lunes, 9 de marzo de 2009

María Sanguesa: Relato

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Un Relato de María Sanguesa

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-ITANUIT, SUEÑO DE LOS DIOSES

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------------------------------------------I

El atardecer había envuelto en un apacible silencio las ruinas de la ciudad sagrada de Nippur, en los alrededores de Nuyuf.

La frenética actividad de las excavaciones había dejado paso a un relajante sosiego, mientras los arqueólogos catalogaban los materiales encontrados y ampliaban sus notas, cotejándolas entre sí.

-“Itanuit, hija de Amenenhet, Sueño de los Dioses...”

Leyó, en voz alta, un hombre enjuto de cabello trigueño, mientras miraba por encima del hombro un cuaderno que sostenía sobre sus rodillas una muchacha de rasgos árabes.

- No hace falta que continúes- dijo ella con cierto sobresalto- este texto contiene una serie de alabanzas, en forma de himno, que van dedicadas a una mujer llamada Itanuit, de procedencia egipcia...

El hombre dio un silbido, interrumpiendo las palabras de la joven.

- Sí, así es, puedes silbar lo que quieras, pero ya ves que se trata de una hija del faraón. Y, a demás, es un papiro que estaba sellado dentro de un recipiente de barro. Lamentablemente está muy deteriorado, pero algunos fragmentos son, todavía, perfectamente legibles.

- Es un hallazgo único, acabamos de encontrar la prueba de que existía un fuerte intercambio social, e indudablemente cultural, entre el Egipto de la XII dinastía y la Babilionia de Summuabum, el fundador de la Dinastía del Cielo.

El arqueólogo se sentó al lado de la muchacha y prendió fuego a un cigarrillo. Ambos permanecieron en silencio, mientras contemplaban la puesta de sol, que encendía el cielo en espectaculares tonos púrpura y cobrizos. El polvo, que permanecía suspendido en el aire, había adquirido unas tonalidades doradas que le daban al en torno un aspecto mágico, de enorme belleza.

- Me pregunto cómo llegaría aquí esta mujer, - dijo la joven quitándole el cigarrillo a él, para darle una calada –la distancia entre Egipto e Irak en muy grande, llegar a este lugar por tierra es un viaje largo y agotador en la actualidad, así que hace cuatro mil años debía de ser una larga aventura. Y, además, tenemos el enigma de que los faraones nunca alejaban a sus hijas de la corte...

- No, no dejaban salir a sus hijas legítimas, pero sí lo hacían con las nacidas de sus concubinas – dijo el hombre recuperando su cigarro.

- Por supuesto que el largo periplo que tuvo que realizar esta mujer se debió a la política matrimonial que llevaron a cabo ambas dinastías. La mujer fue la más fuerte de las garantías utilizadas para sellar pactos entre los diferentes estados. Así ha sido hasta hace bien poco, incluso en nuestro mundo occidental, – la joven dudó durante unos segundos – es decir, el tuyo.

- Intento imaginar- dijo él, mientras apagaba el pitillo y se recostaba en el suelo, apoyando su cabeza sobre un brazo – qué sentiría esta egipcia, educada en una cultura profundamente espiritual, al tener que vivir entre unas gentes cuya religión estaba basada en unos principios radicalmente materialistas.

- Tenemos en nuestras manos las huellas de la princesa,- musitó la muchacha mientras cerraba su cuaderno y lo apretaba contra su seno – casi podríamos decir que el eco de sus pasos vuelve a escucharse sobre las ruinas del templo.

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-------------------II

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Yo, Itanuit, veo como la hermosa ciudad de Nippur se diluye en la lejanía, allá quedan los últimos vínculos, los del recuerdo, que me unían a mi amada tierra de Egipto. Nunca regresaré allí.

Y allá queda, también, Berioso. Mi querido Berioso. Nippur será, ya para siempre, la ciudad del tránsito hacia mi nueva vida. La tierra, tan lejana la mía, donde he dejado enterrados mi corazón y mi pasado.

Siempre evocaré esta última mañana en la Biblioteca Sagrada.

