lunes, 15 de septiembre de 2008

Poemas de José Kozer

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--Tres poemas (inéditos) de José Kozer

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----PRINCIPIO DE DESEO



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Ese tapiz que bordó mi madre mozalbeta y prenupcial, orillas

de un riachuelo, rueca, pinzas

de un cangrejo, típica la

vegetación de zona pantanosa,

pueblo natal, retecasadera ya

que era la hija del alcalde:

Eslovaquia, mucho antes, no

era mala la situación económica,

era muy buena, su gente suele

ocultar la mitad de lo que tiene,

de las ganancias devengadas en

el último lustro tejía, el tapiz a

lo ancho crecía (policromo)

gruesos estambres. Ya van más

de siete hilos a color, colores

primarios (chillones) salvo

sábados teje todas las tardes

(hacia las seis en verano) un

máximo de dos horas y media

(la hija del alcalde no ha de

fatigarse): al dar la media se

retira apresurada, comienza a

esconder sus divagaciones,

sombras chinescas obliga a

replegarse, el arte de ocultar

es natural entre su gente: tuvo

en una ocasión que deshacer

buena parte de la tela, se le fue

la mano, el zagal junto al brocal

tenía un bulto demasiado visible

en la entrepierna, qué habrá ahí:

en todo caso lo deshizo, ni borra

ni gota ni grosor perceptibles,

la tercera oveja en fila india

del aljibe al soto de nogales,

ésa, duro vellón entre las patas

traseras, bicho rijoso, terminará

tejiéndola de negro, con un

cuerno largo que se le sale

torciendo a la izquierda, y ahí,

en alto, diagonal al deseo, una

corneja igual de negra: posible

oler el pantano plagado de

juncias florecidas, gruesas

(altas) espadañas, huir, mejor

huir de estas orillas, pozos,

animales compuestos de mera

naturaleza: y volver grupas (estaba

en aquel entonces regordeta mi

madre) (grupas anchas, muslos

repolludos) que no la vea entrar

el padre (futuro) con sus preguntas

(insaciable) la madre (espigada)

destino óseo se cuele de rondón:

guardar bajo llave el metro y

medio de tapiz por terminar:

la caja de costura acomodarla

al fondo del chiforrobe (llavín

doble) ganas de reventar:

hambre secular: tumbarse,

rostro al cielo (raso) en

camastro mullido (fofo)

hundirse, subirse la falda

de vuelos y de encajes,

zagal (con bulto) se acaba

de dar la vuelta del soto a

las marismas.

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---------PRINCIPIO DE REALIDAD



Durante un año yo desapareció.

Desde la cama, en diagonal, la estrella matutina aparece, la

luna se disfraza de Selene,

Aminadab corre al frente

de sus ejércitos despeñándose

en el abismo medieval visible

al final de las aguas (allá): me

desperezo, indiviso, luego en

dos partes idénticas escindido

(del mismo género) dejo la

cama, la luna y la estrella se

desvanecen, yo desaparecido

se despereza en la luna del

espejo, varios de nosotros

nos astillamos.

Acabo de despertar y ya tengo que reponerme, intentar apaciguarme

(la salvajada del mundo se me

mete de lleno por los ojos, se

filtra por todos mis intersticios):

cómo se aguanta todo esto, desde

dentro (en ayunas): atención;

desplazarme paso a paso;

prolongarme dando rienda suelta

a las inclinaciones naturales; y

así, como quien no quiere la cosa,

llegar a la mesa: ahí, correr la silla,

sentarme (el yo, triunfal, coloca las

posaderas, aún cuajadas de cagarrutas,

en silla de roble) la espalda vertical,

los pies plantados en el suelo de

parqué, me llega el olor a café,

imagino el olor del enebro con

sus bayas aromatizando las calles

de aquel vecindario, cloacas que

desembocan en las pestilentes

aguas de un río más fétido que

los ríos del Hades: ahí, me pierdo

(el yo, a cuestas) (colgajo, por

dentro) (por fuera, legañas,

sobaquina, mal aliento, ralo

espejo empañado, sicote, el

triste olor de las madres

puerperales): solución,

desayunar.

¿De mano de quién? Sopa de coles. Café. Pan negro. Largo triste

vaso nocturno de Silva, Asunción

oleaginoso de vetusta agua. No

aguanto la refriega. Todo otro

día. Beckett (mira que llamarse

Samuel) Blake (glosas y glosas

y glosas) Bach (se me sale por

los codos) y no son ni las diez.

Nadar no puedo. Caminar, trechos

cortos. Subir (peldaños, montes,

escalas, diapasones) se me tiene

prohibido (quien sigue consejos

de galeno, no llega a viejo).

