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"La que se fue": palabras para Felix Luis Viera
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Por Elena Tamargo
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-----------------------------------------------¿Quién llega a la cantina
------------------------------------------------exigiendo su tequila,
------------------------------------------------exigiendo su canción?
------------------------------------------------José Alfredo Jiménez
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La que se fue es nadie y ninguna, es la misma y todas, la posible y la imposible, la que estuvo y ya no estará para siempre. El poeta sabe que está solo frente a toda la tensión, y que esa fuerza es casi siempre mortal, no ahorra nada de esa breve felicidad cotidiana que constituye el precio que debe pagar por su misión. Sin patria editorial,
La que se fue es un libro de amor en el que, como en los anfibios, el lenguaje vive en los dos mundos: el de la prosa y el de la poesía, son historias narradas en versos, historias impacientes donde se apresuran los sucesos hasta hacerlos llegar a un ardor tal que pareciera que el poeta vive en lo maravilloso sin creer en ello y que plasmara la realidad sin amarla.
También,
Las de ellos son almas que se contraen ante la esencia poética, aquella esencia que nunca puede ser esencial; buscan precisamente lo esencial en lo que los fuerza a decidir si en lo venidero tomar en serio la poesía y cómo; están en el punto decisivo porque esa poética está cargada con la determinación de poetizar la propia esencia del poeta. Sólo que poetizar, para estos poetas ¿no es acaso la señal de confesión de una carencia de plenitud del mundo? Es indudable que el camino por el que logramos la respuesta es una salida. Poetizar es enteramente inofensivo e ineficaz, parecerían decirnos, es un juego de palabras sin lo serio de la acción. Cantan los poetas cuando le escriben al amor, cantan sin responsabilidad, y con el más peligroso de los bienes: el lenguaje.
Félix Luis Viera y José Alfredo Jiménez viven como poetas, y eso significa ser tocado por la esencia cercana de las cosas. Hombres que han amado a muchas mujeres, que han bebido por muchas mujeres, que han tomado decisiones importantes en sus vidas por mujeres. Hombres cuya existencia poética no constituye un mérito sino una donación.
Hay seres para los cuales la poesía no es un adorno que los acompaña sino el fundamento que soporta su historia, y la poesía amorosa es el lenguaje más primitivo de un pueblo histórico. Así es que dos hombres de esta estatura, han quedado ya inscritos en una misma página, en una misma cultura, en una misma poética, y hasta en alguna misma cantina, con un bien peligroso, pero para ser usado en la más inocente de las ocupaciones, que ¿quién duda que sea la poesía?
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CASA
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Esta es la casa donde no habitamos.
Esta es la casa con su jardín elemental,
aquí el librero, la lámpara
a la medida de inmensas jornadas de lectura,
aquí los muebles; en el centro –o ya
no sé si en una esquina, no recuerdo--
un haz de flores (naturales, claro)
Esta es la casa donde no habitamos,
discreta y honda hacia la sangre como un verso,
la casa
donde dos –o tres, ya no recuerdo—niños
ensayan sus colores.
Esta es la casa donde no hay un gesto
que no haya partido del amor.
Aquí su dormitorio, sus sábanas azules –o
blancas, no recuerdo—
donde no nos acostamos.
Esta es la casa que dibujamos de memoria,
la que hoy apenas podríamos (tú o yo) describir,
la que ha quedado
como una semilla rota al borde del camino.
Suerte
que la vida
se hace también de las cosas que no fueron.
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Tres poemas de "La que se fue"Antología de Felix Luis Viera
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DESCUBRIMIENTO
Y harto y extenuado y empolvado por tan extenso
recorrido
buscando la tierra indescubierta
o quién sabe si la ruta más cercana
entre las manos y la exactitud
he aquí que de pronto alguien desde mi propio
palo mayor
grita “tierra” y sucede que enquillo
--cuando ya no quedaba ni siquiera hambre en
las bodegas—
violenta, inesperada, sorpresivamente en tus
arenas
y véote y créote efectivamente
buscaba
y dígome es ella al fin después de
y te desembarco y jamás ojos humanos
tocaron tanto trino
ni jamás antes que yo, el descubridor,
sintió tanto recorrido
de flauta en su mirada
ni vio nunca tanto pájaro suelto cantador
dulcemente enfurecidos de colores
y toqué tu tierra, tus minerales,
y las ramificaciones inalcanzables de tus árboles
y había y vi que los nidos y las colmenas
se multiplicaban a cada toque
y fue así cuando ya cansado de la boga
más bien esperaba el arrullo mortal de la
última tormenta
alguien desde mi propio palo mayor dijo
“tierra”
y sobrevolé tus nidos y bebí de tus colmenas
y a días de andar alelado
comprobé que tu cielo si acaso tronaba
era con amorosos relámpagos
y fue así que decidí e hice zozobrar mi
embarcación y clavé mi tronco eternamente en tu
subsuelo
y para que no ocurriese
no dije ni a Reyes ni Reinas ni cortesanos el hallazgo
no hice poner en latitudes exactas tu presencia
sino que enterré mi tronco eternamente en tu
subsuelo
y ellos que me den por náufrago totalmente
digerido,
yo mejor cierro bien los bloques
y así ningún libro te dará por existente,
ningún mapa dibujará tus formas, tus puntos
interiores y exteriores
y así ningún sediento excepto yo, el descubridor,
podrá beber en tu tierra la vida hasta la muerte.
