lunes, 12 de enero de 2009

Luis Mesa: "Mastuerzo o el amor fatal"

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Mastuerzo, o el amor letal
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-Por Luis Mesa Fernández
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Espectáculo unipersonal de títeres para adultos. Mastuerzo fue estrenado el 11 de septiembre de 2003 en el teatro Naitung en la ciudad de Santiago de Chile, bajo la dirección de Paula Kofoed.

Pedro:

Mastuerzo es una hierba que utilizan los negros Onahuenches para sus remedios. Se la suministran al enfermo mientras tocan el tambor y viene la cura. Lo curioso es que hay que estar atentos a la medida que se utiliza, si se te va la mano, lo que hoy llamaríamos una sobredosis, entonces quien viene es la mismísima muerte.

Soy Pedro Mastuerzo. Maté a la mujer que más he amado en la vida. A la única mujer de mi vida. (saca maíz de una bolsa y lo lanza.) Es agradable sentir sobre mí sus miradas inexpresivas, como si todas criaturas mías, se fundieran en una inmensa pupila acusatoria, que me recuerda haber vivido ese momento un día y otro y otro y otro. Una vez que matas, el ángel de la muerte se apodera de tus instintos y entre otros tormentos te impide conciliar el sueño. Hace cuarenta años que no duermo y cuando duermo, ella canta en mis sueños.

La conocí cuando aún no era una diosa. Llegó una noche, los pies cubiertos por la mugre del camino y todos los miedos en el alma. Inadvertida como un espíritu en pena atravesó el local atestado de putas y borrachos y fue a sentarse junto a la música, como si buscase amparo en el sonido que salía de la vitrola. Lo primero que me llamó la atención fueron sus ojos de luna brillante. Como permanecer impasible ante aquellos ojazos, aún el más pobre de espíritu, al asomarse a aquellas dos lunas, habría constatado que se hallaba en presencia de un ángel.

(acercándose a la Macorina)

Buenas noches… ¿Desea algo la señorita?...

Me miró, me miró. Por fin alguien me miraba a mí. Era una niña desnutrida y maloliente, pero yo pude leer en sus ojos de luna brillante, puedo leer en las almas ajenas, por eso descubrí en ella a un ángel. Sucio y maloliente, pero ángel al fin…

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(a la Macorina)

Ehh… ¿Cómo te llamas criatura?

Macorina:

María Corina…

Pedro:

María Co… Maco… Maricocuanto? Perdón. Maaa, ría, cooo. Ma-co-rina. ¡Macorina! Te llamaré así, suena más lindo… ¿Deseas comer alguna cosita Macorina?

Fui yo quien inventó el nombre que luego enloquecería a miles de personas en toda la cuenca del Caribe: La Macorina. (se sugiere un juego de acciones, donde la Macorina cambia sus ropas humildes por otras modestas, pero limpias)

A partir de ahí, me convertí en su esclavo. Le busqué donde alojarse, comenzó a ayudarme en la taberna, la protegía de los borrachos, pagaba con demencia sus caprichos. En fin, si pajarito volando me pedía, pajarito volando le buscaba. Me sentía iluminado. Yo era feliz en la medida que lo era la Macorina. Puede parecer obsesivo, pero en el amor es feliz aquel que más entrega.

Fui yo quien motivó su vocación por la música. Al principio la sorprendía con algún disco comprado de tras mano, luego ella misma se los compraba, llegó a tener miles. Prendía la vitrola al amanecer y entonaba a dúo una canción una tras otra y otra canción y otra y otra más.

Con su primer sueldo se compró una guitarra, ya de ahí en más, cantó acompañándose.

Macorina, cántanos algo, por favor, aunque sea algo sencillo, por favor. (Se sugiere un momento donde el actor haga un juego de voces con una escala musical, una vez lo hace la macorina, el trata de imitarla y viceversa)

De a poco la gente empezó a escuchar a la Macorina, de a poco descubrieron que existía un ser, que con su bellísima voz cantaba para ellos. De a poco mi ángel se transformaba en diva.

