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--------------·"Antes de la Mansfield"
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--------------·"Antes de la Mansfield"
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-----Un Cuento (inédito) de Ariel León
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Me enteré que esa tarde lo habían citado allí, en la taberna. Al inicio se asombró un poco de verme porque Baldivia no me esperaba. Luego nos pusimos a conversar como si no hubiese peligro. Él también se pasaba las madrugadas devorando libros y yo recordé que Perelman había escrito un relato, corto, que transcurría en un pueblo donde los paisanos merendaban en un café bajo las tardes que atravesaban las calles con una regularidad casi temeraria. Me pareció oportuno hablarle del final de ese cuento; el hombre terminaba yéndose del pueblo, no sé si lo recuerdas, le dije. Baldivia lo recordaba; el personaje se llamaba Semencio, me dijo
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--- - Se marchaba del pueblo sin tener la sensación de que estaba huyendo
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Yo había previsto unas horas antes sacar el libro allí, en el bar, como si lo estuviese leyendo por aquellos días. Me había parecido que la idea no era mala y que la urgencia de la situación meritaba una argucia de ese tipo. Baldivia, había pensado entonces, sería capaz de ver en la insinuación ambigua de ese relato que todavía le quedaba una oportunidad. Él leía mucho, le dije a su padre mas tarde, probablemente yo confiaba demasiado en eso, esperaba que adivinara la utilidad de lo que estaba diciendo
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--- - Puse toda la calma que pude en lo que hacía
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Eso fue tal vez lo que te perdió, me dijo su hermano después, y sin embargo allí, en el bar, le hablaba todavía con una esperanza enorme; en dos ocasiones Semencio, el personaje central del relato, había estado a punto de no marcharse del lugar, le decía, y le enseñaba el tomito de Perelman. Pero Baldivia no parecía inquieto
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--- - ¿Quieres tomar algo?
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Lo mejor era hablar del personaje; Semencio, el hombre, le dije, tenía seis años la primera vez que vio el pueblo y casi más de quince cuando se fue, no sé si lo recuerdas.
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--- - Perfectamente, me dijo, se marchaba de allí sin tomarlo como una fuga, es un relato agradable
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Dos minutos después salí del bar pensando que Baldivia habría encontrado lo que debía en el cuentecito de Perelman. Iba por la calle imaginando haber hecho todo lo que estaba a mi alcance para que se percatara. Lo hacía para tranquilizarme, esa convicción me ayudaba a espantar la inquietud que me iba montando al cuerpo como una planta trepadora. El mismo Baldivia me había dicho que ya no creía en las sorpresas; los cuentos coronados por una sorpresa que nos espera en las líneas finales se terminaron hace mucho, Andrés, me había dicho, se trata de un género pasado y en desuso
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--- - La Mansfield acabó con ellos en una de las habitaciones de su mansión de Corthon Maier
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Pensaba sin parar en eso mientras me alejaba del bar; esos pasajes que solo desatan paradojas eran oportunos antes de Joyce, había insistido, no hay desenlaces de ese género por ninguna parte, en la vida real solo existen los nudos, Andrés, me dijo. Iba por la calle recordando esas palabras suyas cuando miré hacia atrás, vi los dos hombres que estaban entrando en el bar y no pude soportar la tentación de ir a ver cómo acababa todo. Me llegó la gritería de la gente mientras me acercaba y escuché el estruendo de las botellas en el suelo seguido por los disparos, pero me asomé a la puerta; todavía durante algunos segundos había seguido buscándolo en vano entre los habituales asombrados que miraban hipnotizados el cuerpo derrumbado en el suelo.
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Me enteré que esa tarde lo habían citado allí, en la taberna. Al inicio se asombró un poco de verme porque Baldivia no me esperaba. Luego nos pusimos a conversar como si no hubiese peligro. Él también se pasaba las madrugadas devorando libros y yo recordé que Perelman había escrito un relato, corto, que transcurría en un pueblo donde los paisanos merendaban en un café bajo las tardes que atravesaban las calles con una regularidad casi temeraria. Me pareció oportuno hablarle del final de ese cuento; el hombre terminaba yéndose del pueblo, no sé si lo recuerdas, le dije. Baldivia lo recordaba; el personaje se llamaba Semencio, me dijo
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--- - Se marchaba del pueblo sin tener la sensación de que estaba huyendo
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Yo había previsto unas horas antes sacar el libro allí, en el bar, como si lo estuviese leyendo por aquellos días. Me había parecido que la idea no era mala y que la urgencia de la situación meritaba una argucia de ese tipo. Baldivia, había pensado entonces, sería capaz de ver en la insinuación ambigua de ese relato que todavía le quedaba una oportunidad. Él leía mucho, le dije a su padre mas tarde, probablemente yo confiaba demasiado en eso, esperaba que adivinara la utilidad de lo que estaba diciendo
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--- - Puse toda la calma que pude en lo que hacía
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Eso fue tal vez lo que te perdió, me dijo su hermano después, y sin embargo allí, en el bar, le hablaba todavía con una esperanza enorme; en dos ocasiones Semencio, el personaje central del relato, había estado a punto de no marcharse del lugar, le decía, y le enseñaba el tomito de Perelman. Pero Baldivia no parecía inquieto
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--- - ¿Quieres tomar algo?