Solución: patada en trasero al

yo mayestático que pretende,

nuncio de sí, irse a meditar

(no me jodas) a Kyoto: y patada

estelar al trasero instando

alteraciones a quien como yo,

yo no desaparecido, depende para

la ordinaria subsistencia de unos

horarios, gong, almuerzo, tañido,

siesta, repiqueteo de campanillas,

dejar correr la fantasía: tableteo

de dedos sobre tambor de madera,

irse adormilando mientras, gong,

aguarda a la vuelta de la esquina,

la estrella matutina que vespertina

no asoma

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---------ÚLTIMA THULE



De

laca

negra

(brea)

el

cuenco sobre la mesa (para dos) de arce, la superficie refleja

un rostro nonagenario, sin embargo

no tiene una sola aspereza, la

superficie: ¿el propio rostro?

Amaranto en el cuenco. Ríe,

desencajada. Eso le daban a las

bestias en mi pueblo. Es amaranto,

no es cebada. Aj. Papilla, y más

papilla, estoy harta. Yo comería

reses completas si no fuera porque

el organismo a cada dos por tres

se me subleva, todo por dentro

cancanea, y por fuera se acaba.

Del familión no queda nadie, huelo

ósea, preferiría oler a terrones

(destripados) de lombrices cuajados:

mirar capullos de seda, verdear en

el rosal el pulgón, la ictericia en el

ojo del sepulturero que inunda los

espejos, se desvanezca. Conmigo.

No tener nunca que volver a comer.

Icor. Ambrosía. Liso el cutis, oler

a carne recién nacida (encalcada)

regoldar calostro, sólo que tener

que volver a empezar, ese paquete

se lo dejo a otra. Y la veo, lisa

superficie de la mesa (patas cortas)

de arce, ceñirse la chamarra

anaranjada de botones dorados,

resplandecen cutis, mesa, la forja

moribunda de su mirada, el fondo

del cuenco, la papilla de amaranto,

y un color anaranjado, inasible. No

la veo. Forja, y se me escapa.

Taracea del rostro, y se me

desmorona. Ésta es mi madre,

cómo es posible (yo que nací de

su libido) rabiatado a sus costumbres

(acendradas) su excesiva ternura, que

hasta el día de hoy, mejor me callo.

Y callo. Ahí el cuenco, que como no

vive en el aire, arce no es ave, exige

la superficie de una mesa, que a su vez

precisa un suelo de madera (ahí)

amaranto, y un poco más allá, ladeando

un tanto la cabeza, su delgadez

esquelética, los tobillos hinchados,

las piernas cardenalicias jaspeadas

de morado, el pelo (luz) recogido

en breve castaña gris hirsuto, ojo

de la Pelona encima, hedor inodoro

de la Calaca a su costado: vedla

(conmigo) ceñir chamarra anaranjada,

va a intentar, en este preciso instante,

abrocharse el botón más alto:

captemos el momento en que la nuez

de Adán aherroja (vestigio) último de

su último pensamiento (deshecho).

Espacio cabal la blanca existencia

inaudible del Vacío. Nos agrupamos,

la señalo, no la vemos. ¿Y el fulgor

de la tela? Gasa mortaja. ¿Y el

relumbre, refilón del anaranjado?

Descolorida sábana del desfloramiento

donde chapuzó mi padre. Nos aclaramos

la vista, y nada. Nos dilatamos la pupila

y surgen contornos desapegados que

atraviesan (raudos) un umbral, se

desvanecen. La silla. Su alto respaldo.

La figura de la lira. El crujir. De la

carcoma. De aquel gran esfuerzo

limítrofe de mi madre al intentar

ponerse de pie, el brazo (cuarteado)

extender a lo inaccesible. En picada.

Se abalanzaba. No acaba de llegar.

Rostro del quebrantahuesos, pico

del cuervo, alas extendidas del

querubín (pan de oro) abarcando

de lado a lado la nave interminable

del templo segundo de Jerusalén.

Ahí cuelga. Anaranjada. Tela virgen

de Dios. Burda. Y en el suelo, al pie

de la silla, ante la sombra revuelta del

respaldo

un

cono

ínfimo

de

polvo

(descosido)

la

chamarra.

Foto de JK., tomada de Internet.

Otras colaboraciones de José Kozer en Efory Atocha: aquí, aquí, aquí...

3 comentarios:

  1. Yo no he leído mucho a Kozer, lo confieso. Hay como un énfasis de intelectualismo que rechazo por lo general en cualquier poema donde lo huela. El primero de estos poemas (ya se me olvidó el nombre, lo que no es menosprecio sino fallos de mi memoria) me parece de lo más accesible y humano que he leído de él.

    (Como ves, Chago, de vez en cuando paso por el comedor de tu casa, que es la zona de la verdad en las casas cubanas.)

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  2. A eso le llaman poesia
    eso no hay quien se lo dispare
    ni la madre que tejio aquello

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  3. Pobre de usted, que no distingue Poesía, ni tiene Nombre!!

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