miércoles, 15 de junio de 2011

Margarita Vélez Verbel: poemas

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Tres poemas (inéditos) de Margarita Vélez Verbel
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La casita de la pradera

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Las palabras no alcanzan,

ni siquiera las lágrimas porque

las cicatrices estarán siempre.

Y no basta siquiera golpear los puños contra las paredes,

morder violentamente alguna cosa por aquella inocencia perdida

cuando descubriste a los siete años que tu suerte a nadie le importaba.

Cuando te descubriste cordero entre los lobos,

rosa entre los cactus.

Y viste a tu madre guardarse sus lágrimas ante otro golpe de tu padre y darte de servir las sopas, con las que envenenaba tu espíritu, con las que te envilecía con su resignación

Y viste su silencio, y viste su eterna espera y otro cigarrillo para matar la desesperanza.

Qué te quedo de todo ello.

Qué grito o que puño levantado

Ante tanta infamia en aquellas horas terribles

El eterno rumiar en el lavadero y la sangre que se te agitaba entre las venas

Y tu corazón que se quería estallar lleno de ira y desolación

De nuevo, luego el silencio impuesto

La dignidad vendida por un par de zapatos, por una porción amarga de comida que te largaba tu padre. Aquella no era la Casita en la Pradera , ni mi padre era charles Ingalls, aunque yo soñara ante el televisor de mi vecina que ese era mi padre y que un día por fin llegaría a esa casa soñada.

Pero, mi padre era el machista, era el godo, era el católico, era el violento, era el homófobico de la misa de domingo, que daba vivas a Laureano Gómez, y que creía que golpear a las mujeres y a los niños era como espantarse las moscas del cuerpo. El borracho que vociferaba en el patio : Todas las mujeres son putas menos mi madre, soy un Vélez Duque, dos apellidos nobles. El que se sentaba pacientemente luego de lanzarnos a la calle a medio vestir y podía escuchar las noticias tranquilamente en su radio sin que remordimiento alguno le asaltara con una cara de cardenal a punto de ser elegido papa.

Qué extraño sortilegio nos deja en la vida en las manos menos adecuadas, entre los seres que nos son menos cercanos y atacan nuestro ser.

Dónde está esa casa en la pradera tan lejana y tan cercana en mi fantasía de niña, en donde está mi Charles Ingalls el padre amoroso y justo que tanto pedí en las noches solitarias en que dolorosamente descubrí mi soledad, mi orfandad. En dónde está mi casa, mi yo. Mi niñez truncada.

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Canto
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Ya he contado

Y he sido

He escuchado la melodía que alguien tocaba internamente

He estado en el instante en que alguien ha llorado, o se ha conmovido hasta la médula

Ya he sido con los demás un solo cuerpo, un solo latido

Ya he cantado como los pájaros y crecido como la hierba

En el silencio de la noche y con la luna

Ya he estado

A la intemperie y el rocío

A la noche y el ruido

Pequeña y trémula

Grande en mi centro

Fuerte como Atila

Grande como Átlas

En el ruido y las voces

En el hambre y el miedo.

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Un día
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Habría de llegar un día a quebrar ventanas

Habría que llegar un día a patear puertas

Habría que llegar un día a gritar con furia

Para que nos oigan

Habría que llegar un día a escupir los rostros

Habría que llegar un día a dejar de andar de lame-culos-parados en los pórticos recibiendo limosnas, el desdén, la absoluta indiferencia de los que pasan y nos pisotean con sus sotanas, con sus aguas benditas, con sus manuales de urbanidad, con la plata que nos roban del erario público.

Habrá un día que coger un fusil y empezar a disparar

Para que no nos sigan pasando el plato de comida por las narices y no nos den a probar

Para que dejen de tirarnos lo que les sobra como a los perros

Habría de llegar un día de absoluta rebeldía ante tanto yugo

Habrá de llegar un día en que el hambre nos haga lúcidos

En que las patadas que hemos recibido nos pongan los riñones de piedra

Habrá de llegar un día en que cada hombre, cada mujer, cada niño o niña se atrincheren detrás de cada pórtico y reclamen su pan y su techo y no los calle el miedo

Habrá de haber un día para devolver la bofetada y el hambre

Para colgar del palo más alto o guillotinar a cada María Antonieta a todo aquel que nos trató como a un paría. El que se robó nuestra dignidad y nuestra esperanza.

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MVVerbel en Efory Atocha, Aquí
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