martes, 15 de julio de 2008

Las Islas o las catacumbas creadoras de María Zambrano.

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Las Islas o las catacumbas creadoras de María Zambrano*
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(segunda entrega)

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----Por Jorge Luis Arcos
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La Cuba secreta o revelación de lo sagrado

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No creo que haya otro texto donde tan explícita y profundamente revele María Zambrano su experiencia de lo sagrado como en “La Cuba secreta”, publicado en la revista Orígenes en 1948, a propósito de la antología Diez poetas cubanos, compilada por Cintio Vitier, donde da a conocer a los diez poetas origenistas. Este texto prácticamente dotó de una ontología filosófica al pensamiento poético origenista. Pero a la misma vez contiene una parte propiamente confesional de la propia María. Si lo sagrado es el tiempo de los orígenes, suerte de prehistoria, o historia ancestral, tiempo entonces poético por excelencia, como ella misma precisa en otra ocasión, toda su experiencia cubana y puertorriqueña (pero sobre todo aquella primera, por su relación con la Poesía) son, para María Zambrano, el símbolo carnal, viviente, físico, encarnado, del mundo de lo sagrado. En primer lugar, porque ella lo sintió así, quiero decir, no creo que haya ninguna realidad exenta de esa presencia, pero era lo que ella buscaba entonces, si bien es cierto que su contacto con un imaginario otro tuvo que favorecer ese encuentro, ese descendimiento, esa revelación.

No es casualidad que, en apenas unos días en La Habana, en su primera visita en 1936, y luego en otra también muy rápida, en 1939, ella aísle en una frase de una carta a Lezama su recuerdo de“El baile de los negros en Marianao”[1]. Por cierto, Mario Parajón ha precisado que ese día Lezama le comentó a María: “bailan como si viajasen”. Y María le respondió: “Danzan, no bailan”. También Moreno Fraginals ha precisado cómo Lezama lo acompañaba a veces a sus investigaciones de campo en solares, donde asistían a toques de santos de las transculturadas religiones llamadas afrocubanas. En un poema, “El coche musical”, Lezama escribió: “Bailar es encontrar la unidad que forman los vivientes y los muertos”. Luego, su contacto con su gran amiga Lydia Cabrera tuvo que profundizar ese conocimiento en María, a expensas de su más que probable relación con Fernando Ortiz (aunque lamentablemente no haya podido ser documentada). Concurrentemente, las religiones afrocubanas, transculturadas con la religión católica, se mueven dentro de un ámbito sagrado, politeísta, afines a las religiones y mitos grecolatinos, tan caros a María. En su texto “Lydia Cabrera, poeta de las metamorfosis”, ella advierte: “Todavía existen mundos, lugares en el planeta donde las cosas y los seres no han sido dominados del todo por el afán de dominación, donde aún palpitan asomándose por entre las rendijas de un mundo todavía sin cristalizar. La isla de Cuba es uno de esos lugares”. Y a continuación, de la mano de cierta idealización utópica, prosigue: “Las islas han proporcionado al alma humana la imagen de la vida intacta y feliz, como si fuese un regalo, del paraíso donde las dos condenas, el trabajo y el dolor quedan un tanto en suspenso…” Hasta aquí la idealización, cercana a ciertos pasajes utópicos de Isla de Puerto Rico…. Pero a continuación fija lo que nos interesa destacar: “mundo mágico en que la realidad no está delimitada, y aún el sueño puede igualar a la vigilia. Por ello fueron cuna de Dioses y de Mitología. Y patria inextinguible de la metamorfosis”. Como se sabe, y ello tendrá capital importancia para la articulación de un pensamiento poético, el mundo de la metamorfosis es dable de equivaler con el politeísmo de los dioses griegos y latinos, propio de lo sagrado, como el mundo de la transfiguración católica, con el Dios único, propio de lo divino, tema que desarrolla también en “Dos fragmentos acerca del pensar”, publicado en Orígenes en 1956. Luego de un bellísimo elogio de la luz en Cuba, semejante, como explicitará en otras ocasiones, con la luz de su ciudad natal, Málaga, en Andalucía (y ello es importante para la recuperación reminiscente del tiempo de su infancia, otro territorio que se confunde con o está próximo a lo sagrado), vuelve a insistir: “Y bajo esa luz, una vida que aún se confunde con el sueño. La conciencia toca más que ve y los sentidos penetran en la realidad sin encontrar resistencia. Mundo de la metamorfosis donde las formas escondidas aguardan la voz que los haga manifestarse danzando[2]. Pero hay más, y ello ya nos acerca a su búsqueda de una razón poética. Escribe María Zambrano: “Lydia Cabrera se destaca entre todos los poetas cubanos por una forma de poesía en que conocimientos y fantasía se hermanan hasta el punto de no ser ya cosas diferentes, hasta constituir eso que se llama conocimiento poético”. Y concluye: “y realizar así la poesía, en su sentido primero de ser reveladora de un mundo, el agente unificador en que las cosas y los seres, se muestran en estado virginal, en éxtasis y danza”. Luego insistirá: “el soplo creador que da gracia y libertad para la forma más plena de vida: la danza. Danza en cuyos arabescos se dibuja un incompleto poema cosmogónico”. María Zambrano no puede dejar de transparentar un entusiasmo casi de raíz sagrada (y recordar que etimológicamente entusiasmo significa estar lleno de dioses). Ese entusiasmo la lleva a idealizar incluso la infancia:

