sábado, 12 de abril de 2008

FÁBULA DEL ÚLTIMO (O EL PRIMERO) DE LOS DÍAS

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FÁBULA DEL ÚLTIMO (O EL PRIMERO) DE LOS DÍAS.


---------------------------------Por Jorge Carrigan

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Primero fue el asombro

la existencia

espanto de encontrar la calma

la luz plateada bañando los dominios

luego el perfecto círculo irrumpiendo

frente al quieto misterio de tinieblas.

El disco vino a interponer su brillo

majestad soberana

ventura planetaria

que regiría

los animales y los pensamientos

al influjo celeste de su halo

tierra cielo y mar

destinos bienhechores y malvados

los que desencadenan las catástrofes

y aquellos que confieren la esperanza.

No había memoria de otra deidad

y el primer hombre

o el último

se dio implorante

al reflejo

turbado de espejismos

apetencia de clarificarse.

El fresco del mar le empapó el cuerpo

culto originario

plenitud de la primera vez

humedos los ojos como cuencas salinas

para hablarle a la luz:

Si eres tú Dueña de las Alzadas, ama hacedora de todo cuanto ocupan la vista y el oído. Si has impedido al catecismo la brutal engullida del fruto de mi carne, que es tuya y mía a la vez, para iniciarme en la manera mansa y agradable de habitar los espacios. Si eres deidad ternura y avenencia la que instaura el deleite que lactarán los nuevos habitantes de este ámbito desierto; serás pues venerada y expuesta en grandes tabernáculos que los mares envuelven. Si velas por las hembras que vendrán con vientres abultados y profusiones mínimas ganando envergadura en medular tibieza, te reverenciaremos en magníficos templos. Pero si eres sombría, la que de noche clama lamentos y tinieblas con facha numerosa y solitaria. Si atenazas la oscuridad inquieta y la confinas en las profundidades; si chapoteas en selvas y florestas, serás ensalzada en incontables cultos y por profusos seres, pero no por los míos. Si eres tú quien destellando a través de los muros que cortan el sendero en dos, alimentas los valiosos gérmenes, vigor de tu humedad con brillo femenil. Si eres tú quien concede maravillado albor al delirio amatorio, te invoco.

Ayuda en mi infortunio; torna el día en clemencia, conduce mis albures, dispénsame la paz y bórrame enemigos. Deja a mis adversarios sin riesgos ni extenuados; suprímeles fierezas, entrégales sosiegos, restituye el aspecto al lugar del que vine y si alguna otra fuerza me acosa y soy presa y afán, concédeme la gracia de que, si vida no hay conmigo, la muerte venga a mi.

El silencio volvió a alisar su abrigo

y el primer hombre

o el último

perseveró

postrado ante la luz

hasta que la voz blanda

respondió:

Te hablo mortal sin nombre. Soy señora de todo cuanto existe; dueña de las esencias y substancias, de aperturas y cierres de los tiempos, altísima hacedora, soberana de las natividades; oriunda de los ápices, imagen axiomática indivisa. Con energía gobierno la refulgente copa, los vigorosos alientos marinos, la inquietante mudez de las tinieblas, el universo con su inconmensurable altura. He sido entronizada con disparejos títulos. Los egipcios, que sobresalieron por su antiguo saber, me llamaron reina Isis; los Bantúes me nombraron Nzambi en la vieja Kimbanda y para los escandinavos tuve por nombre Odín, aun cuando ellos mismos me apodaran Njord. Fui Hamaquilla y Pachamama para el Inca, y también para el Quechua y el Aymara. Los eleusianos decían Ceres al mencionar mi nombre y Cheu-Sing me llamaron los chinos de antiguas dinastías. Mas para los Cheyennes fui Maheo. He sido Prosperita para los triparlantes de Sicilia y para los cretenses, diestros en el arte de lanzar saetas, fui nada más que Diana. Obalorum fui yo para el Yoruba, rey del cielo y Eleda el creador; y para los gordianos Pesinunte. Fumeritpits fui para los melanesios y los chipriotas, la ínsula golpeada por las ondas marinas, me invocaron con el nombre de Venus. En todos, sin embargo, he sido la idéntica, universal e indivisible. He observado las adversidades de todo el que ha morado esta masa terrestre y siempre rauda, benévola y serena en vuestra ayuda vine. Pero aquellos que me adoraron en plegarias incumplidas y su vil descendencia no comprendieron nunca que la armonía es un arcano descifrable y consagráronse a la devastación incesante y persistente de los otros, aun cuando les dijera que la ruina del ajeno termina siempre con la muerte propia.

Por eso a ti, que sacudiste el sufrimiento transitando desde la extinción de lo que antes viviera, te requiero que seques tu pulcritud sufriente. Los seres terrenales morarán los espacios de una manera mansa y agradable. Te ordeno, pues, alejarte de las inquietudes y mirar lo que hoy verán tus ojos.

Incorporose el hombre

y del agua una beldad manó

de perfil tan hermoso

que habría provocado la admiración de arcángeles.

Muy despacio volviose carne y alma

y los sentidos del mortal sin nombre

percibieron

cómo vino la efigie

a posarse ante él.

Sobre los hombros de la diosa

hirsuta pelambre

encrespada y vasta

una maraña de tallos y flores coloridas

cayendo desde el cuello

cubrían en disyuntivas

etéreas desnudeces

dejando al descubierto

ora aquí ora allá

otras también divinas.

En la tesura de la piel

con sinuosas y acabadas formas

había feminidad

como en el resplandor

rojísimo

que despedían sus labios

la calidad de fresas maduras de unos pezones

de los que el mortal debería beber

para llegar a humano

y al sur

aquel perfecto triángulo

radiante y encrespado

que se posaba entre el final del vientre

y el lugar en que el cuerpo

deja de ser un tronco para cambiarse en dos extremidades.

El resplandor negrísimo

anunciaba que todo nacería en ese territorio

que el periplo al origen

se iniciaría en ese matorral de vello y sacramento.

Aproximose el hombre

para besar

aquel delta azabache

y chispas luminosas

de cielos y gemidos

entregaron su brillo

en el primer contacto.

En el cuerpo de la altísima dama

resplandecieron fulgurantes rayos

de calidez extrañamente dulce

mientras

entre las piernas del mortal

latía la certeza

de que él mismo sería el complemento

del inaugural enlace.

Mil sublimes impulsos se agitaron

y la fragancia deleitosa

que expelían los cuerpos

se extendió

mecida por el viento.

Cruzar el pórtico

El conducto que lleva

a la fibra divina

fue indecible

y la ruta volviose blanda, tibia, palpitante;

con la emoción y el vértigo

de quien se escurre hacia la eternidad,

donde el gozo conquista majestad genuina

sin daño o maleficio

fruición

modo excitante

que en estas ocurrencias

llega a la infinitud.

El desborde de potentes efluvios

cambió en uno los jugos

de deidad y mortal,

y el milagro ocurrió.

Las hojas de los árboles

------------------los insectos

los reptiles

las aves

se agitaron

mientras hembra y varón perpetuaban

vibrantes movimientos

que tornaban cada elemento

en elementos vivos

y el mundo otra vez

mundo fue.

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