viernes, 18 de enero de 2008

Aloyahé. Un Poema (inédito) de Ana Mireles


"Aloyahé"
, Un Poema Inédito de Ana Margarita Mireles


Aloyahé, te he visto y si aún no he cantado es porque el silencio extiende la maravilla.

Aloyahé espejo. Tu paso de latir a ciegas fue lo que trajo tus ojos abiertos a la luz. Tus ojos que recuerdan la próxima certeza de lo insondable.

Aloyahé, hermano en el intento. Sé que me llamas.

He tenido tantos rostros, Aloyahé, ¿cómo me reconoces? ¿Y cómo muestras posibles columnas sobre la paz del lago? Pilar y dintel, entiendo cómo el mundo descansa sobre tu espalda, de tierra y agua yo, un rostro familiar naciendo entre tus manos.

Tú que preguntas por los símbolos, tú que no quieres adelantar un remo sin sentido, bien puedes alejarte. Cierta dosis de abandono, alguna que otra ausencia de estrellas, es suficiente para encontrar otra joya en un arcón aparentemente agotado. Marca la distancia como un círculo, perfecto en el recuerdo de cada transformación. Todo Aloyahé, todo es una cuestión del tiempo.

Y es así que el instante detenido y los cuerpos que propician el viaje quedan ante la alternativa de puerta o muro. Solos cada cual y su recuento.

El primer día hay una fiesta en la ausencia de color y hay una flor muy blanca recibiendo invitados. De repente entra azul frío viento y caprichosa llovizna. Cambia plata en oro y uno en humo de acercamiento. Igual penetrado por el tiempo el día se contrae y se dilata hasta el dos que surge como clave posible de la cábala. Se hacen pedidos y juramentos.

Dos primero al alimento y casa que se levanta. Es la batalla del gris que siente la amenaza de ser invadido por el blanco. Busca noble alimento que ese polvo erosivo que hay en cada comienzo es más bravo que la ausencia de color, todo lo gris defiende con valor su derecho a la inercia.

Fíjate cuánto verde dice que los muros están cambiando y así llega el tres que es domingo con agua. Equilibrio, descanso y reflexión. Y sigue la barca como la luna en el cinematógrafo, belleza en toda tendencia del lenguaje. Es el cuarto día, hermano, aquello que se expresa y te lleva al quinto comienzo del dolor. Por suerte hay sol y el ánimo se regala en el invento. Entonces surge un lecho en el centro de la muerte y la nueva vida.

Hay cosas que hoy no puedo recordar, Aloyahé desde que entró mi suerte y tus ojos recibieron la muerte que me llegaba regida por el vientre. Es la misma batalla, muerte y vida, el signo espejo que llevamos. Que me hagas tú dormir protegido por un planeta más que amoroso. Esta armonía no es fácil.

Nos tocaba el silencio. ¿Y cómo otra vez lo oscuro después de haber visto la luz? Acaso es otra prueba de péndulo. La infancia dura siete días y termina en una mezcla de sangre y risa. Es cuando el Mundo me habla de ti y pide que me detenga. Descubro que soy fuerte porque igual renuncio y el día de partir te despido en la puerta con una historia pendiente. Dime, Aloyahé, ¿dejamos de ser niños para siempre?

Cuando me veo separada voy al mar, ese ocupado cristal de los orígenes, o traigo el mar en forma de faro porque hay sueños en soledad con vastos horizontes. El mar y el faro traen otras imágenes donde el alma aprende y conjura. Esto es ausencia, Aloyahé, ausencia de ti mismo.

Dime cómo defiendes tu libertad y sabré dónde reinas. Y si eres rey son cuatro tus aspectos:

Cuando ves acercarse la serpiente y sigues sonriendo.

Cuando escuchas la serpiente y sigues tu propio rumbo

Cuando danzas con la serpiente a pesar del miedo y la decisión.

Cuando tú y la serpiente se amigan y no se confunden

Miro pájaros con esta mente de ánfora a ver cuán lejos llega mi respiración a pesar de la niebla implacable y el polvo del camino. La tristeza no hace milagros. Pero el afán de vuelo es como Dios, perdona sin piedad cada transgresión de límites.

¿Es cierto, Aloyahé, que la quietud del corazón no siempre es síntoma de muerte? ¿Y por qué cuando cae la primera pluma del ángel no puedo yo tocar tu corazón? Cae un pedazo de ángel y corto la noche a sobresaltos. Entonces miro pájaros en el amanecer y el ángel me recuerda el quieto corazón, más poderoso que la nieve.

Una mujer extraña dada a la armonía y el cambio es como decir lo que cubre el abismo es un arpa.

Una mujer extraña sola sobre una cuerda es como decir vive lo invisible y avanza. Que la descubras y quieras tocar su oscuro es como decir donde comienza la luz todo el peligro acecha.