La raza de piel oscura es la nodriza verdadera de la blanca, de todos los blancos en sentido legendario. Lo ha sido de hecho desde la esclavitud y verdadera libertad del liberto de esta isla de Cuba donde las gentes de la más clara estirpe fueron criados por la vieja aya de piel reluciente, cuyos dichos, relatos y canciones mecieron, despertando y adurmiendo a un tiempo, la infancia. Y así la venturosa “edad de oro” de la vida de cada uno se confunde en la misma lejanía con “el tiempo aquel” de la fábula ¡felices los que tuvieron pedagogía semejante![3]

Dos tópicos, pues, destaca por sobre otros María Zambrano del imaginario develado por Lydia Cabrera: el conocimiento poético y la “memoria ancestral”. Ambas instancias también son desarrolladas un año antes, en 1948, en su texto más importante para su exposición de lo sagrado: “La Cuba secreta”[4].

Es este ensayo acaso el más revelador que escribió María Zambrano en Cuba. Por varias razones. En primer lugar porque es un texto confesional. No por gusto llega a afirmar: “Cuba: mi secreto”. Es, en este sentido, la confesión de su vivencia de lo sagrado. En otro texto escrito ese mismo año de 1948, “Para una historia de la piedad”, afirma que “antes de que la Historia aparezca, hay una prehistoria de la historia: la Poesía” y, concurrentemente, que: “Es, quizá, el sentimiento inicial, el más amplio y hondo; algo así como la patria de todos los demás”. También dice que es como “la prehistoria de todos los sentimientos positivos” o “la matriz originaria de la vida del sentir”, es decir, como ella misma aduce, de “las entrañas”, esto es, de lo sagrado. Pero reparemos –pasando por alto, momentáneamente, otras importantísimas consideraciones que hace sobre la piedad- en que al final lleva a la piedad hacia lo íntimo de la persona: “Es simplemente nuestra propia vida. El misterio no se halla fuera; está dentro y en cada uno de nosotros, al par que nos rodea y nos envuelve. En él vivimos y nos movemos. La guía para no perdernos en él, es la Piedad”. Volvamos entonces a “La Cuba secreta”.

