta trabajo entender entonces la pregunta que recorre patéticamente estas tres conferencias y para las que Sebald no halla respuesta: por qué los alemanes no escribieron más en el mismo año 45 o en los siguientes sobre la destrucción del “propio país”, por qué no llegaron a convertir el desastre, en su momento, en verdadera pregunta...?

Tendría que decir que la imagen de alguien apuntando en un cuaderno sus cagarrutas líricoliterarias o dándole punto final a un poema mientras sobre su cabeza están cayendo kilogramos de explosivos no resulta nada convincente, a no ser que estemos apasionados con Hollywood... Además, como han explicado algunos que han estado alguna vez en situación límite, en ese momento es imposible pensar otra cosa que la propia huída o el propio resguardo, ese intentar llegar a mañana que según Primo Levi, uno de los sobrevivientes de Auschwitz, era su credo personal en el tiempo que deambuló entre Italia y Polonia. Por si fuera poco, no creo se pueda minimizar el dolor, la pérdida o el pathos que genera “el hundimiento” a un texto, por muy desgarrado que éste pueda llegar a ser. La memoria colectiva opera también por otras vías, incluso, la del silencio (aunque tampoco fue el caso, tal y como el mismo Sebald se contradice); incluso, la del “hablar bajito”, que es una de las maneras más socorridas cuando varias personas no quieren pasar del lugar común sobre algo. Y ya sabemos, nada sugiere tanto como el lugar común, esa repetición de la repetición de la repetición. Sobre todo porque generalmente puede ser canalizado de otra manera (no siempre hay que escribir una novela para dejarlo todo en claro). Sobre todo, porque más que esconder, fase primaria de todo lugar común, revela...

No vendría a resultar enfático que muchos alemanes de procedencia judía cuando pasaron al exilio decidieran, sin presión alguna de gobierno o institución política, olvidar para siempre la lengua en que habían crecido y pensado parte de su vida, extirparla? Hay silencios y silencios... cosa que debió saber W. G. S., todo un maestro a la hora de ir enterrando-desenterrando mentalidades en sus propios escritos. Y la literatura no sirve para aliviar ni comprender el dolor, como demuestran los casos de Celan, Hemingway, Jean Améry, Silvia Plath o Márai, que irónicamente pasó un curso de tiro con la policía de Los Angeles antes de descerrajarse un balazo en la cabeza. No es antídoto. [1]

Si he dado esta vuelta sobre ese bicho extraño que era Sebald para continuar hablando sobre Dresde, es porque la primera pregunta que me asaltó ante esas casas abandonadas, esos edificios recortados por la cuchillita ideológica, esos nombres que ya no representan nada sobre el antiguo timbre de una puerta, ese paisaje que extrañamente llaman “la suiza sajona”..., avanzaba de manera parecida. Qué quería decir ese silencio que yo encontraba en el este alemán y hasta qué punto éste podía ser narrativo. Cómo escribir sobre algo tan mezclado con la política, la pulsión de emigrar, el abandono, las experiencias privadas, el trasvestismo, la denuncia, lo ajeno?

Curiosamente, y como nueva refutación de esas –para mí– erradas conferencias de Zurich, cada vez que llego a una nueva ciudad de la antigua Germania, una de las cosas que escucho con más insistencia tiene que ver con el feroz bombardeo a que fueron sometidas ciento treinta y una ciudades y pueblos al final de la guerra y las cosas nuevas que poco a poco habían resurgido, transformado. El olvido, ese voltear la cabeza hacia ninguna parte que lamenta el autor de Austerlitz, en caso de que exista no me ha parecido hasta ahora demasiado grave. A veces es necesario silenciar algo para después repensarlo, someterlo... Y por la cantidad de fotos que he visto, documentales, libros o notas que se editan a diario, no creo el tema esté en Alemania “desplazado”. De ahí, cada vez que observo como en alguna terminal de trenes revolotea sobre mí un calvito con sobretodo negro y sonrisa intrigante, preguntándome si ya conozco la historia de su hermosa y apocalíptica ciudad, busco cambiar de tema lo más rápido posible y hablo de las nubes o cualquier otra cosa. De lo contrario, me arriesgo a que aterricen horas y horas de bombas de más de 500 kilos sobre mi cabeza.

