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Fragmento de: "Ultima rumba en La Habana"
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Por Fernándo Velázquez Medina
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En Etiopía fue distinto. Los mulatos etíopes se fajan con el pinto de la paloma; y los somalos igual. Tremenda guerra, en medio de la arena, como en las películas inglesas sobre los comandos y las ratas del desierto y el Afrika Korps. Nosotros creíamos estar en una fiesta mientras abríamos trincheras. Figúrate, teníamos como seiscientos tanques de guerra, lanzacohetes múltiples, cañones de ciento treinta. ¡Qué clase de jodienda se armó! De noche se iluminaba el cielo con el resplandor de los cañonazos: los animales salvajes, los guepardos, parecidos a los leopardos pero corren más, los guepardos huían de nosotros, igual las hienas, los animalitos, todos estaban aterrorizados. Hasta los pájaros; los buitres no, esos estaban contentos, gordos, limpiando muertos y más muertos, parecían guanajos rellenos. Y todo por un pedazo grande de desierto que, oí, tenía petróleo.
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El carro llega hasta la encrucijada de la Virgen del camino, enfila la calzada de Luyanó, pasa la línea del tren, toda esa zona de fabriquitas desarboladas por la industrialización que nunca llegó. Triste lugar ese, paredes despintadas por siempre, aceras polvorientas, un riachuelo sucio y leproso zigzaguea por los patios y a veces, asoma el hediondo rostro bajo un puente de la Avenida.
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A mí me gusta más Angola, prosigue, los bosques son de miedo, llenos de monos- tú no has comido mono asado, ¿verdad?- gorilas que se llevan a las mujeres cuando se quedan sin hembras, leones, leopardos, hienas, serpientes, arañas, alacranes del tamaño de un zapato, gusanos inmensos metidos dentro de la tierra fangosa de los ríos. Una vez, en Cuando Cubango, mi tropa de choque llegó a un río, nosotros llevábamos como una semana sin bañarnos; pues llegamos al río ese y nos dieron orden de descansar para que los químicos pudieran filtrar y potabilizar el agua con unas pastillas y unos equipos raros. Alguna gente se fue a bañar al río, parecía tranquilo todo. Pusimos dos escuadras de posta, con ametralladoras pesadas y morteros apuntando al otro lado. No pasó nada; bueno, uno salió lleno de sanguijuelas, pero porque se metió en una zona lodosa. Todo en calma. Más tarde los exploradores cruzaron el brazo de agua -parecía una pierna, no un brazo- y encontraron los cadáveres de otros cubanos en la misma orilla. Había cigarros acabados de apagar y huellas y la madre de los tomates. Nos estuvieron mirando todo el tiempo y mataron a los prisioneros, supongo que les cortaron primero la lengua para que no los oyéramos, se comieron partes crudas: el corazón, los riñones, los testículos. No eran Unitas, gente de Savimbi. Eran antropófagos de la selva, caníbales como en las películas de Tarzán. Y esos tipos iban a las aldeas más adelantadas para comerciar con nuestra tropa. Es más, algunos estudiaron en Moscú en la Universidad Patrice Lumumba, hablaban ruso, leían marxismo...y se comían los cojones de los compañeros cubanos para ser más valientes. Hasta los ojos azules se los comían, tratando de que sus hijos salieran así.