Leamos entonces a la luz de las anteriores consideraciones la confesión de María Zambrano, su “secreto”:

Como un secreto de un viejísimo, ancestral amor, me hirió Cuba con su presencia en fecha ya un poco alejada. Amor tan primitivo que aun más que amor convendría llamar “apego”. Carnal apego, temperatura, peso, correspondiente a la más íntima resistencia; respuesta física y por tanto sagrada, a una sed largo tiempo contenida. No la imagen, no la viviente abstracción de la palma y su contorno, ni el modo de estar en el espacio de las personas y las cosas, sino su sombra, su peso secreto, su cifra de realidad, fue lo que me hizo creer recordar que la había ya vivido. Mas, las imágenes no podían coincidir con aquellas vistas mientras aprendía a ver: la rama dorada del limonero a la caída de la tarde en el patio familiar... Ninguna figura ya proyectada en el espacio exterior. Quizás un poco el terroso dulzor de la caña de azúcar extraída por una boca sin dibujo aun y la densa sombra de los árboles fundiéndose con la tierra, tierra ya antes de caer en ella. Pues al lado de aquel Mediterráneo, como en las orillas de este mar de La Habana, la luz y la sombra caen directamente sobre la tierra hundiéndose. Pero todo eso no bastaría. Pues sólo unas cuantas sensaciones por primarias que sean, no pueden “legalizar” la situación de estar apegada a un país. Algo más hondo ha estado sosteniéndola. Y así, yo diría que encontré en Cuba mi patria pre-natal. El instante del nacimiento nos sella para siempre, marca nuestro ser y su destino en el mundo. Mas, anterior al nacimiento ha de haber un estado de puro olvido, de puro estar yacente sin imágenes; escueta realidad carnal con una ley ya formada; ley que llamaría de las resistencias y apetencias últimas. Desnudo palpitar en la oscuridad; la memoria ancestral no ha surgido todavía, pues es la vida quien la va despertando; puro sueño del ser a solas con su cifra. Y si la patria del nacimiento nos trae el destino, la ley inmutable de la vida personal que ha de apurarse sin descanso –todo lo que es norma, vigencia, historia, la patria pre-natal es la poesía viviente, el fundamento poético de la vida, el secreto de nuestro ser terrenal.

Y así sentí a Cuba poéticamente, no como cualidad sino como substancia. Cuba: substancia poética visible ya. Cuba: mi secreto.

¿Qué hacer con tan sobrecogedora confesión?, me preguntaba en otro texto, por lo que me he permitido transcribirla íntegramente. Leyéndola creo que no queda duda alguna de que lo que encontró dentro de su alma en Cuba fue lo sagrado. Pero lo sagrado, como hemos visto que dice también, es la Poesía. Pre-natalidad[5], infancia, memoria ancestral, matriz originaria, Poesía, misterio, sede de los sentimientos últimos, originarios, es decir, la Piedad. Esta vivencia ¿no es entonces la de la razón poética? Y por si hubiera alguna duda, a continuación pasa María Zambrano a comentar la antología Diez poetas cubanos, de Cintio Vitier, donde se da a conocer como grupo el lengendario grupo Orígenes. Es decir, pasa a ejercer, en acto, su razón poética, que no simplemente crítica literaria o poética. Pues, como veremos enseguida, todo en su exégesis está encaminado a revelar también el mundo de lo sagrado. Ello sucede en primer lugar cuando objetiva, ontologiza su secreto: “Ahora un libro de poesía cubana me dice que mi secreto, Cuba, lo es en sí misma y no sólo para mí”. Y concluye con una reflexión que está en el mismo centro de sus preocupaciones en El hombre y lo divino:

La primera manifestación del espíritu es “física”, como quizá lo sea la última, cuando el espíritu desplegado en el hombre vuelva a rescatar la materia. Entonces, cuando tal suceda, tendremos el Paraíso; ahora, en la vida del planeta, se produce su raro vislumbre, cuando una tierra dormida despierta a la vida de la conciencia y del espíritu por la poesía –y siempre será por la poesía- y manifiesta así el esplendor de la “fysis” sin diferencias. Instante en que no existe todavía la materia, ni la vida separada del pensamiento. Es el instante en que van a producirse las imágenes que fijan el contorno y la vida del país, lo que se ha llamado en la época griega –cuando no se había revelado el Dios único- los Dioses. La existencia de los Dioses no contradice la existencia de Dios, pues los Dioses de Grecia, modelo permanente, son las poéticas esencias fijadas en imágenes, revelaciones directas de la “fysis”, instantáneas del paraíso y también del infierno.[6]

Y a continuación, cuando pasa a su comentario moroso de cada poeta –sobre todo de José Lezama Lima, quien merecerá después un comentario aparte- todo en su discurso-visión se demora en la manifestación de lo sagrado.

