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Tres poemas (inéditos) de Leonardo Rodríguez
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------ A quien espera
Otro día y las tramas
no tienen ni principio ni final.
Todo esto, el viaje y los tesoros,
es un desvarío del tamaño del mar.
Sólo las minucias me entretienen.
Hoy, por ejemplo, me toca
reparar la cama donde duermo.
En el barco hay ratones
y se han comido la madera de mi cama,
sin respeto a que allí duerme el capitán.
Saca la cuenta,
algunos ya dicen que bien cocidos
---y con una hojita de albahaca para engañar el ojo
los ratones no envenenan.
En la mesa
nos ronda el fantasma de Esparta.
Lo más burdo nos distrae, querida.
El hastío de los cielos y las olas
sólo queda mitigado por la borrachera
y algunas tonadas de nuestro amanerado Orfeo.
¿Me creerás si te digo
que no tengo mucho que contar
salvo
---si repito los disparates de nuestro Poeta
----a bordo?
Te preguntarás si no me da nostalgia mi tierra.
He sentido la extrañeza de no amanecer en mi casa,
de no echarme a la sombra junto a mi perro
y de no quererte
como quisiera, cada día.
Pero de mi tierra, querida, me repugna
el nuevo melodrama, el del odio,
y el nuevo campeonato, el del rencor.
Un dios estéril ha sometido las almas con su espada.
Aquí no todos seguimos vivos.
En otras partes vamos desapareciendo también.
Al final del día todo parece malgastado.
Y se añaden otras culpas:
Fui insensible a lo que me reclamaba atención,
no lidié con mis taras ni me entregué al goce del tarareo.
no me ilumina un gesto, no me reconozco
en ningún destino.
Pero fui lo que quise,
parásito contento de una ficción.
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------ Manos
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Tus manos sobre la tierra:
a un lado, fíjate bien, aparecen
los viajes.
Aparecen y desapareces:
llevas una voz como una errancia en reposo.
Se te confunde la lengua
te confunden las lenguas
queda siempre
---el balbuceo
el otro pronombre
seco en la saliva.
Mis manos sobre tu cuerpo:
---el cuerpo ciego
se empapa con tu calor.
El cuerpo del verano
se hace más oscuro con tu piel.
Mis manos, como las de mi madre, tejen:
palabras, una hamaca
para escuchar el jadeo del mar.
Mis ojos se afilan en su hilo.
La mirada zurce mientras Nadie ronda.
Como las de mi padre, riegan un jardín.
Lidian con la sequía en la boca.
Tus manos suenan en la sombra.
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-----Un sueño con Usted
Un sueño:
todos, o casi todos, soñamos,
pero en éste estaba Usted.
Hablaba con un esquimal,
la nieve ardía (había nieve)
y las palabras eran blancas.
Íbamos en tren hacia Canterbury,
destino de peregrinos.
El esquimal apenas abría la boca.
En el sueño era el demonio, pero no
el demonio cristiano, aunque se le parecía.
Yo iba descalzo, Usted iba descalzo
y del esquimal no se veían sino los ojos
cerraditos.
Entonces llegamos.
---Descubrimos
haber estado ciegos, viendo con los ojos del esquimal,
quien a todas estas había desaparecido.
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Leonardo Rodríguez, escritor y ensayista Cumanés, 1977. (Venezuela) Reside en Madrid.
Otras colaboraciones de L. Rodríguez, Aquí, Aquí, Aquí. Aquí.
Leonardo, el poema "A quien espera" no sé sí iniciado en aquella conversación en donde prácticamente me denunciaste que te divorciabas de esta tierra maldita, que ese exílio se debía a que no querías llenarte de odio y de rencor "He sentido la extrañeza de no amanecer en mi casa, de no echarme a la sombra junto a mi perro y de no quererte como quisiera, cada día. Pero de mi tierra, querida, me repugna el nuevo melodrama, el del odio, y el nuevo campeonato, el del rencor. Un dios estéril ha sometido las almas con su espada", ¿se puede ser Nadie en la cueva de Polifemo? Y en el viaje que zurce otros amores. Hay muchas cosas que decir de estos tres poemas, la persistencia de una imagen, lo absurdo, la añoranza de lo perdido, el estúpido sueño de la coherencia en la vida, gracias por ser tan sensible.
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