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Tres poemas (inéditos) de Leo Castillo
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-----------------------Águila
Anido hacia la parte alta del mundo
junto al puñado de los pocos de mi especie
me place del día su música y su silencio súbito
descuajado de la raíz del trueno.
Vivo para remar en el azul color
de esta región eminente
y sólo me poso en un risco
que es la última antena de la tierra.
Estos parajes son alcanzados por escasas perturbaciones
- ocasionalmente el delgado sonido
del arco creciente de la luna
que tañe el cordaje del crepúsculo.
Mi pupila es como un potente láser
que investiga en las entretelas de la niebla
hasta detectar al cobarde ratón
que se refugia horrorizado
al sólo paso de mi sombra aerodinámica.
Solamente puede seguirme el viento
cuando desciendo hendiendo las nubes
hasta la bandeja verde del campo
tras una escogida presa
que pacen en lodazales floridos
que pronto pudrirá el otoño
y su perfumería de la descomposición.
Aquí el fuego de la estrella de la tarde
es ofrenda votiva arrimada a la luna de estreno
mas ,alguna vez, mi grito coincide con el deslumbrante rayo
que dispara su ágil dardo de oro
al filo tenso de mis fuertes alas :
Águila.
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Tarde, verano, tucán, golero
Ataviado con el más profuso colorido de sus galas
- verdadero arcoiris de plumas -
un doméstico tucán en la flexible rama
su pesada torpeza balancea y exhibe en el laurel.
Más al fondo y más arriba en la tarde
de luto estricto su silueta leve revestida
un golero silba al tajo de elevados aires
su susurro desasido en vertiginosa libertad.
La vistosa vanidad su colorido apoya en baja rama
y cada vez más
el pájaro obscuro parece del suelo
retirar su aéreo ser
hasta la cúpula justo del limpio azul
deslizando su gracia y su pena
a través de la vasta nave de la tarde.
Toda su gloria es el vuelo
toda la tarde su capa azul
y las blancas nubes de un suave brillo
una corona en su ceño ciñen.
Y su trono es el viento.
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------------------------------Esfinge
Nada extraño mantengo oculto
salvo un hueco
la llaga pública que al sol expuesta
asesinará el fuego que ya está ardiendo.
Yo sólo elaboro pajaritos de papel
que tararean y describen en vuelo
las maldiciones de mi consentimiento
pues maldecir me purifica como una oración
una zarpa dentellada al tobillo
herido en la nada me fermento
y clavo sangrientos insectos decapitados previamente
en el turbio bestiario de mi memoria.
Anoche he muerto como una rata vieja
en el zócalo de los criminales silencios
de rabia babeada
resucito cansado y perdono remotamente
como quien arroja hojas desde una roca saliente de la luna
hacia un rayo ultramarino.
Sordo rugía el arpa del corazón
desde el vértigo de la curvatura
de las horas y sus agujeros infernales
voy mordido de bestia
y su veneno de indiferencia circula pesadamente
en mis venas como una sombra lenta
me revuelco
son ascuas las yemas de mis dedos llamean mis ojos
bebo vidrio molido y cago hielo.
Asomados a mi ojo del culo
no verán lo que no digo
soy una esfinge rellena de vacío
ustedes y la policía por igual están sensiblemente equivocados.Foto: Patricia Iriarte.------ ------
Leo Castillo, Barranquilla, 1961, Colombia. Tiene publicados, Convite (Cuentos,1991); Historia de un hombrecito que vendía palabras (Fábula ilustrada); El otro huésped (Poesía,1993); Al alimón Caribe (cuentos con Ricardo Vélez Pareja); De la acera y sus aceros (Poesía,2007); Labor de taracea (Novela,2008)
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