Una ciudad, sus habitantes..., es uno de los territorios más difíciles o escurridizos de tratar. Lo máximo que puede llegar a hacer el artista, es intentar focalizar una pequeña zona de ese túnel y mostrarlo. Intentos absolutos pocas veces quedan bien, o a la postre, resultan insuficientes. Una de las excepciones que conozco es la pelicula de Godfrey Reggio, Koyaanisqatsi, donde a través del nerviosismo de las imágenes y la música de Phillip Glass se puede llegar a comprender el enchufe esquizo que existe entre una sociedad y sus “cadáveres”, la manera en que se mueven y abandonan a sí mismos, la trampa que muchas veces constituyen. Y quizá por tener demasiada consciencia de esa trampa fue que esa novela Dresde ha quedado inconclusa. La literatura, la escritura, el escritor, los textos, muchas veces representan formas distintas de lo ajeno, de lo que no logra acoplarse a nadie, nada. Y el ajeno es ése que ni siquiera tiene casa propia, madriguera; un animal siempre hastíado y con frecuencia en ninguna parte. Alguien que se sienta “al otro lado” y observa como todo alrededor coge fuego y desmorona, aunque sin llegar a los extremos de la Royal Air Force por supuesto... Cuando esto suceda, entonces podré responder las preguntas que al principio me hice e incluso llevar a cabo mi megaproyecto sobre lo vacío-lo lleno en el este alemán. Mientras tanto, no me quedará más remedio que hacer silencio y continuar aceptando mi derrota (la derrota del que aún no tiene suficiente ironía o distancia). Una ciudad sólo comienza a ser habitable cuando ya hemos descubierto el monstruo que en realidad es.
---
Texto leído en el evento Dresden literarisch, raum für kultur, Frankfurt am Main , 6 de diciembre 2006.


[1]Sobre una pelicula-debate con otras personas que habían estado al igual que él en un campo de concentración alemán, Bruno Bettelheim escribe: „…el horror nazi había sido un cataclismo difícil de imaginar, un hecho que despertaba tanta angustia que aquellas gentes necesitaban negar que tuviera alguna relación con ellas como personas. Pensar en ello inducía a formularse preguntas sumamente perturbadoras sobre la naturaleza del hombre cuando, sin vacilación alguna (…), se le presentaba la oportunidad de participar espontáneamente en el más vil y sistemático de los asesinatos en masa, no solo de hombres indefensos, sino también de millones de mujeres y niños pequeños. Verlo con sus propios ojos en películas documentales y escuchar el testimonio de los conferenciantes despertaban unas sensaciones incontrolables de revulsión e impotencia en los asistentes a la conferencia. Quizás esto explique por qué unas personas que habían decidido voluntariamente ver aquella película en verdad aterradora que mostraba escenas donde se hacía objeto de la mayor degradación posible a hombres, mujeres y niños inocentes, escenas de tortura, de hambre, de asesinatos en masa, y luego participar en un debate sobre todo ello, reaccionaban ante tal experiencia distanciándose emocionalmente de ella y negando toda relación emocional e intelectual con ellas aquí y ahora. De lo contrario, no habrían podido hacer frente a lo que aquellas imágenes despertaban en ellas.“ Sobrevivir. El holocausto una generación después, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, p. 41. O más recientemente Ian Buruma, Placeres y riesgos de ser víctimas, en Letras libres, Febrero, México D.F., 2001, p. 22, “Cuando llegaron a Israel los sobrevivientes de los campos nazis de exterminio (...), la verguenza y el horror impedía a la mayoría de ellos hablar de su sufrimiento. Las víctimas ocuparon un sitio precario en el nuevo Estado de héroes judíos. Era como si hubiera que borrar la mancha de ser víctimas y no tomarla en cuenta, así que un gran número de judíos no habló.”

-----

Carlos A. Aguilera, (La Habana, 1970). Escritor. De 1997 a 2002 codirigió en Cuba la revista de literatura y política Diáspora(s). Premio David de poesía en 1995 y Premio Calendario de poesía en 1996, ambos en La Habana. Ha publicado:
-
Retrato de A. Hooper y su esposa (Poesía) Ediciones Unión, La Habana, Cuba, 1996.
Traducción al francés: Portrait de A. Hooper et son épouse suivi de Mao. Éditions Farrago, Tours, 2000.
-Das Kapital. (Poesía) Ediciones Abril, La Habana, Cuba, 1997.
-Die Chinamaschine. (Antología: Relatos, Poemas, Ensayos) Steirische Verlagsgesellschaft, Austria, 2004.
-Teoría del alma china. (Relatos) Ediciones Umbral, México DF., México, 2006.
Traducción al alemán: Theorie der chinesischen Seele. Editorial Erata, Leipzig, 2007.
Traducción al croata:
Kinamašina. Editorial Profil, Zagreb, 2006.
Próximamente se editará también en checo por la editorial Fra, Praga.
Ha realizado además las antologías Memorias de la clase muerta. Poesía cubana 1988-2001. Editorial Aldus, México, 2002; Pobuna Bolesnih. Kubanske Kratke Priče, ("La rebelión de los enfermos. Veinte cuentos cubanos del siglo xx"), Editorial Profil, Zagreb, Croacia, 2005 y Die leere Utopie. Intellektuellen und Staat in Kuba, ("La utopía vacía. Intelectuales y Estado en Cuba"), Editorial Leykam, Austria, 2005. Así como el dossier Virgilio Piñera: La inundación ilustrada (revista Tsé Tsé 17, Bs. Aires, Argentina, 2006). Actualmente posee una beca ICORN como escritor en la ciudad de Frankfurt. Vive en Alemania.

