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Tres poemas (inéditos) de Andrés Mir
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félix savón transita por las calles de mi barrio
ofreciendo de buena gana botella a transeúntes que como yo,
acortan la distancia paso a paso bajo el sol de unos días o la lluvia
de unos días o el polvo, semanas tras semanas. félix savón sujeta el volante;
sus manos parecen juguetes inflables, monigotes de tela
rellenos con dios sabe qué: cuelgan de unas muñecas tan delgadas
como mis delgadas muñecas de poeta. manos de tantos trompones ahora quedas
oscilando a favor o en contra de las manecillas del reloj, en la ruta
semicircular de no llegar a ningún lado; qué otras manos estrecharán, dónde
queda la lija de su caricia, a cuál lágrima darán espanto. félix savón
perdido del cuadrilátero acorta la cuadriculada fuga de las cercas pyrle;
félix savón sueña que le zafa la mandíbula a quién de un carajazo
y se da media vuelta en la tarde o se da media vuelta en la vida o da media vuelta
en la carretera y sus manos y sus ojos prendidos del pavimento sueñan
velocidad, el sordo temblor del golpe en el mentón, sueñan el vaivén
asertivo de hierbas en la cuneta mientras me volteo y extiendo la escueta mano
--muñeca delgada--, harto de caminatas bajo el sol de unos días o la lluvia
turbia de tanto calendario que como golpes me pega contra las sogas, sin conteos
de protección, sin la blanca agilidad del árbitro para medir mis fugas.
félix savón no se cansa, gira en la tarde del vecindario; yo que vengo
cansado en cambio, con mis zapatos de suela inmersa en el peso del mundo;
cada sueño suyo resulta un misterio para los recorridos que comparo
con caídas: gravedad hacia el mismo eje, oscilación a favor o en contra
de las manecillas, no llegar a ningún lado y aún con todo fluir, pesado
como el viento de tantas dudas, como la densidad de esas manos
forjadas por golpe golpe golpe. podría creer acaso en el envés, la forma de saltarme
los cometidos (trabajo igual a fuerza por desplazamiento; punto A, punto B)
mientras pretendo ignorar que vivo arrinconado por mis propios puños,
que félix que savón que mañana me toca volver a caminar de nuevo
y observo cómo al distanciarse me ignoran los autos a mi izquierda
sin que ello altere mis pasos más allá del extender –obstinada determinación—
la escueta mano de latido huérfana.
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félix savón transita por las calles de mi barrio
ofreciendo en cambio de buena gana botella a transeúntes que como yo
ya no distinguen entre aburrimiento y cansancio el bello jolgorio de esa paliza
llamada vida.
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Mientras zurzo las sandalias (porque soy pobre y tengo comején en la mirada)
agoto la paz del calor entrante a la vez que del sol –también entrante—busco
cierto merodeo que me indique
dónde clavar la próxima puntada. Mientras remodelo mis pasos,
(porque gozo tanto de las enmiendas de la razón como de las licencias poéticas)
pongo especial cuidado en eludir el acero con la yema del índice,
señalado e ignorado, pongo el sudor sobre el yerto cuero de mis tránsitos urbanos,
sitio la comprensión de la incomprensible misión, mi libertad en juego
--mi juego en libertad--, lo hago sin preguntarme (porque soy y etc)
y a la vez torciendo la mirada hacia el patio o hacia la calle donde todos los círculos
gozan sus vicios con natural competencia. Mientras busco
deslizar el hilo por la ruta del anterior hilo, mientras doy secos tirones que junten
cuero con cuero, intimidad que gime a cada paso, me harto de los callejones
sin salida, sueño con las piras y mis engarrotados brazos en sus furias: ato
el hilo, corto, me aguzo el ojo frente al ojo de la aguja. Retorno
al ejercicio de continuar lo agotado, prolongar los pasos sobre la timidez de la navaja,
el oficio de la permanencia. Tuerzo el cuero –otra puntada—más allá de sus hábitos
(más allá de los míos, debo confesarlo también), y lo enderezo, atento
de cómo el hilo se vierte sobre el surco de la ausencia, lineal y predecible.
