--Tres poemas (inéditos) de José Kozer
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----PRINCIPIO DE DESEO
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Ese tapiz que bordó mi madre mozalbeta y prenupcial, orillas
de un riachuelo, rueca, pinzas
de un cangrejo, típica la
vegetación de zona pantanosa,
pueblo natal, retecasadera ya
que era la hija del alcalde:
Eslovaquia, mucho antes, no
era mala la situación económica,
era muy buena, su gente suele
ocultar la mitad de lo que tiene,
de las ganancias devengadas en
el último lustro tejía, el tapiz a
lo ancho crecía (policromo)
gruesos estambres. Ya van más
de siete hilos a color, colores
primarios (chillones) salvo
sábados teje todas las tardes
(hacia las seis en verano) un
máximo de dos horas y media
(la hija del alcalde no ha de
fatigarse): al dar la media se
retira apresurada, comienza a
esconder sus divagaciones,
sombras chinescas obliga a
replegarse, el arte de ocultar
es natural entre su gente: tuvo
en una ocasión que deshacer
buena parte de la tela, se le fue
la mano, el zagal junto al brocal
tenía un bulto demasiado visible
en la entrepierna, qué habrá ahí:
en todo caso lo deshizo, ni borra
ni gota ni grosor perceptibles,
la tercera oveja en fila india
del aljibe al soto de nogales,
ésa, duro vellón entre las patas
traseras, bicho rijoso, terminará
tejiéndola de negro, con un
cuerno largo que se le sale
torciendo a la izquierda, y ahí,
en alto, diagonal al deseo, una
corneja igual de negra: posible
oler el pantano plagado de
juncias florecidas, gruesas
(altas) espadañas, huir, mejor
huir de estas orillas, pozos,
animales compuestos de mera
naturaleza: y volver grupas (estaba
en aquel entonces regordeta mi
madre) (grupas anchas, muslos
repolludos) que no la vea entrar
el padre (futuro) con sus preguntas
(insaciable) la madre (espigada)
destino óseo se cuele de rondón:
guardar bajo llave el metro y
medio de tapiz por terminar:
la caja de costura acomodarla
al fondo del chiforrobe (llavín
doble) ganas de reventar:
hambre secular: tumbarse,
rostro al cielo (raso) en
camastro mullido (fofo)
hundirse, subirse la falda
de vuelos y de encajes,
zagal (con bulto) se acaba
de dar la vuelta del soto a
las marismas.
---------PRINCIPIO DE REALIDAD
Durante un año yo desapareció.
Desde la cama, en diagonal, la estrella matutina aparece, la
luna se disfraza de Selene,
Aminadab corre al frente
de sus ejércitos despeñándose
en el abismo medieval visible
al final de las aguas (allá): me
desperezo, indiviso, luego en
dos partes idénticas escindido
(del mismo género) dejo la
cama, la luna y la estrella se
desvanecen, yo desaparecido
se despereza en la luna del
espejo, varios de nosotros
nos astillamos.
Acabo de despertar y ya tengo que reponerme, intentar apaciguarme
(la salvajada del mundo se me
mete de lleno por los ojos, se
filtra por todos mis intersticios):
cómo se aguanta todo esto, desde
dentro (en ayunas): atención;
desplazarme paso a paso;
prolongarme dando rienda suelta
a las inclinaciones naturales; y
así, como quien no quiere la cosa,
llegar a la mesa: ahí, correr la silla,
sentarme (el yo, triunfal, coloca las
posaderas, aún cuajadas de cagarrutas,
en silla de roble) la espalda vertical,
los pies plantados en el suelo de
parqué, me llega el olor a café,
imagino el olor del enebro con
sus bayas aromatizando las calles
de aquel vecindario, cloacas que
desembocan en las pestilentes
aguas de un río más fétido que
los ríos del Hades: ahí, me pierdo
(el yo, a cuestas) (colgajo, por
dentro) (por fuera, legañas,
sobaquina, mal aliento, ralo
espejo empañado, sicote, el
triste olor de las madres
puerperales): solución,
desayunar.
¿De mano de quién? Sopa de coles. Café. Pan negro. Largo triste
vaso nocturno de Silva, Asunción
oleaginoso de vetusta agua. No
aguanto la refriega. Todo otro
día. Beckett (mira que llamarse
Samuel) Blake (glosas y glosas
y glosas) Bach (se me sale por
los codos) y no son ni las diez.
Nadar no puedo. Caminar, trechos
cortos. Subir (peldaños, montes,
escalas, diapasones) se me tiene
prohibido (quien sigue consejos
de galeno, no llega a viejo).