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No te podías descuidar, de eso nada. Recuerdo el olor de ese río, las mariposa
s de allá, del tamaño de un pájaro, dando vueltas. ¿Te imaginas? llenas de colores, revoloteando por encima de nosotros, una pila de hombres encueros - tú conoces mis gustos, pensarás que estaba en Francia, pero de eso nada, estaba cagado del miedo- y la selva casi en silencio, no se oía ni un ruido. Nos estaban cazando, mirando y si no atacaron fue, digo yo, porque éramos muchos y el Coronel sabía más de lo que le enseñaron. Figúrate, estuvo en Afaganistán ¿se dice así? aprendiendo con los rusos y por eso puso como veinte guardias con lanzacohetes y ametralladoras pesadas mirando para la otra orilla y los tipos se quedaron sin banquete. Se olían cantidad de olores ricos, como a melado y el calor te mataba y los mosquitos y las moscas infectadas esas y las mariposas, los escarabajos. ¿Tú sabías que existen mariposas venenosas? Oye, aquello era un infierno. Yo me acuerdo, ahí en medio del agua, me acordé de los cocodrilos de la ciénaga de Zapata, que nunca los había visto. ¿Qué te parece? nunca he ido a la Ciénaga y de pronto estoy en un río lleno de lagartijas de esas, con sanguijuelas, monos escrutando en silencio desde las matas del mato grosso, unas matas altísimas y con una tribu de caníbales vacilándome como si yo fuera un puerquito;20ahora dime tú, piensa: ¿Qué coño hacía yo colado en una película de Indiana Jones? Porque eso era una película, todo esto es una película: la gente de este país se va en balsa sin saber nada del mar, ni un tarro, se creen que son la gente de la Kon Tiki. Yo te digo que este hombre nos volvió locos a todos. Yo sé lo que es el peligro, el olor de la sangre, de los muertos cagados, todo eso; y lo más lindo, todo eso parece un juego, en el medio de un tiroteo, parece una película en cámara lenta. A veces suenan cuarenta rafagazos y tú apareces metido en un hueco y nadie sabe cómo llegaste ahí. O te levantas disparando y crees que las balas no te van a dar, a ti sí no te van a dar ¡Y no te dan! Esas cosas pasan tú, esas cosas pasan. Este tipo vio mucho cine cuando era niño y ahora nos está obligando a hacer películas de guerra, de espionaje, de gángsteres y el diablo colorado. Pero eso es lo malo, ya hay mucha gente que sabe hacer películas, supón tú, treinta años en esta descarga, la gente quiere hacer su propia película, no la del viejo. Y eso es lo malo, que el director en jefe dice que la única estrella, aquí, es él. Y lo que nos va es a estrellar.
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¿Ves la ciudad cómo está? así mismo quedó el puerto de Lobito después de cuarenta días de combate. Puedes creerme, que yo lo vi. Una ruina en cada esquina, porque las esquinas se derrumban con más facilidad, se les dispara más. Yo tenía una escuadra y saltaba de ruina en ruina, igual que en Nacido el 4 de julio, saltaba de una puerta a otra puerta, de un cine a un meadero, de un bayú de putas a un puesto de candonga, de una choza de blancos a un palacio de negros, de una bodega llena de vinos - ¡qué clase de nota cogimos!- a un almacén con hojas de algo parecido a la marihuana, pero más fuerte (para qué te cuento). Ya te digo, una película; lo que pasa es que los muertos no se levantaban, a no ser que les cayera otro bombazo arriba...
¿Oye, dónde te dejo? Porque ya llegamos al centro.
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Sobre Última rumba en La Habana
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Por Raúl Caballero
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Ultima rumba en La Habana, es una desgarradora metáfora. La voz de una prostituta es la voz urbana, la voz de la ciudad; sus actos, sus sentimientos, su mirada son los de la población que habita la Cuba contemporánea. Es un relato político a fuerza de rigor narrativo y rigurosamente poético a fuerza de vigor sustantivo en la mejor tradición de la literatura cubana.
La voz del personaje femenino describe un pasmoso itinerario a través de la desolación, ciudad adentro, en un incesante juego con el lenguaje que es a la vez diversión y experimento y, si algo descubre, es la ciudad que desconocemos todos (cubanos y no cubanos) los que estamos fuera y lejos (turistas incluidos): La Habana que ofrece "una ruina en cada esquina" (p.209) pero, al mismo tiempo, la de muchos de sus habitantes con el alma corroída por el sistema totalitario y, en todo caso, derruida por el desquiciamiento social.
"Desfila la destrucción citadina" (p.70) "la inmensa noche que recubre, compasiva, los restos de mi ciudad. Los escombros del sueño de grandeza yacen ocultos por la penumbra" (p.84). "Continúan las calles desastrosas, deprimentes, careadas como las muelas de un muerto" (p.99). "Me siento tan mal viendo lo que le han hecho a mi ciudad: parece la jungla de Borneo" (p.99). "La visión del cine derruido me golpea". (p.155) "Avanzamos hasta el túnel entre los restos de la ciudad" (p.155). Es, pues, un desfile de ruinas, "paredes despintadas por siempre" cuya historia, sin embargo, está inconclusa.