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Mientras repito los mismos ritos (porque debo retornar a mis sandalias, a estas calles)
me tiendo trampas, cuelgo origamis de las ramas del durazno
que lanza sus mejores frutos
al patio del vecino, lanzo enardecido mis propios frutos dios sabe a dónde, dios sabe
si tengo siquiera frutos que lanzar, si no son más que fragmentos de mi destino
en la quebradura del espejo universal (porque soy pobre, porque hay pobres
en este mundo, estimados señores del jurado, porque hay poetas), si mis sandalias
no saben acaso qué ruta tomar si no les impusiese mi planta atribulada, impía,
asesina de sandalias.
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Mientras pierdo todo cuidado y dejo al acero
confundir el recio cuero con la carne demasiado suave, y patentizo la existencia
por medio del puente de los sentidos, mientras la tinta de mi sangre recurre a los pasos
(porque da lo mismo, por dentro o por fuera, la pertenencia es absolutamente relativa),
mientras se quiebran las agujas –impresionadas-- y las reemplazo,
se me salta el reloj de la utilidad (mientras) vuelvo a ser primario, ambiguo, descartable.
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Me gustaría hacerte desnuda como un pie al sol,
de esas ronchas que cuando surten efecto
es porque sueñan su picazón sin labios:
eh, mi cansada lucidez, cómo te pesco a estas alturas;
las gallinas neumáticas pasan exactas frente a la puerta
de la casa que habito: casa de tantas ventanas
donde por añoranza el invierno dibuja flores.
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soy como el pez que tras su boca guarda tres bocas,
desconocen todas el sincronismo de la discreción:
quisiera tomarte fotos en la oscuridad más sólida
mientras lamo fiero el cuello de la fertilidad.
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me gustaría tanto deslizarme por las terminales
siempre que estén vacías: pero la gente corre, la gente
precisa del ocio que implica toda traslación, y yo
que no soy distinto me invento los sueños que nadie
como tú sabe poner en su preciso lugar.
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porque de tales horas busco hasta el retorno al asco,
tanto placer me seca la garganta y quiero disipar
la certeza de mi embriaguez, mas su perenne trote
no calcula el rechinar de botas, la mano
con vocación de brisa empedernida.
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me gustaría también colgar de tantas vísperas
algún escándalo en la noción del desamparo: colgarlo
en el horcón más visible de mi barrio para que sirva
de formal escarmiento a quien se atreva con mis sueños,
con los tuyos que acaricio, mudo de ira y ventricular sosiego.
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aspiraciones. Oye que se me seca la virtud, di que sus longas ramas
también cortadas pueden convertirse en fustas: me brindo
todo el dolor de vérmelas conmigo mismo, ensimismado:
ah, esta vida que me toca: cómo la llevo puesta, por cuanto desaliño
ofrezco los pocos mendrugos que la mordida universal
dejó caer sobre tus palmas.
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y es que me gustaría ser un cofre de risueñas bisagras:
perdóname por mi pedazo de letanía arcaica; a veces suelo pensarme
como el periódico multiplicado con las mismas noticias
en cada estanquillo: y me rebelo contra esta posesiva vocación
de repetidos párrafos, cintillos, columnas; me gustaría tanto
amar sin desear: traen las aguas del río peces
de cuádruple boca, descalzas botas, virtudes sin permiso, y nada
necesita el cauce, más que agua, para rodar sus piedras.
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Otras colaboraciones de AMir en Efory Atocha, Aquí.
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Un poeta existencial que descubre un mundo que lo supera, pero que él sabe captarlo con belleza, Mir es imprescindible en la geografía de poetas cubanos. Muy buenos textos para Efory.
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