Para no olvidar mi fraterno diálogo con Jesús Moreno Sanz quiero indicar una anticipación significativa, y es la que se deriva de su análisis de la llamada poesía de la angustia (pues ella ve en la poesía de Orígenes justamente una poesía de la contra-angustia). Me refiero a lo que parece una remotísima anticipación de su prólogo a Persona y democracia de 1987. Y es cuando dice:

Sólo el sacrilegio, la profanación de lo sagrado –pues lo divino escapa a toda profanación- nos ha acarreado este vacío lleno de cosas, este vagar de almas herméticas en un espacio que es nada más que espacio de la extensión: la vida compuesta de sucesos; la realidad, de hechos; el espacio lleno de cosas y el tiempo de instantes; todo compuesto y descomponible, edificado y destruido, situación que la poesía transcribe en analíticos poemas o en desgarradas quejas “existenciales”, y la Filosofía “sin ver” legaliza en sus transcendentales análisis.

Compárese este texto con las desoladas consideraciones siguientes de su prólogo aludido: “Hoy no se ve ya el sacrificio: la historia se nos ha tornado en un lugar indiferente donde cualquier acontecimiento puede tener lugar con la misma vigencia y los mismos derechos que un Dios absoluto que no permite la más leve discusión. Todo está salvado y al par vemos que todo está destruido o en vísperas de destruirse”. Y precisamente es el sacrificio el tema central de su comentario de la poesía de Lezama:

La poesía de Lezama me pareció siempre vivir en estado más que de gracia, de sacrificio; único estado en que el alma que contrae a diario nupcias con la realidad se mantiene intacta. (...) La poesía permanece en lo sagrado y por ello requiere, exige, estado de permanente sacrificio. el sacrificio es la forma primera de captación de la realidad. Mas, tratándose de la poesía, la captación es un adentramiento, una penetración en lo todavía informe. (...) La palabra poética es acción que libera al par las formas encerradas en el sueño de la materia y el soplo dormido en el corazón del hombre. (...) La poesía (...) se alimenta del mundo de los sentidos, buscando en la “fysis” su metafísica: la metafísica del ser viviente, en el latido de cada uno de sus instantes, sin identidad. No es la transparencia –condición de la identidad- el imán de la poesía, sino ese otro indefinible género de unidad obscura y palpitante. La poesía atraviesa, sí, la zona de los sentidos, mas para llegar a sumergirse en el obscuro abismo que los sustenta. Antes de que le sea permitido ascender al mundo de las formas idénticas en la luz, ha de descender a los infiernos, de donde Orfeo la rescató dejándola a medias prisionera. Y así la poesía habitará como verdadera intermediaria en el obscuro mundo infernal y en el de la luz, donde las formas aparecen. No de otro modo, atravesando la superficie de los sentidos, la poesía de Lezama nos conduce a las “obscuras cavernas del sentido” donde las imágenes, la metáfora no son decadencia de los conceptos, remedo de la poesía. Allí la imagen es la virgen aun no presentada a la luz y la metáfora tiene, a veces, fuerza de juro. “Rapsodia para el mulo” nos parece encerrar en lo posible el secreto de su poesía; la definición más clara de su acción, que brota más luminosa en poemas tales como “Noche insular: jardines invisibles”.