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LEYENDA
Cierta vez, hace milenios según los historiadores (o
rapsodas o los acuñadores de mitos) salieron
todos los hombres de la tierra
--casi toda vegetación, bestias y pájaros entonces—
a buscar la ternura que, según ellos, no había sido incluida
en la receta por quien los inventara.
Naturalmente, como eran hombres sin ternura, eran
todos bárbaros, tercos, sólo colmillos y diatribas, garrotes,
eructos y palabras obscenas (que ya
en aquel tiempo se decían).
Salieron estos hombres en busca de la ternura, porque
aun sin haberla sentido nunca la sabían ausente, según
comprobaban cuando al mirar las pestañas de un niño nada
comprendían, cuando
miraban, insensibles, los pétalos que corren
por las mejillas de una mujer enamorada.
Es decir, que estos hombres bárbaros así, piedras
andantes así como eran, no obstante
intuyeron que les faltaba un ingrediente, pues
además,
convenían,
no era normal que ante ellos
se abriera un lirio y no pasara nada, si
acaso
deseos de morderlo, machacarlo, hacerlo
jugo.
Y así estos hombres que parecían anatemas
--pero, aun sin ternura, indiscutiblemente nobles si
atendemos a la sublime divisa que los guía— partieron
hace milenios en su busca
sin saber adónde estaba y mucho menos cómo era,
pero firmemente esperanzados.
Y así continuaron según los historiadores
(o los rapsodas o
nosotros los fabricantes de mitos)
varios milenios más en pos de la ternura,
de manera
que quienes, al fin, la encontaron, eran
remotos descendientes
de aquellos los primeros que fueron a buscarla.
De eso del hallazgo también hace milenios, pero
menos, claro.
Y estos los halladores les contaron a los de más acá
(a los rapsodas, los historiadores, los poetas, los
locos de más acá)
que la ternura estaba sentada, hacía milenios, en una
piedra alta, visible
desde todas las esquinas de la Tierra. O
sea, que tú,
estabas sobre esa piedra,
hacía milenios.
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ELENA TAMARGO: La Habana, Cuba. Premio de Poesía de la Universidad de La Habana, 1984; Premio Nacional de Poesía “Julián del Casal”, de la UNEAC, 1987. Germanista y Filóloga; Doctora en Letras Modernas. Académica, ensayista y poeta. Traductora de la obra de F. Hölderlin. Entre sus libros de encuentran: Sobre un papel mis trenos, Habana tú, El caballo de la palabra, El año del alma, Poesía de la sombra de la memoria y Bolero, clave del corazón. Después de una estancia en Rusia y otra en México, ahora vive en Miami. Otras colaboraciones de ETamrgo en Efory Atocha, Aquí
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Félix Luis Viera (Santa Clara, 1945).
Poeta y narrador. Es autor de los libros de cuentos Las llamas en el cielo y En el nombre del hijo, y de la novela Un ciervo herido (2003), entre otros. Obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en dos ocasiones (1983 y 1988). La que se fue. (Antología de amor ), de Félix Luis Viera. Red de los poetas salvajes, México, 2008
Bueno, más q "palabras",(las d Elena Tamargo), esto cuenta como el clásico homenaje.
ResponderEliminar"Casa", ya conocía el poema, y ahora mismo no recuerdo los otros, pero debí haberlos leido..Pero "Casa" no lo olvido nunca, pq esos últimos versos se volvieron indispensables para mi desde hace algunos años..
Saludos desde mi rincón del Mundo Efory.