viernes, 8 de abril de 2011

María Eugenia Caseiro: poemas

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4 poemas (inéditos) de Maria Eugenia Caseiro
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Aún llueve en Tupelo, Mississippi
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A John Lee Hoocker
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Lord, have mercy!,
sobre la cuerda del ahorcado
sobre el perro que no duerme...
Deja de llover sobre nosotros
esa carga de domingos con tintes de velorio
que sostienen planicies en la mugre
para que seamos dignos de soportar la música.

Oh!, John Lee Hoocker, tú que aún llueves
sobre ese traje ajado de domingo indestructible,
sé también compasivo,
no me dejes sin lágrimas como dejaste aquel cartel
de Tom's sea food; ¿recuerdas?,
aquel día de lluvia, nuestra lluvia,
desgastando las esquinas de las calles y los viejos edificios
dejándonos tan solos en la esfera gris de nuestra tarde
ya sin apurarnos a recuperar el sueño
cansados, apenas caminantes fantasmas.

Oh! Lord, Oh! John, both of you, have mercy!
La gente en Tupelo envejece,
entristecen como cuerdas de guitarra
y entre ellos hay dos niños negros de sonrisas blancas
empujando el carro que se lleva los letreros,
y bajan de tus hombros, Oh! My Lord!,
aquellos enormes recipientes cargados con tu lluvia
que arremeten contra nuestras esperanzas
y desbordan el río Mississippi.

Oh! Lord, have mercy
once in a life, just once, have mercy!,
deja ya de llover sobre nosotros.
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Soul Bossa Nova
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Y se van a chocar las mariposas en contra del espejo.
Una tras otra añican allí sus alas, sus microscópicas vísceras
sobre el vidrio que refleja un rostro rasurándose.
Las moscas estructuran la fórmula del benceno;
una la danza infernal que las consagra para siempre.

Sobre la llama azul rojiza del fogón hierve la leche
y el brote de espuma que evoca un mar jafético,
baña el puerto deseado de la estufa
en ese instante mismo en que la claridad
convierte en un enredo a los fantasmas huidizos
que cruzan las calzadas, suben a los buses, van
en cada esquina evadiendo la luz de los semáforos
a escabullirse detrás de los periódicos,
a fornicar con la mampara de sus inconciencias...

Ya no hay forma de escapar del mundo y sus concilios.

El pene ubicuo del hombre mastodonte
se masturba en la escalera del subway,
en un portal de Bergerline,
en el piso vecino
ante la rubia que se queja del marido impotente.

Sobre la mesa que sirve de sostén al jarro,
el cortejo espontáneo de las lagartijas
tienta los deseos de los perros,
de los madrugadores alegres que se lavan los dientes
mordiendo el cepillo al compás de la danza de las moscas.
Y hasta los amargados que sienten que la vida se termina
trazan su plan para las próximas 24 horas.

Esa mesa que el amor por tantas veces
escrutó milímetro a milímetro
disfruta de su cáustico escenario en la sisa del azúcar,
en la zozobra de la mantequilla sobre el pan,
con ese escalofrío inmenso de la diaria tragedia que es la vida.

La mesa de aspecto displicente que se echa a dormir
en las jornadas de silencio,
es discreto artilugio provocador de moscas,
de amores que burlan los horarios y abonan el olvido.
Cansadas de soportar por años
la lujuria, la pesada incontinencia del escarabajo,
o la impía mordida del perro termita, tiemblan sus patas
alentadas con el pan prometedor de cada día.

Finalmente la leche se ha regado por el mundo
en convulsionada y explosiva maniobra,
la espuma en el fogón huele a chamusca,
los cuerpos han rodado al piso entre despojos,
son los ripios que han quedado de la mesa,
la danza de las moscas los escoltan
--------------------al compás de Soul bossa nova.
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Exordio para una canción irremediable
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"El beso de tu boca tentadora..."
nos dice destiñéndose la letra,
y ya no hay tentaciones en las bocas
ni los besos del hambre se meriendan
la antigua canción de Matamoros
que allá en la eternidad deshace el nudo
de un beso en el pasado de otros labios,
estoque mortecino, como ausencia.

Un nudo, que es un gran desasosiego
con bocas que aniquilan los finales
del mejor o el peor de los principios,
columna vertebral es de los días
de besos que se apagan al nacer.
Son besos del desdén, son raras sombras
de cuerdas de guitarra, anquilosadas,
con misteriosa música de humo.