El jardín del templo verdeaba entre las construcciones de adobe, el suave viento ceñía sobre mi cuerpo la tenue túnica de lino mientras caminaba hacia las estancias del Archivo Sagrado. Como había venido haciendo, cada mañana, desde el día en que llegué a Nippur. Allí tenía que instruirme en el culto a Marduk, antes de desposarme con Summuabum, rey de Babilonia. Trámite necesario para confirmar el pacto con mi padre, el faraón. De lejos, pude ver a Berioso, a través de los árboles, sentado en su sillón de escriba y con la mirada fija en mí.

Cuando entré en el recinto, noté que mi joven sacerdote bajaba la vista para continuar copiando los textos sagrados, inscritos en las tablillas de arcilla, sobre los papiros enviados por mi padre. No se levantó para venir a mi encuentro, como había sido nuestra costumbre.

El tintineo de los brazaletes y de las ajorcas que acompasaban mis pasos, me pareció más intenso que nunca. El aire parecía anegado de una especial sensualidad con el penetrante aroma del azahar y de los jazmines del jardín.

Berioso alzó sus ojos para encontrar los míos. Me parecieron tan oscuros y profundos como una noche sin luna.

- Hoy, por primera vez, no has salido a buscarme. – Le dije mientras observaba le cerco violáceo que rodeaba sus párpados – Pareces muy cansado. Debes de haber olvidado que es mi último día en Nippur.

- No, Itanuit, ¿cómo iba a olvidarlo? – Su voz brotó tan apagada que parecía a punto de extinguirse – Estoy algo angustiado ante la falta de tiempo para acabar con las últimas transcripciones, nuestro rey quiere que formen parte de la nueva biblioteca real, y deben de ser transportadas con los fardos de vuestra comitiva.

- ¿Y los escribas? – Pregunté extrañada.

- Han trabajado día y noche, hace escasos momentos que les di la orden de retirarse a descansar. Lo que queda por hacer es de mi exclusiva responsabilidad.

Tomé una tablilla, con gesto de cansancio, e intenté leerla en voz alta, pero la voz se me quebraba.

- Todavía tengo dificultades para comprender vuestro idioma, con estos enrevesados caracteres...- Tosí para disimular la intensa tristeza que comenzaba a embargarme - ¿Podrías leerme su contenido?

- Forma parte de las Antiguas Escrituras.- Me respondió mientras tomaba la tablilla de entre mis manos, sentí como se estremecía al tocar mi piel – Dice así: “Cuando el dios Anú hubo creado el cielo, cuando el cielo hubo creado la tierra, cuando la tierra hubo creado los ríos, y los ríos las hondonadas, y las hondonadas los cenagales, y el cenagal al gusano. Entonces apareció la vida sobre la faz de la tierra.”

- ¡Un gusano! – Exclamé con indignación - ¿Has dicho que un gusano fue el origen de la vida? No es posible que vengamos de un animal tan inmundo. Me rebelo ante vuestras creencias. Desde que nací me han inculcado que el Mundo se formó en la Conciencia Divina...¡que todos los seres vivos fuimos primero un Sueño de los Dioses! Hemos emanado de la Divinidad, y a ella retornaremos con la muerte.

- No, Itanuit, la muerte es simplemente el final de la conciencia humana. Después de ella nos reintegraremos al Caos Material. – Noté su pena al contestarme, se encogió de hombros y tomó mis manos con firmeza – Esto es lo que debéis creer a partir de ahora. No podéis contradecir a vuestro rey, mi señor, y con quien os vais a desposar cuando lleguéis a la ciudad de Babilonia.

- No se trata de que no crea lo que me dices, - repliqué con vehemencia – sino de que me resulta imposible el simple hecho de llegar a pensarlo. – Apreté sus manos, como intentando forzarle a que me creyese. – Después de haber abandonado mi país, forzada por mi propio padre, después de haber dejado atrás mis raíces, mi libertad. De haber sido entregada, como una mercancía más, a un hombre al que no conozco y a quien nunca llegaré a amar, siento que no valgo más que uno de esos papiros sobre los que escribes... Dime, querido Berioso, ¿qué es lo que me queda si no puedo creer que soy, al menos, un Sueño de los Dioses?