Allá en el colmo de la aventura eres recibido, Aloyahé porque mientras la cuerda se sostenga es como decir alguien riega las plantas, que es como decir una mano en el arpa avecina la lluvia.

Entre quien eras antes de nacer y quién seré después de morir hay una semejanza inédita, un hermoso juego de sombras. Por ejemplo paseo con llave de cambio, sin dura licencia en la cabeza. A mayor velocidad el juego se ralenta. Cuando cuentas tus historias sé que vas a morir y que yo aún no he nacido. Acuérdate inmortal, el corazón vacío.

¿Qué es la duración de un planeta sino su órbita, serena ley? Es por eso, inmortal, que habiendo entrado a este mundo olvida la intensión y abandona el propósito. Incluso así hay pocos planetas seguros y ancha es la Vía del Universo. Hijo de la cautela, baila con sigilo entre máscaras no vaya a ser que expongas piel cuando el granizo se refiere a las heridas del cielo. Incluso así, celebra; conciencia de ley conquista libertades.

Hablas de un viaje como alcanzar nueva órbita y digo yo que un gesto amable siente cielo y tierra sin distancias. Sabemos cuánto puede un beso de amor y el cetro del amor y el trémolo que se escapa cuando pronuncias órbita después de hacer elipse con raras estaciones.

Cuando el espejo persevera la imagen se unifica. Entonces miramos dejando que ayude Dios, ojo en el ojo y serpiente en el abismo. ¿A qué puede llamarse realidad y a qué fijeza?

Lo que aligera el paso de la repetición es la risa. Ríe y se vulnerable que es muy difícil despertar guiado por la máquina del tiempo. Así aquel que no posee aprende a vivir mientras el fuego crece y las minas se derrumban. Ligero, más ligero que un punto a la Suprema Escucha.

Toda la potencia del Azul se transparenta en una ola. Tú, viajero que ha marcado el mar de tanta aspiración a los orígenes, sabes que una ola como un anhelo se levanta y puede ser el viaje perfecto hacia la orilla. Aloyahé, certeza en la potencia, vienes de una raza que aceptó el mar con el mismo corazón del misterio.

El tigre provoca con su lengua la puerta del Maestro de Samos. Dialéctica, Armonía y Ciclo Numérico. El cuerpo, Aloyahé, se inicia con bautismo de aguas minerales. Eros ve una mujer extraña que le recuerda un arpa en una cola de pez llevada hasta una isla donde juega el sol como hijo único. No importa desde cuándo existe la leyenda; confirma realidad, que es la sorpresa.

¿Y quién va a decir que el amor no es solo eso que dice? Una verdad como la experiencia, canción de la fiera calma. Así por colmar el tiempo, se pronuncia extasiadamente Sólido Platónico. El tiempo no es más que el transcurrir de la metáfora.

El muerto que serás cuenta estrellas en un cuenco cósmico. Yo que juré quererle he decidido que vivamos.

Recientemente se le habló con voz muy queda, humo en la tertulia de la luna. La muerta que seré iba de ojos radiantes, su historia es simplemente un velo ingrávido, no obstante mostró bellas fotografías de un anciano en un jardín. Mojé sueños y ofrecimientos porque la luna no cesaba. Luna, tiranía del agua.

Aloyahé, confianza es orden oculto en un salto inmortal de paradoja. Y como todo oscila, miedo al miedo se deshace con afán de comienzos. Así puedo ver la aguja en el mar y la verdad en tus ojos. Ante la duda un puente. Ante los decorados paisajes y mapas, un solo espectador haciendo el Universo.

Si digo no, es que no cruce un sable por la seda. Seda cortada: agua salada. Una trama tan fina porta su propio filo, ¿para qué contradecir la Mano que dispuso el tejido en la variable cadencia del aire?

Un rostro es la presencia del alma donde unos ojos quiebran infinitos y una boca se deslía sobre la fuente como un animal armónico.

Un cuerpo, una muralla, exótico espejismo ante el diamante. Mil apetitos buscan trono adecuado. ¿Alguien quiere blanquear el oro del otoño? ¿Puede alguien impedir que el alma provoque una orquídea en la muralla?

A la vista de un cuerpo sin rostro un punto de fuga cierra el círculo. Y puede ser la fuga tan extensa como el abismo que separa. ¿Qué es lo que salva el cuerpo dividido entre la magia y la lujuria? ¿Acaso no es lo mismo que una vez prendió esa luz como dos ojos? Palabra de fuego.

El mismo amor conjunta a Dios y al Hombre, bestia en la mirada angelical de Fortuna. Une, comprende y juega, llama feliz del eterno inocente, que entre la comprensión y el viaje hay un párpado azul. Lo que dura el amor.

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