viernes, 8 de agosto de 2008

"¿Entonces qué?": Jorge Luis Arcos.

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La poesía de Chago"

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----Por Jorge Luis Arcos
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La poesía de Chago (L. Santiago Méndez Alpízar), que ahora podemos leer en esta autoantología, ¿Entonces qué?, editada por la Editorial Verbum (2007), es un verdadero desafío para la crítica. Aunque contiene algunos poemas publicados en Cuba* en revistas, muchos de los escritos ya en España hubieran sido impublicables en esa isla tan veleidosa. Pero muchos tampoco habrían podido ser escritos (al menos del modo en que el lector puede ahora conocerlos) si ese autor con rostro de pirata amable (que vemos en la foto suya que preside sus poemas) no hubiera decidido abandonar su patria de nacimiento y continuar escribiendo como guiado por un oscuro e inevitable frenesí.

Porque la poesía de Chago logra uno de los más difíciles y a menudo traicioneros equilibrios de la literatura: ese punto casi imposible donde, como diría Lezama, se literaturiza la vida y se vive la literatura. Tan es así que una de las virtudes de sus poemas consiste en su insobornable extrañeza. Permanecemos frente a ellos como ante una persona, a la vez luminosa y oscura, tangible e inasible, rotunda como un animal carnal y misteriosa como una pulsación cósmica. Siempre se tiene ante ellos la afortunada y, a la vez, desconcertante sensación de que queda mucho por decir, que el poeta apenas nos ha dejado asomarnos a una vislumbre, un recodo, un fragmento de su rápida pero casi siempre intensa percepción de lo real. Rapidez de la visión, intensidad de la mirada: formas de preservar esa extrañeza que el propio poeta siente siempre ante las cosas de la realidad.

Muchos de sus textos son como hiperrealistas. A fuerza de tanta naturalidad en el lenguaje (ajeno, hasta donde eso es posible, a escuelas y tradiciones líricas), y sustentando a menudo ideas, sentimientos, sensaciones, hechos vivos que nos agreden por una como excesiva vitalidad, terminamos por reconocer lo más obvio: que la vida que recrean sus poemas es siempre un misterio clarísimo o un luminoso (casi deslumbrante) hueco negro.

Esa singularidad rebasa cualquier recepción tradicional de la poesía. El propio título del libro (¿Entonces qué?) parece regalarnos una inquietud, una incertidumbre. Pero ya sabemos que la poesía pregunta más que responde. Como el latido de un nervio, sus textos se muestran y a la vez se ocultan. Como las olas, se configuran y se deshacen. Recuerdo ahora aquel verso de José Gorostiza: “que no es agua ni arena la orilla del mar”.

Vivir (o escribir) como una aventura cuyo único sentido (o sin sentido) es el viaje mismo.

Sospecho que Chago es apenas consciente de su natural extrañeza. El quisiera escribir como Dios mismo; quisiera acaso que su obra fuera recepcionada dentro de los cánones más exigentes (y a menudo tan pobres) de la literatura. Acaso por ello vive la poesía como un sacerdocio, como una flecha siempre ávida de dar en el centro de su blanco… Y sin embargo, y sin embargo, tal vez su perdurabilidad, su sentido, estén en ese desgarrón, en esa mancha, en esa conversación inacabada o imposible, en esa risueña y salvaje ingobernabilidad de sus visiones…

Eso sí, desconfía de lo lindo, lo correcto, lo previsible y, quién lo diría, a la misma vez lo asedia o desea a veces. Menos mal que falla, que traiciona su propia inocencia, y escapa siempre por la periferia de la ciudad. En la fiesta, en la noche maniatada por la luz, siempre habrá una ventana oscura. Afuera, como en el filme La Boda, de Andrei Wajda, aguarda lo desconocido, lo que completa los fragmentos fugaces que somos, pero sólo para ensayar una simetría engañosa: la parte por el todo o viceversa, da lo mismo, pues siempre habrá una realidad (o irrealidad) mayor aguardándonos al final de todo viaje. Como sugiere el verso famoso de Valery –“el mar, el mar siempre recomenzando”- habrá entonces que volver a nacer.

La vida o la poesía como un oscuro destino, como una expiación sin culpa, como una vocación hacia ninguna parte. Una plenitud en la Caída. O una libertad sin fin, lo cual es una paradoja viviente, porque si tuviera un sentido, ya no sería libertad, y la libertad siempre parece querer encarnar un sentido…. Porque todo sentido ¿no segrega algo fanático al cabo, no añade siempre una cierta limitación? En ese precario pero incesantemente roto e inacabado equilibrio, o en ese ordenado caos, se desenvuelven sus poemas. Leámoslos y dejémoslos así, sin crítica, sin definición, como a animales salvajes, para que puedan siempre inquietarnos, y rehuir “su definición mejor”, para que al final siempre podamos preguntarnos, como frente a un astro, un rostro, un miedo, una furia, una belleza bárbara, ¿entonces, qué?

Jorge Luis Arcos, Madrid, 30 de enero, 2008
Texto publicado en Linden Lane Magazine.
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* Nota: Por alguna razón que desconozco, el bueno y sabio, Yoyi Arcos, no acotejó el pequeño desliz, que ya me hubiera gustado.

Sí, pues en realidad más de un editor conocía mis poemas, me conocía a mí.

Pero ninguno de los poemas antologados en este libro fue jamas publicado en revista alguna cubana.
Sin embargo, yo sí tengo un libro, "Plaza de Armas", (Colección Pinos Nuevos) de poemas editado por Letras Cubanas. Ese libro y un poema en la Revista Albur (nº6) fue mi participación de los medios editoriales cubanos.

El poema, sea dicho , uno que no recuerdo su nombre y era jefecillo de la revista del ISA., lo descojonó cambiándole no solamente versos; haciendo un poema diferente.

Hago esta pequeña acotación, aunque en realidad podría darme lo mismo.

Es mayor mi agradecimiento que la necesidad de rectificar datos. Para Jorge Luis Arcos: yema con fe, abrazo y amistad.

-----------Santiago Méndez / Chago
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Usted puede solicitar la antología, "¿Entonces, qué?" , a: La Central, La Casa del Libro, Edit. Verbum.
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Algunos poemas de Santiago Méndez / Chago, Aquí, Aquí.

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