jueves, 11 de octubre de 2007

"La Utopía Vacía. Intelectuales y Estado en Cuba".

Publicada en Austria, "Editorial Leykam, 2005", "La Utopía Vacía. Intelectuales y Estado en Cuba", aparecerá aquí, en Efory Atocha, por prima vez en castellano y por entregas diarias, íntegra. La Selección y la Nota de Presentación fue realizada por el escritor, Carlos A. Aguilera. En la antología aparecen trabajos de:

Carlos A. Aguilera Una cuestión de estadística.

. Rafael Rojas Cultura y poder en Cuba.

. Duanel Díaz Desventuras de la „conciencia crítica“ en la Cuba del „sí“.

. Jesús Jambrina Política del gasto: La Revolución cubana frente a los homosexuales.

. Victor Fowler Comunicación, comprensión, claridad. Olvidar los 60.

. Iván de la Nuez Del „Yo“ al „Nosotros“.

. Néstor Díaz de Villegas La puta pintada, o Warnung vor einer heiligen Nutte.

. Alessandra Molina Un mundo que va a existir.

. Ernesto Hernández Busto Recuerdos (cubanos) de una vida dañada.

. Rolando Sánchez Mejías La condición totalitaria.
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---------"La Utopía Vacía. Intelectuales y Estado en Cuba"
------------------------------(1ª Entrega.)

------------------"Una Cuestión de Estadística"

----------------Carlos A. Aguilera

Es posible aún una utopía? Una atlántida cómico-ética donde a determinadas representaciones ideológicas, que siempre estarán reprimiendo en nombre del “pueblo”, “la historia”, “laMasa”, se pueda anteponer cada cierto tiempo la pregunta por la Ley, ese espacio a medias entre el control-jurídico-de-algo y la verdad política?

Este libro, que grosso modo es sólo una mirada al “fuera de foco” cubano, intenta responder de alguna manera a esta pregunta.

Para esto, no sólo hemos convocado a diferentes ensayistas de más o menos la misma promoción, ésa que a finales de los ochenta fue abriéndose paso poco a poco dentro y fuera de la isla, con la cantidad de desfasajes y guerritas que trae implícita una cosa así; sino que para evitar repeticiones, a cada uno le ha sido otorgado un período de tiempo o tema específico. Tema y tiempo que quedan ya esbozados en el mismo título de algunos de estos ensayos: totalitarismo, homosexuales, años 60s..., y salvo pequeñas excepciones, se mueven bajo la lupa de la academia, del ensayo más formal y explícito.

La utopía vacía se abre con un texto de Rafael Rojas que funciona como una suerte de mapa duro sobre el desastre. El desastre que supone desarrollar un espacio-de-cultura en una sociedad de “baja intensidad” como la cubana, con garantías mínimas de sociedad civil/debate social nulo, y una maquinaria ideológica que opera todo el tiempo bajo estereotipos perversos, donde es asumido como traición cualquier intento de reflexión o apertura, y sólo es aceptado aquello que se acople al discurso de guerra “revolucionario”. Discurso con que el gobierno cubano modela desde hace ya cincuenta años el imaginario social en el país.

Le siguen de cerca Duanel Díaz y Victor Fowler. Sus ensayos, escritos dentro de la isla, analizan de manera cuidadosa el contexto intelectual latinoamericano de los años 60-70s, sus diferentes conflictos. En el caso de Díaz, haciendo más hincapié en la relación esquiza que construyeron algunas revistas: Lunes de Revolución, Casa de las Américas, Pensamiento crítico, etc., con el estado y la intelligentzia insular, reacoplada en este caso específico a la nueva realidad “de compromiso” en Cuba, e intentando un desmontaje de algunos de los microrrelatos que activaron el momento. En el caso de Fowler, con más atención en el cambio de paradigma poético que se opera para esta generación que publica sus libros más renombrados en los años sesenta, aunque muchos ya habían comenzado una década antes, y cómo los nuevos presupuestos ideológicos no sólo remodelaron al escritor cubano, su parapeto literario, sino el modo en que éstos comenzaron a pensarse a sí mismos: sujetos que construyen la historia.

No deberíamos olvidar que este período conocido también en occidente como de “luna de miel entre los intelectuales europeos y la Revolución”, produjo a ambos lados del atlántico textos risibles y falsamente críticos (aún los continúa produciendo). Un buen ejemplo sería En Cuba, del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, ampliamente publicado en España y Latinoamérica, donde la escasez, la masificación, el desastre económico-social de Castro es leído como una especie de nueva mística proletaria que tienen como contenido esencial educar a la humanidad, “limpiarla” de sus errores, y los tribunales de justicia revolucionaria, uno de los lugares desde donde se envió la orden de fusilamiento de unos cuantos miles a principios del carnaval político cubano, “una cosa griega y bíblica: (...) el pueblo de Atenas reunido en el ágora”. Nada menos.

