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Trámite de engaños
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Un Cuento (inédito) de Ariel León
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- No me has golpeado hoy, le dije
Como siempre dos, y hasta tres veces por semana, a esta misma hora, me baño y me visto delante de mi mujer y, mientras ella se desviste para meterse en la cama, termino de ponerme coqueto esperando que me pregunte a mis espaldas que a dónde voy
- ¿sales hoy de nuevo?
Voy a ver a un amigo, le digo entonces, y me dejo dar algunos manotazos de rabia que ella me lanza a la cara antes de soltarme; yo sé dónde vas, le escucho decir
- sé quien es, se llama Carla
Cierro la puerta de la casa pidiéndole que no me espere porque llegaré tarde. La veo apoyada en el borde de la puerta del cuarto, con su cara de responso atragantado, viéndome salir, y me voy apurado por el pasillo hasta salir del edificio. Afuera, miro hacia la ventana de nuestro apartamento, en la primera planta, con la cara de mi mujer que me sigue con la vista. Avanzo por la acera a pasos cortos como si estuviese huyendo de su reproche que me escolta desde lejos asomado a la ventana. Lo hago bien, no me detengo hasta llegar a la costa que se encuentra a solo doscientos metros de allí, y sentarme frente al mar
- Vengo hasta aquí para pensar un rato, los jueves y los viernes, para tomar el aire fresco
Ella sabe perfectamente que “Carla” no existe, como yo, cuando la veo salir maquillada por la tarde, en su caso los sábados y los lunes, y regresar a altas horas de la noche con una prudencia que se desplaza en la penumbra y que le da un tono de deseo furtivo a todo lo que toca. A esas horas se mueve como si creyera que duermo
- has vuelto a verlo, le digo, a Donato
Después le doy uno o dos golpes, en la cara, si la alcanzo, algún sopapo en la nuca con la palma abierta. Sé perfectamente que viene aquí, también a la costa. Debe sentarse no muy lejos, probablemente del otro lado, para evitar el viento que algunas semanas de verano se arremolina en este sitio, pero le digo que acaba de verse con Donato. Con Donato Sena, le digo, aunque no exista nadie. Ambos sabemos que venimos dos veces por semana para estar por unas horas aquí, a solo doscientos metros de ese hogar donde sería imposible tolerarnos sin esta fábula picante que hemos encontrado para enfrentar el tedio que gana terreno por doquier.
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Imagen superior tomada de la Web.
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