viernes, 21 de noviembre de 2008

Manuel Sosa: Bitácora de la Feria

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Bitácora Ambulante de la Feria del Libro de Miami
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Por Manuel Sosa
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Jueves

Diez horas en auto, desde Atlanta hasta la mañana de Miami, por la I-75 y el Turnpike. Llegué a casa de Sindo Pacheco con los nervios estriados por las luces de las líneas divisorias, harto de café y cigarros. Sindo no ha cambiado en tres años, ni en veinte. Traía antojo de comer nísperos en su patio, pero se construyó una casa para alquilar: los árboles frutales desaparecieron hace mucho tiempo. Pasó Heriberto a buscarme, para reconocer La Casa de Tula, donde leeríamos esa noche. Tengo al fin el placer de abrazar a Carlos Pintado, poeta que alguna vez nos servirá a todos de referencia. Un abrazo largo para Alcides Herrera: ni siquiera recordamos que este año hemos cumplido una década de huirle a Sancti Spiritus. El sitio parece acogedor, el lugar es estratégico, nuestros libros se ven muy bien, dejamos todo amarrado para la noche. Ni siquiera logro dormir media hora, pues el jardinero de Sindo reclama atención, golpea la puerta, pregunta por el dueño de casa. ¿Estoy soñando y me han devuelto a la isla? Gastamos tiempo revisando una novela inédita de mi anfitrión. Me aseo un poco y me voy con Sindo, temprano. Son las siete. No ha llegado nadie, y Sindo comienza a quejarse por ello. Poco a poco llegan los invitados, el público. Saludo por primera vez a George Riverón, a quien conocía por fotos solamente. De la nada surge Enrisco: “No te pareces a la foto del blog”. Llegan los amigos: Michel y su cámara, Prado y su recuerdo (alguna vez tocamos juntos en un grupo de rock en Santa Clara); ha venido gente que conozco sólo por referencias y fotos. Se llena el local. ¿No ves, Gumersindo? La música de fondo es una mezcla pecaminosa: salsa y el anglosajón. Comenzamos la actividad. Bluebird Editions hace una obra seria, las ediciones son hermosas. Heriberto presenta. Leemos por turnos: Carlos (casi no se oye), y yo (no se oye nada). El micrófono de la izquierda sí funciona: se oyen George y Heriberto. La lectura no sofoca a nadie. Firmamos algunos ejemplares. Saludo con gran placer a Rosie Inguanzo y Alfredo Triff, que llegaron tarde. Saludo por segunda vez a William Navarrete (no me reconoció la primera vez, de nuevo por culpa de la foto del blog). Conversaciones en grupo, se bebe un poco. Luego de muchos años hablo con Juan Carlos Valls, con quien compartí el Premio David 91. Hablo con Elena Tamargo, experiencia indescriptible, su obra y su persona. Luego con Germán Guerra y otros amigos del gremio. Nadie me presenta a Daína Chaviano, a Wendy Guerra y a muchos otros que vinieron. Salimos para la Contemporary Fine Art Gallery a ver la exposición Campo adentro, que nos habían recomendado, con razón. Terminamos en casa de Sindo, hablando sin parar hasta las 3 de la madrugada. Cantamos temas nostálgicos. Caigo como una piedra, la cabeza llena de sonidos y luces.