Borracho:

¡Macorina! Macorina, tráeme una cerveza, pero bien fría, mamita. Ahh, buena que se esta poniendo la cabrita. Tú tienes razón, flaco, Mastuerzo es un egoísta, que se quiere comer él solo a la cabrita. Flaco, hagámosle un corito, dale. A una, a las dos, y a las tres: ¡Mastuerzo cornú¡ Ja, ja, ja. Bueno que nos quedó el corito. ¿Quién? ¿Quién me mandó a callá?¡Dotol! No, no , no, no, Dotol, con to el repeto que usted se merece, no me mande a callá. No, no, no me mande a callá, que yo jablo como a mí me da la gana. Que pa eso, que vivimos en un país libre ¿o no?

Ya, pues Dotol, no se enoje por tan poca cosa y rajese con una botella. Eso.

Dígame una cosa dotolcito ¿Es una yegua o no? Sí, ya se que a uté lo que le gusta es el arte y esa vaina. Y tie razón, canta lindo la mamita, pero si to lo tie lindo. ¡Macorina yegua! Macorina te doy lo que me pidas, si cantas una noche para mi, pero tú y yo solitos y empelotas. ¡Ay, mamacita del alma! …Sí, ya se flaco, es fácil la cabrita, sí, sí. Se encamó al judío Abrahán por un anillo de oro. Y la guitarrita, la guitarrita esa, casi le cuesta el divorcio a Pancho el tendero. La mujer los sorprendió a los dos, esnuos en la cama. Ay mi diosito, que algunos sí que tien suerte. Macorina yegua, mamita, venga conmigo y le chupo toda.

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Cierto flaco, a nosotros no nos mira, quien nos va a mirá a nosotros, que no somos ná, solo unos borrachos. Aaayyyyy…. Ahora me acuerdo de mi vieja. Aayy. Hijo, sea alguien, hijo no beba más. Y yo metale a la bebida y metale a la droga y metale a la madre de los tomates. Aayyy, como me acuerdo de mi viejita. Sí flaco, tie razón, basta ya. Que lo peor es ser borracho y depresivo.

Flaco, vamos a hacerle el corito, dale. A la una, a las dos y las tres: ¡Mastuerzo cornú!

Pedro:

La gente se idiotiza cuando dedica tiempo a los asuntos ajenos. Yo la amaba, solo eso era importante. Env, env, envidiosos. No podían entender, no sabían. Desgraciados aquellos que mueren sin saber que un hombre puede ir más allá de todo por amor. Hasta matar.

Todos estaban locos con la Macorina y yo era el loco más feliz. Hasta las mujeres comenzaron a imitarlas. Se vestían a lo Macorina, se dejaban los pelos a lo Macorina. Todas las mujeres del Caribe soñaban con parecerse a mi Macorina.

Ah, la taberna, lo que fue la taberna en aquel tiempo, atestada de bote en bote todas las noches; venía abogados, empleados del gobierno. Y el médico, ese medio afeminado que sale hablando mierda en el diario. Decía, que cómico, decía que se estaba produciendo un fenómeno social, eso decía.

Una noche de navidad fue la consagración de su carrera. Con los primeros rayos del sol empezaron a llegar lanchas repletas de isleños de las islas vecinas. El aguardiente corría a mares, la comida se le lanzaba a los pordioseros por las ventanas, había flores y lucecitas engalanando por todas partes.

Cuando la Macorina salió a escena, Aaahhhh. Un silencio de hielo cortó la noche. Caminó dos, tres pasos, no hizo más. Todos la seguíamos con los ojos magnetizados. Y es que era una vedette. Cuando la Macorina empezó a cantar. Mamita pa que te quiero. Las mujeres chillaban histéricas y los hombres llorábamos de puro placer.