miércoles, 20 de agosto de 2008

"Apuntes en La Camella"


-
-
--

"Apuntes para poema". Del libro (inédito) "Escritos en La Camella"
---

---
----

Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago
----

----
----Lo más cerca que se puede estar del pensamiento de un poeta puede ser también conocer su recorrido. El físico. La ecología del cuerpo no poético. El encuentro imposible con el pathos ajeno y próximo.

Es infinitamente más sano aprender del dolor a contagiarlo. Describirlo sólo nos agencia subjetividad.

El dolor es la causa. Yo el ejecutor. El camino el ofrecimiento. El viaje será entonces perentorio.

2

Ahora es la hora de comer o la hora de morir. En una Isla las horas tienen un carácter denominativo. Reiterante.

No existe viaje que no esté marcado de antemano por la imposibilidad de finalizarlo.

En una Isla se anuncia el comienzo y el fondo desde la génesis del deseo.

Incluso desde antes del designio se visiona el final del trayecto.

Es la maldita agua por todas partes.

Una vez saltado el charco (pocas frases menos afortunadas) comienzas a sentir el vértigo.

Estás en tierra firme. Es el primer síntoma.

Cortaste el cordón que unía lo conocido a lo innegable.

Ahora puedes llegar al final del viaje o por lo menos continuarlo...

Son dobles las esperanzas y es mucho más intenso el goce por lo desconocido para quien distingue de antemano el valor de unas alas. (Sin mariconerías)

La carencia es un escalón superado. Ya no es asombro la falta.

Regresar es morir.

3

El dolor físico despierta la necesidad de un remedio sabio.

No un parche. La vida es sufrimiento.

Cuando se ha vivido en una Isla se conocen primero las postrimerías.

¿Será que se repite? ¿La vida se repite?

4

Ahora es la hora de seguir. O la hora de morirse comiendo cualquier estupidez. Como en una Isla.

Aunque en una Isla la muerte no sea extrañeza, pues, hace tiempo que se anuncia.

La inevitable subida de la marea.

5

Creo en Dios a pesar de pensar su ausencia. Su entelequia. Por eso también lo insulto. Sé que su silencio es una señal inequívoca.

Dios es una maquina de zurcir oxidada.


----
Foto Chago, Pablo Díaz.

martes, 19 de agosto de 2008

Un Relato de Rogelio Saunders


---
--"Un Gato llamado Adam Smith"
---
Un Relato del libro (inédito)
-
"Una Muerte Saludable"---
-----

---
---
-----------Por Rogelio Saunders
-----

Íbamos bailoteando por un camino de tierra cuando de pronto el gondolero (Sartre se había empeñado en llamar así al flaco y granujiento conductor del yip, especie de golfo sacado de un extraño cuento ruso) detuvo en seco el aparato y dijo vuelvo enseguida jua jua jua y eso fue todo. Los seguimos como piedras rodantes entre las altas cañas como juncos flotantes. Íbamos como ranas en imperfecto zafarrancho, cañada tras cañada. Nada. Nadie. Oh sueño. Confabulados como niños en medio del cerco de charcos de agua grasienta. Pero reencontrados o perdidos. Sabíamos no sé cómo que nos observaban los ojos insomnes y fijos de todos los camaleones. Salidos de ninguna parte. En marcha hacia ninguna parte. Jua jua jua. Y un sol de cara de luna y pelambre roja calcinándolo todo en un radio de 1000 Km. a la redonda.

Así era. Así fue.

Llegada a un claro en medio de la densidad (siempre la forma del diario ¿eh querido Sartre? y todo lo que ya sabemos). En medio del mayor espesor y de su transparencia. Arte del agrimensor sobre las hojas de silueta de venablo repetidas ad infinitum. Peso y densidad. Forma y volumen. Medir y volver a medir. Medirme a mí mismo. Pesarme a mí mismo. Y luego medir y pesar a la bella Simone. Tomar el peso de sus pequeñas nalgas y sobre todo escapar hacia ese azul imponente atrayente erótico denso inmenso de una vez por todas. ¿Perdidos porque (re)encontrados? ¿Dónde están las ciudades que nos prometieron? Y tener que lidiar durante años con todo ese serrallo increíblemente vulgar de la jodida Niza. Eso sí que era náusea, naussicaá. Es seguro que a payaso no te gana nadie decían los ojos repetidos de las ranas, las púas repetidas de los puercoespines (aquí no había sí había), los cuernos repetidos de los alcaravanes y las pupilas profundas de las cucarachas. ¿Dónde estaba lo nuevo (el novum), mi querida Simone?

