martes, 13 de mayo de 2008

"La caja y el péndulo". Un relato (inédito) de Raúl Aguiar, (La Habana, 1962)

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-----------LA CAJA Y EL PÉNDULO

----------------------Por Raúl Aguiar

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- ¿Y por qué “existencialista”?

-¿Y por qué tiempo circular, el ciclo del eterno retorno de Nietszche?

- Es que de esa manera es como yo percibo la Realidad.

- Hay muchos tiempos, José Antonio. El tiempo puede ser lineal, puede ser progresivo, espiral, tangencial, bifurcado. Cada persona es un reloj pero a ti, por lo visto, se te acabó la cuerda.

El uno para el otro, solo que ella atravesó el horror, el pleno eclipse de esperanzas. José toma un trago, observa al gato negro lamiéndose en el sofá, luego vuelve su vista a Carmen y se pregunta quién le ha robado los hechizos. Se acerca, la besa y no hay magia.

- En fin, que no te gustó mi cuento.

- ¿Y por eso soy absurda? Todas tus historias son así, existenciales. Ni siquiera al estilo de los españoles. Allá afuera están matando muchachos y tú en la campana de cristal, como si estuvieras todo el tiempo con los ojos mirando hacia dentro, filosofando. En cambio, Fidel...

- Lo de Fidel es un anzuelo para bobos; mucho parlotear pero a la hora del poder seguirá todo igual o peor que antes. Todo es política.

- Esta vez puede ser diferente, va a ser diferente, estoy segura.

- Lo dudo.

- Me decepcionas.

- Coño, Carmen.

De pronto le parece que han pasado tres siglos desde que se inició la conversación. La descubre nueva, cansada del silencio en la garganta, rebelde como nunca. Por suerte la criada les hace una seña desde el comedor.

- Mira, mejor vamos a almorzar que la mesa está servida.

Antes de sentarse mira a través de los cristales. Allá abajo la Habana está igual que siempre, las calles hirviendo por el sol. Se sienta y come despacio. Ella parece que ha distendido su arco interior, otra vez en respiración acompasada.

- No sé por qué toda esta discusión. ¿Por qué te molestó que en el cuento todo volviera al origen?

- La vida no es solo literatura, Pepe. Es una cuestión de actitudes. Somos muy diferentes.

El de pronto la imagina en el futuro. Se cayó Batista, la Habana de fiesta. Ella boga en un río de brazos, dejándose tocar por la negrada, felizmente putísima y algo se le encrespa en la garganta. No puede seguir comiendo. Al parecer Carmen tampoco porque se levanta y prende un cigarrillo.

- Esta relación se ha vuelto muy falsa, José Antonio. Siento que ya no te amo, al menos no como antes, y no me importa si eso significa marcharme de esta casa y volver con mis padres.

- ¿Estás rompiendo conmigo?

No quiere creer. La pupila absorta, mirando el rostro reflejado en la vitrina. Busca una excusa, una frase redentora pero adivina que ya es demasiado tarde, ahora todo es cementerio, silencio...un devenir de soledad y tinta. Murmura:

- No puedes...

- ¿No puedo?

- Carmen, sin ti nada de esto tiene sentido.

- Despierta José Antonio. Por favor, despierta de una vez.

El se pregunta de dónde conoce esa sonrisa.

2

“...de dónde conoce esa sonrisa”, lee Ismael y de pronto es interrumpido por tres golpes bruscos en la puerta, en plena lluvia. “Carajo”, piensa, “qué rápido es”, y deja a un lado el libro que estaba leyendo.

- ¡Un momento! – grita y viste el uniforme y las botas con rapidez. Luego coge el zambrán con la pistola, se encasqueta la gorra y abre la puerta. Es el teniente Espina, con el pelotón de milicianos esperando en la camioneta. – Eres rápido. ¿Ya están todos?

- Sí, Capitán.

- ¿Y el práctico?

- Aquí estoy, mi capitán.

- Entren un momento.

Ismael despliega un mapa del territorio y les señala una zona de la cordillera.

- Ya recibí la información. Los bandidos están en una cueva que le dicen “La Honda”. – le pregunta al práctico: - ¿Sabes dónde es?

El viejo afirma sin dejar de mascar su tabaco.

- Unos veinte kilómetros. Es cerca.

- Ok. Móntate con el chofer y le vas indicando. Arriba, nos vamos.

La camioneta arranca. Ismael le devuelve el libro que estaba leyendo al teniente Espina y le dice:

- Tremenda mierda, teniente. El que escribió este libro debe ser un burguesón de esos, de los de antes. Seguro que ya se fue para Miami. Hace falta ver cuando van a escribir un libro sobre nosotros.

- Seguro que pronto. Al fin y al cabo esto es historia también, ¿no?

- Supongo, lo que hace falta es que sea real y no una bobería de esas...

- Claro.

Silencio. Un miliciano rompe a cantar bajito. El tiempo en que te odio y te quería, y el capitán le llama la atención tocándole la pierna con la bota.

- Cante después, miliciano. Ya estamos cerca.

La camioneta se detiene. Ismael ordena en un susurro:

- ¡Todos abajo!, ¡ya! ¡Ocupen posiciones! – y el pelotón se despliega entre los arbustos que rodean la caverna.

Una noche demasiado oscura, piensa Ismael contrariado, que hubiera preferido una luna con mayor pureza.

Avanzan a gachas un tramo, ocultándose tras los matorrales. Reprime una mala palabra cuando el traje de campaña se le enreda en un marabú. De pronto le parece como si todo aquello hubiera sucedido antes, como si fueran solo recuerdos de una vida anterior. “Ciclo del eterno retorno”, recuerda y mueve la cabeza para alejar el naufragio mental, pero la sensación persiste.

- Capitán – susurra uno de los milicianos que tiene más cerca – Vi moverse algo allá arriba.

De inmediato un disparo, seguido de una ráfaga.

- ¡Fuego! – ordena Ismael, que saca la pistola y avanza unos metros hacia la entrada de la caverna. - ¡Ríndanse! – grita y dispara por primera vez - ¡Están rodeados!

Una bala se incrusta en un árbol a centímetros de su cabeza.

- ¡Vengan a buscarnos! – gritan desde adentro y él ordena avanzar a sus hombres a fuego cruzado.

La escaramuza dura unos minutos, luego se escuchan gritos de rendición. Dos de los bandidos se entregan con los brazos levantados y otros dos están muertos. El observa los rostros. Anjá, José, Rolando, Curbelo...luego pregunta:

- ¿Dónde está el Indio?

Nadie contesta.

- ¡Cojones, si no me dicen ahora mismo donde está los fusilo a todos!

Ellos se miran angustiados. Por fin uno se decide:

- Se metió más adentro. Está con Reina.

- ¿Quién es la Reina esa?

- Su mujer. Vino a traernos comida.

- Carajo.

“Una mujer, lo único que nos faltaba”, piensa Ismael y ordena a dos milicianos escoltar a los detenidos hasta la camioneta. Luego duda sobre los pasos a seguir. Va a ser difícil, casi suicida internarse en la cueva a buscar al Indio. El no se va a entregar con todos los muertos que lleva arriba. De pronto encuentra la solución.

- Ustedes tres, busquen madera seca, palos, ramas, lo que encuentren. Vamos a sacarlo con humo.

- A la orden, capitán.

A los pocos minutos ya todo está listo. Uno de los soldados trae un bidón con petróleo y riega la pira con el combustible. El teniente prende una cerilla y enciende la fogata. Al principio el aire sopla en otra dirección así que tienen que aventar el humo con ramas y sacos. Esperan. Al poco rato el ambiente interior de la caverna se va volviendo irrespirable y comienzan a escucharse toses.

- Preparados –advierte Ismael.

Las armas apuntan a la boca de la cueva. Nerviosismo. De pronto salen dos figuras corriendo y disparando en todas direcciones. Hay un momento de confusión entre las sombras y el humo, en medio del tiroteo una de las figuras retrocede y cae, la otra viene exactamente a la posición de Ismael y él dispara sin apuntar, entre fogonazos ve como el cuerpo se dobla en dos y rueda entre los arbustos.

Se acerca adivinando ya de quien se trata. Le da la vuelta al cuerpo y se fija en el rostro. Una mujer bonita. Que desperdicio. El se pregunta de dónde conoce esa sonrisa.

3

- Los milicianos no matan mujeres – dice el Secretario y deja caer las cuartillas presilladas sobre la mesa.

Ernesto intenta defenderse:

- Pero si fue así como ocurrió. Yo investigué. Solo estoy escribiendo la verdad.

- Los milicianos no matan mujeres. – repite el otro y se quita las gafas. – Y si fuera ese cuento nada más, pero es que son todos. ¿Qué tú quisiste decir con la sonrisa de la mujer esa? ¿Qué era valiente? ¿Te has preguntado alguna vez de qué manera lo que escribes puede hacerle daño a la Revolución?

Ernesto de pronto se siente como ausente, en plena afasia de palabras. Observa desesperado la mesa y el cenicero y no se decide a prender un cigarrillo. Sobre la pared hay un afiche del Ché y un calendario atrasado de los 10 millones van. La semana pasada hablaban de proponerlo como dirigente de la FEU, y ahora esto. Como si de pronto hubieran surgido muros de todos lados, muros con espinas.. El Secretario sigue hablando:

- Como seguramente ya sabes, ayer analizamos tu caso. Nos reunimos con todos los estudiantes de la facultad, se leyó públicamente tu libro y salieron a la luz muchas de las cosas que dijiste o hiciste en estos años, y la gente con que te reunías, claro. Y llegaron a la conclusión de que no eras digno de pertenecer a las filas de la Universidad, y mucho menos, de la Juventud. Por lo visto el premio del concurso que ganaste te levantó los humos. ¿Qué tú pensabas? Entrégame el carnet.

Ernesto le extiende el librito rojo y siente como se desprende una parte de su cuerpo. El Secretario lo tira dentro de una gaveta.

- Ahora vas para tu casa y espera nuestra decisión. Posiblemente te mandemos para la Columna juvenil, la UMAP o mejor alguna fábrica, a trabajar como un obrero más, por lo menos cinco años, a ver si ahí te quitan tus mariconerías de pequeño burgués y sales más fortalecido ideológicamente. ¿Quién sabe? Va y a lo mejor te limpias escribiendo un libro sobre esa experiencia. Puedes marcharte.

Cinco años...Mientras Ernesto camina en dirección a Coppelia comienza a estar conciente de su nueva condición de hombre invisible. Allá va Víctor, su ex - mejor amigo, que cruza a la otra acera haciéndose el que no lo ha visto para no hablarle. En la cola Beatriz, dos meses repasándole idioma ruso y en la asamblea fue la que más gritó pidiendo su expulsión de la universidad. De pronto desearía encontrar una máquina del tiempo, una abertura en el espacio y correr en busca de María, perderse en el triángulo de sus muslos, besar su boca, sus pies, cerrar los ojos y olvidar que existe, por Dios, olvidarlo todo.

Coge la guagua y a la media hora ya está en su casa. Ella está esperando y apenas abre la puerta le pregunta:

- ¿Qué decidieron?

Ernesto le cuenta y se abrazan llorando.

- Me voy contigo – dice ella.- Mañana mismo pido la baja.

- ¿Estás loca? Eso sería...– él va a continuar hablando pero ella le cubre la boca con una mano.

- Ya está decidido. Me voy contigo. A cualquier parte. A donde quiera que te manden. Sin discusión.

El se pregunta de donde conoce esa sonrisa.

4

- Ah, estabas aquí. Debí imaginarlo.

La voz de Liliana lo trae de vuelta a la realidad. Desde su posición Eduardo solo la ve de la cintura para abajo, un revoloteo de ropas azules, la saya cubriendo sus carnes magníficas. Entonces recuerda que no se han visto en todo el día. Deja la pluma y la libreta a un lado, se levanta de la litera y la abraza. Ella aprovecha para besarlo en la mejilla.

- ¿Qué haces?

- ¿No lo ves? Estoy escribiendo.

- ¿Qué cosa?

- Un cuento.

Allá abajo, en la plaza de formación suena la música de Bee Gees. No hay nadie en el albergue. Ella lo mira divertida y él descubre el placer de verse en sus ojos.

- ¿Sobre qué?

- Nada. Un cuento loco. Se me ocurrió hacer como una matriushka. Esas muñequitas rusas, unas dentro de otras...

- Sí, señor escritor, yo tengo una en mi casa.

- Pues eso. Un cuento dentro de otro, pero al revés.

- No entiendo.

- Si, chica, un cuento, que es leído por alguien, que a su vez se abre a otro que está siendo escrito por alguien, que a su vez...

Liliana siente el motor del tiempo y se impacienta:

- Sí, sí, sí. Oye, pero...¿por qué no lo dejas para después? Dale, chico, ¿no oyes la música? Está bueno eso allá abajo, la gente nos está esperando hace rato.

- Bueno, está bien.

Salen abrazados y bajan las escaleras. En la plazoleta han puesto dos bafles. La gente se contonea al ritmo de la música disco y extienden los brazos con el índice apuntando al cielo, onda Travolta en Saturday nigth fever. Llegan al área de formación y se reúnen con sus amigos en uno de los bancos de mármol. Les hacen un lado, ellos se sientan y pronto Leonardo le pasa un brazo por encima de los hombros.

- Vaya, te estás luciendo, mi hermano, hasta la jevita tuvo que ir a buscarte. ¿Tú te piensas que eres un rey o qué?

- Seguro que vino bajo protesta – aventura otro.

- Ya, dejen eso. – pide Liliana – estaba escribiendo, pero lo convencí rápido.

- No digo yo.

En ese momento se escuchan las guitarras de Hotel California y todos se paran a bailar. Liliana lo toma de la mano y él la sigue hasta la plazoleta, luego se enlazan y se acogen al ritmo. Los cuerpos se van pegando poco a poco y ella comienza a cantar en su oído. Luego se interrumpe y susurra:

- Oye, lo que me dijiste la otra noche... Sí. Quiero hacerlo.

Eduardo de pronto se pone nervioso. ¿Habrá escuchado bien? Dos meses inventando tretas para convencerla y ahora así, de golpe...

- ¿Estás segura?

- Segurísima. Quiero hacerlo. Hoy mismo.

Se excita con solo imaginarlo. De pronto la noche se convierte en brisa y él comienza a imaginar variantes. Desecha la idea de irse al área deportiva o lo que es peor, para algún platanal cercano. Si es la primera vez, tiene que ser como dios manda. Después de eso podrá pavonearse con orgullo delante de la junta. Aunque sería mejor hacerlo lo más discreto posible, al fin y al cabo esto es algo íntimo, solamente le atañe a ellos dos. De pronto recuerda que Salvador está de guardia del docente, y él no se va a negar a dejarlos utilizar alguna de las aulas. En eso la canción termina y él le dice a Liliana que lo espere y sale a buscar al amigo.

Salvador acepta a cambio de picarle un par de cigarrillos, y luego le sugiere que utilicen el laboratorio de química, que tiene la puerta sin llave.

Eduardo le explica su plan a Liliana y se esconden hasta que termina la recreación. Todos los estudiantes suben a sus albergues y al rato se apagan las luces. Van en silencio hasta las escaleras del docente. Esperan que Salvador les haga la señal y luego suben al tercer piso, donde está el laboratorio de química. Exacto. La puerta está sin llave y ellos entran a oscuras.

