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"Una caja repleta de destinos errados"
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Por Félix Luis Viera
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L. Santiago Méndez Alpízar, llamado Chago, es uno de los dos millones y tantos de cubanos que se hallan dispersos por el mundo, sólo que Chago tiene en su contra, diríamos, ser poeta de nacimiento. ¿Por qué en su contra? Pues ya lo sabemos: el poeta es el hijo de la diosa terca, el que quiere buscarle la quinta pata a la mesa, el que se consterna cuando un granizo mata un gorrión, cuando un hombre poderoso dobla el codo y un mendigo cae hecho micras.
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Tiene Chago otra característica poco común entre los exiliados cubanos, o al menos entre los exiliados intelectuales: nació y se crió en San Juan de los Remedios, una pequeña villa del centro de la isla de Cuba, donde con cuatro gritos dados desde un extremo del pueblo, nos escucha quien andamos buscando, que se encuentra en el otro extremo. Imaginen que alguien proveniente de sitio semejante haya sido escogido por las circunstancias para dar el salto hacia Madrid. Dura batalla interior y contra el “exterior”.
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Desde Madrid nos llega el cuarto poemario de Chago –publicado por Efory Atocha Ediciones–: Bagazo (poemas iberos), breve, pero rotundo haz de poemas que nos encentran por el mismo medio –del corazón acaso– y otra reafirmación de que es muy difícil encontrar una obra literaria que, en algún modo, no sea subversiva; otra muestra de que el poeta existe en la tierra para ver lo que no ven otros ojos; de que el poeta –ese tipo que en la actualidad está preterido, dicen, por “el avance de la civilización”– no va a claudicar jamás y, de seguro, su palabra, por diferentes vías, llegará al más común de los mortales, aunque éste no haya leído sus versos y ni siquiera sepa de la existencia de quien los escribió.
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Me pregunto qué dirán los críticos científicos de un poemario como éste, en qué movimiento podrían encasillarlo, cuál su periodización. En mi humilde opinión Chago utiliza –o es utilizado más bien– por no pocos de los recursos poéticos del presente. Al menos yo, no me atrevería afirmar que el libro va en el cajón del coloquialismo o de la “nueva lírica” o del intimismo. Hay, creo, de todo.
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El verso corto, y cortado, que deja en vilo esa otra porción de la expresión, que debe agregar el lector, es uno de los aspectos que más me han hecho disfrutar la lectura de Bagazo (RAE: 1. loc. verb. coloq. Cuba. Tenerlo en poca consideración) que, como era de esperar -con una carga de sugerencia que resulta otro de los factores que enaltece al poemario–, se mete por varios de las locaciones, diríamos icónicas, de Madrid, y en ocasiones por otros rumbos de España, vistas por una pupila que, casi siempre, se rebela, hostiga y no pocas veces llora, mas no con amargura, sino con el estoicismo del que no tiene marcha atrás: éste es el castillo, estoy en él y ante él no me inclino, ni tampoco lo evado, parecen decirnos algunos de los textos de Bagazo. Sirvan de ejemplos “Otras postales Madrid Centro”, V, Plaza de Cibeles… o “Sin perder la perspectiva (meo en monumento al héroe que fue a la lucha).
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Chago es un poeta que no se deja ganar por la emoción, o al menos eso quiere hacernos creer. Así, en los textos de evocación, los que trasladan su haberes a la tierra natal, al amigo muerto allá (“Pequeño poema a mi Amigo Pardo, de Camajuaní” es, en mi opinión, uno de los mejores del libro) más bien reflexiona alejándose todo lo posible de la nostalgia, aunque uno la sienta, a la nostalgia, en los espacios vacíos de la página. Pienso que esta suerte de credo poético asoma casi todo su corpus en el formidable “Razones”, poema-proclama donde Méndez Alpízar se luce resumiendo, contraponiendo lo resumido de modo que nos deja una interrogante para la que tendríamos varias respuestas, y varias preguntas.
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El fragmento de verso que tomé para titular estas líneas, una caja repleta de destinos errados, del poema V, creo que sirve para definir en buena medida el poemario todo, su universo, quiero decir.
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No creo que a Bagazo lo ayuden la ausencia del signo de interrogación al inicio de la frase, ni la utilización excesiva de la barra para pausar ciertos versos ni la incorporación de frases coloquiales –que por lo general atribulan al ritmo del verso–; leí los poemas sin estos recursos gráficos y me resultaron gratuitos –esos recurso gráficos, digo. Pero bueno, ya lo dice Chago en uno de los poemas del cuaderno: Aquella otra estupidez de insistir en lo perfecto.
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Texto publicado anteriormente, Aquí.
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Aunque ya lo había leído, segundas lecturas "son mejores". Por esta forma tan buena de acercarnos a tu libro que logra Viera, y por el contenido de Bagazo, que lo provoca.
ResponderEliminarJuan C Recio
Muy buen acercamiento a tus versos, Chago, me alegro que siga acompañando destinos.
ResponderEliminarabrazos