miércoles, 18 de junio de 2008

DEGUSTACION DE LA “QUINTA CARTA DE RELACION” (Dossier Armand)

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“Establezco relaciones entre el hombre y la mujer.

Entre las cuevas encantadas y el alud.

Entre la plomada y el rumor del viento.

Entre la carótida y el espectro de la sal…”

-------------------------------------------------------------------------Paul Eluard

DEGUSTACION DE LA “QUINTA CARTA DE RELACION”

DE OCTAVIO ARMAND.

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Por Magally Ramírez Ripoll

Cuando leí el poema de Octavio Armand “Quinta carta de relación”, hallado por un encuentro fortuito, en el Blog Efory Atocha. Me dirigí a la resolución de las antinomias propuestas por el autor mediante la potencia poética, siguiendo la guía que, en una soleada noche Noruega, me dictó Guillaume Apollinaire para tratar de entender el sentido de este texto. Mi cuerpo, rendido de sueño, me dice que estamos frente a la “razón ardiente”, que me oponga a la razón fría de los racionalistas, quienes en lugar de unificar la realidad tienden a su disociación, a su clasificación; en efecto la imaginación de los poetas no cesa de burlarse de las apariencias externas de lo real: metamorfosean cualquier cosa en otra, invierten el orden de los procesos, ridiculizan incluso la irrevocable sucesión de la vida y de la muerte y habría que afirmar que el poeta, Octavio Armand, hace una refundición de las relaciones del “Yo” con el universo a través de lo imaginario.

El lector de poesía surrealista se encuentra en la misma posición que Bretón ante Nadja; parte a la deriva de lo real, guiado por genios que le reconcilian con el mundo, que le “indican” que la verdadera vida está ausente, con la posibilidad de encontrarla en una imagen, en una mirada, en un estremecimiento; hechos que nos unen al mundo verdadero por lo que tienen de irracional. Estamos frente a imágenes, las del poeta Armand, como aquella donde Bretón le pide a Giacometti que modele una zapatilla para fundirla en vidrio, ¿cómo es que el lector, puede en el caso de Octavio Armand, poner de mantel una naranja en el poema “Quinta carta de relación” sin que su lógica se desbarate y entremos de un solo zarpazo en el mundo de las relaciones oníricas de los objetos? ¿En qué sueño surrealista un coral nadará un danzón hasta un comedor? No queda si no la reflexión, que no sabemos a estas alturas si es lógica, y las palabras que son solamente palabras; no la realidad misma si no su sombra escrita en la imaginaria pared de un libro, y si el poeta inscribe sus textos dentro del desconcierto del interlocutor o lector y éste se sale del circuito cerrado de la lógica, de la forma estereotipada del comportamiento. El poeta escribe con la deliberada intención de fracturar el discurso para entablar una nueva comunicación con el lector, la comunicación del sin sentido y esto lo llevará a la armadura del interminable rompecabezas que es el texto del poema.

El componente existencial hace su epifanía en una de las frases de lo escrito, tomada al azar, “un pargo que nada tiene de pargo que nada”, suponemos que el pargo es un pez cuya función es nadar, pero el pargo, a su vez, se dirige hacia la nada, el conflicto se resuelve dos imágenes más tarde: el pargo va a ser engullido, “para el apetito y sus anzuelos el pargo”. Y las palabras de nuevo se desvanecen y con ellas la significación de las cosas, sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han trazado en su superficie y la red de asociaciones que el poeta impone a su lector con “la memoria una geometría de tarrayas” y formas de pesca, lo que queda al final de cuentas es un deliciosa comilona, a la carta, propuesto en la quinta relación que se representa en la playa, frente al mar, frente a un ocaso naranja-luz, las palabras de amor se han escrito con un palito en la arena y con los besos, por que “quien entre dos labios se niega al beso”; el erotismo que pulsa el encuentro playero es como un banquete, que no es el de Platón y está servido en “la espuma” que “se arrebata” “al subir el mediodía” y el misterio del “sol” que “nunca olvida”, “convoca apetitos que son de acuarela”; y la receta y las advertencias inscritas, veladamente: pargo al horno y vino para “visitar el cuerpo” copa tras copa, se impone “la borrachera del tenedor cruzado con espuma”, “un pargo que es cama del gusto”, un sospechoso “tamal que no es tamal” y buen provecho a medio punto.


Magally Ramírez Ripoll es escritora Venezolana.

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