lunes, 2 de febrero de 2009

Cazamataos

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--------------"Cazamataos"

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Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago

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Sobre las 5:00 de la madrugada se comenzaba el rastreo. Por la zona de la Alameda, donde los bancos, ahí seguramente estén bocarriba y babeando, presas del alcohol, y presas nuestras.

Por lo menos un Poljó, un par de zapatillas, algo para ir escapando

La vida en general se había puesto seca. Como en Super-8, carrasposa, entre amarillo quemado e índigos de Paris Texas. Pero más seco. Los mataos eran reflejo de aquellas faltas, carencias. Por cuentos que hacía Pipo la Yuma, sabíamos que antes, con uno o dos mataos se hacía el pan. No había necesidad de estar noqueando a 10 y a veces hasta 20. Pero la vida se había puesto de esos modos, seca.

Cuando algo era aparecido por gestiones individuales, que decía un leguleyo titiriteiro, igualmente de rápido se esfumaba. Casas que jamás pensaron tener entre sus visitas blasonados apellidos, distinguidas personalidades otrora, devenidos hambrientos, desesperados, defenestrados, famélicos buscando el bistec de ternera o de caballo. Buscando el filete, el tiro de huevos, la cabeza de ajo, un pollo, cuatro palomas caseras, lo que apareciera, lo que sólo se encontraba en El Barrio.

Seguramente fuera un momento de grandes rupturas, traumas familiares. De ver a los viejos de la casa morir por inanición, falta de proteínas, ciegos… No exagero. Pregúntenle si no a los Alquízar que son muchos y siempre han vivido de aquel modo, los pobres.

Tiempos de ver a los Domínguez de Alayón salir por la puerta de atrás del patio de Papito el Chacal, que algún día exigirá una medalla por haber alimentado a miles y cumplido con años de cárcel el delito de robar los animales al gobierno revolucionario y vender la carne sin decir a quién, cuando no había nada que llevarse a la mesa. El Chacal se comía condenas de hasta 8 años de pegueta, siempre con el agravante de no decir quiénes éramos sus clientes, sus cómplices. Salía por buena conducta, nadie quería chocar con él en el tanque, y se pasaba unos 6 meses, a veces hasta un año, cuando más 2 años, pero luego ya lo trababan. Lo mandaban a matar. Alguien que no podía comerse los filetes que se freían con las puertas y ventanas cerradas, como cuando se come y está prohibido. Filetes de carne de caballo de la finca del chivato de Valdivia, que todos sabemos que el día que eso cambie, lo van a arrastrar desde la fuente de la entrada hasta el cementerio.

Perico Faya, que entre socios le llamamos Mandarria, le ha dado par de swing a uno medio jabao, el segundo de sobra, por joder. Alguna vez Perico y yo hemos tenido nuestros desajustes, pero ahora no es el momento de solucionarlos, estamos “trabajando” y en el “curro” no se forman líos. Nada de “foco”

Yuyin ya guardó los zapatos y le está terminando de quitar los pantalones al jabao matao doblemente.

La influencia yanqui nos ha sostenido el buen hábito de llevar slip, los hombres, claro, y del jabao largo y flaco, doblemente matao por el alcohol + dos piñazos de Mandarria, en menos de tres minutos sólo queda su cuerpo desnudo, hasta los calzoncillos se los quedó alguno que no está bien que diga. Un pitusa, unos tenis, un pulóver, 25 pesos, y los calzoncillos de trusa, una mierda para repartir entre tres. Pero tenemos tiempo. Los portales están repletos de borrachos. Presas fáciles, pues se ponen ciegos de todo. Luego pasa lo que pasa, no hay transporte.

A Perico le contaron en la parte vieja, que en Ámsterdam cuando las gentes se jalan, viene una especie de trencito y las recoge y las lleva para la comisaría, donde les dan café, chocolate y les dejan pasar la noche, con mantas, colchonetas…por el frío.

Al otro día despiertan temprano y les echan una bronca discreta por excederse con el alcohol. No pasa de ahí.

