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Obama por un ratico*
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Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago
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La amenaza (no otra cosa, es sin duda la más seria de las amenazas para la estabilidad de todos) de una continuación en la presidencia del representante del Partido Republicano en la Casa Blanca, y el embullo Obama (no hay que restarle ni un ápice de mérito al jabao: si no fuera por él no hubiera sido) han logrado que muchos de los que estamos por esta otra ribera nos decantemos, y hasta declaremos públicamente, cuál de los dos candidatos recibiría el voto —en caso de que fuera posible.
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Los cubanos estamos llenos de futuribles, de deseos incompletos, de ganas de vivir lo ajeno. Por otra parte es natural, teniendo como referencia el último medio siglo pasado y lo que va de éste.
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Pero es importante recalcar que todo esto es gracias al señor Barack, no al anciano McCain, quien evidentemente va a pagar los platos rotos, y quien me parece que fue el último truco de su propio mago: su partido. No hay más que ver la pareja escogida para que dé la cara de la Roma moderna ante sus socios y homólogos; no haya más que escuchar a Sarah Palin para saber quién es John McCain.
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Y es curioso, luego de ver al anciano militar contar cómo se jugaba el pellejo, alardear de sus heridas de combate en aquellos gloriosos ataques con modernísimos artilugios y niños y niñas quemados que luego recorrieron nuestras vidas y se alojaron en la memoria colectiva, me dan unos deseos tremendos de ser norteamericano, de que me dejaran votar a tan alto héroe, defensor, según leo, de los valores de Occidente. ¿Qué valores son los de Occidente? ¿Son valores de Occidente? No lo sé, pero siempre que escucho a John McCain me sube un eggun conservador, que ahora se lleva, mezcla de Arnold Schwarzenegger y Julio Iglesias, que es un reflejo del american way of life.
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Aquí se me agudiza el trauma, pido paciencia, se me profundiza el desconcierto y me preocupo, quede claro.
Trauma que viene de ver y escuchar al señor McCain confesando haber ido a matar repetidamente, no hubo meeting donde no se prodigara en sus años de milico, que han sido casi todos. ¡Exigir sentirse valorado! Por haber dejado, no sabe ni siquiera él mismo a cuántos sin vida, sin familia, mutilados en los mejores casos, y reclamando el voto por ello. ¡Por haber invadido sin objeciones de ninguna índole a varios países! Todo para salvar los valores de Occidente, claro.
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Ya hemos sabido de la amenaza de Vietnam y del poderío de Irak. De la paz lograda y de la buena voluntad de los EE UU en formar terroristas para luego combatirlos.
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Mi trauma es ver cómo todavía el manantial de la insensatez, que es definitivamente sempiterna —¿o era la estupidez infinita?— continúa, borbotea, fresco. Cómo se sigue premiando al que mata, al que hace la guerra, cómo lo secundan.
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Texto publicado en Penúltimos Días el 29/10/08.
Era la estupidez (Einstein), pero de todas formas a mí me parece que ya es demasié... vamos, que Obama ya pa un ratico pero que la cosa aburre y hay más vida más allá de Obama. Y de quien sea.
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