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"Los Tigres de Dire Dawa"
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Por Luis Cino
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Eran tigres, coño, que yo los vi. Nada de hienas ni chacales ni un carajo. ¿Quién dijo que en Etiopía no hay tigres?
Yo los vi cerca de Dire Dawa. Eran dos tigres, grandísimos, gordos y con rayas. Bajaron a tomar agua al manantial. Estaba oscureciendo. Nosotros estábamos a menos de
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Los tigres nos miraron con desprecio y desconfianza y luego se alejaron. Así mismo nos miraban todos en Dire Dawa: con desconfianza y desprecio. Los puñeteros negros no agradecían que estuviéramos a un recojonal de miles de kilómetros de Cuba peleando por ellos. Que hubiéramos ido a África a liberarlos.
Yo tenía 20 años. No me importaba liberar a África ni un carajo. Que coño sabía yo de etíopes, somalíes o eritreos. Vine por embullo, por la aventura y porque no me quedó más remedio. ¿Quién se atrevía a decir que no cuando te llamaban para una misión internacionalista? Además, ¿qué podía ser peor que la unidad? Luego supe que la guerra podía ser peor, mucho peor.
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Los eritreos querían separarse de Etiopía. Peleaban como fieras y tenían armas rusas. Las mismas armas rusas que tenían los somalíes. No entendíamos ni cojones por qué si peleábamos contra el imperialismo, los negros nos tiraban y para colmo, con armas rusas. Las mismas armas con que vinimos a liberarlos.
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Creo que los eritreos nos tenían inquina porque nosotros no creíamos en nada. Ellos eran musulmanes. Atrasados como el coño de su madre. Lo que acabó de joder la cosa fue cuando el ejército etíope les arrasó el cementerio. Quedaba dentro de su perímetro defensivo y los rusos dieron la orden. Le metieron las excavadoras y las bulldozers. No valieron gritos ni protestas. De las tumbas, no quedó ni cojones. El reguero de huesos fue del carajo. Y no sólo de huesos. Muchos de los muertos estaban casi enteros, con los pellejos resecos y prietos. Casi igual que cuando estaban vivos. Aquellos viejos con los ojos vacíos, envueltos en sus jodidos trapos, parecía que iban a regañarnos por estorbar su reposo.
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El clima es tan seco que no deja que se pudran los cadáveres. Impresionaba verlos. Se acordaba uno de las momias egipcias. Hasta niños había. Son los que más mueren allá. De hambre y enfermedades. Por eso fuimos los cubanos. Para liberarlos y acabar con la explotación. Pero los eritreos esos no agradecían ni cojones. Nos miraban con odio, como si nosotros fuéramos los culpables de lo que hicieron los etíopes con el cementerio. Aquello estuvo mal, los muertos se respetan, pero que carajo, la guerra es la guerra…
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De aquel cementerio mismo nos hubieran disparado. El enemigo tiraba con todo, de cualquier parte, cuando menos lo esperabas…Una vez, casi vuelan la refinería. Nosotros estábamos parapetados entre la refinería y el enemigo. Los cohetes pasaban que singaban por encima de nuestras cabezas. Si le llegan a dar a uno de los tanques de petróleo, todo aquello hubiera volado. Y nosotros también. Logramos joderlos antes. Le metimos un cohetazo a la lancha de donde tiraban y los descojonamos.
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Allí no se sabía quien era quien. Te tiraban y nunca les veías la cara. Sólo las caras de los muertos. Pero eran pocas las veces que dejaban sus muertos atrás. Sólo encontrábamos rastros de sangre. Fue lo único que encontramos de un francotirador que nos tuvo sofocados él sólo toda una madrugada. Lo jodimos cuando empezó a aclarar, pero parece que el tipo escapó herido.
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Cuando nos mandaron para el Ogaden, nos aburrimos de ver muertos. Morados, hinchados, reventando al sol en el desierto. Algunos con los brazos estirados, como tratando de agarrarte. Otros aplastados por las esteras de los tanques. Allí la bronca era con los somalíes, que apoyaban a los eritreos.
