martes, 13 de septiembre de 2011

Gabriel Zanetti: poemas

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Tres poemas (inéditos) de Gabriel Zanetti
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Este silencio no tiene voz propia.

Un refrigerador vacío zumbando en la cocina
la lavadora que usábamos de noche para ahorrar.

El tic-tac del reloj chino sobre el calendario
donde encerrábamos nuestros nacimientos.

Esos círculos mal hechos parecen tumbas
una maldición antes números de suerte.

Dos bolsitas de té, una frente a otra desangrándose
en el plato sobre el velador una mala broma.

El sonido de las piernas moviendo las sábanas
un recuerdo del mar que exhala y revienta en el muro.

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Parque Inés de Suárez

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para Gonzalo Boudon y Juan Sebastián Rodríguez.

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Los jóvenes drogados en la banca nos miran sin ver
hasta que la pelota de pimpón cae en sus zapatillas caras.

La moda son cortes de futbolista
ademanes choros y estar al borde de la pelea.

Con el guardia un año mayor fuman sus primeros cigarros
y silban las mujeres que pasan.

Un anciano inmóvil es un niño fantasma mirándose en la pichanga
mientras su mujer hace del lugar un manicomio corriendo por los montículos.

El atardecer es perfecto para los perros y los árboles
para los que se aman y beben tras los matorrales.

En el parque nunca es tarde
el agua sigue corriendo en la pileta.

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Salir, entrar

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Una pantalla blanca retiene agua entre edificios y antenas
el viento levanta techos, unos pájaros agitan sus alas
desde acá parecen moscas, bacterias en un microscopio
dan ganas de estar allá arriba, saberse ínfimo, otro cuerpo
roído por lo invisible que raspa la carne
hasta volverla polvo incapaz de desaparecer.

Se suelta el cielo. Pinta gota por gota las calles
la poca tierra sobrante en los jardines
hasta caer sobre sí misma, tomando todo
el mismo color, otro territorio plano.

Los automóviles vuelven a desplazarse asustados, cucarachas
que arrancan de un gigante a la misma velocidad
en una tina de piedra que brilla corroída
de pisadas camino a grietas y cortinas.

Tras la esquina otra línea interminable
las flores del árbol de la entrada están en el cemento
sólo cuelgan gotas de las ramas como ampolletas
prendiéndose y apagándose entre cables, guirnaldas desteñidas.

En casa un lápiz para escribir
cosas que parecen sin importancia.

Un hombre besa a una mujer
una niña intenta un nombre.

Crisantemos y helechos se iluminan tras la ventana
junto a una maceta donde crece una cuchara
mala tutora de un tomate, no pasó el invierno.

Los perros en el colgador uno a uno dejan de ser una plaga
de colores con el atardecer volviéndose noche.

No me acercaré a la lámpara.

Pronto dejará sin luz esta hoja
borrará la sombra de mi mano cuando escribo.

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GZanetti en Efory Atocha, Aquí
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