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Tres poemas (inéditos) de Margarita Vélez Verbel
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La casita de la pradera
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Las palabras no alcanzan,
ni siquiera las lágrimas porque
las cicatrices estarán siempre.
Y no basta siquiera golpear los puños contra las paredes,
morder violentamente alguna cosa por aquella inocencia perdida
cuando descubriste a los siete años que tu suerte a nadie le importaba.
Cuando te descubriste cordero entre los lobos,
rosa entre los cactus.
Y viste a tu madre guardarse sus lágrimas ante otro golpe de tu padre y darte de servir las sopas, con las que envenenaba tu espíritu, con las que te envilecía con su resignación
Y viste su silencio, y viste su eterna espera y otro cigarrillo para matar la desesperanza.
Qué te quedo de todo ello.
Qué grito o que puño levantado
Ante tanta infamia en aquellas horas terribles
El eterno rumiar en el lavadero y la sangre que se te agitaba entre las venas
Y tu corazón que se quería estallar lleno de ira y desolación
De nuevo, luego el silencio impuesto
La dignidad vendida por un par de zapatos, por una porción amarga de comida que te largaba tu padre. Aquella no era la Casita en la Pradera , ni mi padre era charles Ingalls, aunque yo soñara ante el televisor de mi vecina que ese era mi padre y que un día por fin llegaría a esa casa soñada.
Pero, mi padre era el machista, era el godo, era el católico, era el violento, era el homófobico de la misa de domingo, que daba vivas a Laureano Gómez, y que creía que golpear a las mujeres y a los niños era como espantarse las moscas del cuerpo. El borracho que vociferaba en el patio : Todas las mujeres son putas menos mi madre, soy un Vélez Duque, dos apellidos nobles. El que se sentaba pacientemente luego de lanzarnos a la calle a medio vestir y podía escuchar las noticias tranquilamente en su radio sin que remordimiento alguno le asaltara con una cara de cardenal a punto de ser elegido papa.
Qué extraño sortilegio nos deja en la vida en las manos menos adecuadas, entre los seres que nos son menos cercanos y atacan nuestro ser.
Dónde está esa casa en la pradera tan lejana y tan cercana en mi fantasía de niña, en donde está mi Charles Ingalls el padre amoroso y justo que tanto pedí en las noches solitarias en que dolorosamente descubrí mi soledad, mi orfandad. En dónde está mi casa, mi yo. Mi niñez truncada.
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Canto
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Ya he contado
Y he sido
He escuchado la melodía que alguien tocaba internamente
He estado en el instante en que alguien ha llorado, o se ha conmovido hasta la médula
Ya he sido con los demás un solo cuerpo, un solo latido
Ya he cantado como los pájaros y crecido como la hierba
En el silencio de la noche y con la luna
Ya he estado
A la intemperie y el rocío
A la noche y el ruido
Pequeña y trémula
Grande en mi centro
Fuerte como Atila
Grande como Átlas
En el ruido y las voces
En el hambre y el miedo.
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Un día
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Habría de llegar un día a quebrar ventanas
Habría que llegar un día a patear puertas
Habría que llegar un día a gritar con furia
Para que nos oigan
Habría que llegar un día a escupir los rostros
Habría que llegar un día a dejar de andar de lame-culos-parados en los pórticos recibiendo limosnas, el desdén, la absoluta indiferencia de los que pasan y nos pisotean con sus sotanas, con sus aguas benditas, con sus manuales de urbanidad, con la plata que nos roban del erario público.
Habrá un día que coger un fusil y empezar a disparar
Para que no nos sigan pasando el plato de comida por las narices y no nos den a probar
Para que dejen de tirarnos lo que les sobra como a los perros
Habría de llegar un día de absoluta rebeldía ante tanto yugo
Habrá de llegar un día en que el hambre nos haga lúcidos
En que las patadas que hemos recibido nos pongan los riñones de piedra
Habrá de llegar un día en que cada hombre, cada mujer, cada niño o niña se atrincheren detrás de cada pórtico y reclamen su pan y su techo y no los calle el miedo
Habrá de haber un día para devolver la bofetada y el hambre
Para colgar del palo más alto o guillotinar a cada María Antonieta a todo aquel que nos trató como a un paría. El que se robó nuestra dignidad y nuestra esperanza.
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MVVerbel en Efory Atocha, Aquí
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muy buena su poesia!!gracias.
ResponderEliminarDolorosa y trágica esta poeta de la desolación. Alberto Lauro
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