En realidad aquí eso no tendría sentido. Aquí no hay trenes desde hace más de 20 años. Y cuando hubo alguno, cuando yo era fiñe, jamás funcionaron bien. Además, lo bueno de Ámsterdam es otra cosa. Sus coffee shoping con sus cartas de costo de todos los sitios y la Yerba: ¡Oh, poderoso y discreto Yocahoo!; la santa Yerba con fechas de cosechas, variedad, país…Sin entrar en las putas en vitrina, con sindicatos, putas protegidas que cotizan, pagan sus impuestos y están atendidas periódicamente por médicos, quienes certifican que son chicas sanas, listas para ser penetradas, otra vez. Putas que hacen tremendo baro en poco más de un año y medio, luego ya no las ves más, pues muchas han terminado los estudios, se han graduado y ya no hace falta seguir en las vitrinas. La vida está llena de chicas así, con vidas intensas, reales, que luego saben contarles de verdad a sus hijos cuánto cuesta la comodidad de la almohada, cuando se tiene la almohada. Pero aquí esto es otra moña. Esto no es serio, que suele decir el pequeño de Chago Méndez, que ya ni va a la escuela y se pasa el tiempo jugando al ajedrez y al ping pong. ¡Si su madre lo viera! Ella, que decía que iba a ser el doctor de la familia.

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Mi padre era buen matarife. Cuando daban el permiso del Estado para sacrificar algún animal, lo llamaban.

Casi siempre eran caballos y eso es bastante triste, aunque no los hacía sufrir mucho cuando les daba el punzonazo por el pecho, entre los dos montículos de músculos de las patas frontales del animal, que derrama unos lagrimones como pesos macho y mira de un modo inolvidable. Creo que mi padre terminó sus días con esa misma mirada de caballo apuñaleado, herido de muerte. Mirada triste, rota, la mirada del caballo moribundo y de mi padre, que fue matarife.

Tal vez, el que después del 87 no hubiera animales para sacrificar y que los que hubiera fueran finalmente del Estado, dejó a mi padre sin trabajo, que se dedicó a jugar a las cartas con dinero ajeno. A disentir de casi todo. Pero esto es otro asunto.

Seguimos en zona y listos para la caza. Tenemos a un guajiro con unas zapatillas Nike y un reloj de oro. Está un poco grande, pero hoy vino Mandarria, que por su nombre convence.

En el intento para sacarle el reloj el güajiro ha hecho lo que no se debe, pararse:

¡fua!, ¡fua!,¡fuácata!

Tres ráfagas de Mandarria y a la resaca del alcohol se le unirían un dolor de quijá y ojo inflamado, más negro que las alas de un totí.

Si logramos dos parles más, rápidamente nos vamos a la casa de Fongo el Hojalatero. Por 30 pesos nos deja el soplete y la piedra y se funde el poquito de oro que traen los aros de los relojes rusos, algunas otras piezas. Pero ya hay gente cambiando uno o dos jabones por reloj. Según la marca del jabón. Con el oro extraído tienes acceso a las tiendas de cambio establecidas por el gobierno para la ocasión, y lo vendes. Hay familias a las que les han dado hasta carros. Un Lada por oro. Es una estafa. Pero casi todos nos hemos dejado las joyas y los recuerdos más valiosos a cambio de unos cuantos chavitos para poder comprar un refrigerador, una lavadora, un carro, o para simplemente comprarle 10 filetes de ternera a tu hijo, que tiene la hemoglobina baja, está falto de proteínas...Ya la gente se tira al mar sin pensarlo mucho. En verdad no hay mucho en qué pensar, quiero decir que aquí siempre se habla y se hace lo mismo. Se acuestan y levantan con lo que se van a llevar a la mesa, el famoso resolver la jama, que en eso se va toda la energía. Hasta que en un arranque te das cuenta que 180 kilómetros de agua salada no son suficiente impedimento, por tiburones que tenga, y que todo de frente se llega a Miami, o por lo menos a alguno de sus cayos.

Hemos tenido mucha suerte. Mandarria chocó con un matao de Marianao. Como siempre son de los que más nos dejan. Vienen cargados de prendas y Mandarria les saca hasta los casquillos de oro de los dientes. Se había clavado en la ingle 100 fulas. ¡Ahora sí que estamos hechos!Por lo menos 30 de los verdes sin contar el resto!! Creo que estas fiestas serán memorables y que, por fin, podré comprarme unos zapatos nuevos.

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Este Relato fue publicado en el blog que tenía alojado en portal del Diario Encuentro.

Imagen tomada de Internet.



2 comentarios:

  1. usted es un maestro. no coja lucha. este cuento lo deja claro. saludos, "tío duro"

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  2. No eres tan importante Chago. Ya te lo dije

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