¿Quién es Simone?

O bien: ¿conoce usted el pecado de simonía?

¿Y el golpe del simún, lo conoce?

No conozco nada, no soy nada, no sé nada.

Bien dicho, susurró el gato, apareciendo de ninguna parte, como un dibujo animado que brota de una gota de tinta. (Excelente imagen, la del dibujo animado. A ver si nos escapamos de una buena vez de la ajorca pohorca del viejo descartes.) Los ciclos y las estaciones, quién los conoce mejor que el anciano Culthard traído aquí por el anómalo ciclo de la guerra (y ¿por qué no? una religiosa), disfraz acaso de una pasión más secreta y, como todas, inconfesable. No se me ponga melancólico, mi viejo, y échese un trago. ¿A que eso no lo tenían donde la absurda Escocia? Ojalá pudiera decir que mi delirio procede del sol, o acogerme a la sombra bienhechora y todojustificante de los manicomios (menos mal que a Proust no le dio tiempo a escribir esa parte). Pero volvamos a aquello de las estaciones. Observo el cielo con un solo ojo-telescopio y veo con claridad asombrosa todo lo que debí abandonar hace tiempo, sin agonía de por medio. ¡Ras! ¿Sí o no? Y lo que debí aprender, no lo aprendí. De modo que a lo único a que se podía echar mano ahora en tan románticas circunstancias era al asombroso Verne Jules. (O si gustáis: en julio y viernes). Es mi beso el que procede del sol, de ahí que calcine instantáneamente todo venablo imprecatorio con boca bífida. ¿No lo cree usted así, mi querido Felipe? Arderás en la hoguera, puta. (Mi ojo de cíclope interviene, y mi mano tullida mueve la mecedora tenebris, mientras dos siluetas agenciales descienden prodomo del improvisado arco de triunfo donde —¡si lo sabré yo!— no pocos culos de cabeciduras menores han volado jubilosamente a la dinamita.) Íbamos pero de algún modo ya no íbamos. Entre otras cosas y aunque parezca mentira o precisamente por eso debido a la aparición del gato. No sé por qué pero todo aquel asunto del gato olía mal. Te lo digo, Aphrodites, mi querida amiga, pensando sobre todo en nuestras tardes morfinómanas y ninfomaníacas en la absolutamente maravillosa isla de Kea, mientras yo leía a Joyce en el acantilado blanco y tu mostrabas en todo su esplendor ese cuerpo soberbio y como inane que hubiera puesto de una vez por todas al bueno de Cavafis en su sitio. Oh cuerpo. Oh maravilla. ¿Quizá yo tampoco aprendí lo que debí aprender? Anegados en ese fondo común, ¿cómo, bella e insomne Aphrodites (quizá a ti también te espere dentro de poco el hacha desviada y certera de algún sacrificio étnico, en este mundo de ahora nada es seguro), podríamos aspirar a sostener-alzar algo como no sea la pura y bárbara e inexplicablemente hermosa transiensidad de todo, de todo lo que existe y existirá, incluida tú, incomparable, sólida y suprainteligente Aphrodites? (Y no digo más, pues tanta tinta derramada aquí ha de significar por fuerza una sequía en alguna otra parte, que no por gusto nuestro deseo es tan vasto como limitada nuestra suerte.) Te oigo, Simone. Pero, ¿por qué no estoy convencido? Tal vez fue el gato el que ha pensado esto (todo esto). Ni la noche ni el día nos pertenecen. En la noche sólo corremos como animales desesperados, no huyendo sino en pos de nuestros más atesorados fantasmas.

¿Quién dijo eso?

Con la falda recogida y el delgado cuchillo entre las manos mientras pelaba un gran trozo de caña, gordo como las hilas de cañamazo de Borneo (véase Salgari y otros), la bella Simone parecía un filibustero.

Se internó saltando en el cañaveral repitiendo mi entrepierna sudada mis piernas flacas de muchacho mi pelo de trigo podrido si yo quiero sí.

Copulo y recopulo con todo lo que anda y se arrastra, con todo lo que se yergue o flota. Con todo lo que vuela. Sí. Más allá del más alto parapeto (del sólido y sostenuto y alucinante muro, hecho de trenzado deseo), más allá del más allá de todo lo que me despedaza. Yo, yo misma y nadie más que yo misma. Aquí y ahora, repto y me arrastro como una culebra. Yo soy la gran culebra negra y blanca ven. Yo soy la gran puta blanca ven.

