lunes, 17 de noviembre de 2008

Leonardo Rodríguez: Una sonrisa detrás de la metáfora (cuarenta años después)

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Una sonrisa detrás de la metáfora (cuarenta años después)

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--------------Por Leonardo Rodríguez

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Una sonrisa detrás de la metáfora fue el primer libro de crónicas de Elisa Lerner. En Madrid, en una librería de ediciones hispanoamericanas, sobre todo argentinas, mexicanas y venezolanas, llegadas en discretas oleadas durante el franquismo tardío, encuentro un ejemplar impregnado de esa pátina amarilla, como de dientes de fumador, que ya no se permite a los libros en España. Extraigo el librito de su eternidad apenas comercial, más bien anónima y sin flúor. Una sonrisa detrás de la metáfora es más un boleto de cine que de viaje, una función con derecho a esa otra gran emoción cinéfila que es la tertulia, en este caso escrita.

Como en el narrador, el primer don del ensayista (y estas crónicas no son sino ensayos periodísticos) es escoger su reparto. Para ello goza, como dicen los entusiastas del género, de una libertad acaso más amplia y vertiginosa que la de cualquier otro escritor. Pero allí donde el narrador se deja acompañar y hasta enloquecer rigurosamente por sus personajes, el ensayista los interpela. La cordura es su locura. Elisa Lerner tenía ya de espectadora, de lectora nada furtiva y también de detective, esos detectives sentimentales y con olfato de sabuesos de las novelas negras. Los “raídos boletos de cine” de que hablaría bellamente más tarde, y también los periódicos de la época y algunos libros de controvertida actualidad, fueron sus cuadernos. Hay que prestar tanta atención a las prendas verbales como al carmín de la intriga, a los personajes invitados, a la nicotina nerviosa de la noticia y a la luz imposible de la calle. Las metáforas de Elisa Lerner son un como pudor de la lucidez.

La indagación de fondo, el rapto ritual de Lerner, ya desde ese estupendo librito, es ese tiempo dramático que ella ve como un país cuya ciudadanía no es en modo alguno una limosna ni una rifa sino un temple. No hay en ella una reflexión filosófica ni lírica sobre el tiempo sino teatral (o es cinematográfica y novelesca) y periodística (o es crítica y política). El tiempo es humano, que no siempre quiere decir justo, y a menudo inhumano, que no significa ajeno. Está hecho tanto de la materia de los sueños como de las pesadillas de la vigilia.

El matrimonio, ese patrimonio del pobre, es una de las instituciones a las que Elisa Lerner dedica elípticas pero no menos agudas y divertidas observaciones en este libro. No es una crítica al romance novelesco, cuyos irónicos sacramentos más bien le apasionan, sino a los cercos sociales. Es también un ilustrado reclamo de derechos, en especial ese derecho tardío y todavía beligerante que es el divorcio. Una sonrisa detrás de la metáfora es una risueña reivindicación del divorcio, no sólo conyugal. Elisa cita una frase deliciosa: “¡Ya tú no perteneces a ningún hombre! ¡Tú perteneces a Broadway”! le dice un personaje a Katherine Hepburn en una vieja película de Hollywood, esa academia más importante que Oxford o la Sorbona para la joven escritora. Lerner, bígama, pertenece a esos otros dos cónyuges exigentes, la literatura y el periodismo. Del cine siempre ha sido amante.

Las mujeres convocadas en Una sonrisa detrás de la metáfora, mujeres del cine, de la literatura, de la política y de la carne, no sólo dialogan entre sí sino con los hombres, con sus propios fantasmas, con su clóset y con el tiempo político en cuestión. El mundo no es sólo uno de cuatro paredes familiares o penitenciales sino de dilemas amorosos, crimen, belleza, guerras y dinero.