Viernes

Día para recorrer el pueblo, comprar música y evocar nuestra villa del Espíritu Santo. Michel el Vikingo me sirve de guía, como siempre. Almorzamos. Recordamos la visita de mi madre a este mismo lugar, El Exquisito, tres años atrás. En aquella oportunidad, la vieja se quejó del bisté: “Está desabrido”. Vamos al Museo del Disco, luego a Telemundo, donde el rubio tiene que hacer un casting. Desfilan y desfilan toneladas de silicona. Mientras espero, me leo media novela: Un día más allá, de Arístides Vega, la primera de Bluebird. Es una historia que me atrae, pero más su personaje. Nos vamos a casa de Michel. Llegan Alcides y Alina, otra espirituana. El tema del día son las declaraciones de Pablito FG. Pasamos por encima del tema bien ligeros. En realidad, nunca me interesó nada que saliera por la boca del sujeto, ya fuese canto o ladrido. Salimos a comprar carne y cerveza. Bebemos y hablamos de un amigo común, muerto hace pocos años. Hacemos una llamada a España, pero Corojo no contesta. (Luego me entero que estaban de viaje). Siguen llegando amigos. Alcides improvisa: nos entrevista y nos filma. Sindo y Carlos Pintado me acompañan en este juego. Nos vamos temprano. El día lento, pero reconfortante.

Sábado

Heriberto viene a buscarme. Directo al College. El stand de Bluebird y la Photo Art Academy recibe su primera visita: Rafael Fornés y Wendy Guerra. Nos presentan. Comienza a desfilar la gente. Una señora nos pregunta si somos comunistas. Acaba de encontrarse unos libros sospechosos y anda inspeccionando las muestras. Me divierte la idea de que pudiera existir una Vigilia Mambisa Literaria. Tenemos a Reinaldo García Ramos por un rato. Bluebird ha publicado su poemario El ánimo animal. Carlos Pintado presentó Los nombres de la noche en uno de los recintos universitarios, acompañado por Rita Geada. Alguien se queja del didactismo de ciertas figuras literarias. Enrisco llega por fin. Hablamos sin parar y salimos a ver la Faire. Frente al stand de Colibrí me presenta a Ramón Fernández-Larrea, a quien leo desde adolescente, y a quien nunca había podido saludar. Vale la pena perderse en esta feria, me digo. Luego aparece Armando de Armas, cuya novela La tabla ya me habían recomendado. De regreso a nuestro stand, William Navarrete y Félix Lizárraga. Heriberto conoce a todo el mundo, me lleva al stand de Entrerríos, desde donde me sonríe Ena Columbié. A Heriberto le regala su autor un ejemplar de Calentando el bate. Yo decido calentar el asiento, y me caliento la cabeza pensando en los extraños cursos por donde mana la palabra. Pienso en esa frase común: “La palabra es muerte, y vida”. No se venden muchos ejemplares. Algunos editores se quejan del alto precio de la carne en pincho. Algunos vendedores ambulantes se quejan del alto precio de los libros. Heriberto conoce a todo el mundo. Lo nota graciosa: Ignacio T. Granados finge no conocerme. Y eso que en días recientes me había pasado un e-mail que creí conciliador. Ya tarde, recogemos las cosas y cerramos el estanquillo. En casa de Sindo se alistan los preparativos para su tertulia cultural. Ya está Manuel Vázquez Portal, libro en mano, listo para leerme sus décimas. Me alegro mucho de ver a Manuel, a quien recibimos recién salido de la cárcel, y me satisface su aspecto actual. Me dedica su último libro, Escrito sin permiso. La tertulia de Sindo se llena: Rafael Altuna y su esposa Raquel, Elena Tamargo, Yolanda Huerta, escritores y pintores del gremio. Los bloggers se suman: Joaquín Estrada, Güicho, Heriberto, luego Enrisco. Hacemos blogroll fotogénico. Se lee por rondas. Sindo se lleva las palmas, y nos deja con ganas. Siguen poemas, cuentos. Yo tengo que acudir a mi lista de titulares de periódicos. Los autores imitan los sonidos de sus cuentos. ¡¡Brrrfff!! Opiniones encontradas sobre literatura caben también. Roberto Bolaño es defendido y atacado, esquinas roja y azul. Heriberto ha cargado su bazooka, implacable. Enrisco nos inicia en el esoterismo de músicas apagadas. Pasadas las tres, lo devolvemos a Hialeah. Misión cumplida.

