--------Tres poemas inéditos de José Kozer
UN DÍA FELIZ
¿Cómo? Kamo. El río Kamo. Está bien, no me grites. La princesa
por supuesto Imperial. ¿Y el
pescado que nos sirvieron?
¿Intraducible? ¿Habrá un
equivalente? Lo que llaman
lisas. Ah. Shiogama: en el
Ise Monogatari lo encuentras.
Un poblacho. Espadañas,
redes medio deshechas, aperos
de labranza mellados. Las clases
altas practicaban artes marciales,
escribían poemas (5/7/5/7/7): las
clases menesterosas pagaban
impuestos. Un pueblo que come
arroz, mojarras y boniato, no
consigue superar una estatura
media de
Pies chuecos. Piernas gambadas.
Las azafatas de
Imperial o de
Viuda, un tirito: potables entre
los doce y los veinte años.
Descartables. Sobraban. Y aquí
me tienes, primero me lavo la
cara con un jabón de tocador
francés que me cuesta un ojo
de la cara, ayudo a poner la
mesa del desayuno, café, dos
tostadas con margarina, un
puñado de vitaminas, una
lenta defecación: nado una
hora, escribo quieras que no
en un cuaderno de tapa roja
(negra) (azul) el día en
principio acabó. Sin transición,
de un tranco, paso a orillas
del río Kamo, a la altura de
Shiogama. Página 120. La
madre: cómprate un traje,
celebra los aniversarios con
los amigos, saca a bailar a
tu mujer. El padre: no leas
tanto. La madre: dinero
dinero y más dinero (mamá,
eso es de Napoleón). El padre:
habla menos y vivirás más.
El padre: no comas con la vista
(variante: no pienses con los ojos).
El padre: no pienses tanto (descansa).
El padre: deja algo en el plato (¿y
por qué no me sirven menos?). Y
cada vez que yo decía pero, el
padre: ni perro ni gato. ¿Dios
existe? Pregunta ociosa. ¿Qué
hace el gobierno con los impuestos
que recauda? Pregunta válida;
resultado ocioso. En presencia
del padre la madre calla; en
presencia de la madre el padre
refunfuña: en ausencia ambos
se dan banquete. Los hijos se
compungen. ¿Día feliz? Llegó
el verano: pantalón corto de
gabardina, camiseta carmelita
desteñida, y la criada en refajo
planchando le veo al trasluz la
carne morada recubierta de
negrura (el vedijón): hiel la
madre si me coge mirándola.
Miro y miro el río Kamo,
Shiogama, llevo un siglo
varado en página 120. La
azafata imperial se descompuso,
de
la hegemonía Fujiwara ni el
polvo de los caminos. Un día
sin duda feliz en la feliz historia
(adyacente) de
Estoy, de males, curado. Lo que
tiene la edad cuando se tienen
al menos dos dedos de frente,
es que nada ya nos sorprende.
Nada nos trastabilla. Nos coge
de atrás p’alante. Sabemos de
antemano que todo, en fin, se
ve que del desayuno dejé medio
huevo en el plato (el otro medio
lo dejo en herencia a mis hijas):
mi gazuza la sacio con lo justo.
Pensar, lo que es pensar, diez
minutos al día, tres veces por
semana (antes de conciliar el
sueño) (o más bien el insomnio).
Y cuando se cierne de hierro el
brazo del padre sobre la fontanela
o el calostro espeso de la madre
ante el buche, contraataco gramatical.
----
ACTA
La vagina de Sara cumplió sesenta años, penetraciones, un
giro, apenas el sentimiento
de sentir el rasponazo, así
suena (sonaba) cuando
descorchan, once varones,
cinco hembras, nueve
nacieron de pie, el resto no
alcanzó la veintena: todo
el mundo muere en edad
provecta, dicen (decían)
los chinos.
Hoy cumple años la muerte, óyela comer candela, óyela cómo
duerme: en el machote
aparecen los datos (ya,
borrosos) nombre y
apellidos hasta la
segunda generación
(unas treinta y tantas
sílabas con el montonazo
de signos diacríticos al
modo checoslovaco):
edad, dirección (anterior
a la actual) señales
visibles (ya no) causa y
por qué no consecuencia
de defunción. Estado civil.
