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"Los trenes, la memoria"
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Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago
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Supongo un combinado de factores, geográficos, sociales... ayudaron a generarme una pequeña, aunque latente, extrañeza a la hora del viaje en tren. De la infancia, que me duró hasta los 10 años, son los recuerdos que he ido empatando y retocando sus colores, olores, sabores...a fin de que me lleguen hasta el día, o la madrugada, en que termine mi viaje completo. Esos son los míos, los que no comparto, los para mí.
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Aprovechar el breve espacio en que cambiaban el chucho, la dirección de los raíles, o tirar de las cañas de azúcar directamente cuando pasaban las humeantes, museables, locomotoras arrastrando vagones y vagones forrados de malla metálica por donde salientes las cañas troceadas: esperar el tren desde el puente sobre el río Camaco en tiempos de crecidas, milésimas de segundos antes que llegara, lanzarte al agua, fue de los primero juegos prohibidos que aprendí. Y no a todos salió bien, que alguno quedó incrustado en la masa de hierro, reventado: reclamo de Oggun según lo entienden otros. A alguno le ensartó una caña el ojo izquierdo o le dura la marca, cicatriz en el brazo derecho: alguno trepó mal, cayó y la pierna debajo de la rueda de hierro...Juegos prohibidos los juegos con trenes, demasiados reales y frecuentes.
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Sin embargo y para abundar en razones, cuando decía de factores condicionantes: ciertamente las estaciones de trenes en Cuba estaban a las afueras de la ciudad, pueblos. En/por las "orillas". Palabreja que abarcaba tanto como para que comprendieras por dónde andabas, y que venía de lejos, de cuando el capitalismo y los bayú . Las casas de zinc, paredes de latón, tablas clavadas bajo el arbitrio de la necesidad, la urgencia. Los niños descalzos, los pobres más jodíos eran (¿son?) los que daban bienvenida primero a la llegada de los trenes.
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La de Remedios por ser la que me atañes, Camilo Venegas: conductor de todos los trenes posibles, poeta de la vega y amigo de Vanito Caballero y de Pavel Urquiza y Bladimir Zamora, no era muy diferente a la de otras villas (digo: Villas) aunque el edifico pareciera como arrastrado de otra época y dejado a la fuerza donde sigue. Los "olores" de la cervecería vecina (La Pista de la Juventud, King-Kong, La jaula) y los de la dulcería industrial, "Los Atrevidos", te sacudían en el pequeño anden interior, de frente a las casas que quedaban luego de la línea, casi todas salvadas de los curiosos viajeros por una oportuna, escasa, arboleda, pero que francamente aparentaba un bosquecillo.
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Una familia vivía en el mismo edificio de la estación, y aunque no llego a detalles, sí que en mis deseos escogí ser el que esperara a los trenes desde mi casa, envidié la proximidad de los que allí vivían con la nave de hierro que aparcaba nada más abrir la puerta de atrás.
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En tiempos de fiesta el tren se convertía en pieza clave para el desplazamiento de un pueblo a otro: para la guerrilla. Con gran capacidad de viajeros podías ahorrarte la molotera en la terminal de autobuses, aunque también rebotar medio dormido, borracho, en la tierra dura luego que te lanzaran. El chiste trajo graves consecuencias, la violencia en el tren llegó a los diarios, a los juzgados por homicidio -juicios públicos- Que alguno cayó en aquellas lidias entre los de Remedios y Santa Clara, los de Placetas...
En Caibarién, que era donde comenzaba el viaje, y que tenía la misma estación para guaguas y trenes con puertas con talanqueras de antes del 59, frente a la fábrica de hielo, frente a un merendero salvador, lúgubre...por una peseta (20 centavos) llegabas hasta Remedios. Santa Clara y Sagua la Grande eran los dos destinos finales. La impuntualidad podría ser asimismo algo memorable, a recordar. Ignoro la vez que salieran o llegaran a su hora aquellos trenes. Nadie que tuviera urgencia pensaba en coger el tren. Con un ramal antiguo, quiero decir, hecho una mierda. El viaje en tren desde Remedios podría ser análogo a cualquier otro de los que aparecen en los documentales de países subdesarrollados, exóticos, asiáticos. Casi.
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Con matices, claro, pues en aquellos países van detrás del explosivo, del suicida asesino y en los trenes que recuerdo los perros y sus amos buscaban en los equipajes el café, la carne, queso, el pescado, aceite, la langosta congelada, arroz, los frijoles...todo lo que el gobierno no proveía y en el tren llegaba a los mercados "del barrio".
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Una estación de trenes era un espacio constantemente vigilado y donde podías sentirte hostigado con relativa facilidad. Desde aquellos jovenzuelos forzudos que destinaban una vez llamados al Servicio Militar a las Brigadas de Boinas Rojas, pasando por los Avispas, Tropas Especiales, Policía Municipal, Policía Nacional...requerían la identificación y detenían a trocha y mocha, sin dejar en muchos casos los respectivos golpes entrenados y aprendidos como recuerdo. Sí, te magullaban, si no tenías el carnet, si lo tenías, te magullaban igual. Estabas tirado a la espera de un tren en la calle. No eras nada: solamente alguien con quien ejercitar la obediencia, con quien entrenar.
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Pero Dios sabe que no miento, también había su recompensa. Bajo toda aquella presión aparecían los corajudos merolicos. Todas aquellas personas que desafiaban vendiendo bocadillos, tamales, cajitas con comida, ajos, cebollas, melones, quesos, dulces...Todo lo que el gobierno no era capaz de proveer y que en el tren "aparecía".
Las amistades que el propio viaje proporcionaba, que hace al del tren el viaje de veras, los amores. Sí, los amores...
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Habrá entonces que retomar el viaje en la memoria, repetirlo, rayarlo con la pretensión de que les llegue a los que tardarán en conocernos.
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Queda pendiente.
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Santiago Méndez en Efory Atocha, Aquí
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Texto solicitado por el Fogonero, blog de Camilo Venegas
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Imágenes cortesía de C.V.
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siempre poniendo la mala nota
ResponderEliminarEsa era la estación de donde partía el tren, querido Chago, en que descansaba Luisito Mesa en su recorrido entre Remedios - Santa Clara y viceversa.No se si la palabra descansar este bien empleada ( puede ser "dormía la mona" "pasaba la juma"..) Me alegra que nos recordaras el nombre mítico de la fabrica de dulces: Los atrevidos. Siga adelante hermano.Y que me perdone Luisito, es solo un guiño de buen recuerdo.
ResponderEliminarChago, has recordado muy bien, te felicito, y de luisito, no se nada, un abrazo si lee por acá
ResponderEliminarGracias, Williams, un gusto saberte cerca: abrazo.
ResponderEliminarJuan, lo dicho: contento de que vayas mejor, guarda mi abrazo igual.
Ch
Gracias, Chago, por esta crónica, es un tema amplísimo este que propone Venegas, y mucho aprendeeremos los unos de los otros. Y mucho nos viene de lo que ya se habái esondido de la memoria.
ResponderEliminarEstremecedor este párrafo que entrecomillo.
"Esperar el tren desde el puente sobre el río Camaco en tiempos de crecidas, milésimas de segundos antes que llegara, lanzarte al agua, fue de los primero juegos prohibidos que aprendí".
Un abrazo:
Félix Luis Vera
Gracias a ustedes, Félix, por pasar: la verdad es que soy yo el honrado. Abrazo siempre.
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