Es la voz de una mujer formada en la soledad. La mirada de un personaje femenino que narra con los ojos de una camarógrafa la topografía de la pobreza y las carencias del aislamiento, los riesgos de la necesidad.
Se trata de una mujer con el talento para ser cineasta o arquitecto, dolorosamente culta, pero que, sin opción, se inconforma siendo prostituta y a través del sexo busca trascenderse y huir de La Habana de todos tan temida.
El libro expone los avatares de una comunidad, la habanera, que atestigua cotidianamente las "fugas" por fuerza "sedentarias" de sus miembros que, con actos ilegales o personales y hasta naturales como el sexo, desahogan y desafían su inmovilidad, su condena a la obediencia en el encierro, en la cárcel o en la ciudad "que no es lo mismo pero es igual", repite, parafraseando con rabia y con ironía al poeta, el novelista una y otra vez.
Se describen todos los rincones de La Habana en ruinas, y el personaje va desde los bajos fondos hasta las zonas de acceso exclusivo para inversionistas extranjeros pasando por los círculos intelectuales, las casas de los disidentes y los ámbitos policíacos. En cada espacio es igual, falta la esperanza, "los habaneros somos animales marinos en proceso de extinción" (p.200).
De principio a fin escuchamos la voz de la niña de una generación que llegó para atestiguar, con azoro, el sexo de sus mayores porque no hay lugar para la privacidad; la de la púber que observa en su derredor y sabe por mano propia, acaso impulsada por el miedo, que el crimen es un instrumento que puede ser usado para sobrevivir; la de la chica que aprende que la promiscuidad, literalmente, es el pan de cada día; la de la mujer que con la práctica sexual reafirma su individualidad, su independencia, desde el borde mismo de lo enfermizo; la dama de la vejez prematura, experimentada en los menesteres de jinetera; en fin, que sabe que su arte es un arma contra el desencanto.
El deseo sexual como única expresión de libertad, la sexualidad como un acto de poder o como una de las pocas cosas propias y elegibles se enseñorea en una ciudad que brilla, que encandila, que lastima, que apabulla, que hiere porque canta el dolor, porque documenta el placer como una consigna contra el olvido, porque relata los anhelos en un afán infructuoso de convertir en pasado el futuro, de trocar la realidad en materia de lo imaginado, en la razón de un suspiro evocador: mañana es ayer y hoy es improbable; lo irreal, maravilloso.
Un nuevo libro en el estante de la literatura cubana, el de Velázquez Medina, nos da un adelanto de lo que está documentándose a partir de la revolución frustrada. Luego de los cantos patrios y las denuncias disidentes, al margen me parece de las truculencias, fobias y rabias ultras del exilio de Miami, y más acá de la nostalgia por La Habana que ya no es ni será, Ultima rumba en La Habana es una obra que abre una nueva vertiente de la literatura de la isla del Caribe.
Con un prólogo del escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, en una edición del diario Hoy de Nueva York, con diseño y diagramación por Juan Arango, la primera edición de Última rumba en La Habana, ópera prima de Fernando Velázquez Medina, apareció en diciembre de 2001 y ha vendido diez mil ejemplares en ocho años.
El poeta mexicano Raúl Caballero es subdirector del periódico La Estrella, que se publica en Fort Worth, Texas.
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Raúl Caballero es Sub-Director del Diario "La Estrella de Fort Worth, Texas EE. UU.-
FERNANDO VELÁZQUEZ MEDINA. Crítico de arte y literatura en publicaciones cubanas como El Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, Granma y El Habanero y en otras como Entorno de México, El Periódico de Barcelona, El Nuevo Herald, Firmas Press y el Instituto Republicano Internacional de Washington. En los años 90 encabeza un movimiento de intelectuales que piden la liberalización del sistema. Fue durante seis años editor de las páginas de opinión del periódico hispano Hoy de New York y actualmente se dedica a la literatura y la crítica en New Jersey.
El texto sobre Etiopía, Somalia, Angola, me parece bueno, tanto narrativamente como absolutamente creíble (nada que ver con la versión de Luis Delafoe más bien dirigida para el personal corte Berkana y Zerolo, y en la que nunca creí). Al crítico lo entiendo menos porque habla de una prostituta protagonista que en el fragmento de la novela no la veo. En fin, habría que leerla pero sabrá Dios cuándo llega a las manos de uno, si es que llega.
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