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Tres poemas de José Martí (1878-1895)
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-----------ÁRABE
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Sin pompa falsa ¡oh árabe! saludo
Tú libertad, tu tienda y tu caballo.
Como se ven desde la mar las cumbres
De la tierra, tal miro en mi memoria
Mis instantes felices: sólo han sido
Aquellos en que, a solas, a caballo
Vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte,
Y al volver, como tú, fiero y dichoso
Solté las bridas, y apuré sediento
Una escudilla de fragante leche.
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Los hombres, moro mío,
Valen menos que el árbol que cobija
Igual a rico y pobre, menos valen
Que el lomo imperial de tu caballo.
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Sombra da el árbol, y el caballo asiento:
El hombre, como el guao,
Pudre a los que se acogen a su sombra.
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Oh, ya no viene el verso cual solía
Como un collar de rosas, o a manera
De caballero de la buena espada
Toda de luz vestida la figura:
Viene ya como un buey, cansado y viejo
De halar de la pértiga en tierra seca.
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------------HASCHISCH
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------Arabia: - tierra altiva------Sólo del sol y del harén cautiva.
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Cuando la infame Tierra abre su seno
Al árabe, engendrado
De ardiente arena y sol enamorado,
Y el seno, de miserias viles lleno,
Fango sangriento al árabe ha mostrado,
Lo eterno anhela, el árabe suspira,
Los ojos cierra a la verdad, y llora
Dulce llanto de amor a la mentira,
Y el alma ardiente de la tierra mora
Duerme para vivir, pues - viva - la ira
En su pecho más loca se levanta
Que la idea de amor en sus mujeres
Y el canto de pasión en su garganta.
¡Amor de mujer árabe! - La ardiente
Sed del mismo Don Juan se apagaría
En un árabe amor, en una frente
De que el negro cabello se desvía,
¡Como que ansia de amor eterno siente,
Y a saciarnos de amor nos desafía!
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¡Oh! viven en aquellas
Magníficas doncellas,
Las trovas no escuchadas,
Las horas no sentidas,
Y lágrimas de amor aún no lloradas,
Y fuentes de hondo amor aún no sabidas;
En ellas, las huríes,
Por cada rayo de su sol un beso
Con sabor de azahar y de alelíes;
¡Y en ellas, lo imposible
De una hoguera de luz nunca extinguible!
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La vida es el amor - donde la tierra
Por los solares besos fecundada,
Pensiles ha por hijos, en que encierra
La fragancia y la luz de una alborada;
La vida es el amor - donde de amores
Del tibio sol y arábigas arenas,
Hasta el desierto mismo nacen flores
Con palmas leves de murmullo llenas;
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Y allí donde si el sol desapareciera
Del beso de una hurí renacería,
Prendida dejo el alma pasajera
Y la vida es amor: - ¡Oh! ¡quién pudiera
De una mora el amor gozar un día!
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No es estatua de lánguida figura
El alma de un poeta:
Es un sol de dolor: alma sin cura
De universal enfermedad secreta:
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En sí tiene el hervor, en sí esta fiera
Ansia que en beso incomparable invoca
Que, dado en una vez, arda en su boca
Mas allá de las horas en que muera:
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¡Oh! ¡Pobre alma dormida
Sin este beso eterno sacudida!
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Una árabe que besa,
Es labio de mujer, donde nos cumple
La eternidad al fin una promesa:
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¡Oh! si mis labios pálidos rozara
una arábiga boca, donde arde
Cuando se imprime, el fuego del Sahara,
Mientras no es ida, el fuego de la tarde:
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Si esta mejilla sin color,- hundida
Al espantoso beso
Que con los huesos de su boca, impreso
En cara y corazón deja la vida,
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Si este espíritu luce enamorado
Del armónico amor, en mí sintiera
Ese beso de una árabe, engendrado
Al fecundo calor de una quimera;
Si el alma de una mora, al hierro impío
Del tiránico afán encadenada,
Viniera a calentar el pecho mío,
Y dejara en mi boca fatigada
Un beso como el fuego del Estío
Largo como el dolor de esta jornada,
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Yo no sé qué dulcísima ternura
Este árido cerebro llenaría:
Yo no sé qué colores esta oscura
Virgen de mi alma casta vestiría;
Qué luz como esta luz - ¡oh, qué ventura
De una mora el amor gozar un día!
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Chimenea encendida
Al frío corporal vuelve la vida:
¡También de un beso al fuego,
El muerto de vivir, renace luego!
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Nadie sabe el secreto misterioso
De un beso de mujer: yo lo he sabido
En un arrobamiento luminoso
Extra-tierra, extra-humano, extra-vivido.
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Cuando todo lo férvido dormita,
Cuando todo lo imbécil gigantea,
Cuando la languidez sólo se agita
Y por nuestra alma mísera pasea,
Hay algo más hermoso que una noche
De Enero de mi patria en las llanuras;
Más dulce que un dulcísimo reproche
Lleno de confusión y de locuras,
Con que un trémulo labio
Culpa y perdona su amoroso agravio;
¡Hay algo como en sueños
Nos pareció escuchar, algo que ha sido
Verdad, aunque fue sueño, porque deja
Partida la verdad, cierto el sonido.
