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Tres poemas (inéditos) de Andrés Mir
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Barro: y siento de las manos el áspero transcurso.
Hemos poblado la tierra –esta tierra– del eco
donde fluye tu aliento,
en latidos que conversan su círculo
cual si diferente fuera la misma caída de las hojas
y el brotar de verticales ramas bajo la espalda.
Cuanto cae y resurge pasa por mí: este pecho
que necesitó del fuego para sonar como un cristal
no cede en su moldeable condición; entre los dedos adquiere
el ritmo pendular de la marea nominada respiración y tras ella
ese peculiar deseo de agotar flujo y reflujo.
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Somos: del mismo material por tantos pies hollado,
suelo, vasija, techo,
y esta necesidad de fuga nos da manos para modelar en nuestra carne
la fugaz esperanza del ciclo.
Ad líbitum.
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al principio, con su estilete de temporalidad aguda, el verbo.
mueca sin más patria que el camino,
quiebra los pies del redentor, descalzos y polvorientos -nadie
vino a lavar sus pecados- mientras el cabelludo pájaro despierto
anida entre las marsupiales hierbas del deseo. pájaro kiwi,
soy Paganel estirándome sobre la certeza, incierto y tatuado,
de cuántas partes estaremos hechos - qué rescoldos
tendrán las grutas agnosticables del repartirse. Estas manos, miope indecisión,
buscan la verdad, pero dónde se hallará.
entonces
pienso en los puentes que se besan por encima y por debajo,
arbitrariedad de carne y reflejo, mi rostro
tiene que obligatoriamente darse de rostro con la espuma irregular de kiwi,
tiene que saltar al centro de la danza la saliva, para en noción de alquimias
trocarme la serpiente cuya mordida cola no es otra
que la cola de la serpiente que muerde. vuelven las ecuaciones
a diluir lo indescifrable, soy Paganel y no recuerdo otros continentes
(he olvidado también los contenidos), en el pasto de mi pecho
un ave caminadora bebe la copa, bebo también
esa multientidad en que ser ave, mártir, mano o hilandero
insinúa extremos actos y el fuego
cubre todo el espacio negativo domeñado
por el redentor y su kiwi, por el sediento que paladea reflejos en la otra orilla
de un rio tan lento y posesivo como la duda.
junto a esta geografía intento enlazar el sustantivo, no vayan a ser
los malos ejemplos de la pluma de ganso
cenizas en la llama de este azúcar y el inmóvil versículo de acero
busque quebrar alguna muñeca ensimismada.
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mientras, giro en la risa de Hegel y con mi espalda bajo el cielo
discurro a dónde irán las aguas que me atrapan.
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Seca tu guadaña, temerario. Hay sangre por doquier; o tinta, a más decir,
ella nuestro oficio supuestamente perpetúa. Mas no se dejan apresar
estos lomos henchidos de bonanza por el mero filo del calígrafo. Tienen
los vocablos sumados esquiva condición, se les deja ver
un ala de pronto, una bisagra o un balanceo.
Pobre oficio de vate que urde animales prófugos a su antojo supuesto, déjalo
reclinado bajo la nimia luz, con el dedal lleno de agujeros, jamo
con que captura la noche en un vaso de té. No logra nada, salvo mitigar
una sed por definición inagotable y partir
dando tumbos rumbo al camastro de tablas y pergaminos
a dormir el sueño del párrafo bordeando la colina y él bajo una fronda,
silabeando un caramillo.
Hay tinta por doquier; o sangre, digo yo, mientras más conocemos las palabras
menos se dejan tocar con la mano, suelen
morder o dar portazos cuando no herirte
con la tímida quemadura del silencio.
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Sobre Andrés Mir, Aquí.
Otras colaboraciones de AMir en Efory Atocha, Aquí, Aquí...
Foto tomada de la Web
Chago no demores en poner algo tuyo
ResponderEliminarBueno, de momento toca celebrar y agradecer los poemas del amigo AMir.
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