Los jabalíes sordos salieron en tropel. El junquillo titiló como un torturado. El pájaro carpintero llamó y no fue oído. En alguna parte cayó y explotó un bólido rojo. No era de noche ni de día. No había espacio o únicamente había tiempo. ¿Quién eres tú? Yo creé la figura horrenda. Yo sola le di a luz. A la figura mágica, horrenda, última. Me interné en el bosque (en el único bosque). No ha habido calavera más sórdida ni crimen más ejemplarizante. Creo en los niños del mundo, atentos y con terroríficos orificios a modo de ojos. Lo dice el gran bosque, cantando con el silbido profundo de los leñadores, que responden a otros silbidos iguales lanzados por otros leñadores en los confines rojos de Australia. Los senderos del sueño han sido desde siempre los míos. Yo soy el gato (el único). Jua jua jua.

Despierta, Sartre.

Yo podría darles lecciones a todos. Y heme aquí, mudo. He perdido toda medida y no siento la necesidad de ninguna brújula. ¿Extraño? Nada es extraño. Únicamente hay algo que tarda más tiempo en ser reconocido. Si escribes (si de verdad escribes dite elle), entonces no es cosa de mirar abajo, al borde la página. Eres algo que se estremece, borracho, hurgando entre las heces. No nos han (ni te han) dejado otra cosa. Ni ha habido ni hay otra cosa. Convéncete. Eres un puro oh humano detritus. Un coprolitus sagrado. Tu fineza (tu improbable y en todo caso espúrea descendencia aristocrática) es sólo el discurso delirante de un desencuadernado esqueleto no museable, un milisegundo antes de disolverse en polvo con o sin estruendo, más bello para siempre en la luz que dueño indiscutido de sus razones. La gesta es una mano que ondula en el sueño proa a la desaparición y pasto de horripilantes legiones. No sueño esto y sobre todo nunca lo escribiré. Algo ha sucedido o sucederá.

Las iguanas paralíticas alzaron las cabezas. Hojas que cortan como papel, escribió dispéptico el Adelantado. Y de la seda de caballo, nada, mi querido Carlos. Ese cuello bufonesco me da una envidia tremenda. He mandado buscar dos docenas, que llegarán desde luego cuando mi castigado cuerpo se esté pudriendo en estas Indias del demonio, alicantino de mierda. ¿Algo ha sucedido?

Es el fin de todo o advendrá la luz negra del alba. La pared de selva qué increíble tontería. Esto, ¿qué coño y qué diablos es esto? Que le train c’est con eh.

¿Cómo dijo?

El camarada Hijo de Puta escribió el pequeño y calvo Babel. Rectificó a tiempo pero ya era tarde. Lo escrito, escrito está. Paredón paredón don don. Lo quemaron y lo convirtieron en un indescriptible bloque de hielo. ¿Dolió mucho eso? Los idiotas insuperables de una vez por todas lo inmortalizaron, al calvo y pequeño Babel, gran loco engualdrapado en la estepa por derecho propio.

Con de riel.

¿De donde diablos habrá salido éste?

Tenemos miedo tenemos miedo tenemos mucho miedo te.

—¿Loas? —preguntó Sartre.

—Loas no —dijo el hombre del machete—. Orishas.

—Mais c’est egalemente imposible! —se insurgió Sartre.

—Imposible o no —dijo calmadamente el hombre—, c’est completement reél.

—Sí —dijo la bella Simone—. Hay cosas que no son verdad, pero suceden.

Apuntar si acaso en el cuaderno de bitácora más tarde. No sé en qué cuaderno de bitácora pero eso ya se verá luego. Yo soy quien no escribe, porque quien escribe supongo que sufre (que sufre mucho) y yo no sufro nada. Nada de nada. ¿O este divertirse hasta la locura (este amar hasta la locura y más allá de locura, como cuando se dice: «era la locura») podría ser sufrimiento en estado puro? ¿Qué hubiera dicho el perverso y bajito vienés dentro de su dieciochesco armario pintado de laca roja? Basta, me has revelado de un modo desgarrador el corazón mismo de mi alma vasta, profunda y trágica de conquistador-guerrero predestinado (véase Renán) VENIDO A MENOS. Amémonos por última vez, bella Simone, sobre esta sábana áspera de tibios caños de caña. Al fin y al cabo, en efecto, todos los hombres son mortales. ¿No o sí?

Pero no, eso es seguro, sin una ceremonia, rió la sombra con risotada cruel.