¿No se diría que aquí se manifiesta esa relación ya comentada prolijamente por Jesús Moreno Sanz entre las “ínsulas extrañas” y las “lámparas de fuego”? De los otros poetas origenistas, destaca, por ejemplo, de Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith y Fina García Marruz, “una función que diríamos de salvar el alma”. En Fina resalta “esa hazaña que es escribir sin romper el silencio, la quietud profunda del ser”. De Cintio, “La avidez y la sed (...) de la realidad perdida de un verdadero paraíso”. En Eliseo ve a la poesía “en función de la piedad”. En Smith, pitagóricamente, observa cómo su secreto “por no poder ser sino poesía, se hace música”. Es decir, toda una filosofía de lo sagrado. Y es muy significativo que evoque “el ancestral método de mis filósofos andaluces [7] que veo alentar en esta poesía cubana de la contra-angustia”. ¿Se referirá acaso a aquel “ver con el corazón” al que aludía en “Las catacumbas”?

Pudieran multiplicarse los ejemplos que demuestran el peso que tuvo su contacto con Cuba en su conformación y expresión de su razón poética, a través de la vivencia y revelación de lo sagrado, de un logos órfico, sumergido, y aun de su nuevo camino, su llamada “senda órfico-pitagórica”. No es casual que conciba y escriba en Cuba El hombre y lo divino, y muy especialmente su capítulo “La condenación aristotélica de los pitagóricos” ¿Queremos ver su pitagorismo en acción, encarnado en su singular visión, en su aceitosa percepción, desde la razón poética, también órfico-pitagórica, y tan nietzscheana por sus danzarinas y musicales relaciones? Aislemos este párrafo de su ensayo “Wifredo Lam”:

El mundo del trópico no es plástico, sino musical, órfico. La pintura de Lam ha sorprendido este secreto; sus cuadros tienen una distribución musical, rítmica; el espacio es el vacío que desplazan los cuerpos sutiles en su giro. No es un espacio preestablecido, sino ganado trozo a trozo; un error de milímetro haría caer el equilibrio de sus grandes composiciones. Porque es el número quien rige la danza. Si toda naturaleza tiene su matemática, la del trópico es la más precisa y delicada; en el trópico la luz encubre y la noche revela. Pintura nocturna más que luminosa me pareció siempre la de Lam. Mas la pintura, no lo olvidemos, nació en la noche de las cavernas; conjunto e invocación a las criaturas: para que se dejaran por un instante ver según número y figura



* Este Texto es el estudio preliminar que Jorge Luis Arcos realizó para la edición del volumen, Islas, de la colección, Verbum Mayor, Editorial Verbum, 2007, y que por su extensión publicamos en tres entregas. Agradezco a Yoyi Arcos su colaboración con Efory Atocha.

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[1] María Zambrano. La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit. Para la consulta de las cartas cruzadas entre M. Z. y José Lezama Lima hay una edición completa, publicada recientemente: Correspondencia entre José Lezama Lima y María Zambrano y entre María Zambrano y María Luisa Bautista. Edición de Javier Fornieles Ten. Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, 2006.

[2] El subrayado es mío.

[3] A lo que cabría añadir que la caudalosa emigración, mayoritariamente gallega, del siglo xx, participó también de esa fabulosa pedagogía, pues mucho cubano blanco se formó en su infancia a la vera de un aya que le trasmitía el mundo mágico gallego. Lo mismo sucedió con la emigración canaria, vazca, andaluza, asturiana, catalana, etc..

[4] María Zambrano. “La Cuba secreta”. Orígenes. La Habana, a. V (20): 3-9, 1948.

[5] Después, en Delirio y destino, también escrito en La Habana, expresará: “La verdadera historia (...) es en verdad prenatal, y para no inculcar a los padres inmediatos, diríamos mejor y más justamente, ancestral”. Sobre lo prenatal, puede consultarse el ensayo de Jesús Moreno Sanz “Insulas extrañas, lámparas de fuego (...)”, en Ob. cit.

[6] En un texto posterior, también publicado en La Habana, María Zambrano ofrece una muy clara interpretación de lo sagrado a la luz precisamente de la relación aquí entrevista entre los dioses y el Dios único. Me refiero al acápite II. El pensar entre lo sagrado y lo divino, de “Dos fragmentos acerca del pensar”. Orígenes. La Habana, 1956.

[7] El subrayado es mío.



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