Un rayo que refleja
Muy suave claridad,- una dulzura
Que todos nuestros átomos orea,
Y una especie de aroma de ternura
Que sobre nuestros labios titubea!
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¡Un beso de mujer! - Pues, ¿cómo ha sido?
Todo lo venturoso ha renacido,
La redención espléndida amanece,
Esénciase el cadáver, y en el punto
Hermano siglo y siglo de un difunto,
¡O me engaño - ¡oh ventura! - o me parece
Que do el difunto fue, la yerba crece!
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¡Un beso de mujer! - Yo lo he sabido
En un muy dulce instante extra-vivido.
El árabe, si llora,
Al fantástico haschisch consuelo implora.
El haschisch es la planta misteriosa,
Fantástica poetisa de la tierra:
Sabe las sombras de una noche hermosa
Y canta y pinta cuanto en ella encierra.
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El ido trovador toma su lira:
El árabe indolente haschisch aspira.
Y el árabe hace bien, porque esta planta
Se aspira, aroma, narcotiza, y canta.
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Y el moro está dormido,
Y el haschisch va cantando,
Y el sueno va dejando,
Armonías celestes en su oído.
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Muchos cielos ha el árabe, y en todos,
En todos hay amor,- pues sin amores,
¿Qué azul diafanidad tuviera un cielo?
¿Qué espléndido color las tristes flores?
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Y el buen haschisch lo sabe,
Y no entona jamás cántico grave.
Fiesta hace en el cerebro,
Despierta en él imágenes galanas;
El pinta de un arroyo el blando quiebro,
El conoce el cantar de las mañanas,
Y esta arábiga planta trovadora
No gime, no entristece, nunca llora;
Sabe el misterio del azul del cielo,
Sabe el murmullo del inquieto río,
Sabe estrellas y luz, sabe consuelo,
¡Sabe la eternidad, corazón mío!
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El árabe es un sabio:
Cobra a la tierra el terrenal agravio.
Y en tanto,- el encendido
Vigor de este mi espíritu potente,
Me quema en mí y esclavo y oprimido
Tormenta rompe en la rebelde frente:
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Y en tanto - de mi espíritu el deseo
De aquello lo invisible se enamora.
Y se abrasa en mí mismo, y ¡me devora
Buitre a la vez que altivo Prometeo!
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¡Amor de mujer árabe! despierta
Esta mi cárcel miserable muerta:
Tu frente por sobre mi frente loca:
¡Oh beso de mujer, llama a mi puerta!
¡Haschisch de mi dolor, ven a mi boca!
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AMOR DE CIUDAD GRANDE
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Corre cual luz la voz; en alta aguja,
Cual nave despeñada en sirte horrenda,
Húndese el rayo, y en ligera barca
El hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio
Muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas
Y ávidos cazadores! Si los pechos
Se rompen de los hombres, y las carnes
Rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
Dentro más que frutillas estrujadas!
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Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
De los salones y las plazas; muere
La flor el día en que nace. Aquella virgen
Trémula que antes a la muerte daba
La mano pura que a ignorado mozo;
El goce de temer; aquel salirse
Del pecho el corazón; el inefable
Placer de merecer; el grato susto
De caminar de prisa en derechura
Del hogar de la amada, y a sus puertas
Como un niño feliz romper en llanto;—
Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
Irse tiñendo de color las rosas,—
Ea, que son patrañas! Pues ¿quién tiene
Tiempo de ser hidalgo? Bien que sienta,
Cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
Dama gentil en casa de magnate!
O si se tiene sed, se alarga el brazo
Y a la copa que pasa se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
¡Y el hábil catador,—manchado el pecho
De una sangre invisible,—sigue alegre,
Coronado de mirtos, su camino!
No son los cuerpos ya sino desechos,
Y fosas, y jirones! Y las almas
No son como en el árbol fruta rica
En cuya blanda piel la almíbar dulce
En su sazón de madurez rebosa,—
Sino fruta de plaza que a brutales
Golpes el rudo labrador madura!
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¡La edad es ésta de los labios secos!
De las noches sin sueño! De la vida
Estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
Que la ventura falta? Como liebre
Azorada, el espíritu se esconde,
Trémulo huyendo al cazador que ríe,
Cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
Y el deseo, de brazo de la fiebre,
Cual rico cazador recorre el soto.
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¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena
De copas por vaciar, o huecas copas!
¡Tengo miedo ¡ay de mí! de que este vino
Tósigo sea, y en mis venas luego
Cual duende vengador los dientes clave!
¡Tengo sed,—mas de un vino que en la tierra
No se sabe beber! ¡No he padecido
Bastante aún, para romper el muro
Que me aparta ¡oh dolor! de mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
De vinillos humanos, esos vasos
Donde el jugo de lirio a grandes sorbos
Sin compasión y sin temor se bebe!
Tomad! Yo soy honrado, y tengo miedo!
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