Solté mis manos y las llevé a mi pecho para apagar el sonido del ushek, mi ancho collar, que se agitaba como presa de un fuerte oleaje, siguiendo el ritmo de mi alterada respiración. Me embargaban la rabia y la angustia que generaban mi tremenda impotencia ante un destino tan terriblemente impuesto.

Entonces, Berioso, colocó de nuevo sus manos sobre las mías, deslizando sus dedos sobre el lapislázuli de mi collar. Me atrajo sobre su pecho y besó mi frente.

- Cuando salgáis de aquí – me dijo en un susurro- para mí será como si nuestros destinos se hundieran en la sombra. - Deslizó sus labios sobre mi semblante – No sé si sois un Sueño de los Dioses, pero siempre seréis el sueño de Berioso.

- Jamás olvidaré tus palabras. – Le dije mientras las lágrimas asomaban a mis ojos- Las esconderé dentro de mi y que Heh, dios de la Eternidad, sea su guardián.

Me comenzó a besar mientras nuestros cuerpos temblaban como dos juncos frente al viento.

Sentí que le había amado desde aquella mañana en que llegó a recogerme en las estancias del palacio de mi padre. Sentí que no había dejado de amarle ni uno sólo de los días que duró nuestro largo y duro viaje, cuando se afanaba en irme enseñando la que sería mi nueva lengua. Sentí que la vida se me acabaría en cuanto dejara de verle.

Los dos llorábamos, y las lágrimas caían sobre los pergaminos. Berioso apartó las transcripciones y tomando un cálamo, que impregnó en los oscuros pigmentos, comenzó a escribir sobre el papiro en el que nuestras lágrimas habían trazado un salobre sendero:

“Itanuit, Hija de Amenenhet, Sueño de los Dioses...”

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Sus palabras siempre me acompañaran. En mis oraciones pediré, constantemente, a Isis, diosa del Amor, por él. Cuando sostenga una de esas tablillas sobre las que él escribió esta imposible doctrina, en la que nunca creeré, será el calor de su mano escribiendo lo que sustentarán mis dedos. Buscaré las huellas de su piel sobre el barro en el que reflejó las antiguas creencias de su pueblo. Y yo las besaré con respeto, olvidando su contenido religioso, porque lo que mis labios sentirán, ya para siempre, serán los trazos de su pulso sobre la tierra húmeda que guardó sus latidos durante el tiempo que, tan fugazmente, nos dejó compartir nuestro destino.

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María Sanguesa: Nacida en Alhucemas, Marruecos, 1955. Publicidad y Arte y Decoración. Licenciada en Historia de España, por la UNED. Biblioteconomía y Documentación, por IMED. Cursos monográficos de Literatura (Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid y Fundación Universitaria Española). Colaboraciones con las revistas: Arte en Valencia; Dreams and Markets (digital); ALGA (Catalana); ROJA TURBACIÓN (Mejicana). Publicaciones de investigación histórico-artística (UNED): Santuario de Cortes; Gótico rural: S.Sebastián de Munera. Catálogo y recitales: "Homenaje al Dolmen de Dalí" (Auditorio Casa de la Moneda);"Rituales de la Papa"(Fundación Alianza Hispánica). Participación en las Antologías: Más Allá del Boom, Nueva narrativa hispanoamericana. Ed. Lord Byron. Antología de relato corto y microrrelato. Ed.Lord Byron. Nueva Poesía Hispanoamericana,vigésima edición; Nueva Poesía Hispanoamericana, vigésimo primera edición; Nueva poesía Hispanoamericana, vigésimo segunda edición; Treinta Poéticas. Narrativa de la autora: DEL MÁS ALLÁ: Cuentos de fantasmas. Ed. Lord Byron. Letras de canciones para el compositor Javier Calle. Tiene su blog, Aquí.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena a María por la belleza con que narra el duro episodio de la mujer árabe. Gracias Chago por regalarnos esta joyita narrativa.
    Julio Fowler

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  2. Gracias, Chago, por haberme publicado en tu blog y gracias también a Julio por sus palabras, que me han encantado. Un abrazo: MARÍA.

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