(la Macorina canta una canción. Debe ser un número de cabaret, algo así como La Lupe)

Pedro:

Al final, la levantaron en andas y se la llevaron entre vítores a la plaza mayor, donde el alcalde pronunció un discurso. Yo lo seguí todo trepado en lo alto de la chimenea. Desde lo alto pude ver como aquel mar de gente se postraba en una adoración fanática ante los pies de mi niña. Ella era mi obra, de un gusano mugriento con ojos de luna, había creado una diosa.

Dios nos permite venir a este mundo, si a cambio creamos algo. Ella era mi creación. Señor, ah señor. Yo cumplí contigo. ¿Por qué tanto rigor? ¿Por qué a mí?... Saben mis amores, donde está la obra de dios, (lanza granos de maíz) el diablo acecha.

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Trovador:

Arriba que llegó el papá. ¿Quién atiende aquí?

Pedro:

Buenas noches. ¿Desea algo el caballero?

Trovador:

Socio, tráeme algo pa chupar, espérate, espérate, que te quiero pedir un favorcito. Compadre no le cuentes a mi fanaticada que papito llegó, en cuanto se enteran de mi presencia, la vida se me hace imposible, imposible.

Pedro:

¿Desea alguna otra cosita el caballero?

Trovador:

No, no ya puedes irte masmierda, ah, disculpa ¿cómo es que te llamas? Ah, es que soy nuevo aquí… ya, ya puedes irte. A lo mejor más tarde canto algo. Eh, yo si caliento la noche, yo sí los pongo a gozar a todos. Agarra esta.

(canta una guaracha, algo donde prima el doble sentido. La Macorina queda evidentemente atraída por el Trovador)

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Pedro:
Llegó de trasnoche, la melena suelta al viento y la guitarra terciada en la espalda. Pidió un aguardiente y fue a sentarse junto a la vitrola, exactamente en el mismo lugar que ella lo hiciera años atrás. ¿Cómo no me di cuenta de que no era una coincidencia? De haber estado despabilado, habría leído en el interior de sus entrañas, desenmascarando así, al infiel enviado por Satán para cumplir una antigua maldición: Destruir mi obra divina y a mi mismo.

Hay alg, hay alg, hay alg. Hay algo de injusto en esto. Esta bien que probaras mi amor por ti, pero no merecía tanto ensañamiento. ¿Cómo no me diste una señal siquiera? ¿Por qué yo? ¿Por qué…? Cierto que no hay justicia en la tierra, más tampoco en el cielo.

Tocó par de canciones mediocres de esas que hablan de lo heroico que es ser pobre y lo hijoeputas que son los ricos. Dos borrachos lo aplaudieron, policías por demás, ah y las mujeres, debo reconocerlo. Luego siguió con el verso. Viste esa verborrea que intenta ser culta y original, que incluso suena linda, pero que en realidad es pura mierda. Esa exactamente esa, idiotiza al vulgo. Entonces al dueño de la taberna, ordinario como buen mercader se le ocurrió que hiciera un dúo con la Macorina. Y lo contrató.

En la cárcel he reflexionado sobre este tiempo. En verdad enfermé, un resentimiento agudo infestó mi sangre, no dormía, no me alimentaba, no descansaba, el rencor me lo impedía. El corazón se me agrietaba y por cada grieta se me escapaba un soplo de vida cada vez que él la besaba al final del show, luego haciéndose el simpático me gritaba: Eh, masmierda, alcánzame un aguardiente. Y yo lo tenía que obedecer como perro ante el abucheo del público. Ah, como lo odié, era un río de odio enfermizo que cada día aumentaba gradualmente su caudal en el interior de mi mente perturbada.

