Dos poemas (inéditos) de María Elena Cruz Varela
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Negociación estéril
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Puede que aún quede alguien sobre quien no haya escrito.
Puede que exista algo sin nombrar, enorme o diminuto.
Puede que se me escurra su esencia entre los sueños y las palabras todas,
vencidas y enlodadas, se resisten a entrar en la botella.
No quieren ser bebidas las palabras. No quieren ser mascadas, ni escupidas
Ni entrar en digestión, ni ser purificadas.
No obedecen al orden locuaz de mis tijeras. No quieren ser cortadas. No quieren ser cosidas. Rebeldes, las palabras no obedecen a nadie. No responden a nada.
Las seduzco mostrándoles la aureola de mis pechos, el fervoroso anhelo de albergarlas. Pero ellas quieren más. Negociadoras, hábiles, calibran el tesón de mis orejas, la nariz enjaulada, la zanja de mi boca, las grietas de mi abdomen. La punta de una lanza vulnerando el costado. El clítoris. La vulva palpitante y el cráter solitario que expulsara a los hijos y también a sus hijos. Los hijos de los hijos.
Pongo sobre la mesa las copas de mal vino, la cebolla, el cordero y el curri del árabe vecino que golpea a su mujer. Les muestro la cabeza del casero iracundo, su martillo infectado por la testosterona. Las manchas de humedad en las paredes. El polvo que atenúa todas las estaciones. Los dedos pastoreando las letras saltarinas.
El nombre de mi amigo. El ¿ de mis enemigos. Las fechas olvidadas. Los castigos. Entrego con pudor el óxido que aflige los sórdidos barrotes de mi cárcel y esta oración oculta:
-No apartes todavía mis pasos del camino. Ni dejes de pasearte, mi cuerpo en bandolera.
Te regalo los clavos. La corona de espinas. La huella del testigo. Los granitos de arroz para engañar al pájaro. La llave de la luz.
Los códigos secretos de mi sangre. El vacío cifrado más allá de mi frente y el mortal esplendor de las coronas.
Hieráticas. Difíciles. Las palabras planean sobre mi exhausto mundo. No quieren ser nombradas. No quieren ser oídas. No quieren trepidar en los fosforescentes hipocampos. Ni ser piedras abultando bolsillos. Ni zapatos vacíos meciéndose en las olas.
Difíciles. Hieráticas. Totales. Las palabras se esfuman temblorosas
- -Nocturno con premeditación y alevosía
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Señoras y señores:
Ahora que en el reloj se acaba de ausentar la medianoche, he de hacer un discurso.
Debo hablar de mi padre.
Sí, trazar un argumento y posponer un brindis por su melancolía.
Por su fea costumbre de andárseme escondiendo, sentándose a llorar en los aguacateros,
madurando los frutos con los hilillos acres de su llanto de pobre niño huérfano. Calándome la rabia entre los huesos y este sabor a sal y esta impotencia.
No. No digas nada. Soy yo quien voy a hablar. Éste es mi turno. No mires a otro lado ni vuelvas a ponerles dogal a las palomas.
Te fuiste tú primero. Abandonaste el juego dejándome en el patio, con los ojos vendados y un rosario de cuentas malamente ensartadas.
Te pedí que esperaras y no me hiciste caso.
Así es que, ahora te callas tú y escucha simplemente mi alarido, porque estoy muy cansada, sabes, de soportar tu ausencia tan igual a un reproche. Te pedí que esperaras y era partir las culpas en todas las porciones necesarias.
Yo sola no podía atravesar el limbo, decorar las estancias y cargar con el peso de las constelaciones. Te pedí que esperaras.
Pero era demasiado. Nunca llegué. Y si llegué, no estabas Permanecí en silencio dando la otra mejilla, pero era demasiado.
Ahora lo digo todo. Ven. Apoya la certeza sobre la blanda nube de mi almohada.
Se acabó. Sí. Con la punta del dedo trazo un leve dibujo sobre las duras líneas de todas las espaldas.
Se acabó. Ya se han marchado todos. No hay más voces, ni ruidos.
A tu esfera celeste no hay música que valga. No hay cuerpos derramando su jugo en los jardines. Todos se han ido ya.
Se los tragó la noche por esa mueca abierta de su boca macabra. Ya todo terminó. Deja de revolcarte en la ceniza. Deja de hacer el tonto. Es el final. Contra la indiferencia no hay discursos que valgan. Inútil transferir los argumentos.
Los que no se despiden sólo quieren dejarnos girones de memoria y un gusto a salazón, a alevosía. A deshechos nocturnos. A superficie ingrávida. Quise hablar de mi padre. De su ausencia perpetua. De su nariz ganchuda, su pálida sonrisa y el corazón tan gris de su retrato.
La mano tiernamente metida en el bolsillo de ese señor extraño es un aviso. Una cita pospuesta. Otra calamidad.
Deja ya de mecerte en la cuerda del ahorcado. Deja de maquillarte. Pórtate bien. Cuida las apariencias.
Pero ese no eres tú. Ni esas son tus palabras. No sé dónde escondimos el cinturón de cuero, ni el ciruelo del patio, ni el cantero de adelfas está para llorarnos. Deja ya de joder con acertijos y deja de burlarte de mi espanto.
Yo no tengo la culpa de que tan sólo fueras el padre mi carne tan igual a la carne que algún día marchará tras la tuya. Ven. Dejaré que mis muertos entierren a tus muertos mientras salvo la vida. ¿No ves que se acabó? No puedo acompañarte en este largo oficio de difuntos. Óyeme bien: es demasiado tarde y no puedo volver.
Es hora que renuncies a las escaramuzas.
Pasó la medianoche de este tiempo de brujas. ¿Es que no te das cuenta de que he crecido tanto, que hasta puedo soltarle un dulce parlamento a las estrellas?
Otras colaboraciones de María Elena Cruz Varela, Aquí. Sobre María Elena Cruz Varela, Aquí.
Gracias Chago, leer a Maria Elena es uno de los mayores placeres que para mi existen. Poder cantar sus poemas mientras paseas por cada una de las palabras entonadas me hace tremendamente feliz, en estos tiempos, donde la precariedad y el cinismo se apoderan de algunos... Maravillosa Elena, como siempre...
ResponderEliminarBesos
Raquel.
Gracias, es un placer leer la poesia de Maria Elena, con tu permiso enlazo el post.
ResponderEliminarGracias amigo Chago por esta poesía, es simple y bellisima. Maria E. esta hablando ya desde una maestría absoluta.
ResponderEliminarYa quisiera yo poder ir a tu fiesta hermano, mucha felicidad para ti y tu novia.
ResponderEliminarMuchas gracias para ustedes; Raquel, Lázaro, Joel. Sí, es una enorme satisfacción publicar los poemas de MCV.
ResponderEliminarTodo mérito es de ella.
Maestro Joel: para venir solamente hay que fijar fecha. Los billetes de vuelo aparecen bien baratos. Siempre eres invitado hermano.