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--Opciones alternativas
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---Por Armando Añel
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E levanta el teléfono, cruza las piernas y espera. Del otro lado de la línea, D lo saluda con voz almibarada.
Según D, la vida es una porquería sin E. Mientras descruza las piernas, E alcanza a sopesar la última afirmación de D, que retorna al tópico de la vida sin él.
F se acordona los zapatos. Luego del último turno de noche, reflexiona hincado sobre sus muslos. La vida es una carga cada vez más difícil de sobrellevar.
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E sonríe. D tiembla ligeramente a través de la línea. Afuera, el cielo encapotado presagia tormenta.
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D es dibujante mecánica (un oficio en bancarrota, como casi todos). E es zapatero por cuenta propia (vende, a hurtadillas, zapatos de cuero prohibido).
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F muerde un pedazo de pan duro, intratable. Se pregunta sobre el sentido de la vida, y qué sentido tiene vivirla. Se está poniendo viejo, deduce.
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D cuenta en su historial con dos legrados, siete amantes y un marido. Noviazgo preuniversitario –tres años y nueve meses- incluido.
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E, recién cumplidos los 24, ha descubierto que la vida hay que vivirla. Cruza otra vez las piernas. Murmura algo ininteligible.
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D cree que la vida pende de un golpe de suerte. Tiene 19 años. Hay ruidos en la línea.
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Vivir del cuento, esa es la cuestión, conjetura E y se mesa el pelo abundante, recogido en cola.
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Gozar la papeleta, condiciona D. Lo primero es lo primero.
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F acaba de leer Adiós para siempre preciosidad y maneja opciones alternativas. Asimismo, está dispuesto a cualquier cosa con tal de salirse con la suya.
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Por las tardes, y en las mañanas, D le hace la ropa a su marido. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
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F frecuenta los garitos del Puerto, donde se juega fuerte a la bolita. Según Bradbury, la vida es sueño (cosa que también dijo cierto poeta español, reflexiona).
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E dilucida su cita con D para las ocho, dos horas antes de lo acordado previamente. Desliza una mueca incrédula contra el auricular.
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D, radiante, escoge su última muda de ropa.
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Al carajo la vida, se dice F. La vida hay que jugarla. Tres horas antes de lo acordado previamente, D sale seguida de su marido.
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Dos horas y media antes de lo acordado previamente, E enciende un cigarrillo. Avanza calle abajo. El día no puede dar más de sí que lo que ya está dando, concluye.
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En la vida hay cosas imperdonables. Cosas que no se pueden dejar pasar. Cosas de la vida. Dos horas antes de lo acordado previamente, F se abalanza sobre E.
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La tormenta rompe sobre la ciudad. F blande un revólver. La vida, parafrasea una vez más, es una pistola caliente.
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D aúlla. E huye en sucesivas direcciones, hasta toparse con F.
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C atraviesa, en sobretodo y tacones, el espacio donde D, E y F dirimen sus diferencias (mortalmente irreconciliables). Camina despacio, diríase que flota. Hace mucho que quiere ser un pájaro.
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E se parapeta tras D.
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C se hace blanco de F.
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