- Ven, siéntate aquí – le pide Eduardo que ha extendido su abrigo en el suelo y no espera para besarla en los labios. Liliana cierra los ojos y se deja llevar, ya no quiere fugarse, en cambio se abre sobre él como una ventana alegre, así se muere, niña, de impura sed. – Te quiero, Liliana. Lo sabes. Ella asiente y deja que las manos torpes del muchacho busquen las ventanas de su cuerpo, luz de un goce tercamente nocturno.

La blusa cae al suelo, luego la saya acompaña la camisa y Eduardo se hunde como un huésped cansado dentro de su bosque, dilapidando frases y ternuras, se hace preciso mirarse los ojos, la risa pícara de niña caracol, estrategia de las primeras verdades, le hiere la entrepierna con sus garras suaves, buscando las mil formas de su cuerpo, “Suave, suave”, le pide ella y luego se marchan a la otra dimensión, olvidando la dureza del suelo y la isla, ascienden a la noche del olvido, allí donde no valen la razón, los recuerdos, las madrugadas filosóficas, “Despacito, me duele”, es mejor esta muerte y resurrección eterna de los sexos, mujer y hombre, “Te amo”, él prefiere sus muslos apresando los ríos, la inesperada sabiduría de su boca, saboreando los sueños y goces, las intenciones secretas, “Yo también”, y así amanecen desnudos sobre el mar, con olor a savia de árbol, como una canción perdida en tiempos prehistóricos y que ahora regresa.

-¿Cómo te sientes? – pregunta él con ternura nueva, casi paternal, y le besa la frente y los ojos.- ¿Te sientes bien? ¿Eres feliz?

Ella se acurruca en su abrazo y asiente con gesto desfallecido. Sonríe. El se pregunta de donde conoce esa sonrisa. De pronto se abre la puerta y aparece el director seguido de dos profesores que los alumbran con sus linternas, ¡Se me quedan así mismito como están!, y luego, para no perder detalle, encienden las luces del aula.

5

De pronto hay apagón y la pantalla del televisor se oscurece.

- ¡Cojones! - grita Carlos, que desea romper el video al comprender que hoy tampoco podrá terminar de ver la película. En la habitación hay risas y alguien le pone en la mano un vaso de ron que él se toma como si fuera agua.

- Eso te pasa por ser tan electrónico. ¿Qué estabas viendo? – el que pregunta es Zamora, el baterista de Provos. Ya resignado, Carlos prende un cigarrillo y se vuelve en la silla giratoria. Una de las muchachas, ¿Martha?, enciende una vela. Pronto la habitación se llena de sombras oscilantes. Alguien ¿Roberto? rasguea una guitarra.

- Nada. La caja china. Una onda loquísima ahí.

- Ah, sí, ya la vi. Me gustó la idea. Es una onda de esas, posmodernas, de la escuela de videoarte.

- ¿De que se trata? – pregunta Lucy, que se acerca y se sienta sobre las piernas de Carlos. Zamora contesta.

- Es como una historia dentro de otra historia dentro de otra historia...el cuento de nunca acabar.

- Buena mierda. – dice Carlos - Eso ya lo hacían en Las mil y una noches. Creo que la técnica se llama “Caja china”, o algo así. El otro día lo estaban diciendo por la televisión.

- Sí, eso mismo, pero al revés.

- ¿Cómo que al revés?

- Sí. A la inversa. La idea es muy interesante, casi de ciencia ficción. Son como mundos concéntricos, ¿no?, donde cada universo está siendo creado por alguien de otro mundo concéntrico superior, o que pertenece a un tiempo futuro, y así hasta el infinito. Universos narrativos, quiero decir.

- Coñó, ¿qué fumó este?

- La realidad, nuestra propia realidad puede estar siendo escrita en este mismo momento por alguien. ¿Entiendes? En este mismo momento. Estamos siendo narrados. Toda la realidad es pura narración.

Silencio. Carlos se remueve inquieto. Martha le coge el cigarro y expira una bocanada.