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(Mastuerzo cae abatido por la tristeza. Vive un delirio en el que llora, habla solo, baila, hace el amor a la Macorina. Todo sucede dentro de su mente)

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Macorina:

Mastue, ¿Adivina qué? Te he traído un regalo. ¿Te gustó?... ¿Sí?, tienes una cara, ¿Sucede algo?… No me mientas… en cuanto lo vi dije: para mí Mastue… A ti te pasa algo. Uy, estás ardiendo de fiebre. Tú te tienes que acostar, a la cama, a la cama bien tapadito, que la Macorina lo va a cuidar, a mi viejito lindo y le va a hacer un caldo para que se ponga bien. Ahora duérmase, duérmase que yo estoy a su lado. (Macorina canta Veinte años, si es posible en la voz de Maria Teresa Vera.)

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En un rincón de la taberna el Doctor conversa con el Borracho.

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Doctor:

Mi estimado, nuestro amigo en común padece una patología, que bien puede adquirirse genéticamente o bien brota oportunamente ante un determinado suceso que ocurra en nuestra vida. Quiere decir, que él aparenta llevar una existencia normal, pero ¡ojo! En realidad estamos frente a un cuadro sicótico.

Borracho:

Flaco ¿Tú entiende lo que dice? Pucha, erís enredao Dotol. Uté podría jablar en epañol…

Doctor:

A ver, como le explico. Es como si dentro de su cabecita convivieran diferentes tipos de seres, ¡Ojo! Alguno de estos son sumamente peligrosos.

Borracho:

A carajo, ahora si que me jodió el trago. Flaco tu entiende lo que jabla, dice poco, más o menos, que Mastuerzo es… No me joda, pues. Si el Mastue e un infelí. Dotol, no siga, no siga con la vaina, que el Mastue e mi amigo. Dotol, yo lo llamo y le cuento, ¿Va a seguí? Tu vera, tu vera la que se va a formá ahora. Mastuerzo, ven acá, ven acá y oye lo que etá jablando el médico marica ete. Diseselo, diseselo en su cara, como los jombre…

¿Qué no me paga ma el trago? Ahora cagué. Eh, no Mastue, era broma, pero ¿Cómo tú me va a hacer caso a mi Mastue, si yo siempre estoy en peo. Mastue, dispue yo te cuento, tú y yo solito. Mastue, por qué mejor no trae una botellita, sí por supuesto, en la cuenta del Dotolcito, ¿cierto Dotol? Ya pero Mastue, apúrate, apúrate que va a empezar el show.

(Suena una música de cabaret y cantan el trovador y la Macorina. Es una rumba caribeña llena de ritmo y cadencia. Al finalizar el doctor aplaude entusiasmado)

Doctor:

Bravo, bravo, regio. (al trovador) Pero que hermosa actuación. ¿Me permite convidarlo con un café?

Trovador:

Equivocado, yo no tomo café.

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Doctor:

Ah, ¿Un tecito, pudiera ser?

Trovador:

Que te quede claro, no tomo café, no tomo té. ¿Te enterate?

Doctor:

Garzón, sírvele un whiskey, eso si te gusta ¿cierto? Pero venga, sentémonos.

No sabe el deseo que tenía de tener una conversación con usted a solas.

Querido amigo, si me permite una opinión, usted me parece un talento… que se va a perder. Perdone, pero creo que se desperdicia.

Trovador:

¿De qué carajo está hablando?

Doctor:

Discúlpeme, discúlpeme, pero es mi modesta opinión y créame, yo se lo que le hablo. Su canción yo la insertaría dentro de la novísima lírica poética, si me permite, y esto por favor, no lo comente. Su compañera, le arruina el show.

Trovador:

Oye, pero, ¿Tu quieres que te metas las manos encima? Yo soy terrible agresivo, pa que sepa. Deja la maricada conmigo.

Doctor:

Disculpe, disculpe, pero es mi criterio. No se enoje, ay, que temperamento. Querido amigo, escuche a este, su más humilde admirador. Usted representa la canción comprometida, creo que es una gema en bruto. Usted tiene que salir de este ambiente marginal, en cambio ella, ¿Quién es ella? Una bataclana de cuarta, solo pluma y lentejuela.