Cuño. Sellos. En efectivo.
El vuelto aún su retintín al
golpear la mesa apolillada
del señor funcionario en
mangas de camisa, su corbatín
ofendía nuestros sentimientos,
sin embargo se le pagó sin
embargo no dejó de cobrar.
A mí su nieta o nieto todavía me huele la casa a pastel de guayaba
recién horneado manos de
hojaldre, Sara. Raja Sara
caja Sara baja Sara. Las
cosas que Piaget descubría
nos las había contado Sara.
A la mesa, entre muertos y
vivos, éramos (unos) treinta.
Sara a la cabecera, ochenta
años, un poco ida, un poco
tiesa, hierática sonrisa. Algo
desconchinflada. Búcaros de
minutisas. Faroles chinos,
cajas de comida japonesa:
-------bento. Y Sara me repetía
al oído, bento. Viento. A
bientôt. Y nos reíamos. Su
nieta o nieto preferido
(tortillerito mío susurrábame
al oído, parejera): aplaudieron
los muertos, los once vivos se
le tiraron al salmón ahumado.
Comed, comed, que vienen
tiempos malos.
Y vi que Sara se persignó, se llevó la mano derecha a la cabeza
(tocada por la peluca) (sotto
voce, Sara se rapaba) juntó
(namasté) las manos: por
si las moscas hay que creer,
repartir a los moribundos
entre los dioses, empezó a
llover. Primero una llovizna
de nada entreverada de ceniza,
arreció, menos agua, más polvo
y óxido, agua frígida, ceniza
idéntica en color y textura al
verdín original (Génesis). Y
nos llevamos a Sara en andas.
A Sara y el salmón, las cajas
a medio consumir de jengibre
en salmuera, pescados (tres
clases) crudo, fideos fríos
(soba) los vasos vaciados de
vino. Entramos. Entre cuatro
candiles la depositamos sobre
el jergón de heno tundido
(mullido) de una cosecha
primigenia. Y fueron llegando.
Primero los animales. Se
acomodaron, de hinojos. Luego
el Pregonero, ¿hay alguien en
casa que entienda arameo? Y
nada de Reyes prosternarse a
los pies de Sara. Le cerraron
los ojos, la ayudamos a vestir
disfraz carnal, ley última salir
bailando con su insoluble
careta de la resurrección
---------------tapándonos el rostro.-----
FÁBULA
Subiré. Yo subiré. Y luego sólo yo disuelto subiré. Una galleta de
alforfón y uvas pasas, un
puñado de grosellas secas,
la cantimplora (no nos
llamemos a engaño,
contiene vino de arroz,
rebajado). Subiré hasta
alcanzar la cúspide, yo:
y luego disuelto la
alcanzaré.
flores innominadas, en la
cima. Unas abejas rojas
libando, surgieron de mi
madre al morir, le deben
la existencia, pronto las
veré (ascuas) (intermitencias)
seguiré pronto con la mirada
la trayectoria ida y vuelta de
la flor a la colmena.
unas astillas (¿ígneas?) amaré
por primera vez en mí lo
incompleto, sólo amaré lo
incompleto en cuanto barro
y paja, lengua muerta, pelo
estropajoso de espantapájaros,
rodillas raspadas, una flor en
el ojal de la solapa del saco
de tergal a gruesas rayas,
alcanzaré la máxima altura
de la escalada.
de figura imaginaria, sólo
movimiento aligerando,
no carga a espaldas sus
espaldas, no deja huellas
a su paso. Llueve de
Oregón a Vancouver: el
agua, mientras afecta mis
sentidos todavía, no me
moja.
Se inclina primero la cabeza, luego hasta la cintura (tres veces): se
farfulla, los ojos entreabiertos,
flor blanca penetra, se
descompone. Una babosa se
acerca a besar el rostro de la
abeja (ved la paciencia de la
abeja): se juntan, antenas y
orificio, en las alturas (¿qué
me aguarda allá arriba?). De
momento sólo sé que la abeja
(cuánta conmiseración) alucina
a la babosa en su vuelo nupcial
(nuncio de transformación) liba
flor blanca la babosa en el ojal
de mi solapa.
Todo un hallazgo. Me han encantado.
ResponderEliminarBienvenida, amiga: siga busacando...
ResponderEliminar