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Lo mejor era hablar del personaje; Semencio, el hombre, le dije, tenía seis años la primera vez que vio el pueblo y casi más de quince cuando se fue, no sé si lo recuerdas.
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--- - Perfectamente, me dijo, se marchaba de allí sin tomarlo como una fuga, es un relato agradable
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Dos minutos después salí del bar pensando que Baldivia habría encontrado lo que debía en el cuentecito de Perelman. Iba por la calle imaginando haber hecho todo lo que estaba a mi alcance para que se percatara. Lo hacía para tranquilizarme, esa convicción me ayudaba a espantar la inquietud que me iba montando al cuerpo como una planta trepadora. El mismo Baldivia me había dicho que ya no creía en las sorpresas; los cuentos coronados por una sorpresa que nos espera en las líneas finales se terminaron hace mucho, Andrés, me había dicho, se trata de un género pasado y en desuso
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--- - La Mansfield acabó con ellos en una de las habitaciones de su mansión de Corthon Maier
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Pensaba sin parar en eso mientras me alejaba del bar; esos pasajes que solo desatan paradojas eran oportunos antes de Joyce, había insistido, no hay desenlaces de ese género por ninguna parte, en la vida real solo existen los nudos, Andrés, me dijo. Iba por la calle recordando esas palabras suyas cuando miré hacia atrás, vi los dos hombres que estaban entrando en el bar y no pude soportar la tentación de ir a ver cómo acababa todo. Me llegó la gritería de la gente mientras me acercaba y escuché el estruendo de las botellas en el suelo seguido por los disparos, pero me asomé a la puerta; todavía durante algunos segundos había seguido buscándolo en vano entre los habituales asombrados que miraban hipnotizados el cuerpo derrumbado en el suelo.
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--Otros Cuentos de Ariel León en Efory Atocha: Aquí.
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Imagen tomada de la Web.
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Ariel León, La Habana 1970. Lic. en Literatura Hisánica, París, 2008. Finalista del Premio Azorin de Novela, 2004. Reside en París. El Cuento pertenece al libro inédito, Manual del Desencuentro.
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Imagen tomada de la Web.
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Ariel León, La Habana 1970. Lic. en Literatura Hisánica, París, 2008. Finalista del Premio Azorin de Novela, 2004. Reside en París. El Cuento pertenece al libro inédito, Manual del Desencuentro.
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Querido Ariel:
ResponderEliminarRecuerdo aún los días de la Plaza de Armas. El olor de amenaza que traía la lluvia. El ingeniero, el último en recoger. Era sopa de libros lo que vendía luego. Recuerdo a Chago, Juan Carlos, Augusto. La pandemia que significaba "El Aguila". Eran días como lanzas contra la pobreza. Te recuerdo de lector voraz. De celoso gradián de lo que escribías por entonces. No tengo memorias de que se lo mostrara a alguien. Esa timidez vanidosa la conocía. Es propia de los verdaderos artistas. Desde entonces sabía que ibas a escribir como lo haces ahora. Este es el tercer cuento tuyo que leo, gracias al magnífico blog de Chago, y no me sonrojo al decirte que te has vuelto un artífice de esas dificilímas piezas que son los cuentos breves. Es un placer enorme leerte, Sé cuanto suda el cerebro para logar historias tan bien narradas.
Ah, y para no perder la costumbre de hacerte reir, cuida los dedos en la versión última, "meritar", en español se pronuncia "ameritar"
Un abrazo
Te agradezco por el elogio."La pandemia que significaba El Aguila", con esa frase se puede ver todo de nuevo. AL
ResponderEliminarMuchas gracias por lo que a mí respecta, querido Manolo. Ariel sorprende.
ResponderEliminarA ver si un día se comienza con las crónicas de los Libreros por cuenta propia.
Chago te autorizo a tomar de Internet Las cronicas de la plaza que publiqué en Cubanet, sólo que debes citar la fuente. Creo que sería divertido que la gente las releyera.
ResponderEliminarun abrazo
Muchas gracias, Manolo: a ver cómo cuadramos esas pinchas.
ResponderEliminarAbrazo abrazo para ti.
Chago