Domingo
Heriberto puntual, pero mi cuerpo se resiste. Lo veré más tarde, le aseguro. Logro dormir hasta las once. Almuerzo con Michel. ¡Tamal cubano, de verdad! Llegamos a la misma Feria de ayer, pero esta vez me doy el gusto de saludar a Naday Balbuena y su esposo, que cumple años. Armando Tejuca ha propiciado el encuentro, pese a que tampoco nos conocemos en persona. También está Pocholo, quien tratara de ganar acceso a Pablito FG y terminó siendo mordido por los mastines en el mismísimo aeropuerto. Veo pasar, sin apuro, a Carlos Alberto Montaner. Veo apoyado en un muro, al tío abuelo de mi esposa: Hubert Matos. Sindo me lleva adonde José Lorenzo Fuentes, y no sé qué decirle. La presentación que nos ocupa: sendos libros de Enrique del Risco y Rafael Rojas, ensayos sobre literatura e historia cubanas, la levedad, los mitos, Anteo y la fuerza telúrica. ¡Ernesto González, blogger y poeta, transmite en vivo! Unas fotos casuales, para la historia, ¿no? Converso brevemente con Armengol y el propio Rojas, y luego saltamos para el recinto adyacente, donde se discute qué pensarán de nosotros en Japón. Enrisco convoca (atrae) los chistes. La formal presentadora no concibe un título como Obras encogidas. “Tiene que ser un error”, dice. Y Enrisco mide el aire con índice y pulgar: “Encogidas, encogidas”. No puedo escurrirme hasta la presentación de Zoé Valdés, pues llama el deber de Bluebird. Lástima. Sin embargo, reconozco en la calle a Belkis Cuza Malé y estrecho con regocijo su mano. A lo lejos, apoyado en ninfa constante, diviso a Norberto Fuentes, buscando llenar fuentes que se agotan. Hoy se vendieron más libros que ayer. Nos tomamos las últimas fotos. Nos dedicamos libros los unos a los otros. Se nos acaba el tiempo. Los libros pesan. Por la noche, visitamos al viejo Altuna, encargamos pizza y chicken wings. Vino Moraima a vernos. Hablamos hasta la madrugada. Me quedo dormido brevemente y sueño que soy consejero matrimonial. Despierto en un efficiency, y luego me duermo de veras.

Lunes

Hoy salgo de regreso para Atlanta. Desayuno con Heriberto y Sindo. Hablamos de Evelio Capote y Pedro Llanes. El primero murió atropellado por un tranvía español. El segundo vive en Santa Clara, y nunca ha vuelto a escribirnos. Si alguna vez me decido por la solución más fácil, escogeré un lunes.

Otras colaboraciones de M. Sosa en Efory Atocha, Aquí.

Manuel Sosa, Meneses, 1967. Poeta y ensayista. Tiene publicados, "Utopías del Reino" (Premio David 1991, Premio de la Crítica 1993), "Saga del tiempo inasible" (Premio Pinos Nuevos 1995), "Canon" (2000) y "Todo eco fue voz" (antología, 2007). En la actualidad reside en Atlanta, Georgia, donde se desempeña como trabajador social. Coordina el blog, La Finnca de Sosa.

5 comentarios:

  1. Que buen resumen! Me gusto mucho leerlo! Mil Gracias.... Saludos! Manny

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  2. Muy agradable tu recorrido por la Feria.
    A mí tambiém me dio mucho gusto saludarte, amigo Sosa.

    Gracias y bendiciones,
    Belkis
    www.belkiscuzamale.blogspot.com
    www.lacasaazulcubana.blogspot.com

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  3. Gracias a Uds. Y a Chago. Un placer, Belkis.

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  4. El agradecido; esta claro, soy yo. El blog Efory Atocha. Es un gusto, un lujo, tenerlos a ustedes cerca.

    Muchas gracias.

    Ch.

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  5. Aclaro que Evelio Capote no murió atropellado por ningún tranvía español, sino de leucemia en Galicia.
    Yo compartí con él algo de sus últimos meses de vida.

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