Toda parafernalia religiosa es puro teatro. Ficción que tiene (ha tenido) consecuencias muy reales. (Cfr.: ).

Ya volvemos a lo mismo: a los ejércitos de la noche. O el diablo y.

(El biablo el biablo mudó sin sustento ni lengua el condenado.)

Calla y nunca menciones a la culebra. Prohibido prohibido. Absoluto tabú, oh gran tabú marabú. Tabú de los que hacen época. Quita, niño. Eso es. Pero que no le venden la cabeza eh. Eso no. No eso no. Por favor.

A mí con eso. Al mismísimo Jean Paul Sartre, señor de la lógica y de la dialéctica, con esas haitianeries de segunda mano. Salto y me escapo.

Sí, ¿pero cuándo fue eso? ¿No oyes un estruendo, algo así como el rüido-bramido de una gran muchedumbre.

A partir de ahí, desde luego, todo fue distinto.

Preguntarle al bufonesco Humberto.

La gran voz (ridícula e hinchada) arderá como un chorro de petróleo y se hundirá súbitamente en la tierra con un chisporreteo de efectos especiales. Los niños aplaudirán y (sólo por esta vez, no se acostumbren) volverán a entrar los aliados en París, momento en el cual todo el que esté dudoso se cuidará muy mucho de tener quien lo respalde. El sacramento es suficiente para obrar el milagro, más allá de la cara mesmérica y viejocontinental a más no poder de los abyectos e indignos contertulios. Sé los digo yo, carajo.

Eh por favor sin gritos. Tengamos la fiesta en paz.

...horrible, escribió la bella madame de stäel, todas aquellas señoronas con su gigantescos plumeros coloreados como burdas y humillantes parodias de nuestros bien diseñados sombreros de estación que ya quisieran el futuro y amanerado pierre cardin y sus acólitos post-auschwitz de piercing y tatoo (he visto a una que llevaba varios en los...) (...) te lo digo, mi insustituible Placidia, este viaje no lo repetiría más si no fuera por el rito de santerie afrocubaine al que asistimos mi protégeé y yo y donde había otros dos que no conozco uno con un ojo horripilante y ella cómo describirla sí salvaje. Pero espera a que te cuente todo lo que allí pasó...

Las mañana nos sorprende frescos y limpios sobre el campo arrasado pero las cañas crecen nuevamente a velocidad hollywoodense y ya al mediodía, sin nadie a la vista (ni alimañas ni nativos y sobre todo sin el abyecto gondolero que más vale se lo haya tragado para siempre glug-glug-glug un hueco de selva) hay ya otra vez un muro denso en torno a nosotros que oculta el mar y a la ultratierra y a mí mismo el pésimo narrador de esta exhistoria conchabada que urdo por orden expresa de un desconocido al que beso cada noche y cada mañana los pies porque es el que ha pagado mis cuentas (la pobreza es horrible, ¿no lo cree usted así, mi querido y olvidado Orijuelas, futuro vendedor de futuro y gran depredador del gran México?). (Bienvenido seas, oh desconocido, tú que... Etcétera etcétera etcétera. Pero dejaré la carta de agradecimiento para más tarde. Lo primero es acabar de desconchabar este mal cuento.)

Qué mal lo has adivinado, digo. Pero mi guerra con Descartes (¿y por qué Descartes), aun siendo infinita, tendrá que esperar. Simone cada vez más salvaje me obliga a despiojarla como a un simio y a sacarle la sacarosa (digo, las espinas, ya no sé lo que digo) de la espalda. Y Simone, desde luego, también defeca. Y al hacerlo, oh prodigio, no deja de ser bella. Aquí la caca se incorpora al entorno con una naturalidad absoluta, cosa que ni en sueños podría suceder en la decadente Francia. (Sucederá, pero a rébours, en medio de gritos y de toda clase de violencia. Empalamientos, etc. Brrrr.) El sol es un diablo rojo que monta sobre un caballo negro y que lleva una culebra verdinegra enrollada en una mano. En la otra lleva un impresionante caduceo de Mercurio (aunque también podría ser —la distancia es grande y mi vista es muy corta— una gigantesca hacha bipene). A ver si te atreves a descifrarme esa imagen, mi querido Joseph.

