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Luego de dos años sin exponer, el artista Segundo Planes tiene nueva muestra en su galería de Monterey: (Gagalerya)
Recupero texto que escribiera Omar Pascual, y que se publicara en el catálogo de la expo: "Laberinto del yo, lágrimas de oro".
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"BORGIANAMENTE... un SEGUNDO en
(notas acerca del laberinto pictórico del artista: Segundo Planes.)
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Por Omar Pascual
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He aquí un intento esclarecedor ¿será?
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-I
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En múltiples ocasiones intuyo decir (o, en realidad, casi siempre) que el incursionar desde el camino de la percepción crítica en el mundo imaginario que propone la Pintura del artista cubano Segundo Planes, es entrar -sin más preámbulos- en un laberinto, un espacio cartográfico heterogéneo, repleto de misterios y claves; que se te hacen indescifrables si no conoces la propia topografía por la que se desplaza la obra (-y por ende- el estilo de vida, su historiografía personal, sus islas fantasmales, y los juegos) de este hacedor de plasmaciones pictóricas no-realistas (o mejor: metafísicas), que -a su vez- se entretejen en el sin fin de una alfombra morisca (GUIÑO nuestro por lo del arabesco formalista), desde el entramado conceptual de sus nociones de lo simbólico.
En cambio, toda esta simulada hermeticidad puede ser violentada por nuestra pesquisa si entendemos, en primer lugar (y sobre todo) que Segundo es un artista formado en el discurso de la barroquización, un hechicero de La Representación que lucha por anti-representar, es decir: que insiste en hermetizarse (en apariencias) en cada giro que encrespan sus significados, en tanto que los retuerce en un significado sencilla y llanamente lúdico; o sea burlesco. Donde entremezcla la experiencia puramente empírica de su devenir, con los sistemas investigativos que aborda en el campo del Hacer de la Pintura, como un camino infinito que se bifurca, y del cual, de cada bifurcación nace otra nueva.
II.-
Y si aún no podemos entenderlo así, pensemos en analizar la Obra de Segundo (ANALIZAR: ese mal del lector, que olvida miles de veces del aspecto puramente gustativo estéticamente hablando, del acto de mirar un cuadro, para intentar interpretarlo, escudriñándole supuestos significados racionalizados compatibles a nuestro incipiente diccionario logotipificador de la Docta Razón)
-por ejemplo- desde la metódica de la mirada que nos regalaría como instrumento-lector un seguidor de la siguiente trilogía de escritores (y así, quizás saciaremos ese afán de cierto criterio racionalista que de igual modo insiste en aproximar paralelamente todo quehacer visual o cierta tendencia descriptiva de lo literario): Borges-Joyce-Lezama.
En este punto, ustedes (estimados lectores-espectadores) pudieran preguntase:
¿Y que tiene que ver estos escritores de la Magnánime
Modernidad con la Pintura de un artista como Segundo?
Pues veremos si les satisface su apetito curioso mi propuesta de respuesta metodológica. Lo que propongo es que leamos la producción de este artista multifacético y super-prolífero, desde la lógica de los mundos o universos imaginarios que legitiman estos magistrales escribanos como sistema; partiendo del punto de vista que cada uno de ellos aporta al saber occidental dentro de la creación cultural de nuestro tiempo.
En tal caso, prefiero escoger de Borges el sentido bifurcador de su jardín orientalista y su concepto de Lo Real permeado por la existencia del un Aleph totalizador, una realidad aparte (no como nos la plantea Castaneda, sino como existencia de un mundo donde donde lo imaginario rebasa los límites que contornean nuestra cuadratura del círculo, para desmesuradamente ir más allá, a un territorio donde todo es posible, donde no existe la reglamentación de un espacio hermanado con un tiempo y sus coordenadas claustrofóbicas).
