miércoles, 14 de septiembre de 2011

Alberto Lauro: poemas

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Tres poemas (inéditos) de Alberto Lauro
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La historia me absorverá
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Examinado con detenimiento el caso
Vista las pruebas
De los demandados y demandantes.
Hecho el peritaje
Y examinando los testimonios pertinentes,
Mañana el jurado dirá
El veredicto a los implicados.
En tanto ante el cadáver insepulto
De la Revolución putrefacta
La impunidad
Teje minuciosa
Su manto del silencio.
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Los poetas, las palabras
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I.
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Todos los poetas enferman del corazón.
Y los cardiólogos atentos,
Una vez y otra, auscultan: nada oyen
Más que latidos y latidos.
Y es que padecen de sinalefas,
Metáforas, símiles y otras enfermedades
Por ellos jamás estudiadas.
Cuando lo abren en la mesa de disecciones
No ven nada extraordinario:
Sólo un músculo insignificante
Que ha decidido detenerse.
Nada más.
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II.
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A veces la poesía huye.
No la persigas. En ocasiones se harta
De bellas palabras
Sobre todo cuando un alguien escribe:
La aurora es un caracol
Que abre su luz a lo estelar.
Pero no. Ella huye
Del poeta como una prostituta violada
Que generosa ha prestado sus servicios
Sin haber cobrado honorario alguno. Y no tiene
A dónde ir a denunciar al desalmado:
A un mismo tiempo cliente y proxeneta.
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III.
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Las palabras son como cristales finos.
Tan frágiles que hasta por el aliento
De un beso se quiebran. Y hieren.
El poeta juega con esos trozos
Pero al final siempre termina sangrando,
Quiera o no: componiendo
Vitrales que quiere
Que sean traspasados por la luz
Oculta de unos ojos
Una vez fueron cegados por el sol.
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Sin Itaca y sin Penelope
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Si nada hay que perder, qué importa el rumbo.
Leopoldo Alas (1963 – 2008)
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¿Qué hemos perdido el rumbo…?
Eso qué importa. Y que más da
Si no íbamos a ningún sitio
Ni en costa alguna Dido nos esperaba.
Todo destino es siempre ficción,
Espejismos que anhelamos,
Norte en medio de un mar que nos excede
Sin Penélope y sin Itaca.
¿Acaso las brasas no se apagan
Y el regio templo de Salomón,
Que a la Reina de Saba deslumbrara,
No es hoy pedruscos, ceniza y arena?
¿De qué nos sirvió ser prudentes
Entre tantos seres obscenamente tristes?
Las ciudades que anduvimos
Son destellos que apenas se vislumbran:
Si alguna vez estuvimos en ellas, ¿quién nos recuerda?
Andamos por caminos que ha de borrar la niebla
Entre conjuros de pasos que se pierden
Y otros que ignoran que alguna vez aquí estuvimos,
Libando vino de rosas en medio de un aire
Donde invisible escrito está nuestro epitafio.
¿Tal vez somos los condenados herejes
Que felices y radiantes se entregaban a las llamas?
Santos o sacrílegos, sobrios o ebrios,
¿acaso hoy es muy diferente un velatorio de una fiesta?
La vida es esa calle que no se sabe dónde comienza ni termina
En la que sólo importa la fiebre y el instinto.
Que le preguntes a los amantes si la compañía
No es la forma más perfecta de la soledad.
Aquí, en Troya, donde la guerra por fin ha terminado,
Todo ha sido devastado: acaban
De zarpar los últimos veleros
Y a los bellos griegos hemos visto partir
Con lágrimas en los ojos.
Callan las sirenas y en esta orilla desnudo
A nadie digo adiós ni espero a nadie.
Los espejos donde Helena se miraba están rotos
Y en esos pedazos de cristales deshechos todos queremos saber
Qué significa la muerte, la guerra, la envidia;
Qué oscuros presagios guardan
Entre sombras de cuerpos y caras compartidas.
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ALauro en Efory Atocha, Aquí
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2 comentarios:

  1. excelente compadre, muy bueno. saludos.
    JC Recio

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  2. Gracias por estos textos de Alberto Lauro, donde la palabra -como siempre en sus poemas- ilumina y mata!
    Pedro A. Assef.

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