lunes, 20 de junio de 2011

Yoss: "El día que murió Fidel Castro"

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------El día que murió Fidel Castro
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Por José Miguel Sánchez/ Yoss
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Amaneció soleado y caluroso. Normal en La Habana… pero este día tenía algo más. Algo diferente.

Sería el extraño silencio. O los tantos militares en las calles. Desde policías uniformados, hasta esos otros, que con sus guayaberas y pelo bien corto creen que nadie los reconoce como “segurosos”… incluso los más temidos, esos que de veras nadie sospecharía que trabajan para “el Aparato”.

También estaba suelto el zoológico de las Fuerzas Especiales: las Avispas con sus boinas negras; los Gallitos con las suyas grises, los de Técnica Canina con sus uniformes negros y sus pastores alemanes. Y los carritos Jíbaro todoterreno, armados hasta los dientes, circulaban con veloz histeria.

En parejas o tríos, ni agresivos ni prepotentes como de costumbre, sino expectantes, incluso nerviosos, disolvían cualquier posible reunión callejera con la tensa voz de “circulen, circulen”

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En vez de su programación habitual, la TV solo trasmitía imágenes de banderas cubanas ondeando al viento, mambises cargando al machete y guerrilleros en la Sierra Maestra.

Tras tantos años de Revolución interpretando los menores indicios con habilidad casi sibilina, la gente lo notó. Y empezó a especular. Porque, como buenos latinos, los cubanos no saben, no han sabido nunca ni jamás sabrán refrenar su fértil imaginación ante lo insólito.

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Algunos dedujeron la temida y esperada invasión norteamericana. Otros aventuraron el desembarco de un OVNI. Hubo quien, más realista o con hijos o parientes en el Servicio Militar, recordó que “los muchachos” ya llevaban casi una semana en alerta de combate sin poder salir de las Unidades...

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Se ataron cabos, y como los rumores corren veloces en Cuba, cuando al mediodía el locutor estrella del Noticiero Nacional de Televisión con su poblado y teñido mostacho anunció la “sensible pérdida”, “tras larga y dolorosa enfermedad”, ya toda la isla había adivinado que era lo más esperado, temido y deseado de los últimos años. Lo que algunos llamaban eufemísticamente “la solución biológica”.

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Tras años ¿retirado? de la escena política cubana, Fidel Castro Ruz había muerto.

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El revuelo internacional fue enorme, y por eso mismo explicable para muchos analistas la tranquila manera en que se acogió la noticia en Cuba. Más que con viril serenidad, con resignada indiferencia.

Mientras en Miami todo el exilio de línea dura vitoreaba, bebía champán y preparaba las maletas mil veces ya hechas y deshechas para un regreso más esperado que el de los hebreos a Tierra Santa, en Cuba apenas si salieron a las calles los cien o doscientos tercos e ilusos disidentes de siempre. Que, pese a sus carteles apropiadamente neutros de “Viva la democracia” y “Libertad”, fueron de inmediato puestos a buen recaudo, como tantas veces.

Los turistas y corresponsales extranjeros que esperaban multitudinarias manifestaciones de júbilo popular por el fin del tirano o de luto por el deceso del Gran Líder quedaron igualmente chasqueados. El General-Presidente era un viejo zorro demasiado astuto para permitir “espontáneas” concentraciones populares que, sin la magia discursiva de su hermano, podrían volverse incontrolables. Y el pueblo también prefirió permanecer prudentemente a la expectativa.

Claro, se decretó luto nacional por tres días: las banderas se pusieron a media asta y la radio y TV en pleno se enfrascaron en la minuciosa enumeración de todos los innumerables méritos militares, diplomáticos y hasta deportivos del Comandante fallecido, eludiendo cuidadosamente sus errores, casi igual de abundantes.

Raúl, sabiéndose en la precaria posición de quien cabalga a un tigre, hizo inmediatamente públicas sus intenciones de no eternizarse en un cargo para el que se reconocía inadecuado, por falta de carisma y apoyo popular, y anunció elecciones “abiertas” (o sea, más democráticas que “socialistas”, pero menos que “libres”) “en breve plazo” como subterfugio para ganar ti

El tiempo imprescindible para dar a los enviados de Barack Obama el visto bueno para discutir el cese del bloqueo o embargo, tema por meses congelado en la secreta mesa bilateral de negociaciones… y a la vez convocar a los altos cuadros del Partido, que sabía sus rivales, para constituir una “Junta de Salvación Nacional” o “Comité de Crisis” respondiendo a la consigna de “basta de autoengaños optimistas, afrontemos los problemas”.

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Porque, tras poco más de medio siglo de discursos triunfalistas del Comandante recién fallecido, no había manera de seguir ocultando el caos que amenazaba a Cuba: la economía había dejado de ser agrícola sin lograr convertirse en turística; las antes espléndidas educación y salud pública gratuitas ya no eran ni su propia sombra, por culpa de la exportación de médicos y el bajo nivel pedagógico de los “maestros emergentes”. La moneda seguía devaluada, pese a mil tretas con el cambio… y sobre todo, desilusionados del gran sueño colectivo, los cubanos se habían concentrado en la realización de sus aspiraciones individuales: abandonando el país en balsa o por matrimonios con extranjeros, ya fuera prostituyéndose o negociando de mil modos, todos ilegales, dentro de sus fronteras.

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La crisis popular podía demorar meses o años, pero parecía inevitable. El menor de los Castro estaba tan consciente de esto como ciego a propósito había optado hasta el final por estarlo su hermano muerto. Sabía que ni todo el petróleo de Chávez ni todo el turismo extranjero serían sino paliativos del desastre… y ansioso por pasarle a otros la “papa caliente” de solucionarlo, abandonando lo antes posible aquel incómodo trono al rojo… con la cabeza sobre los hombros, preferiblemente.

¿Y el pueblo? Bien, gracias. Los que habían leído al italiano Lampedusa y su Gatopardo tal vez recordaron la cínica máxima del príncipe Fabrizio “todo debe cambiar para que todo siga igual”. El resto, probablemente se remitió al refrán popular “el mismo perro con diferente collar”. O incluso al de “salir de Guatemala y caer en Guatepeor”. Fidel estaba muerto, sí… y ahora las cosas tendrían que cambiar algo… pero, no había que hacerse ilusiones, sino mirar al ejemplo de Rusia: muy probablemente, para peor.

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JMS/ Yoss en Efory Atocha, Aquí
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Imágenes tomadas de la Web.
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