Y de Joyce, seleccionamos su fluido freudiano de la conciencia relatadora, invasora de los nexos espacio-temporales, y dilatadores de su dimensión definitiva... hasta el borde que identifica el exceso. Y de Lezama, por supuesto, nos quedamos con su manera de interpretar el mundo desde un imaginario ficcionante y reciclador de todo saber propicio a darse como una imago mundi barroca y unitiva en sí misma.
III.-
Ya con este arsenal preliminar, penetrar en la alucinógena visualidad que Segundo hace objeto artístico se nos vuelve una planicie donde hallamos barrancos, grutas inesperadas, montañas, mogotes o cimas efímeras y urgidas de improviso ante nuestra mirada en el paisaje de una Isla Simbólica personalizada como un TODO.
Entonces, de esta metodología propuesta, podemos sacar algunas pequeñas o ligeras conclusiones:
1.- Para observar concienzudamente la obra plástica de un artista como Segundo Planes, debemos adentrarnos en ella desde dos perspectivas exclusivistas: la primera es la que plantea su relatividad ficcionaria, y la segunda desde la creencia de estar introduciéndonos en el micro-mundo de un sujeto totalizador; que insiste desmenuzarnos su cosmogonía en datos subversivos que como fragmentos de un universo movedizo se paraliza ante nosotros por la maestría de la Representación.
2.- Ya dentro de ese micro-mundo, debemos saber que no lo rigen las leyes que manejan el nuestro, sino las leyes que lo gobiernan, son las que su personalidad juguetona impone como subterfugio de Lo Real; es decir: LO-NO-REAL.
3.- Dado este paso, para apreciar esta obra desde el disfrute (el verdadero placer del goce estético, ese valor terapéutico del Yo que la razón cada vez más está anulando con su invasión congeladora del sentido), debemos desprejuiciarnos ante nuestras nociones racionales de la naturaleza simbólica de los objetos representados; porque todos ellos poseen -en esta ocasión- la carga de un contenido diverso al contenido anteriormente establecido por el saber ortodoxo; dado el caso, que estamos ante objetos que están cargados de contenido caprichosos, obsesivos, y señaléticos (como en anteriores ocasiones hemos mencionado, al hablar de lo simbólico en Segundo) de su creador.
4.- Por ello, sólo podríamos lograr el plenilunio [La PANACEA de la apreciación estética] de nuestra simbiosis con la obra si asumimos que Planes, no intenta demostrarnos nada, ni mucho menos convencernos de algún tipo de Teoría Metafísica del CAOS supra-valorada o hiper-funcional; si no que tan solo pretende desglosarnos las relaciones que mantiene con su mundo (el mundo también nuestro) desde la destipificación del tratamiento discursivo de los contenidos sociales que aborda, al hacerlos filtrarse (axiomáticamente) por las redecillas sanadoras del Sujeto. Por referirnos a las enseñanzas que Foucault nos aportó en términos humanísticos relativos a la eficacia de las micro-políticas que sobre el síntoma de nuestra podredumbre actúan; antes que a elegir la nomenclatura idealizada de un YO ultra (y/o: pre) moderno que nos legó Hegel.
Una operación que a veces desemboca en resultados neo-románticos, edulcorados o pletóricos de lucimientos ornamentales, y en otros momentos nos obsequia resultados terroríficos, cargados de un dramatismo desmantelador, tétrico, lindante con el horror y lo macabro.
Justamente, porque así es la verdadera naturaleza del sujeto contemporáneo: extrapolarizada, multifacial, imprecisa, indescriptible.
IV.-
Una “visión del mundo que [como bien ha dicho Edward Sullivan] es sofisticada” en tanto que es esforzadamente globalizadora, en su intención de captar las relaciones que existen entre la experiencia (casi existencial u ontológica) del Individuo y el trasiego social de su tiempo vital. Donde conviven las repercusiones de lo político y lo social en el Individuo, con las implicaciones domésticas que éste tiene con su transcurrir histórico.