Otro de los textos de esta antología que analiza el teatro del poder, su guiñol despótico, y la manera en que se va apropiando de todo para consolidarse es precisamente el de Alessandra Molina, al observar al estado cubano desde su “variable racista”, esa ortopedia que no deja entender-hablar al otro, y poner en claro cómo el discurso de clausura cubano anestesia hasta extremos ridículos las conexiones civiles más elementales, sin las cuales cualquier laboratorio social no sería más que eso, una suerte de Frankenstein inmóvil e irresoluto, mezcla de demagogia con ilusión-llevada-a-cero.

Pudiéramos pensar entonces a este mismo estado, que a su vez es el pueblo, el país, la tradición, el partido, el Padre..., como un espacio totalitario?

Creo que sí, y donde mejor se responde a esta pregunta es precisamente en los textos de Ernesto Hernández Busto y Rolando Sánchez Mejías al final de este libro. La destrucción de la vida privada, la vigilancia extrema y nacionalista, el hombre visto como un perro que se mordisquea a sí mismo hablan mejor sobre la ruina total que ha sido en los últimos decenios Cuba, que muchas teorías o explicaciones a posteriori que se conjeturen. Como escribía Nadiezhda Mandelstam, el horror no está precisamente en no poder hablar, sino en saber que todo lo que uno diga carece de resonancia, hueco negro... Y en este sentido estos dos ensayos consiguen diseccionar esta experiencia de vida, el infiernito, como lo llamaba pícaramente Virgilio Piñera.

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Otra de las cosas que hemos intentado, es que el lugar común que tiende a identificar espacio intelectual con „zona donde unicamente se mueven escritores“ quede, hasta donde es posible, abolido. Sería un error pensar ese "horizonte de relaciones" así (si es que algo así puede ser aún pensado), y como apunta en uno de sus ensayos el crítico de origen palestino Edward W. Said, el espacio intelectual es ante todo un conjunto de reflexiones a diferentes niveles que no sólo actúan sobre un fenómeno complejo u opinión, sino sobre el público que consume ese fenómeno: Jekyll y Mr. Hyde. Por lo tanto, no es sólo problema de escritores u otros profesionales, sino de todos aquellos que se colocan in medias res pública.

Territorio entonces que viene a completarse en esta antología con las coordenadas que traza Iván de la Nuez sobre el campo artes plásticas desde inicios de la Revolución hasta 1980, cuando miles de cubanos escaparon en lancha hacia Miami por el puerto de Mariel, y se abrió en el país un simulacro de diálogo con Estados Unidos. Simulacro que ha servido a la vez para que miles de cubanos puedan huir legalmente del país y activar una serie de tensiones y tirayjalas muy bien aprovechados por el discurso bélico cubano... A su vez, con las que traza Nestor Díaz de Villegas, al observar la producción del discurso „nacional-socialista“ en los años 70, su extensión irónica en el presente, desde dos momentos plásticos fundamentales: el óleo Todo lo que necesitas es amor de Flavio Garciandía, hecho a finales del decenio negro –para parodiar la mala frase de uno de los malos críticos de la isla–, y desde las instalaciones de Alexis Leyva (Kcho), el más emblemático plástico cubano de las últimas décadas, muchas veces incluso "favorecido" con la presencia en sus exposiciones de la nomenclatura oficial.

Visitas que por lo que demuestran libros como los de Reinaldo Arenas, Carlos Victoria, Padilla o Jorge Edwards, puede significar el hundimiento o la salvación en un país que se ha encargado históricamente de controlar al máximo la vida culturalprivada de sus conciudadanos, su “picazón” sexual, y llegó incluso en los años sesenta a extremos de campos de concentración y torturas psicológicas en hospitales u otros lugares habilitados politicamente para el asunto.

Será posible entonces, a estas alturas, creer en la posibilidad de una diferencia literaria en un lugar donde incluso “lo íntimo” va a tener un peso ideológico tan fuerte?