Sólo hay bocas colgando de la ausencia
con angustia de besos omitidos
por falta de ocasión, por abundancia
de signos y consignas inmortales
que en su inmortalidad feroz cabalgan
ya sin proeza alguna las canciones.

El beso como beso queda apenas
como un lúgubre espectro del cansancio,
ajeno, humo ajeno del cigarro
que mata sin matar el vicio ajeno,
y apenas reproduce cada hazaña
a un grado compatible con la hogaza
de pan con que se sueña convertido,
beso firme y crujiente para el alma.

Ni un trago melodioso reconstruye,
ni una letra atempera toda el hambre,
ni un fragmento despierta al beso yerto.
Ya no hay fibra vital que lo rescate
de este tiempo fatal de bocas muertas,
de muertas tentaciones, muertas muertas,
ausencia intransigente es ya tu boca.
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Dónde, Isolina, sin gardenias, dónde
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Dónde, Isolina, sin gardenias, dónde
ayunará el retraso sus raciones de pereza.
Dónde el eco que se agota de esperanza
pierde el nombre y se barrunta con la mosca.
Dónde hará nido la forma en el vacío de estas letras,
dónde un tallo seco de nostalgia no se dobla
y no se duermen los recodos de aguardar.

Dónde sin gardenias ni Isolinas, el ojal.
Dónde habitará su trazo la bellota del silencio,
el paletazo de los días, el esqueleto del gusto,
el pienso yo que no me piensa. Y si me piensa,
dónde humea el tabaco de su alma,
dónde se distiende la verdad de mi sonrisa,
dónde la mixtura de la carne debutando al baile nuevo
riega la fertilidad de una dedicatoria
con tinta de tiniebla, de asfixia, de envoltorio
afilado, una y otra vez, sobre el lomo del llanto
para amputar la ruta del insomnio
y llegar a la nada de un charco de esperas.

Dónde la estampida de su nombre cobra fuerza,
se desata la falange y se pierde en el bolsillo de la sombra
mientras los sapos saltan sobre mi pañuelo,
mientras la charla brevísima del ojo y el agua
convierte en un escapulario la luz del amor
sobre el pecho azul y blando de las lagartijas.
Dónde la piel anillada de las ánforas
que bajan al centro de la imaginación
esconden la consagración de la vicisitud
hasta llenar sus barrigas de ese último baile,
que nos deja un papel saqueado
en el ataúd de su bisutería.

Dónde, Isolina, sin gardenias, dónde
la triste lentitud pasa al cortejo del difunto grito,
y superpone su gálgota ante la mansedumbre
calzada de estampillas de correo malgastadas,
ataviada con el peso de cada circunstancia,
y la boca de las islas en el pezón del agua
succionando el grito de los árboles. Dónde
el fallido profético del tiempo en sus gargantas
se instala en un retazo desoído y cobra voz.

Dónde paladearon el aroma del nudo en el tintero
las gardenias, dónde, Isolina, dime dónde,
si no posa ya la luna su apellido en los escaques
de este duelo, y en el búcaro del tiempo
en que solloza el sí bemol del desencanto,
hoy se pudre la distancia como un lirio.
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María Eugenia Caseiro. Narradora y poeta cubana. Reside en Estados Unidos. Es miembro colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), Presidenta del Círculo de Amigos de la Academia de la Historia de Cuba en USA, Miembro de la Asociación Caribeña de de Estudios del Caribe, de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe y de la Unión Hispanoamericana de Escritores. Integra la Muestra Permanente de Poesía Siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía y el Consejo Editorial de La Peregrina Magazín (Miami, USA). Recientemente ha publicado su libro Nueve cuentos para recrear el café en versión bilingüe, español y francés, y un poemario, ESCAPARATE, que recoge una muestra de varias épocas de su poesía. Ha participado como jurado en certámenes literarios, ha sido distinguida con premios literarios en poesía, narrativa, y por talento artístico y labor en beneficio de la difusión de la cultura.
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5 comentarios:

  1. Me gustaron mucho los poemas de María Eugenia.
    Son como campanas repiqueteando en esos sitios lejanos de la memoria kármica. Hemos estado allí, con ella.

    Gracias y bendiciones.

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  2. Gracias, Santiago.
    Gracias, Belkis.
    Cariños,
    MEC

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  3. Me han gustado mucho, y todas las asociaciones con la musica. Besos a los dos.

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  4. Ahora que descubro los poemas de Maria Eugenia, te doy las gracias Efory, son textos de primera, lo llevo a facebook.
    JC Recio

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  5. Gracias a la poeta, y a ustedes por llegar.

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