Fue entonces cuando el gato (el exiliado de Angora tenía erizada la pelambre rojodorada y un ojo de un color y otro de otro), se subió como si nada sobre un montículo de rastrojo y dijo, atusándose el bigote de fibra óptica:

Me llamo Adam Smith. Ya sé que oír hablar a un gato puede parecer inverosímil, pero no sé por qué tendría que ser más inverosímil eso que el informe pajizonal de cañamazo que nos rodea, y que arde con fuego invisible. Cuando yo estaba en mi causa primera... Pero no, eso lo dijo otro. Convénzanse de una vez, mis anonadados aparceros infernales: nunca saldremos de aquí. Es mejor que lo sepamos (y sobre todo que lo aceptemos) de una vez por todas. Además, la perspectiva no es merecedora de llanto si bien se mira. Demoníaca sí. Y sobre todo: calurosa. O mejor dicho: caliente. Muy caliente. Estamos (¿acaso no lo veis, obscenos soñadores post-auschwitz, amamantadores de eléctricas alimañas bíblicas?) en el puro infierno colorado, tanto más infernal cuanto más colorinesco y sonambúlico. Sus pensamientos son transparentes para mí, y manchados de una ignominia no nombrada que clama al cielo, es aquí sin embargo extensa fantasmagoría anamorfa cuya energía ha concentrado toda la patente falta de musciliginosidad del exmundo. No hay regreso ni estela. Y en cuanto a la susodicha comprensión, ¿a quien le importa? Se los digo yo, que soy el gran rey sin corona de todos los gatos. Nos espera el exceso y una desaparición tan antológica, por los menos, como la de los cuatrocientos que se internaron para nunca jamás en el inexplicado y pardo territorio del loco Amateratsu, cuya horrible calavera debe de estar colgando aún en algún lugar secreto de la desembocadura del Amazonas.

Así habló el gato, subido sobre el montículo de rastrojo. Y luego se bajó de un salto, pues la culebra rojinegra y pardomanchada, reina absoluta del campo y sus confines, venía ya en su busca serpenteando sin sonido podredumbre arriba, en mi busca, querido Bimarcus, imagínate, nada menos que a mí que soy lo mejor que ha dado este vacante espacio sin movimiento, sin musicalidad y sin oro. Culebra traidora.

¿Mutis del gato?

Eso ni pensarlo. Ahora era cuando de verdad empezaba la fiesta.

El sol era tan intenso, que el solo reflejo de las hojas quemaba como zinc caliente. Sartre trató de mirar por sobre el parapeto de feldespato y jaspe con su ojo bueno. (Tampoco ruinas de Grecia, y el mar, absurdo Voltaire, el caluroso azul que siempre evade tún tún tún el objetivo de la cámara, qué sórdido galimatías túrgido de trágicas gallicommedias.) Su padre, lo recordó girando como la sensación intermitente del vidrio y el metal juntados (yuxtapuestos, ayuntados) para componer la lupa, le dijo mmmm sin decírselo que ese ojo (ese adminículo de vidrio astillado, mi querido y consentido Sartre de pantaloncitos cortos y chorrinchorrito de orina sobre los adoquines) no (ni-ne-no) nunca funcionaría. Y lo otro... Y lo otro, sí, ¿qué cosa era lo otro? ¿El Otro, el abominable Innominado, el Oscuro, el evadidobuscado Desconocido acaso el...? Basta ya de todo eso.

El hombre del machete, marrón intenso como el fulgor sin brillo de la medianoche (imagen recurrente, antenatal pero postdiluviana), como el abismo sin nombre que fascinó a Pascal (vítreo, vacuo, venéreo, viníleo), estaba completamente desnudo y su pene, enorme como un badajo de campana, colgaba a unos centímetros de la hierba, más real en el ojo fijo de Sartre que el volumen de Descartes y que el pelo de estopa de la bella Simone. Era una situación imposible. El sudor, la promiscuidad inverosímil. La cercanía de la hoja y la agresividad patente del músculo (el reflejo de una potencia vasta y casi inútil, en el límite entre la inanidad y la violencia). Pobre Descartes. La punta de la hierba pincharía el pene, eso era seguro, y el balano prodigioso explotaría, regando generosamente el mudo cañaveral con su inagotable humor vítreo. Nogales, altos como inidentificables monolitos, salidos del punto ciego en la esquina negra del ojo. Visiones. Los sueños opiomaniáceos del ojo. Pene-péndulo de foucault, enraizado en el centro de la tierra. Pene-plomada. La sombra creciendo en la tarde como un vértigo verde. Verdinegro. Verdín-orín de los siglos. El para siempre del renacuajo humano frente al terror causado por su propia sombra. Sombra amorfa-anamorfa en la pared sin memoria. En el espejo de un agua musciliginosa y antigua, como de estaño. Nada lo amenaza. Nada lo persigue. Oscuridad sin fin de los silos. Deeeeloooshiiiilooos hizo el eco profundo en la techumbre de caña, en el sueño de caña, hecho de sol y acero. Sería, sin duda, demasiado fácil volverse loco. Esconderse en la locura, como un niño pequeño en el regazo de la madre. Es preciso a toda costa que seamos iguales. No iguales pero sí iguales. Renuncio a mi ojo y lo aplasto en la hierba como a una cucaracha. Cuca, cucaracha. Ristra, risrás y racha. La aplasto-emplasto. Y —gato sin escalda pero sí armado de visera— dibujo en la tierra indescifrables ideogramas judíos. El pene seguía marcando el cenit, cercano como el ojo de Dios. Nadie puede escapar de eso. Mais c’est imposible! Imposible o no, c’est completement reél. Lo increíble es que no se hayan rebelado antes. Cálmate, querido. No te persigue nadie. Todo eso quedó atrás. Todo eso ahora es sólo género ultramarino, pequeña verdad sucia lavada con estabilizada aqua mittelterránea de equilibrado pehache. Tómela sin dudar un segundo, nuestra rica y mineralizada agua cafaloniense. Sabe a leche y miel.

