miércoles, 9 de septiembre de 2009

Manuel Sosa: Flor intacta, libro entreabierto

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Flor intacta, libro entreabierto

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¿Entonces, qué?

Santiago Méndez Alpízar (Chago)

Editorial Verbum, 2007

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Por Manuel Sosa

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Tengo que alistarme en esa facción propiciadora de resarcimientos, la que invierte en certidumbres como libros y premia al poeta con un regalo tan bullente: ¿Entonces, qué? Porque editar cuadernos de versos se ha convertido en otro tipo de conspiración contra la Usanza. Y más ha de serlo cuando se trata de agrupar o antologar ciertos cifrados: no saber invertir, hacer girar la rueda de la fortuna, negociar en silencio. Un inventario de poesía, sin dudarlo, es otra manera de insistir o de lanzarse a un proscenio que nadie ha verificado. Tengo que integrarme a ese modo de cambiar el curso, leyendo e ilustrando su validez. Imagino el limbo de quien se sigue escurriendo, el Santiago Méndez que podía arriesgarse en la bruma, el que aún se imagina incómodo huésped y lo sabe referir. Su voz, acostumbrada a endurecerse entre foliaciones rentables, sigue el canto sin inmutarse, como si nada hubiera importado hasta hoy. Valga detallar los impedimentos: el polvo provinciano, la maldición de la periferia, y el destierro que se alimenta de carne y espíritu. Si Santiago Méndez ha vencido todas esas pruebas, y el hecho final es un recuento tan creíble, el complot puede considerarse efectivo. El libro entreabierto, donde convergen muchas perseverancias, irradia la seguridad del poeta que se detiene a calibrar y a escoger sus demarcaciones.

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¿Entonces, qué? se ocupa de restituir la validez al apunte consciente, a la observación procaz de ese recinto engreído que es la lírica actual. Del bloque que quiso cimentarse a finales de siglo en el círculo insular, sólo queda un puñado de nombres y el aliento transvasado en mero testimonio, muchas veces como estertor. No debiera sorprender que el discurso que nació de su oposición, sin depender de contextos compulsivos, cobre vitalidad a estas alturas. O que la mantenga, lo cual significa haber resistido sonoridades y doxologías sin dejar de creer en sí mismo. Cuando no fue vía opositora, la escritura debió reconciliarse con las dos partes que pugnaban por prevalecer: una de retórica y cadencias, otra de experimentación y márgenes. Donde se juntan ambas, ya no dependiendo de atmósfera o gestualidad, surge la poesía renovadora de Juan Carlos Flores, Jorge Alberto Aguiar Díaz y el propio Chago, entre otros.

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Chago, desde sus primeros textos, gozaba de una rara capacidad de contención, necesaria para quien debía esbozar un cuadro irreal, de pura supervivencia. Ha sido esa contención su clave para decodificar la porción que se necesita trasladar a la cuartilla, el límite justo para que el cinismo no le arrebate la perspectiva. Su escritura, apoyándose en la visualidad, es un oficio de ajustes; juega con amagos pictóricos, con el léxico que pudiera resultar objetable; se nutre de la circunstancia para generalizar; sabe regodearse en lo trivial y lo más emotivo, pero les devuelve convertidos en material semántico, poetizable. Hay algo que tipifica el espíritu de la antología, más que su vitalidad y franqueza, y es la reafirmación del Poema como el apunte perfecto, ya sea acotación marginal o boceto de permanencia. Chago es capaz de transmitir lo invulnerabilidad del croquis dibujado en el momento preciso, irrepetible.

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Si será un punto que actuará como barrera divisoria entre el antes y el después de su obra literaria, ¿Entonces, qué? marca al poeta Chago, registrando una combinación apacible de carisma e intrepidez que debe garantizarle no poca jugosidad en las vendimias restantes. Es grato descubrir su pulso certero para la nota de paso (El viaje, O vienes o te quedas, Retazos) y su dominio de las pulsaciones, el ritmo oscilante de los poemas largos (Rockasón con Virgilio Piñera, Poética martiana II, Auaca taíno, Malik Karim). Es un lujo tropezar con tanta desazón disfrazada de agudeza, y aspirar las fragancias que aguardan en la penumbra del sueño, antes de comprobar que la flor sigue intacta en nuestra mano.

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Algunos poemas de Chago, Aquí.

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Texto publicado donde mi antiguo blog alojado en Cubaencuentro.

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Manuel Sosa tiene su Finca Aquí.

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