Si pensamos en la obra de Lezama, Piñera, Arenas y otros, que fueron borrados en los años 60-70s parece que sí. Más allá de que en el momento no pudieran publicar y sus nombres no pudieran ser inscritos públicamente, las posibilidades que tiene un discurso de ignorar y a veces burlar una coyuntura represiva determinada son infinitas, tal y como muestra Jesús Jambrina en su ensayo, al centrarse en la marginación que sufrieron (sufren) los homosexuales bajo la Revolución, esa suerte de martirio a lo San Sebastián aunque con mucha más caricatura, y la manera en que fueron levantando sotto vocce su obra.

Un buen ejemplo vendría a ser una vez más Virgilio Piñera, el cual más allá del congelamiento al que fue sometido no paró de escribir (sus cajas de inéditos son prueba más que fehaciente), y de afilar eso que en este ensayo se nombra como «estética del sin sentido», verdadera comedia trágica contra la ley y las bellas letras, por la que la «oscura cabeza negadora» sintió siempre rechazo, contra el archivo paranoico y lo cotidiano... Y como sabemos, en los países totalitarios lo cotidiano es «la muerte en vida» misma, ese ir hacia ninguna parte tan bien descrito por el autor de La carne de René en algunos de sus poemas.

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Otra de las cosas a subrayar, es que el concepto utopía tal y como se inscribe en este libro, remite exclusivamente a la utopía ideológica: ésa que el poder está obligado constantemente a inflar para sobrevivir, o a la intelectual, que por momentos cree tener alguna influencia sobre éste y juega a construir su propia “ficción de crimen” aliándose de las maneras más insólitas con el estado o discursos de turno. Nunca a la filosófica o literaria, tal y como acostumbramos a reconocerla comúnmente.

Entonces, si esta antología intenta responder alguna pregunta es sobre todo ésta: cómo fue que el espacio intelectual apoyó el espacio totalitario de la isla: esa mezcla de castración y teología propia de casi todos los países que en el siglo pasado impusieron el comunismo y, cómo, en vez de provocar la ruptura o el diálogo con el régimen despótico de Fidel Castro (diálogo que debido a la "experiencia democrática" que venía de tiempos anteriores no hubiera resultado imposible), propició exactamente lo contrario: la sumisión total, el neoesclavismo?

Interrogante que se puede ejemplificar a partir de la carta escrita contra Neruda y firmada por más de 100 intelectuales en el año 1966, cuando a raíz de una visita del escritor chileno a Estados Unidos la "dirección de la Revolución cubana" dió la orden de desprestigiar a todo movimiento de izquierda que no optase por la estrategia de la "lucha guerrillera", como ha reconocido años después Roberto Fernández Retamar; o la carta que hace un tiempo suscribieran otros 100 intelectuales apoyando el encarcelamiento de 75 disidentes (periodistas, poetas, bibliotecarios...) con penas máximas de hasta 28 años, y cuyo único delito fue –es– intentar pensar de manera diferente a como el estado ordena se piense políticamente en Cuba.

Política de guerra que no sólo ha generado los procesos anteriormente mencionados, con las consecuentes rupturas con Europa y sus cancelamientos de préstamos económicos, sino escándalos como el de Padilla –que justificó toda una década de represión en la isla– o campos de concentración como los de la UMAP, continuados a posteriori con otros nombres; el hundimiento del remolcador 13 de marzo con más de diez niños dentro o la instalación de cohetes nucleares en los años sesenta; censuras de revistas como Pensamiento crítico (1967-1971) o fugas suicidas y por momentos masivas del país. Para no hablar de los fusilamientos ordenados por el Che en La Cabaña, a los que habría que sumar los de Raúl Castro en Santiago de Cuba, o de la exportación del terror a lugares como Angola o latinoamérica, más conocidos internacionalmente.

Así que lector, de las tres variantes que más o menos se esbozan en estos ensayos:

- el espacio estado aplastando el espacio intelectual y silenciándolo de manera radical,

- el espacio estado infiltrándose en el espacio intelectual y creando allí un „foco“ que sólo permitirá (reproducirá) el habla ideológica,

- el espacio intelctual generando el espacio estado y asumiéndolo no sólo como nacionalismo sino como estética,

podrá escoger la que crea más convincente y desde allí intentar pensar "la vida pública cubana". Si a veces en vez de una variante funcionaran dos o tres en el mismo período de tiempo, no asuma como falsos estos paradigmas ni piense que algo en su cabeza no funciona. El espacio ideológico de la isla, allí donde estado-historia-intelectuales-revolución-neocolonia juegan su papel, es torcidamente complejo y muchas veces „perverso“. Así que paciencia... Como ya sabía el gran Stalin, la muerte de un hombre es una tragedia, la muerte de muchos hombres, sólo una cuestión de estadística.

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