lunes, 8 de febrero de 2010

Leonardo Rodríguez: "El infierno no es sólo una fábula"

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El infierno no es sólo una fábula
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Por Leonardo Rodríguez
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Me he pasado estos días en la Argentina de Jan de Jager. En aquella Argentina, recordando lo que no viví y sin embargo se vuelve tan cercano. ¿Por qué la cercanía? Por el proverbial inoportunismo de la adolescencia y por la universalidad de la pesadilla; por la certera ironía de la escritura y por las farsas obligatorias del medio. Noticias del 75 (Buenos Aires, Nuevo Hacer, 2009): crónica de una educación sentimental al andar de una pesadilla compartida, el viaje moral de un artista adolescente que hace, entre nieblas y voces, el camino de vuelta. Noticias del 75 es también una apuesta: por lo real o su lucidez o su contraste, que en un clima tan opresivo es siempre tabú. Y la Argentina que retrata Jan de Jager es muy pero muy opresiva.
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En un país de desaparecidos, una cara asoma con (in)discreta soberbia: la de Videla, mirada de plomo y traje de tamborilero de piedra. Es el antagonista, no exclusivo, de estas noticias. Videla es sólo una de las caras del 75, una vaga reminiscencia de ese largo paredón en que se convirtió aquel país durante unos buenos años.
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Para fortuna literaria del lector, hay otras caras, apariciones, miradas. La de Sebastián, la de Martín o M, la de María, la del Padre Armando. El retratista, escriba y recolector de noticias es Sebastián. Y están los muertos, con sus nombres o su anonimia. Sólo de forma anecdótica el narrador los representa ante el más bien sordo tribunal de la Historia.
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No hay que olvidarlo: Noticias del 75 trata de un crimen, de varios crímenes. El principal es un asesinato colectivo, a cuenta de un supuesto ataque guerrillero, en una villa miseria argentina. El otro, la desaparición de un amigo. Los otros: de medio país.
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Libro de voces. Cada voz, sí, parece empeñada en no oír a las otras, en negarlas. Sí, todas las voces niegan, pero unas más que las otras. Por eso Jan de Jager (aquí y en su trilogía poética: Casa de cambio) hace de la escucha una escritura.
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Hay pasajes abrumadores: las confesiones de María, sobre todo. Simpáticos o cómicos o caricaturescos: los que tienen que ver con el colegio de clase acomodada, vecino a la casa donde Perón gobernó durante su segundo mandato. Deliciosas las anotaciones y las cartas de Sebastián, los poemas y juegos verbales de M. Asombrosa (dramática) la madurez de esos amigos, más que justicieros, justos. Y-sobre todo a ciertos ojos- pecadores. (No es que no hay justicieros en Noticias del 75: María lo fue, el Padre Armando lo será siempre y M tiene la tentación de serlo. Pero la justicia aquí es más una ironía y una impotencia que un reclamo judicial. En Noticias del 75 no hay doctrina sino drama y aun las vetas doctrinarias están matizadas por un humor implacable. )
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Por eso la amistad de Sebastián y M es ya una gracia: sus pequeñas liturgias son secretas, no sectarias, y los secretos nada tienen de ideológicos. Es como si, en medio de tanta sordera, esta amistad fuese la verdad más íntima o verdadera. Más decisiva, en todo caso, que el amor, la familia y la patria, en la que, según M, sólo creen los que mandan y los boludos.
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El infierno no es sólo una fábula sino una experiencia, sospechaba en contra de Fausto el Mefistófeles de Christopher Marlowe. Una clave de esa experiencia está en los recortes de periódico, tan atinados y sarcásticos por su sola manera; una puerta a esa fábula es la conversión de uno de los amigos del colegio de clase acomodada de Sebastián y Martín, en militar y en difunto. -
Confieso que me aturdió el mural del horror con los nombres de los desaparecidos y asesinados. Eso sí: son reveladoras de las modalidades del crimen (el secuestro, el plomo duro, las bombas) y su temperatura (frío patagónico en el alma). Está claro que ese fresco es un intento de airear a los cadáveres en su olvido. Los ajusticiamientos no ocurren sólo durante el período de la dictadura sino antes, cuando ya Videla era el Jefe del Estado Mayor para el Ejército. Están, además, los asesinados por la guerrilla. Al principio, me parece que lo logra: qué mal huele la Historia o qué aséptica. Pero siento que aporta poca tensión intelectual después de cierto momento. Ya los muertos están y el gran desaparecido (no otro que M) no deja de aparecer en casi cada página.
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Que es, para Sebastián, el tema de este libro, su memoria o su réquiem.
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Otras colaboraciones de LRodríguez en Efory Atocha, Aquí.
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