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Tres poemas (inéditos) de Carlos Pintado
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ROMA (ii)
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Él alzaba la mano y yo quería ser la mano,
o el vacío que su mano dejaba.
Más allá estaba el mundo,
las islas de lo imposible.
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Él hablaba y yo era la palabra
que él iba a decir cuando sus labios callaban.
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Él paseaba desnudo por el cuarto
y yo era el hambre misma mirándolo con ojos de hambre,
con ojos de bestia endemoniada.
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Rozábale la luz a ratos, tímidamente,
y yo era la luz
de una lámpara a punto de apagarse.
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PREDICCIONES
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Pueden pasar los años sin la breve costumbre
con que hilvanan las horas
los ciegos tejedores.
Pueden soplar el cuerno de la abundancia
seguros de que allí aguardará la bestia
con su hambre y desidia.
Un hombre marcará tu rostro,
tatuará tu soledad con un gesto leve
como quien alza una hoja mojada
del fondo misterioso de algún lago.
He creído en tu nombre y en la palabra
que empañaría los espejos.
He creído en los espejos y en la mano
que iguala tu gesto con mi gesto,
tu mano con mi mano, tu pecho con mi pecho.
Pueden pasar por el sueño de la fiera, la carne inasible de los hombres,
y en todos habrá un hueco donde quemar la noche,
una espalda a la que abrazar
cuando llegue el instante de mostrarnos las manos,
la cal de las manos revelándonos
la culpa de los astros.
A qué pensar en las ventanas
si el salto es siempre un viaje a lo imposible.
Una puerta no se abrirá. Ningún cuerpo
es la casa en donde quedarnos.
Nadie dirá éste es el mundo, éstas las casas
donde se ovilla lento el perro del silencio.
Camino de ningún lugar, la nada irá moldeándonos
sus mejores figurillas.
Aquí está la soledad inexplicable de los pájaros,
la sangre que al verterse no suda en los vitrales.
Hemos velado con descuido el fuego de las piras,
la carne chamuscada ha creado su siluetas de miedo,
el silencio nos ha empujado, lento, con sus manos de hierro.
Ciudad o sueño, hemos dicho. Cuerpo, máscara, hemos dicho,
pero faltaba la tranquilidad de un parque
o el despertar mirando la espalda soñada;
faltaba la certeza de un amor, el espasmo
incandescente de una luz impropia;
faltaba el rostro que queda cuando ya no hay rostro,
el cuerpo al desnudo cuando ya no hay cuerpo;
Ciudad o sueño, ¿a qué puede parecernos este vivir
junto a la fiera, alimentarla con esa paciencia
de reo, como si más allá no existiera nadie,
como si más allá fuera sólo el mundo
volviéndonos la espalda?
Ciudad o sueño, pero qué ciudad o qué sueño.
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SUITE PARA BACH
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Ardo en la llama. Ardo. Sin otra permanencia.
Cuando el mudable fuego va trenzando sus bordes,
y una máscara sangra hasta el delirio.
Cuando de nada sirven las lesiones del sueño,
y una copa de vino alzada a nuestro nombre
no es sino una mentira, un ascenso a la sombra,
o al hilillo de sangre que fantasmal dibuja
el rostro de mi miedo en otro rostro insomne.
Cuando al soñar la fruta no vemos sino al árbol,
sus ramas levitando en el fugaz espejo.
Cuando de poco sirven las sagradas familias,
o el ojo de la fiera cercándonos despacio.
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Otras colaboraciones de CPintado en Efory Atocha, Aquí.
Foto tomada de la Web.
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Otra muestra excelente de este poeta. Gracias Efory por seguir brindando de todo y bueno. Saludos mil
ResponderEliminarque bueno y buenote esta este chiquillo y esa foto es una provocacion "poetica", con todo respeto a lo que admiro.
ResponderEliminargracias Chago.