Trovador:

No, no, ahora si que me cabreaste. ¡Te voy a meter una puñalá! (pausa donde no sucede nada)

Doctor: Ja, ja, ja. Fiero, garr, garr, fiero. Me parece que este es el inicio de una gran amistad… Escúcheme. Quizás esto le sorprenda, pero le quiero hacer una propuesta, ¡Ojo! Esto lo hago solo porque creo en su talento. Conozco par de empresarios en la capital y moviendo un poco mis influencias de aquí para allá y de allá para acá, pudiera arreglar para que usted ofrezca un concierto en el teatro Broadway…

Trovador:

¡Coño! ¡¿En el Broadway?! Oye, ese ha sido el sueño de toda mi vida. Pero espérate, espérate, espérate. ¿Usted está hablando pal dúo?

Doctor: ¡NOOooo! No, ella no, esa ordinaria no. Usted tiene que pensar por si solo, usted si me lo permite, posee lo que los antiguos poetas llamaban garbo y...

Trovador:

Sí, pero como nosotros somos un dúo…

Doctor:

Escúcheme una cosita, en mi negocio, solo cabe usted, usted y usted, así de sencillo, lo toma o lo deja, pero por favor piénseselo. Garzón, plis… sírvale lo que desee, que se mame como un chancho.

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Se escucha un bolero. El trovador está aproblemado. Bebe durante un momento lleno de dudas. Sale a caminar y sin darse cuenta sus pies lo llevan hasta el balcón de la Macorina, le tira piedrecitas a la ventana. Ella aparece. Se encuentran, se aman, hasta que el Trovador queda dormido.

Macorina:

Oh mariposa divina, tu que quitas y das el néctar de las flores,

que inculcas amor.

Yo me acojo a tus poderes, para que él me quiera.

Yo te juro, adorarte en tu sacrosanto relicario.

Que el hombre que amo, sin verme se angustie,

se ahogue en su ansiedad, que se queme en su desesperación.

Que sin mi se sienta como un ahorcado.

Y que yo sea el único alivio a esas sensaciones.

Amen.

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Pedro:

Una madrugada, desde mi cuarto, escuché unos susurros. Sigiloso me acerqué al lugar de donde provenían. Allí estaban.

Su rostro descansaba sobre el pecho del infiel, los cabellos entremezclábanse en un brillo furtivo, las palabras confundíanse con el crepitar del fuego. Ella lloraba.

Macorina:

No me abandones, por favor, que nadie te va a amar como yo.

Trovador:

(aparte) Esta siente envidia profesional. Niña, escúchame, te lo he explicado cien veces.

A ver, ¿qué culpa tengo yo de que me hayan escogido a mí para el concierto en la capital y a ti no?

Macorina: No me importa el concierto, no me importa la capital, solo me importas tú y me abandonas. Por favor llévame contigo…

Trovador:

Ahora no puedes acompañarme.

Macorina: ¿Por qué? ¿Por qué? Si yo lo amo, yo lo amo, y ahora mismo le quiero dar una prueba de mi amor. (intenta hacerle sexo oral)

Trovador:

Niña no, no, suelta. Las mujeres... Mira mi amor, escúchame, tú verás. Cuando yo de el concierto en la capital, que triunfe, tu verás que lo primero que voy a hacer, es venir a buscarte y ahí vamos a ser felices para siempre. ¿Sí?

Pedro:

En ese momento tuve una inspiración: él era el mal, ella la virtud y yo el mismísimo machete de Oggún guerrero.

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Estaba amaneciendo. En la literatura, los poetas realzan la belleza de los amaneceres. A mí siempre me ha parecido el momento más depresivo del día. Me escalofría el debate agónico de las sombras desapareciendo bajo la pujanza de los rayos del sol.

Fingí acabar de despertarme y como medio dormido le solté un: Buenos días. A ella. Su voz me llegó apenas en un susurro, él siquiera se dignó a mirarme. Ya lo obligaría yo a hacerlo.

