Tres poemas (inéditos) de Norge Espinosa
- --
-
MI VIDA CON JEFF STRYKER
-
En las siniestras madrugadas de
cuando nada es el invierno y menos puede la nostalgia,
vuelvo a ti, me escudo en ti, entre tus piernas me cobijo
tratando de encontrar el otro rostro que me hablas.
Mientras los hospitales celebran la ocasión
de otras muertes predispuestas, solo tu cuerpo me acompaña
en las casas tan desiertas que el amor abandonó
olvidando el esplendor de las antiguas fechas patrias.
Qué extraño conversar
con el último fantasma que nos visitara nunca
mientras rompe el mundo afuera, en una guerra acuosa;
y ver, en las mañanas, en el rostro de los niños
la angustia de un deseo que tú has hecho para mí:
el regalo más ambiguo y que es
Mirándote, sirviéndote, curando tus heridas:
las llagas que el amor santificar apenas puede,
escucho a los vecinos de pared a pared
que entran a sus camas con la solemnidad de un perro.
Yo, que he sido el perro ladrando para ti,
robando para ti, no tengo ya una sola lágrima.
Y si me voy al mar, y si te traigo el mar
a la puerta es porque sé cuánto te alivia esta resaca.
Mi vida contigo, con el cuerpo que en las fotos
que alguien dispersó, es tal vez menos amarga
porque bebemos té cuando los otros se despiden,
y no envejecerás mientras yo diga tu nombre.
Y porque sólo en mí tiene tu inmensa enfermedad
el púrpura y el oro de las más altas ceremonias.
Ardes, y es espléndido
saber que en esta tarde
existes en un modo que anula mi soledad
y me hace también de algún modo tan hermoso
como lo habrás sido tú, contra la cal de negros muros.
Contra las cárceles que ahora recordarían nuestros gestos
y las fotos de una boda que no fue, pero es posible.
Lo digo para mí, aunque falte alguna luz,
y tú ya no me mires, ni me oigas, ni levantes
falsos testimonios contra mi adoración
hacia los muslos perfectos que a los diez años me enseñaste.
Larga es la madrugada,
Y aún te amo. Y sé mi triunfo.
Yo estoy vivo y tú estás muerto.
--
De LAS CANCIONES TERMINALES
-
--
Noemí Bonet, actriz –un fanático la recordará en El Arca, Teatro del
Obstáculo, interpretando el rol de
canción en las tardes y noches del año noventa y seis.
En ese entonces frecuentaba yo la casa.
Una casa amenazada, como todas las
que he conocido. Y vivían allí Ramón, y Noemí, y Vladimir.
Especialmente
Y de vez en vez, Giorgio. Y a todos, irremediablemente, se nos
hacía escuchar a Marlene Dietrich.
-
No saber alemán. No poder descifrar el ruego de
mientras nuestros
Porque el calor nos empujaba a dormir
sobre el duro suelo, con las ventanas abiertas y en la sala.
Desnudos o casi
cigarrillo a los escasos
Años más tarde, vería un álbum de fotos firmadas por Giorgio:
ángeles de
Me extrañó no hallar en ese álbum
Qué tumba del país velábamos entonces.
Yo abrazaba a
El jugaba el mismo juego. Como
sentíamos la felicidad.
Noemí Bonet recordaba sus días de actriz, el escándalo especial
de uno de sus
imposible. Y Vladimir
en el cual él y yo nos
El piano es real. Existe. Marlene Dietrich se
apoya en él y canta Peter para unos cuantos pájaros en el Berlín
de los años
¿O es algo que soñé?
Suecia. 1996.
En ese tiempo, creo, todos nos amábamos. Sin rozarnos siquiera.
Ramón.
Una casa en
No aprendí a fumar. No aprendí alemán. Aprendí a despedirme.
La casa
la palabra.
Recuerdo su rostro esa noche,
Una mancha de humedad en la pared. El dibujo
La canción interrumpida.
Se fue Noemí. Vladimir más tarde. Ramón, meses después,
me mostró
Que no en Berlín, sino en Suecia. Vende
Y yo me alegré, y recordé el uniforme de una pionera
insolente. No volví a la casa. No he vuelto a ver a Giorgio.
Marlene Dietrich me hablaba con la voz de Ramón. Le pagué unos cigarrillos.
No quería oírla cantar.
Abracé a Ramón en
-
BREVÍSIMA APARICIÓN DE JOSÉ MARTÍ EN LA LLOVIZNA
--
Debieran pesar menos tus párpados, y el limo
de tanto verbo cívico ampararte en mejor modo.
Es larga la llovizna, y el paisaje que la mide
hierve ante tu nombre, que sabíamos Amado.
Estás
y no te vemos más que en el espasmo
que lo humedece todo, en su Constitución
que tantos generales firmaron muy de prisa,
urdiendo otra batalla, otro país,
-------------------- Papel Moneda.
Cárdenas. Bayamo. Ciudades que no viste
se empapan de tu nombre como de extremaunción
y ni los niños pueden, borrando la llovizna
marcar un tiempo apenas en que no estemos habitándote.
Un parque, un mausoleo, repetidos como bustos
que doblan tu visión: eso devora la llovizna,
y los mapas siniestros que con ninguna brújula
desmentirán al mar, la soledad que nos rodea.
Llovizna, talismán, aparición, huida, encanto.
El mármol de un portal ya casi hundido te pregunta
por los antiguos fríos que te ofreció otra capital
que recorrías cegato, bizambo, desorejado
en pos de islas inciertas, casi humano temporal.
No se esfuma el olor tremendo de tu anécdota.
--------------------No cesa la llovizna
sino el mezquino tiempo que duró tu aparición.
Te vas antes de que abran sus mesas y sus manos
los húmedos civiles que supieron invocarte.
Te vas como se esfuma la silente Navidad,
y la fe cenizada sobre la cual sobrevivimos.
El día también canta, a su manera, los milagros.
Hoy, cuando quiero cerrarme en la llovizna
como un libro.
Sobre Norge Espinosa, Aquí.
Estos poemas fueron publicados en mi antiguo blog alojado en el portal del Diario Cuabaencuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario