jueves, 25 de octubre de 2007

"ARDORES". Un Inédito del libro: "ESCRITOS EN LA CAMELLA". de L. Santiago Méndez Alpízar / Chago.

-------------------------------ARDORES

---L. Santiago Méndez Alpízar / Chago

No sería igual. Ahora pesaría esa noche.
En el fondo, Él, intentaba encontrar, dejar de razonar un dolor que ni siquiera estaba seguro de sentir. Pero Él quería…
Caído como piedra en vida ajena, se explicaba en el sexo y fantaseaba con crear y producir eventos culturales.
Acaparaba espacios vitales, chupaba como una garrapata en las hendiduras, en los descosidos, allí donde se esconde por regla general lo que falta.
Roto. Incapaz de dar o recibir cariño, hacía hueco y pinchaba. Desgranaba las miserias con destreza. Sin asomo de piedad deshilaba lo que Él llamaba “la mondonguera” y se acomodaba donde la vida, vida al fin, había marcado su pellizco.
Él sabía donde duele.
Su cabeza funcionaba como un reloj. Tenía, por demás, la capacidad para adelantarse, saber lo que se estaba pensando. Eso, y una agilidad felina para sobrevivir.
Para renacer y engordar como un ceporro.

-----------------------------------II

Ella despertó sus lamentables sentimientos mejores. Ella sabía por Él, que nunca la amaría. Nunca.

----------------------------------III

Sentados en uno de los restaurantes de la familia de la Yoyi, los ojos pequeños e insignificantes, rellenos de venas finísimas, dilatadas por el alcohol y los cigarros le daban una profundidad miserable. Se sentía mal. Tenía acumulada una larga lista de decepciones.
Vivía en recuerdos que comenzaban a quedar distantes. Días felices remotos. Lo visibilizaba por fotos y aventuras, siempre contadas, a través de ausencias.
Vivía en sempiternos planes e intermitentes “alumbrones” que la llenaban de un efímero deseo, la convertían en carne fofa, estancada.
De pronto, bajo la presión de las palabras sus ojos se vaciaron definitivamente.
En esa tregua pasó vista a su vida, regresó de lleno al vacío.
Al mismo vacío donde se sancochaba.

----------------------------------IV

Salió dispará pal baño con el cigarro en la boca y una “apretasón” agobiante. Soltó un buche de quejidos y de mocos aderezados en humo. Meó. Largo meó.
“¿Quién cojones piensa qué es”? “Si fuera la mitad de listo de lo que dice ser no estaría con una mano atrás y otra también. No lo hubiera dejado su mujercita tirado como a una rata.
Siempre cuestionando y cuestionando y cuestionando y él…qué se piensa él?”

…mascullaba en su cabeza humeante, a la vez que se pasaba el papel higiénico por la raja y se detenía, otra vez, en la “perilla”


-----------------------------------V

La camarera trajo, por fin, los nachos con el guacamol y el resto de salsas.
Él se tragó la tercera Coronita y llegó a la conclusión de siempre: “esta cerveza es un timo: tienes que beberte cien”.


----------------------------------VI

Era lógico sentir el mogollón de dudas, la quemazón.
Sentir que en el fondo no constas. No cuentas. Estás solo.
En un desliz, con más soberbia que maldad, Él, se lo había dicho: “ya tú perdiste el juego
Eso le pesaba. La ponía en evidencia.
Esa conclusión pesaba mucho.


-----------------------------------VII

Todo estaba para entonces según se dispuso. Según se había logrado.
No le quedaban más rincones que los rincones mismos.
Quería borrar -como casi siempre- todo lo hablado. Casi todo lo vivido.
Como casi siempre es imposible.
Ella voló. Como las meigas. “Visiblemente invisible”.
A la vista de todos para menos te vean.
Hundió la nariz en los baños de los bajos fondos.
A vuelo de baja altura se encontró con la Garza.
Eran una pareja perfecta. Ellas dos y el resto.
Dos mujeres de cuarenta a las tres de la madrugada , con la nariz resuelta.


---------------------------------VIII

La Garza derramaba sus cualidades para pisar la mierda sin hundirse. Ponía énfasis.
Él, la llamó al móvil, Ella se sintió lastimosamente feliz de decirle: “tengo la necesidad de alguna vez volar. De irme. Reconozco que me excita lo desconocido… no te preocupes, en un rato nos vemos en casa”.

---------------------------------IX

Entre las cosas irresistibles había una en especial. La duda le calaba los poros, le entraba un picor en las axilas desesperante.
Sudaba, el picor, la irritación de “meter las uñas” lo mantenían en vilo. Con los sobacos sangrantes.
Apenas dormía.
Su sueño era malo hasta llegar con Ella.
Las manchas prietas alrededor de los ojos delataban la escasez de horas de siesta. Horas desiertas.


----------------------------------------X

A las siete y diez repitió la llamada.
Le hizo alguna pregunta y escuchó el sonido de las “cloacas”, el “graznar” de la Garza al fondo.
Le llegó el hedor de “los respiraderos de la Ciudad”.
Los conocía bien. A el olor y a la Garza.
Recibía el balbuceo de la voz desencajada que le decía…”sí, ya voy a casa. En diez minutos estoy”.

-----------------------------------------XI

Entró por el largo pasillo arrastrada a la pared. Hablaba con la Garza algo difícilmente entendible... “el plasta de tu chico, que es un plasta, tía…no te preocupes, llega cuando quieras”….
La miró con desprecio. Ella no podía.
Se despidió de la Garza en un balbuceo cómplice. Modeló una sonrisita ridícula.
Dejó caer el móvil sobre la mesa pequeña que sostiene el espejo. Los espejos son inoportunos.
“Esto: ¿te compensa? ¿Estás segura?”
Lo único que Ella podía hacer era intentar dormir las dos o tres horas que tenía antes de ir al trabajo.
Antes de volver a la rutina. A sus diez o doce horas en la barra de una taberna.
Lo que Él llamaba: “Universo Panceta”
Se quitó los vaqueros de siempre. Se metió en la cama envuelta en el edredón, en el arrebato.

---------------------------------------XII

Todo olía a alcohol, a humo de cigarrillos. Su cabeza misma era una llama humeante.
No razonaba por qué Ella se dejó acompañar por el “plasta” del tío que salía con la Garza.
Por qué se dejaba utilizar por una tía que Él había rechazado.
La duda entraba al cuerpo por las hendiduras de la piel...
Escuchó desde el salón las arqueadas arcadas, los chorritos de vómitos…disparejos.
Le preguntó si quería algo. Ella, “por favor, que mañana hablamos… ¿vale?”

---------------------------------------XIII

La farlopa y el alcohol la “machucaban” pero no tardó en abrir una cortina de ronquidos y prolongarlos.
Roncaba mucho.
Colocó la bala en el “Timbre”. La miró fijamente roncar. Esa misma boca ahora descompuesta, maloliente, boca que él besaba noche tras noche, era la boca por la que estaba esperando



-------------------------------------XIV

No fue lo que se suele decir un estruendo. No. Fue seco. Como un saco de agua se desplomó. La testa ensangrentada cayó sobre los muslos de Ella.
La bala abrió la nuca, le sacó un ojo que se pegó durante un rato en la pared.
Ahora sí que nada podía ser como antes. Ahora sí que daba igual.
…”venía de terminar con el plasta de mi chico”…”te dije que no me demoraba” “lo vi.”
…sollozaba la Garza, tiernamente asustada entre los pechos de Ella.

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Texto publicado aqui el 12/06/07

2 comentarios:

  1. Santa Maria Madre de Dios Ruega por Nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra Muerte. Amén.

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  2. FECHA DE ENTRADA 07/11/2007 11:35:00
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