Fui a la cocina y prendí el fuego. Desde mi posición podía obsérvalos, ellos a mí no. Él miraba a lo lejos arrogante, ella sollozaba en silencio lágrimas de humillación.

- Macorina, ¿Me acompaña a desayunar?

Macorina:

No. Ya no quiero nada de esta vida.

Trovador:

Eh, Mastuerzo, yo sí, tráeme las sobras de la comida de anoche, lo que sea. Algo caliente, que me caiga en la panza antes del viaje.

Pedro:

¿Te vas? ¿Viaja el caballero?

Trovador:

Ah, no sabía. Me voy pa la capital. Y ella viene conmigo, después. ¿Cierto vida? Dale, Mastuerzo, dame algo de comé.

Macorina:

Si él va a desayunar, entonces, yo también quiero. Sírvenos el desayuno.

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Pedro:

El agua hervía en la cafetera. De repente ella me miró. Era la mirada de alguien que no quería traspasar las puertas del pecado y pedía socorro. En ese momento todo su ser adquirió una luminosidad virginal. Fue entonces cuando escuché una voz susurrándome.

Voz:

Uujuuh. Mastuerzo cumplid vuestros designios

Pedro:

Perdón, ¿Quién me habla?

Voz:

Uujuuh. Mastuerzo, sois el elegido.

Mastuerzo:

Eh… es quien, creo que es. Eh, sois D… Oh, gracias señor.

Juro por los clavos de cristo que esto sucedió y nadie me creyó luego, que yo hablé con dios.

Así que puse café en el agua, lavé dos tazas. Ella siempre bebía en la misma taza verde, por la esperanza, decía. Del color de la de él ni me acuerdo, ni me importa. Lo que si me consta es que dentro, mezclado con le café, coloqué un puñado de semillas de mastuerzo que habrían bastado para matar un elefante. (va hasta donde están Macorina y el Trovador)

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- Caballero. (le sirve la taza que contiene veneno) Para que no me pierda la esperanza, mi reina. (le sirve a la Macorina)

Y me alejé rápidamente. Quería observar desde lejos el final de mi obra. Vertí por el desagüe las pocas semillas que quedaron y lavé el frasco. Precaución inútil: nada aparecería en los análisis forenses. Cinco minutos después de ingeridos se aloja en los intestinos, convertido en grasa vegetal.

Él tomo su taza y se la llevó a los labios…

Macorina:

Aguarda, tengo un presentimiento. ¿Es que no puedo tener un presentimiento? Tengo el presentimiento… de que esta será la última vez que tú y yo nos veamos. Por eso quiero que intercambiemos nuestras tazas para beber, como si fuera una boda. (intercambian las tazas)

Pedro:

Estaba lejos y no pude escuchar lo que hablaban, solo vi que intercambiaron las tazas. Todo sucedió muy rápido y por si fuera poco el médico irrumpió a gritos en la taberna, lo cual contribuyó a distraerme.

Doctor.

Buen día, bueno, vamos yendo, vamos yendo. Y ¿Por qué tanta frialdad? Oh, esa de nuevo. No puedes ser tan inmaduro, vamos yendo, estás tirando tu futuro por la ventana.

Pedro:

Fue solo un instante el que me distraje, más basta un instante, para que un crimen se consuma. Ella se turbó e inexplicablemente llevó la ponzoña a sus labios y bebió.

- No, Macorina, no, tú no. Ah, dios mío, que me haces. ¡Ay!

Doctor:

Mastuerzo, que escandalete es ese. Apártese por favor, deje que la vea. (examina a la Macorina) ¡Ay! Gran poder del cielo. Esta niña está muerta.

Pedro:

No, no. Macorina tú no, no te vayas. Macorina no te vallas, mírame, mírame Macorina. Oh díos mío… (Mastuerzo se quiebra)

Se escucha la voz de la Macorina.

