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---Presencia de Georges Schehadé
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-Por Leonardo Rodríguez
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La poesía de Georges Schehadé (Alejandría, 1907-París, 1989) tiene de elegía y conjuro, de salmo y piropo. En Schehadé se conjugan (con él siempre vienen a cuento las palabras jugosas) la memoria de un arraigo, perdido, desgarrado, materia de invención, y la pura gana de celebrar la plenitud, como un cielo que se convierte en bocado, brújula y bocanada. Su poesía es erótica en un sentido religioso, y religiosa en un sentido erótico. Su fe no es mimética ni dogmática, tampoco parasitaria, sino poética. Hay en él una amable convivencia con el disparate y el humor. Sus poemas tienen savia de raíz, sabor de fruto y sombra de árbol solar. El viento viene del Oriente.
Poesía itinerante, que no reniega el azar y el accidente, pero que desanda un camino, que retorna. No alcanza su destino, el lugar de origen, pero lo busca, y al buscarlo lo recrea. Schehadé es un inventor de puntos cardinales. Cito por la traducción de sus Poesías y de El nadador de un solo amor realizada por el poeta Alfredo Silva Estrada. (Caracas: Angria, 2000).
A quienes parten para olvidar su casa
Y el muro familiar a las sombras
Anuncio las llanuras y las aguas oxidadas
Y la gran Biblia de las piedras
Ellos no habrán de conocer
-aparte del hierro y el jazmín de las formas
La noche feliz de transportar los mundos
La edad en el reposo como una savia
Para ellos ningún canto
Sólo el rocío quemante del mar
Sólo la tristeza eterna de las fuentes
La poesía amorosa es a menudo una forma sofisticada de piropo. Joseph Brodsky decía que casi toda la poesía amorosa de Occidente había sido escrita post-coitum. No la de Schehadé, más expectante que reflexiva, más ritual que narrativa. En un poema de 1949, la epifanía mariana de la consagración se une al deseo, en una suerte de piropo surreal (qué buenos fueron los surrealistas en materia de piropos). Santa y deseada, la deslumbrante María que Schehadé nombra en ese poema, enloquece al follaje. Esta María enloquecedora se parece mucho a
Os llamo María
Un casto cuerpo a cuerpo con vuestras alas
Sois bella como las cosas que he visto
Al principio no estaba vuestro hijo en los paisajes
Ni vuestro pie de plata en los lechos
Os deseo María
El cielo te cubre de pena
Unos cuervos han tocado tus ojos azules
Tú me inquietas me inquietas muchacha
El follaje está loco por ti
Georges Schehadé fue amigo de André Breton y de Henri Michaux, de su coterráneo Salah Stétié (traducido también por el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada) y de Octavio Paz, creía con fe de poeta en las figuras y la mitología cristiana, y convivió, en el exilio, con un Líbano de matanzas y de sueño.
Hay una imagen que cifra recurrentemente ese exilio: el jardín ausente, el jardín de la infancia y de los ancestros. El espacio del exilio a veces también es un jardín, pero ya sin región, dislocado. Así lo dicen estos versos admirables:
Hay jardines que ya no tienen ninguna región
Y que están solos con el agua
Unas palomas los atraviesan azules y sin nido
Pero la luna es un cristal de dicha
Y el niño se acuerda de un gran desorden claro
Los lugares de Schehadé (la aldea lejana de fuentes y jardines, el aquí desolado del exilio) son siempre afectivos. No sólo el abrazo carnal sino fraternal. Un aire sostenido de suave ironía recorre su obra poética, la ironía del que quiere, más que causar dolor, conjurarlo: “Mi madre, que era más poeta que yo”.
Media familia de Schehadé aparece en sus poemas. Aparece siempre un niño, testigo oidor. La infancia no como ideal sino como drama, no como utopía sino como forma de aproximarse al mundo, ese gran desorden claro, desde la casa familiar. “Alguien silba en el campo un aire de prodigio perdido”.
Juntando jugos, Schehadé obró milagro: sacar dulzura al vino agrio de la música satírica, y abandonarse en no muda locura ante la venerable presencia de María, ninfa perpetua y madre de Dios.
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---Algunos poemas de Georges Schehadé:
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Como el pájaro que vuela en la iglesia de mármol
A causa de tu memoria te llamaron Muerte
Te he dicho de no dar ninguna pena a las hojas
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Cuando tiemble el otoño sobre la montaña
Ponle a tu cuello el ojo de los cisnes
Bellas hay en el viento y la hora es negra
Yo te amo me lo han dicho
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La lluvia más dulce que rebaños ocres
El agua más blanca sobre sus hombros que la desgracia
Yo no sé si es un signo o una tortura
Esa voz en mi infancia como una manzana
Hay una gran miseria en las aldeas
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Pobre Lamartine
He llevado tus notas en un cartón
Y nadie ha tenido piedad de mí ni siquiera la tierra
Ella que tiene la sangre de cada flor
Rostro del Poeta al borde del agua
Tú has desatado toda mi vida como esas barcas
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Los ríos y las rosas de las batallas
Bandera dulce acunada por el hierro
Llanuras sin país brillaban
Después la nieve malvada y blanca
Las hormigas comían el traje de las maravillas
Qué lentos eran los años
Cuando llevabas delantal de escolar
Cuando dormías cada noche sobre tu infancia
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A aquél que piensa y no habla
Un caballo lo lleva hacia la Biblia
Un bastón no le da miedo
Porque el espíritu no lo ha dejado
Aquél que sueña se mezcla con el aire
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Como esas Madonas que van al abrevadero
Con las hojas verdes de la locura
Y dejan atrás los campos de su país
Para conservar el agua preciosa de la tarde
Ésas que me han prevenido
De la calma y la impaciencia de la tierra
Duermen entre el día y la noche
En los jardines de las Escrituras
Otras colaboraciones de L. Rodríguez, Aquí, Aquí.
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Poemas y foto de Georges Schehadé tomados de Internet.
Excelente trabajo sobre el poeta Georges Schehadé, ahora lo conozco gracias a estos versos dados a conocer por Leonardo, casi como Konstantinos Kavafis, el poeta (según Leonardo) se dirige hacia una de las vertientes de la semiología de Roland Barthes, "hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo". Leonardo nos provoca al colocar la frase "casi toda la poesía amorosa de Occidente había sido escrita post-coitum", entoces el lenguaje tiembla.
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