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Tres poemas (inéditos) de Camilo Venegas
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LUJO
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Ya no voy a ser todas las cosas que quise de niño.
No se me ocurrirán palabras
ni sueños
ni nada
que otros no hayan dicho antes
con mayor elegancia, con increíble soltura.
Pocas nociones cambiarán a mí alrededor.
No zanjaré ni siquiera aquellos malentendidos
que me figuraba simples,
casi resueltos.
Cuando creí ver un río crecido, era una nube
que alguien describió como un narval
hundido en el océano del horizonte.
Ese error de cálculo es la suma de muchos otros.
Por eso creo que sería demasiado dichoso
si consigo llegar a la vejez
lúcido y solvente,
con lo indispensable para no ser una carga.
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Siempre he sido el trueno de lejanos relámpagos,
el eco de las voces que lo definieron todo,
el inquilino adeudado
que esperaba por el niño que quiso ser
el hombre que no soy,
el impostor que se da el lujo de envejecer en mi ausencia.
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EN UN BARRANCO CERCA DE TURÍN
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Del lado de allá del barranco unos niños jugaban.
Caminó por el filo de hierbas,
sin quitarle los ojos al río y al abismo,
aquel precipicio que tantas veces describió
en lugares tan distantes.
Sacó un cuchillo y,
siguiendo los pasos del rito Seppuku
(que había estudiado para ponerle fin
a uno de sus personajes), se sacó las entrañas.
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Ese día, en el Valle di San Martino,
cerca de Turín,
corrió la noticia de que un loco,
hincado de rodillas,
se había quitado la vida como un samurái.
Poco después la crónica le dio la vuelta al mundo.
Entonces, ya no se habló más del orate,
sino de feroces combates en la Malasia y el Caribe,
de aventuras en Cartago, la India, Siberia y el Ártico.
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Aquellos niños, los del lado de allá del barranco,
se batían como tigres junto a Sandokán y Yáñez,
uno decía llamarse Tremal-Naik
y el otro alardeaba la fuerza de Kammamuri.
Eso creyó oír Emilio Salgari cuando se abrió la camisa.
Poco antes había roto su pluma,
no sin antes pedirle a sus editores
(esos que se habían enriquecido con su piel)
que cubrieran los gastos del funeral.
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EL VERANO
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El verano es eso que sueles llevar puesto
cuando estás completamente desnuda.
Recuerda que era muy tarde en la noche
y que John Wayne iba a todo galope
por el gris definitivo que cubría el desierto.
El agua de junio golpeaba en los cristales
y tú te habías llenado de talco hasta el pelo.
Como un fantasma cruzaste por la pantalla,
justo cuando aparecía en primer plano
el rostro del hombre
que en verdad mató a Liberty Valance.
Los disparos retumbaban contras las paredes
de la habitación oscura y caliente.
Entonces fue que trataste de salir del verano,
pero ya era parte de tu piel
y tuvimos que dormir a su lado toda la noche.
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-Otras colaboraciones de CVenegas en Efory Atocha, Aquí.
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Coordina el blog, El Fogonero. Imagen tomada de la Web.
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Ese guajiro escribe como le da la gana, hermosos versos. Me gusta que Efory está al duro y sin guante, que publica siempre post para disfrutarlos. Y que no me jodan que son elogios, lo bueno es lo bueno y se dice en alta voz que ya de hojarasca sobran los caminos. Venegas gracias mijo.
ResponderEliminarEste muchacho tiene y cuando hay, hay.
ResponderEliminarBuenisima la seleccion, gracias Chago.
Sigue asi fogonero, metiendo leña!!!
(Te debo la lectura de las cartas, pero no he podido sentarme con tranquilidad.)
abrazos a los dos, extensivos a JuanCarlos.
Fuerte abrazo para ambos: gracias a Camilo por sus poemas y ustedes por pasar.
ResponderEliminarRecuerdo los primeros poemas que leí de Camilito en aquella antología: De transparencia en trasparencia ( o algo así) y me encantaron esos versos luminosos, muy bien sostenidos por la palabra y la imagen exacta, empujados por esa música que tan bien le sale al poeta. Es un lujo. Gracias, Chaguito. Gracias Camilo. Señal que avanzamos.
ResponderEliminarA ti Carlitos, por pasar, comentar; todos los méritos del poeta.
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