Macorina:

Apártate, por favor. Voy a morir. Igual me da morir que vivir sin él. Perdóname, pero nada es como tu piensas, nada es como lo ves, nada es como lo sientes. Mi única razón para vivir era él. Apártate, por favor, para que pueda irme con los ojos llenos de mi hombre.

Pedro:

La Macorina estaba muerta. Y yo necesita una respuesta que me ayudara a entender la terrible desgracia que había caído sobre mi. Entonces lo que halló mi vista fue el rostro del infiel, su bello rostro con una sonrisa inalterable e inconfundible. (saca un cuchillo y va a hacia donde está el trovador)

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Doctor:

(interponiéndose) Mastuerzo ¿Qué hace? Suelte ese cuchillo.

Pedro:

Médico, apártese, no es con usted.

Doctor:

Mastuerzo: Médico, apártese, no quiero hacerle daño.

Doctor:

No lo puedo permitir. Llamen a la policía, llamen a la policía.

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Mastuerzo lo agarra con la mano libre y le corta la cabeza mientras grita:

Te lo advertí, hijo de puta.

(luego va detrás del Trovador lanzándole puñaladas, pero este las esquiva. En un momento Mastuerzo tropieza y el Trovador escapa. Pedro queda solo tirando cuchillazos a la nada)

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Pausa. Va hacía un altar pequeño.

Pedro:

La muerte del médico fue accidental.

Y solo sirvió para permitirle al infiel escapar, como quien lleva el diablo en el cuerpo.

Lo demás, y ya lo conocen: el revuelo de los diarios. Se habló de todo, un asesino místico, crimen pasional… Nadie entendió nunca que yo obré por amor y según los designios de dios.

El entierro de la Macorina fue una fiesta. De todas partes llegaron largas procesiones para darle su último adiós. Su tumba, aún hoy, es venerada como si perteneciera a una santa. Santa Macorina.

Yo he pasado todo este tiempo entre hospitales y prisiones, en unas no me quisieron por loco, en otras por asesino.

Yo soy el hombre más triste de este mundo.

Todas las noches le pido a San la Muerte que venga a buscarme y no ocurre y amanezco un día y otro y otro y así durante años.

Me gusta sentarme aquí con ustedes. Son las únicas que escuchan mi historia, mientras comen su maíz. Mi única familia y me ha ayudado a encontrar un poco de paz en este viejo torreón.

A lo mejor un día me echo a volar con ustedes. ¿Cómo sería yo volando? Maravilloso. Volar, volar bien alto. Remontarme en libertad por los aires, bien alto y allá arriba, quizás, reencontrarme con ella… Con la Macorina.

Ay, palomas mías, como me hubiera gustado tener otra vida.

Bueno, ya se termino el maíz y el tiempo también. Tengo que regresar abajo. No entristezcan, se que me quieren. Es feo abajo, pero sino regreso a tiempo, me castigan.

Mañana, mañana regreso, criaturas aladas, con maíz. Y mañana, les prometo volar con ustedes. Total… Si todo fuera tan fácil como volar. Solo tengo que pararme bien al filo de la cornisa, agitar fuertemente los brazos, así como ustedes hacen con sus alas, tomar impulso. Uno, dos, tres…

¡Y a volar!


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Luis Mesa Fernández (El Billo), San Juan de los Remedios, Las Villas, Cuba, 1963. Durante estos años ha vivido y trabajado en varios países de Sudamérica: Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Colombia. Se desempeña como actor y director teatral. El relato pertenece al libro (inédito) El País de los demás. Otras publicaciones de Luis Mesa en Efory Atocha, Aquí.

1 comentario:

  1. Luis Mesa, que bueno saber de él, ver su foto y leer lo que escribe. Un abrazo al amigo de la tierra querida. Hay un exilio grande donde cabemos todos y uno "pequeño", el exilio del pueblo en que nacimos, que es de donde de verdad faltamos. Aun Remedios nos da la historia y la persistencia.

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