lunes, 25 de abril de 2011

"De lo vivido" (Madrid I). Santiago Méndez/ Chago

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De lo vivido (Madrid I)
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Por Santiago Méndez Alpízar/ Chago

Para Javy Viana, donde esté.

Y para Jose Mendieta, orfebre.

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Madrid es la casa, ya lo he dicho. Fuera de esta ciudad siempre sentí el invisible hilo que ata a las personas a determinados sitios. Como con algunos, por lo menos, dos, lugares imposibles de desprenderme, aunque quisiera, de los cuales me siento tanto como de aquí, a veces. Hilo que tira, que asegura el regreso...

Yo viví en las afueras cuando llegué, cerca de la casa para viejos donde fue a parar Gastón Baquero, por la carretera de Alcobendas. Era siempre como entrar a la ciudad nuevamente, un descubrimiento constante. Salir de ella la mejor manera de asegurar el regreso. Así, no me fue trabajoso andar y desandar los barrios, espacios determinados que siguen existiendo aunque a veces solamente en la memoria, que algo curioso, cuando perdura es infalible.

Malasaña, barrio donde había vida y farándula las 24 horas, me acogió de manera singular y allí conocí a personas que todavía van conmigo, en diferentes intensidades, pero en el camino.

Sobre todo, pude ver, escuchar a muchos de los que luego fueron, o son, artistas notables, y a muchos otros que se quedaron en alguna parte del trayecto, pero que sin lugar a duda enriquecieron, a la par que alimentaron las noches y fueron buena compañía. Porque en la noche de Madrid se va calentando lo que luego llegará a las radios y TV, las listas de éxitos: pero también están aquellos que realizan músicas minoritarias, aquellos otros que se pasan toda la vida acompañando, haciendo la noche misma.

Formaciones espontáneas, ocasionales que se universalizan en las inmediaciones del barrio, entre colegas. Raros encuentros subterráneos, casi siempre, como aquél, por citar uno, de las Mágicas palas del blues, con el intenso Diego Aroca y el inefable, Murphy, y el tercero, Anchoa. Con escasos recursos -en todos los sentidos- y desde las cloacas, escasez de yelo...también podían con espacios de moda.

Los recuerdo claramente en un café de la calle la palma, cuando programaba uno de sus socios, desde hace no sé cuántos años en mejor vida. De modales distinguidos y con más ganas de saber, de vivir, en una de las rutinarias madrugadas llegamos, ¿a La pecera?, y allí descubrió la propuesta musical más estrafalaria que hubiera. Con instrumentos ampliamente conocidos en todas partes, como las palas de construcción que les daban nombre. Y hasta su bar, que era como decir salir a la luz, se los llevó: Palas mágicas del blues en un garito de moda del barrio de Malasaña!!

Palas que se empecinaron en aplicar sobre un modesto escenario de madera que había, pasando de las advertencias insistentes del amigo programador de buenos modales.

Era una rara experiencia ver aquellas personas con las dos palas contra el escenario, luego el suelo, rodeados de obras, todas de temas religiosos afrocubanos, como en trance, o por lo menos y sin saberlo: como parte de una celebración organizada por los Orichas mismos. Eran cuadros de grandes dimensiones, todos sobre las comidas de las distintas deidades. Pintados al acrílico y que habían llegado a las paredes del bar, gracias a una conocida mánager, secretaria personal de un famoso cantautor de Jaén, vecino de la Plaza de Tirso de Molina en Madrid. La amistad de esta señora con otro de los dueños del bar había hecho que me chocara con obras que conocía de Cuba, y que se contextualizaban aquella noche dentro de una peculiar catarsis de gestos violentos y sonido punk, muy punk con cualquier otra intención.

Sudor, gritos, golpes estremecedores contra el suelo: ebbo posmodernista fluido de una atmósfera de seres con las caras desencajadas, eufóricos...Ajenos en su mayoría al olelé de Yemayá, al ratón a los pies de Echu, la papaya de Ochun...pero todos inmersos, posiblemente testigos de un/otro mensaje superior: encargo de unos dioses distantes que jamás perdieron la esperanza de encontrar nuevos corazones, y que pueden llegar, dejarse ver de las maneras más insospechadas, en los lugares menos esperados. Como aquella vez una noche de verano hace 15 años, cuando en un garito de moda del barrio Malasaña confluimos el inefable Murphy, el intenso Diego, otros tantos inadaptados, unos cuadros de José Lorenzo Moya, y yo.

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*He buscado sin embargo por el amplio ciberespacio y solamente encontré este escaso vídeo de tan singular formación subterránea madrileña. Su brevedad resulta igual de enigmática, o por lo menos tan poco común en un clip, como el panteón yoruba que les imbuía la noche que cito, y del que seguramente sigan sin saber absolutamente nada.

Imagen tomada de la Web.

9 comentarios:

  1. Agradecida de tu cronica sobre "mi" barrio, y de compartir esta sensacion unica de pertenecer a Madrid. Tengo algunos relatos de esa zona que un dia , si el pc deja su histeria, podre sacar, y sentirme de la familia. Un abrazo Chago.

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  2. Otro abrazo, a ver si llegan los relatos, muchas gracias.

    Ch.

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  3. Hombre David, muchas gracias: sigo teniendo textos tuyos, los administro bien, me consta que te sorprendo, jaja.)

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  4. Sé de lo que hablas, y bueno, en cierto sentido igual ignoro más, mucho más, todo. No creas que aprovecho para hablar de mí, pero en fin, qué otra cosa más fiable puedo hacer… Entiendo porqué me viene a la cabeza aquella noche que se me ocurrió acercarme a aquel supuesto mítico bar, y no hablo del Café la Palma, e intentar contarle la historia que me había trasmitido Tito sobre un suceso con mi música… que a su vez le había contado un camarero del sitio, un amigo… Bueno, yo sólo quería, estaba proponiéndole al encargado del lugar, el dueño, o el programador, que valorara incluirme alguna de las noches allí, que me dejara cantar unos temas… Sintetizando…, el señor, no soportando mi discurso, mi historia, sentenció preguntando: “¿pero quién te crees que eres, Serrat?” Yo, sencillamente le dije, nada, olvide todo lo que le he dicho, lo siento, y seguidamente hablé con Vanito, o pepedelvalle, los amigos, y les pedí que me dieran un chance esa noche que estaban ellos programados allí. En la prueba de sonido hice una versión de “Plegaria para un niño dormido” de Spinetta, la gente la recibió muy bien, o eso me pareció…, a pesar de mis excesos. A la noche hice, solo a guitarra, como seis u ocho temas, no recuerdo, me sentí genial, en talla, yo mismo.
    Te cuento todo esto porque, poco a poco me estoy acercando, a ese estado, esa sensación de control otra vez, y nada, quería contártelo, compartirlo. Un abrazo, hermano. Muchas gracias por tus invitaciones y textos, los viajes impredecibles. Nos vemos cuando pueda ser. Siento mucho no haber encausado tu propuesta en el sentido que querías, prefiero centrarme en mi presente, eso es lo único que realmente importa.

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  5. Un fuerte abrazo brother, agradezco mucho tus palabras: igual nos sobra el tiempo: con cariño.

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  6. Esto es un libro de memorias. Sigue. Abrazos. Lauro

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  7. Tenedría q entrar en más detalles, ya vendran las memorias: abrazo, Lauro!

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  8. Hola, quería saber si sabes algo más sobre las Palas mágicas del blues y el Gran Murfy. Gracias

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