jueves, 27 de octubre de 2011

"Sin mencionar a Güantánamo"


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Sin mencionar a Güantánamo
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L. Santiago Méndez Alpízar/ Chago
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Ahora que por fin es de hipócritas, cínicos, persona de tercera, rechazar la violencia, linchamientos, ataques de potencias militares a países con problemas internos que únicamente a ellos pertenecen, ahora que se aplaude el atropello ajeno, mejor dejar en claro algunas cosas.

Yo conozco la ceguera que generan las sociedades de consumo, y es allí donde quizá sea el germen, la matriz. Sí, es algo bien curioso: hay un pensamiento -por llamarlo- donde para comenzar se pierde la perspectiva y se vive lo imaginado ya sea para adornar la vida, o sencillamente por dialéctica inversa, que será según lo pienso, dialéctica igual, solamente que al revés. Los extensos años de dictadura en Cuba, han conspirado a favor de estos imaginativos y hasta divertidos pensadores, por regla general, autoexiliados cubanos. Si se creen entonces sus propias fantasías de personas hostigadas en un pasado reciente a olvidar, claro que les cae a mano ignorar las atrocidades que en nombre de Libertad y más generosidades vamos viendo a borbotones en los telediarios, la Web, los medios en general. Porque esta filantropía es sesgada, parcial, afecta solamente a una zona. Es muy común lo que digo, abundante. Los ejemplos van desde insistentes escritorzuelos, pasando por fabricantes de pujos y hasta el aquí resaltado. O sea, una amplia variedad de pensadores excaribeños desnaturalizados y a la vez inmersos en el nuevo orden, nueva vida, con total entrega al más rancio politiqueo y la amnesia imprescindible.

Nos convidan aplaudir que los EE.UU tomen la decisión de bombardear, hacer la guerra, eliminar a un dictador, armar a un bando, impongan una nueva vida según los cánones occidentales... Pero nunca pensar que hay muchas evidencias, preguntas realizadas ya no solamente por obviedad, también con ciencia, y que siguen sin ser respondidas. Para estos explayados pensadores entroncados en cosmogonías de grandeza y con ramalazos dogmáticos, muy cerquita del discurso hegemónico y en más ocasiones paladines, tarugos inescrupulosos, lo que tenemos que asumir es algún derecho de los países más militarizados a disponer un orden global.

Y va ser que no.

No, ya no solamente por el hecho de estar en principio con el más débil, también por entender que los asuntos de los pueblos tienen que ser resueltos por los pueblos mismos, sin injerencia disfrazada ni bombardeos humanitarios . No, pues mienten cuando eligen el destino de cientos de miles de personas totalmente a espaldas, indefensas, pobres, reprimidas, y a las que se les receta la guerra como solución: que vivan y gocen la benevolencia de las bombas libertarias.

Reunidos en cómodos salones y con la impunidad que permite la fuerza, les da igual si cuentan con los organismos internacionales, o sencillamente fabrican y demonizan el objetivo.

No, pues antes de consentir el linchamiento del último caudillo, tendrían que ser juzgados los responsables de las muertes de civiles en países que fueron devastados bajo falsos testimonios. ¿O hasta cuándo hay que permitir la impunidad de los poderosos?

Sobran evidencias de lo que pueden llegar a realizar, testimonios de personas con la credibilidad suficiente, pero los culpables siguen en libertad, o por lo menos, sin ni siquiera dejar de ser tratados con privilegios, todo lo contrario. El imperio se fabrica a sus amigos que luego serán sus enemigos igualmente. Serpiente que se mastica la cola que le vuelve a crecer, así de paso se alimenta. El imperio fabrica las mentiras, pretextos, que luego desplegará por todas partes, y para cuando nos demos cuenta habrá anochecido...

No hay mejoras en los países invadidos en los últimos diez años, ni en Afganistán, ni en Iraq, ni la habrá en mucho tiempo ahora en Libia. No se aprende nada linchando personas, ni hay valores en la guerra, todo lo contrario.

Prefiero entonces la hipocresía de los pacíficos, los que entienden la prioridad del respeto ajeno, a la libre determinación de los pueblos. Los que insisten en recalcar el derecho también a que sean ellos, los propios pueblos con sus disímiles realidades y en total autonomía, los que tienen, tenemos que solucionarlo, todo.

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