Elisa Lerner dio en esas crónicas con una forma de crítica que evidenciaba su vocación teatral, pero también su fascinación por un presente ya de película, una película a veces de guerra, otras un film noir y tantas veces una comedia, sin excluir las musicales. Por entonces había escrito algunas piezas de teatro, piezas de una originalidad y sagacidad más bien asombrosas en el medio teatral venezolano. Tardaría varias décadas en publicar su primera novela, De muerte lenta, esa extrañeza total, una novela política de estilo barroco.

Una sonrisa detrás de la metáfora puede ser leída como una transición periodística entre otras dos personificaciones como autora: la escritora de teatro y la novelista. Lerner es esas autoras y otra: una cronista con pareja atracción y respeto por la noticia, el disparate, la literatura, el cine y la inteligencia. ¿A quién le extraña que amara a Columbo? Una sonrisa detrás de la metáfora también puede leerse como una pieza en la que cada acto (cada crónica) es representado por mujeres diferentes, díscolas, divorciadas y aun cordiales. Otro acercamiento posible, no reñido con los anteriores: leerlo como un sucinto y brillantísimo catálogo comentado de cierto cine norteamericano y europeo a través de algunas actrices, pasión crítica (con el añadido de los actores, letrillas de amor incluidas) que continuaría en páginas ulteriores.

Nunca se ve tan feliz a la cronista como cuando asume, para ella y para sus personajes, el derecho a disentir. Su simpatía más lúcida, me parece a mí, la muestra en ese espléndido texto que es “Otra rosa para Mrs. Miniver”. En la ironía, en el lujo metafórico de una intimidad con vistas y en la solidaridad civil de ese personaje del Londres de la Segunda Guerra, no es difícil adivinar un retrato cifrado de la autora. Sospecho que a pocos intelectuales venezolanos esa guerra que oprimió a Mrs. Miniver afectó tanto como a Lerner.

Elisa Lerner trajo un aire de felicidad expresiva y de humor engañosamente frívolo a la casa asmática, algo inapelable, de la literatura venezolana. A las tribunas conceptuales y el costumbrismo de cartón piedra, ha opuesto una muy imaginativa y libre sonrisa de sentido común. Imaginación, sentido común, desenfado: si la conjunción de los términos nos suena improbable, no es problema suyo sino de los lectores acostumbrados a las dietas rutinarias.

En muchos contextos ha sido una outsider familiar. Escritora de teatro en una tradición de ensimismadas voces literarias, judía laica en Caracas, cronista entre tribunos, novelista de vena política en un ámbito donde la política y la ficción se niegan el alma la una a la otra, Elisa Lerner (como dijo Salvador Garmendia) es también la creadora de un estilo, un estilo de desenfado cuya poética secreta es la del retrato. En un ámbito de efigies, monólogos y demagogia, Elisa Lerner optó por la discusión, en una pugna poco menos que invicta contra el cliché. Su obra es una significativa galería de rostros en varias dimensiones, una tertulia caraqueña tan abierta al mundo como defensora de la intimidad. Esa opción ha sido una aventura creadora y, me parece a mí, más bien feliz. Todo eso está ya anunciado en Una sonrisa detrás de la metáfora.

Leonardo Rodríguez, escritor y ensayista Cumanés, 1977. (Venezuela) Reside en Madrid.

Otras colaboraciones de L. Rodríguez, Aquí, Aquí, Aquí.

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Fotos de E. Lerner tomadas de Internet.


1 comentario:

  1. Con un lenguaje exquisito y fuera de cliché Leonardo Rodíguez (a quien pude conocer en un octubre rojo pasado) se acerca de nuevo a la conciencia crítica de una escritora venezolana. En otro trabajo del mismo autor sobre Teresa de la Parra; esta autora en "Ifigenia" abandona la "teogonía casera" para hurgar en otros ámbitos de su vida, que buen escrito, no solamente por la autora Elisa Lerner, si no por la libertad, no condicionada, que Leonardo le brinda a los escritores de ensayos, brillante en fa mayor y sostenido.

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