Lo peor era el clima. Un calor de pinga por el día y un frío que te congelaba por las noches. No sé ni que coño era peor, si el clima, la guerra, el hambre o la falta de mujeres. Uno con 20 años y sin mujer. Había etíopes lindas, de facciones finas, pero no había quien se les acercara por la peste y el miedo a las enfermedades.
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Cuando volví a Cuba, sólo quería templar. Cuando aquello, no hacía falta tener dinero para ligar una jeba. Salías a la calle con veinte pesos, ligabas, te emborrachabas y te metías con la jeba en cualquier parte. El período especial lo jodió todo. Cuando empezó a ponerse malo todo, ya estaba con
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Oye, toma, no te limites, que la otra botella también va por mí. No hay más nada. ¿Quieres ver el diploma firmado por Fidel que me dieron cuando volví de Etiopía? ¿Ponemos a José José? Si no fuera por estos ratos…
No sé tú, pero yo no me adapto a ponerme viejo. Voy a cumplir 51, pero ya me estoy sintiendo los años… “Yo que fui tormenta, yo que fui tornado, yo que fui volcán, soy un volcán apagado…”
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Para mí, fue muy difícil tener que dejar a Marlenys. Esa palestina me gustaba, asere, pero pedía mucho. Cuando no era un par de zapatos para ella, eran para el niño. Que si no había arroz, que si el aceite, que si cuarenta pesos para teñirse y 25 para arreglarse las uñas. Y si no la sacaba un fin de semana, ya tú sabes…Que va, mi hermano, ¿quien está para eso?...Pero eran 22 añitos, brother. Por poco me cuesta el matrimonio. Yo estaba ya casi instalado en su casa, pero tuve que retirarme con el dolor de mi alma, porque a mí esa jeba me gusta, para que te voy a decir otra cosa… Una retirada a tiempo vale más que una derrota. ¿Qué iba a hacer? ¿Esperar que me pegara los tarros?
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Estuve a punto de quedarme en la calle.
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“…Vete a volar a otro cielo, no tengo nada que darte, de tu alpiste me cansé…” No quites a José José, consorte… ¿Qué quieres poner ahora?
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Sí, yo tomo bastante. Sólo en nota me puedo espantar a
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Ya no tengo edad ni dinero para buscar jovencitas. Y si
Yo me siento bien, lo único jodido es que me tiemblan mucho las manos. No sé si es por la bebida o es que vine jodido de los nervios de Etiopía. ¡Que alcoholizado ni un carajo! Vaya, aquí está la otra botella… Un poquito para los ñampios… No, yo no creo ni un carajo, pero por si acaso… ¡Claro que es chispa! ¿Qué tú querías, whisky de la shopping? No jodas, métele…
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Que lengua trabada ni un carajo, yo estoy bien así…Ah, pero tu sigues con la jodienda de los tigres? Oye, que yo los vi en Diri Dawa. Sí, cojones, en Etiopía hay tigres. Y un hambre del carajo. Por eso fuimos a liberarlos. Para que no se murieran más los niños de hambre. Como los que vi salir de las tumbas. Los sacaron las bulldozers. Envueltos en trapos. Revolcados en el polvo. ¡Que reguero de huesos, consorte! Y los muertos enteros, como preguntando que coño hacíamos allí.
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¿No sientes la peste? ¿Y las moscas? ¡Me cago en su madre! Por eso te digo que no me hables de Etiopía cuando estemos tomando. ¡Que borrachera ni un carajo, yo no estoy loco, hay peste a muerto bien y un mosquero del carajo!
Toma, dale, métele y hazme el singado favor de no preguntarme más por los tigres, que ya te dije, cojones, que yo los vi en Dire Dawa…
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Luis Cino es Escritor y Periodista independiente cubano residente en La Habana.
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luis eran tigres??cojollo me mataron dos hermanos en Angola un saludo
ResponderEliminarBuen trabajo.
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