Mirar y volver a mirar. Los músculos estriados a un centímetro del ojo. Tú estás muerto, Descartes.

Todos estamos muertos y a salvo bajo el señorío de la muerte, cómico. Muertos que hablan y muertos que cantan. Es la hora sin sueño de los niños.

Fundidos o trasfundidos. Sí: amazacotados. Mazacote, perfecta definición de la implosión con forma de higo, en forma de cigoto de carne y pelos, espumoso y ligeramente áspero. Ácido y enloquecedor. S/Zima del mundo más allá de todo credo. Carne roja del antecomienzo llena de voraces y jubilosos gusanos, bailando como muertos en el grandioso rigodón bajo la bombilla oscilante que alumbra apenas el reducido saloncito de la bodega. Nada nos pertenece y sobre todo no nos pertenece la noche. N’est-ce pas?

Es que no es posible que después de todo esto no haya ninguna otra cosa. ¿Gimió el patético?

La mano tiembla de odio de enfermedad o de júbilo.

Si el pálido Jules hubiera visto esto, no se hubiera atrevido a escribir Voyage au centre de la terre. ¿No lo cree usted así, mi estimado y erudito profesor Thorndyke?

Ahí está. (Quiso decir el arc, el arc-en-ciél, pero no lo dijo. Comprendió que hubiera sido insuficiente. Mais absolutement. Y yo lo corroboro.)

Llegados, pues, al mismo límite o borde, no podíamos dudar de hacia dónde tendríamos resueltamente que avanzar para alcanzar nuestra meta. Veníamos de allí, cruzando las estepas hirsutas y derribando las pintorescas casas de piedra, de espesados muros. Los pensamientos volaban enloquecidamente como murciélagos bajo la cúpula cerrada de un invernadero, y el manso sol de crayola brillaba como una bola de fuego sobre las flores de papel, diciéndonos que nada podía terminar, sino más bien era ahora que todo recomenzaba, al compás del imponente Meccanum cúbico que se balanceaba delante de nosotros como una firme plomada o péndulo.

Volvimos las oscuras cabezas hacia el interminable monumento y dijimos sí, con las manos tomadas y formando un formidable muro, digno de las páginas más escogidas de ese libro rojodorado que el anciano Ek-Altair no suelta ni para entrar en el baño.

Pero ellos (no nosotros) se fueron riendo, cantando y cuchicheando por entre el cañaveral como alegres compañones, seguidos muy de cerca por la sombra innúmera y horrible que también reía y se regocijaba, con sordo paso de gigantoma y sintáctica carcajada de agua negra.

Sartre, Simone de Beauvoir, y un gato llamado Adam Smith.
---
Otras colaboraciones de Rogelio Saunders, en Efory Atocha: Aquí, Aquí.
---
Rogelio Saunders: La Habana, 13 de enero de 1963. Poeta, cuentista, novelista y ensayista. Ha publicado cuentos y poemas en diversas antologías. En 1996 se publicó en La Habana su libro de poemas Polyhimnia, y en 1999, la plaquette de poesía “Observaciones”. La editorial Aldus publicó en septiembre de 2001 su libro de cuentos El mediodía del bufón. Otro libro suyo, La cinta sin fin, apareció en abril de 2002 en la Colección Calembé (Cádiz, Andalucía). La editorial suiza teamart ha publicado en 2006 una antología de sus poemas con el título Fábula de ínsulas no escritas, en edición bilingüe.
Obras inéditas: “El escritor y la mujerzuela” (novela) “Nouvel Observatoire” (novela) “Discanto” (libro de poemas) “Observaciones” (libro de poemas) “Sils Maria” (libro de poemas) “Una muerte saludable” (9 cuentos y un relato) “Crónica del decimotercero” (relato)
---
Coordina los blogs, El jardín de símbolos, La cinta sin fin, Quantum.