- O sea, que Dios es escritor.

- Para nosotros sí.

- Pues me cago en ese tipo, - dice Carlos - tremendo apagón que nos metió por la cabeza. Lo rico sería comunicarnos con él y decirle que traiga de nuevo la luz, o que nos mande diez libras de marihuana.

- O un yate para irnos echando de aquí. – dice Roberto y deja la guitarra a un lado.

-Yo no me quiero ir – dice Lucy

- Eso es porque tú eres segurosa.

- Vete para el carajo. A lo mejor nosotros mismos somos los que estamos escribiéndolo todo.

Risas. En eso viene la luz y todos gritan con júbilo. Carlos decide no seguir viendo la película. En cambio alguien pone Metallica en la grabadora y de pronto todos menos él se ponen a cabecear. Los observa en silencio y se pregunta si ciertas líneas no serán insuficientes. A lo mejor en vez de ser un cuento la realidad es un poema. O un cuadro. O tan solo un pensamiento, o un sueño... las posibilidades son infinitas. Carlos se pregunta...

6

Por fin he terminado este cuento. Menos mal, creo que me dará tiempo para leerlo en la peña. Ahora a corregirlo y sacar una copia. Menos mal que mi hermana trajo la computadora. Va y te pones a pensar y es verdad que todo es realidad virtual, simple narración, hasta tú que ahora me estás leyendo o escuchando eres un personaje. Me pregunto...
Otros textos de Raúl Aguiar en Efory Atocha, Aquí.

3 comentarios:

  1. Hoy muy temprano, Susana, me aclaró que no son gaviotas…, “Dice Jorge que no, que son aviones, sí, sí, esos que hacen el nido, pieza a pieza diminuta, como de hormigón., increíble… Ni vencejos, ni golondrinas. Aviones”
    El año pasado, por estas fechas, destruí uno, el que hicieron en sólo un día junto a la ventana de la cocina, me pareció que estaba vacío, que ya se habían marchado. Jorge, el amigo guardián de las aves se molestó mucho conmigo, desde entonces no le perdono lo que me dijo... Igual yo no me siento orgulloso…, sólo quería evitar que los vecinos del bajo se molestaran con los residuos bombardeados,… que no aparecieran las avispas parásitas… colonizándoles. No pensé en lo trabajoso de su construcción, ni en que tal vez ellos u otros volverían en temporada a anidarlo enamorados…
    Antonia, la gata negra de Vanesa, mi cuñada, sí, la que les conté que estamos cuidando, ya no prefiere la esquinita de la terraza, junto a la maceta del aloe. Ahora huye a la silla que está junto a la estantería de los discos, pero en la mesa del salón, junto a las otras tres. Se esconde allí, como si nadie le viera, bajo el cuerpo de falsa madera, herrajes y el mantel colgando como cielo parpadeando en cabeceadas.
    Yo no dejo de pensar en que, haga lo que haga uno, el… mundo sigue su… bendita rutina, por suerte. Aún me jode el árbol aquel que cortaron, y “las vistas que nos robaron”, construyendo allí esas nuevas casas…, que hoy nadie habita.
    Allí donde demolí…, ellos, los aviones, pero no sobre la huella del anterior, sino más a la derecha, claro, según como se mire, en la parte de la vecina Yolanda, han hecho otros dos nidos, pieza a pieza. Pasan volando cerca de mi cabeza, como advirtiéndome, y yo les miro extasiado, enfocando sus cuerpos perfectos planeando en el paneo de mi visión.

    Ahora corto y les dejo, sí, sí a ustedes, amigos. Tengo unos altavoces-monitores nuevos, y después de leer esta maravillosa pieza de puertas que se abren, o matriushkas caleidoscópicas…, me pondré… a “darle cuerda al mellotron- pc” y seguiré intentando llenar el vacío de cada silencio dañino y perverso que sufro.

    Hasta otra vez, y gracias por tan magnífica lectura.

    Un abrazo.

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