Solución: patada en trasero al
yo mayestático que pretende,
nuncio de sí, irse a meditar
(no me jodas) a Kyoto: y patada
estelar al trasero instando
alteraciones a quien como yo,
yo no desaparecido, depende para
la ordinaria subsistencia de unos
horarios, gong, almuerzo, tañido,
siesta, repiqueteo de campanillas,
dejar correr la fantasía: tableteo
de dedos sobre tambor de madera,
irse adormilando mientras, gong,
aguarda a la vuelta de la esquina,
la estrella matutina que vespertina
no asoma
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---------ÚLTIMA THULE
De
laca
negra
(brea)
el
cuenco sobre la mesa (para dos) de arce, la superficie refleja
un rostro nonagenario, sin embargo
no tiene una sola aspereza, la
superficie: ¿el propio rostro?
Amaranto en el cuenco. Ríe,
desencajada. Eso le daban a las
bestias en mi pueblo. Es amaranto,
no es cebada. Aj. Papilla, y más
papilla, estoy harta. Yo comería
reses completas si no fuera porque
el organismo a cada dos por tres
se me subleva, todo por dentro
cancanea, y por fuera se acaba.
Del familión no queda nadie, huelo
ósea, preferiría oler a terrones
(destripados) de lombrices cuajados:
mirar capullos de seda, verdear en
el rosal el pulgón, la ictericia en el
ojo del sepulturero que inunda los
espejos, se desvanezca. Conmigo.
No tener nunca que volver a comer.
Icor. Ambrosía. Liso el cutis, oler
a carne recién nacida (encalcada)
regoldar calostro, sólo que tener
que volver a empezar, ese paquete
se lo dejo a otra. Y la veo, lisa
superficie de la mesa (patas cortas)
de arce, ceñirse la chamarra
anaranjada de botones dorados,
resplandecen cutis, mesa, la forja
moribunda de su mirada, el fondo
del cuenco, la papilla de amaranto,
y un color anaranjado, inasible. No
la veo. Forja, y se me escapa.
Taracea del rostro, y se me
desmorona. Ésta es mi madre,
cómo es posible (yo que nací de
su libido) rabiatado a sus costumbres
(acendradas) su excesiva ternura, que
hasta el día de hoy, mejor me callo.
Y callo. Ahí el cuenco, que como no
vive en el aire, arce no es ave, exige
la superficie de una mesa, que a su vez
precisa un suelo de madera (ahí)
amaranto, y un poco más allá, ladeando
un tanto la cabeza, su delgadez
esquelética, los tobillos hinchados,
las piernas cardenalicias jaspeadas
de morado, el pelo (luz) recogido
en breve castaña gris hirsuto, ojo
de
de
(conmigo) ceñir chamarra anaranjada,
va a intentar, en este preciso instante,
abrocharse el botón más alto:
captemos el momento en que la nuez
de Adán aherroja (vestigio) último de
su último pensamiento (deshecho).
Espacio cabal la blanca existencia
inaudible del Vacío. Nos agrupamos,
la señalo, no la vemos. ¿Y el fulgor
de la tela? Gasa mortaja. ¿Y el
relumbre, refilón del anaranjado?
Descolorida sábana del desfloramiento
donde chapuzó mi padre. Nos aclaramos
la vista, y nada. Nos dilatamos la pupila
y surgen contornos desapegados que
atraviesan (raudos) un umbral, se
desvanecen. La silla. Su alto respaldo.
La figura de la lira. El crujir. De la
carcoma. De aquel gran esfuerzo
limítrofe de mi madre al intentar
ponerse de pie, el brazo (cuarteado)
extender a lo inaccesible. En picada.
Se abalanzaba. No acaba de llegar.
Rostro del quebrantahuesos, pico
del cuervo, alas extendidas del
querubín (pan de oro) abarcando
de lado a lado la nave interminable
del templo segundo de Jerusalén.
Ahí cuelga. Anaranjada. Tela virgen
de Dios. Burda. Y en el suelo, al pie
de la silla, ante la sombra revuelta del
respaldo
un
cono
ínfimo
de
polvo
(descosido)
la
chamarra.
Otras colaboraciones de José Kozer en Efory Atocha: aquí, aquí, aquí...
Yo no he leído mucho a Kozer, lo confieso. Hay como un énfasis de intelectualismo que rechazo por lo general en cualquier poema donde lo huela. El primero de estos poemas (ya se me olvidó el nombre, lo que no es menosprecio sino fallos de mi memoria) me parece de lo más accesible y humano que he leído de él.
ResponderEliminar(Como ves, Chago, de vez en cuando paso por el comedor de tu casa, que es la zona de la verdad en las casas cubanas.)
A eso le llaman poesia
ResponderEliminareso no hay quien se lo dispare
ni la madre que tejio aquello
Pobre de usted, que no distingue Poesía, ni tiene Nombre!!
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