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Dulce María Loynaz: Cartas a Alberto Lauro
--------------(Correspondencia inédita)
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Asociación de Caballeros Católicos de Cuba
Unión No. 65
Sección de Intereses Generales.
La Habana, 5 de enero de 1982
Mi estimado Alberto Lauro Pino:
He recibido, puedo decir que con gusto, su felicitación pascual. La verdad es que la echaba de menos. Como usted ve, sigo siendo muy sincera. Las últimas noticias suyas me daban a entender que estaba algo enfermo, algo que lo obligaba a venir a La Habana para curarse. Ahora me dice que “si vuelvo a La Habana –si es que vuelvo...”
¿Qué pasa con usted? ¿Está enfermo de verdad y hasta lo está al extremo de dudar de su posibilidad de volver, a sus juveniles años?
Creo que es Ud. un muchacho muy imaginativo y ya que al fin ha logrado interesarme por “su caso” le ruego me deje saber de una vez que males le afligen. [8]
Debo decirle que el día que Ud. –o alguien enviado por usted- apareció en la vieja casa de Bárbara pensando que yo vivía allí los espectros de quienes fueron o son todavía sus últimos habitantes, se alarmaron mucho y me lo comunicaron enseguida. Con ellos le envié un recado de que le esperaría en mi casa –no en aquella- esa misma tarde... Y en efecto, me quedé esperando. [9]
Ahora le ruego que no asuste más a esas almas en pena y cuando vuelva –que volverá- a esta poco aseada capital, me avise con tiempo para recibirle. También le daré mi teléfono previa promesa de no utilizarlo más que cuando lo estime necesario. Vuelvo a decirle que soy persona muy ocupada y tengo que aprovechar los días que aún me quedan por el mundo; esto es muy importante que lo recuerde.
Gracias por el pétalo de su flor de Pascua. No vi ninguna este año. ¿A qué vivir si ya no hay Pascuas? Gracias también por dedicarme su última rosa, que seguramente no ha de ser la última. [10]
Tenga Ud. un año de salud y paz. Tenga mucha salud y mucha paz todos los años. Sinceramente
Dulce María.
P. D. No le sorprenda el papel timbrado en que le escribo. Me adapto a las medidas de ahorro y aprovechamiento. [11]
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La Habana, 1 de Mayo de 1982.
Joven y estimado Alberto Lauro:
Algo he tardado en contestar su carta pues mis muchas ocupaciones no me permiten ser puntual; además he estado o estoy enferma, uno de esos virus
transnacionales que andan por ahí.
Por cierto que Ud. nunca me ha dicho que enfermedad es la suya, alguna importancia tendrá cuando le obliga a venir periódicamente a La Habana. Me alegraría saber que pese a esa circunstancia, no se trata de nada serio. Esperaré con gusto su visita aunque no esté segura de que Ud. salga con el mismo gusto de ella.
No sé si publicarán esa antología a que Ud. se refiere y preferiría que se olvidaran de eso. [12] Para mí ya todo es demasiado tarde y lo único que quisiera es que acabaran de editar las Memorias de mi padre que no sé por qué razón permanecen engavetadas ya hace más de tres años. [13].
No negaré que me gustaría ver publicada la obra de mi hermano, que fue un gran poeta que se obstinó en permanecer en la sombra. Los pocos que la conocen, consideran su obra superior a la mía y a pesar de la gran curiosidad que existe en la juventud por él y los diez años transcurridos en que me la pidieron y la entregué a las editoriales, acompañada de un prólogo mío, todavía seguimos esperando. Cosas de Cubita la bella...[14]
Le ruego corresponda a los saludos de la Sra. De Fernández [15] con los míos; fue un privilegio haber conocido y tratado al sabio Don Carlos [16] y tendré verdadero gusto en leer la tesis de que me habla, algún día.
Y nada más por hoy: le escribo en un día que quiso ser rojo y se ha quedado en gris. En torno mío ese gran silencio que sigue al paso de las multitudes... cuando ya han pasado.
Adiós y cuídese para los que le quieren y para que probablemente en el año 2000 reciba los libros que añora.
Su vieja amiga
Dulce María.
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