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Cartas a Alberto Lauro: correspondencia (inédita) de Dulce Maria Loynaz
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La Habana, 14 de Octubre de 1981.
A Alberto Lauro Pino:
Estimado joven:
(Joven porque Ud. lo dice, y estimado porque empiezo a estimarlo por su tenacidad. Es cualidad que hubiera querido tener y no tengo.)
He recibido su última carta certificada y le diré que he recibido también todas las otras que ha tenido a bien enviarme, incluso un librito o folletito cuya graciosa factura casera admiré. La factura nada más. [1]
Y si no he contestado antes sus misivas ha sido porque a más de la tenacidad observo en Ud. cierto ímpetu de carácter que no va nada con el mío.
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La gente joven de ahora suele ser algo atrevida, muy segura de sus pasos y muy dispuesta a darlos, y yo confieso que tal condición me mueve un poco a evitarla.
Mi esposo, [2] muy conocedor del mundo, cuando ya estaba para morir me dijo que no recibiera a los jóvenes, que ellos venían a verme como a la mona del zoológico. No he olvidado el consejo y procuro seguirlo.
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A pesar de eso, no he podido librarme de alguno de ellos [3] y presumo que Ud. desoyendo las cosas desagradables que le digo, no va a desistir de su propósito.
Si es así, debo advertirle que mi casa no tiene ningún jardín para pasearme en él a la caída de la tarde (sin duda estaba Ud. evocando el jardín de Bárbara [4] ya tan lejano, hoy reducido a basurero); que yo no soy más que una anciana irascible y que no concibo más besos que los amorosos, para los cuales desgraciadamente ya no estoy apta.
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Ahora Ud. tiene derecho a preguntarme por qué estoy contestando esta carta suya cuando en iguales circunstancias no contesté las anteriores, y se lo voy a decir: Porque en esta Ud. me nombra a dos personas caras a mi recuerdo: mi hermano Enrique [5] y mi amigo el Dr. Morales Gómez. [6]
Con esos dos nombres ha abierto Ud. una puerta casi siempre cerrada. Y ahora solo le pido que si vuelve a escribir no lo haga por favor bajo entrega certificada: carezco de servicio doméstico, perdí el portero de mi casa junto a otras cosas igualmente importantes y no puedo pasar lo que me resta de vida atenta al silbato del cartero.
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Ah, y no me pida opinión sobre sus versos. Aunque no me preocupa mucho caer pesada, la experiencia me enseña que no hay modo más seguro que conseguirlo que ponerse a juzgar honradamente la obra de un poeta moderno. Y si ya soy pesada por mí misma, ¿qué necesidad tengo de aumentar mi pesadez?
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Y si teniendo en cuenta todo lo que le digo, todavía desea Ud. visitarme,
no me quedará más remedio que recibirle en cita y hora previamente convenidos. Por lo menos verá Ud. que soy sincera, lo cual es una rareza en los tiempos que corren.
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No terminaré sin añadir que su definición sobre la poesía de Enrique, me pareció certera y original [7]. A él le hubiera gustado.
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Le saluda. Dulce María Loynaz.
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La Habana, Nov. 7 – 82
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Joven y estimado Alberto Lauro:
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En mis manos sus líneas y la bella imagen de la Flora del Hermitage. ¿Es que estuvo Ud. en Rusia? [17] Su silencio ha sido bastante largo para suponerlo, pero por otra parte me dice que ha sufrido una operación que le obliga a llevar –es de suponer que por un tiempo- una máscara de yeso semejante a la del legendario gemelo de Luis XIV. [18]
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Aunque las noticias no han sido muy gratas, de todos modos me alegra saber de Ud. y de sus románticas manías persiguiendo las hojas secas de la casa de Bárbara... [19]
Yo estoy muy agobiada de trabajo y apenas tengo tiempo para contestar mi correspondencia: la Academia [20] está pesando bastante sobre mí; quién iba a pensarlo, tan desarbolada como está; pero empiezo a pensar que seré yo sola a sostenerla.
Mi hermana Flor [21] corresponde a sus recuerdos con los suyos muy cordiales. Ella no está nada bien; tiene problemas serios de vista que me preocupan más de lo que le dejo saber.
Angelina [22] y Peggy [23] también me encargaron sus saludos; aquí estamos las cuatro damas de la casa, prisioneras de la lluvia; de la lluvia y de las memorias de otros días que ni la lluvia ni los años han podido borrar.
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Que le quiten pronto esa horrible máscara para que vuelva a ser Ud. mismo; para que logre rescatarse de enfermedades y de médicos.
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Sinceramente se lo desea
------------------------Dulce María Loynaz.
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En la imagen superior Dulce Maria Loynaz y Alberto Lauro. Propiedad de ALauro.
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¿Y por qué no las editan en un libro?
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