Obras que bien plasman esta amalgama redentora pueden ser sus antológicas: “El primer hombre”, (1987), “-0”, (1987-88), aquellas obras primerizas de Segundo donde el sub-mundo de realidades tiránicas de la Muerte y el Dolor sobreviven a la probabilidad de instancia feliz en la existencia humana, o algunas de la serie de las “Huellas Tóxicas o Sombra de Dios”, de donde destacan -según nuestro mero juicio- obras como “Madre de sangre”, (1993), “Jugando con un rayo de Sol”, (1993), el magistral autorretrato “Llanto de Luna”, (1993), o “El viaje”, (1993). En las cuales, superada su etapa readecuadora de su antigua estética estridente a los solipsismos de un Arte, que muchos a un nivel privado han sido capaces de etiquetar como más neoplasticista o decorativo, influenciado por artistas de la talla Galán, Pitman, Scharp, o Ray Smith; pero que pocos se han arriesgado a decir en público, porque evidentemente era una época de readaptación experimental del artista a los nuevos decibelios de su realidad (desde entonces su exilio mexicano en la ciudad de Monterrey), se nos revela un Segundo reduccionista (Palabra Clave: Nada Minimal), extremadamente poético, y sintetizador.
Un aprendizaje minimizador que luego aprovechó al máximo al expandirlo en juegos formales tan rigurosos como los demostrados en las obras: “Fríjol”, “Ajo” y “Cachimba”, todas realizadas en 1994; o en sus magníficos murales posteriores de: “Lágrimas de Oso (La Habana Vieja)”, (1994), “Huevo Frito (Autorretrato)”, (1994), y “¡Oh!-Dios s.o.s”, (1993), donde patentizan el dominio de una estética sugestiva y polisémica. Únicamente superada (igual desde nuestro punto de vista muy personal) en la vuelta a sus orígenes que el artista ejecuta en las más recientes pinturas y dibujos donde Planes se muestra desenfadado y solemne, irónico y directo, sarcástico y filosofal, erótico e infantil, cínico y sincero, trascendental y jocoso, enigmático y obvio, cubano y universal; donde entresale un mejunje visual que nos manifiesta una personalidad tímida y carnavalesca, neurótica y reflexiva, paciente y desaforada. En fin: dicotómico y paradojal.
Así... como lo son de contradictorios, los usos de diversos materiales, medios, soportes, planos de color, o las más enrarecidas estrategias de construcciones apropiativas.
V.-
Un universo siempre bifurcable como nos lo sugiere Borges, donde Segundo no oculta (como nunca lo hizo) las influencias más variopintas de las que bebe diarísticamente, entre las que se dan la mano –de un modo amistoso- la abstracción suprematista con el expresionismo abstracto (como telón de fondo = plano sobre el cual la levedad de los objetos e íconos o relatos visuales pululan etéreos), junto a el más descarado y usurpador post-modernismo neo-barroco con el surrealismo más ortodoxo, el Freak Cómic con el Pop Art, el arte gráfico oriental (fundamentalmente el chino y el japonés) con el automatismo del Art Brut, la redundancia de lo kitsch con la sobriedad elegante de lo culterano, o la publicidad comercial con el periodismo propagandístico; en un centrifugador Arte que combina las preocupaciones más filosofantes del más iconoclasta de los Gnósticos más devotos, con la presencia sensitiva de las experiencias paganas (y documentales, en un tono poco menos que escatológico) de La Carne.
Una imaginería a la que se suma cierta ansiedad tangencializadora en un discurso que apuesta por exhibirnos sus visiones o “videncias” (como diría Mosquera) de temáticas tan marginadas en el Reino de la Cultura Autocomplaciente de Occidente, como lo son: la Locura, la Epilepsia, el Suicidio, el no-sitio que significa el Exilio, la Amnesia y la Drogadicción. Cercanías a un mundo tan telúrico como fantasmal, tan privado como tan público; donde son compatibles las Temporadas Infernales de Rimbaud de nuestras realidades más palpables, con los Paraísos Artificiales del Maestro Baudelaire.
(*) Publicado en el catálogo de la muestra Laberintos del yo, lágrimas de oro, en el Museo Metropolitano de Monterrey, México, 2001
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