sábado, 18 de octubre de 2008

Sí, es cierto!!!

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---------------------------Sí, es cierto

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Para los Policías Enrique Rojas, Luis Valdés.



Para Rogelio Curiel, Gilberto Rivero, Jorge Alberto Aguiar, Enrique del Risco, Jorge Ferrer, Ernesto Hernández Busto, Rolando Puerto, Aramís Garit, Orlando Fondevila, Rigoberto Rodríguez Entenza, Manuel Sosa, Pablo Díaz, Corojo, y otros amigos y conocidos: esto que les brindo solamente es un pasaje, una pizca, sin exagerar.



Sí, es cierto, me sacaron de madrugada de la cama y apenas me dejaron vestirme. Sí, es cierto que me encerraron durante toda esa madrugada y hasta bien entrado el día, no me dijeron porqué estaba detenido.



Sí, es cierto que el policía de la Seguridad del Estado, Enrique Rojas me esposó y me paseaba en sidecar por el Parque de Remedios, antes de llevarme a que me interrogaran en Caibarién.



Sí, es cierto que me entrevistó un alto oficial de la Inteligencia en Caibarién. Fue después de que me metieran todo el miedo y me encajaran todas las amenazas posibles sobre mi futuro y dentro de mi nueva celda en La Villa Blanca.



Sí, es cierto que por no tener qué decirle al oficial me regresaron, paseíto incluido para que vieran al joven Chago en el sidecar y esposado, rumbo a la celda de Remedios.



Sí, es cierto que al otro día me llevaron bajo tierra a Santa Clara, al Departamento de la Seguridad del Estado, al lado del Círculo Juvenil, en las afueras de la ciudad.



Sí, es cierto que ahí un totomoyo me calentó, casi me da una reconversión comunista (como siempre, me ahorro detalles)



Sí, es cierto que una de las patadas me dejó sin poder caminar bien durante varios años.



Sí, es cierto que me entrevistó otro alto oficial.



Sí, es cierto que todos preguntaban casi lo mismo: pertenencia y vínculo con organizaciones disidentes. Contactos con enemigos. Células organizadas en el municipio.



Sí, es cierto que no tenía nada que contarles.



Sí, es cierto que yo no conocía a ningún disidente, ni había oído hablar de ellos.



Sí, y a ellos mismos, a los oficiales de los que no recuerdo sus nombres pongo como testigos.



Sí, es cierto que sabían todo sobre mis últimos años de vida.



Sí, es cierto cuando digo, todo: que había escrito en las blancas coloniales paredes de la Casa de Cultura La ingenuidad, En el tiempo de los carneros, El chivo siempre es el jefe. Que había expresado públicamente en la Peña de Aramís Garit, hoy residente en Madrid, luego que este inconforme me exigiera más compromiso: "Abajo Fidel, me cago en la madre de Fidel". Que mi frase favorita era: "esto no es serio…"



Sí, es cierto que de regreso a la celda de Remedios y ya en ella, Elena, de quien me ahorro el apellido y quien trabajaba en la cocina, me dijo que mi padre llevaba los tres días viniendo con una manta, pero que ya sabía como eran las cosas.



Sí, es cierto que el motivo de la detención fue una simple y llana jarana de parte de dos del pueblo, Daniel, y Obe, hermanos, quienes pasaron por frente a una fonda donde se hacía cola toda la noche para alcanzar números con que poder almorzar al otro día.



Sí, es cierto que me llevaron a careo con uno de ellos, a quien le habían dicho que yo decía, y a mí a la inversa, lo típico.



Sí, es cierto que una vez en el careo y después de desmentirnos, yo le dije que no era verdad lo que le habían contado, nos pusimos de acuerdo, aún a sabiendas ambos hermanos que yo no tenía nada que ver con el asunto, donde sí, se había mencionado al innombrable Comandante en plan choteo. Ambos tenían fe y compromiso con Dios, ambos podrán decir si miento.



Sí, es cierto que Daniel retiró la acusación contra mí, donde aseguraba entre otras cosas que yo venía con ellos y era quien más había gritado.



Sí, es cierto que yo iba de regreso y feliz de una nueva novia que había despedido en el autobús de la madrugada a Caibarién, procedente de Santa Clara.



Sí, es cierto que habíamos pasado unas horas en la posada del pueblo, El Contreras.



Sí, es cierto que quien nos había delatado, uno de la cola de la fonda, Tongolele, era casi ciego, no nos podía identificar.



Sí, es cierto que fue una vecina de mi barrio, La Plaza, quien mencionó mi nombre, (ahora me ahorro el suyo) "y los hermanos testigos de Jehová de allá bajo".



Sí, es cierto que esa vecina habló con mi papá y conmigo, diciéndonos de su inexistente voluntad de que sucediera algo. Que ella sencillamente hizo un comentario, luego Tongolele llamó a la Policía.



Sí, es cierto que excepto mi hermano Luis Mesa, los amigos y compañeros de trabajo, se olvidaron de mí.



Sí, es cierto que al otro día de estar en la calle, el policía de la Seguridad del Estado Luis Valdés me citó en su casa.



Sí, es cierto que era una trampa, pues venía con un tractor y una carreta llena de gentes, entre ellos, mi compañero de trabajo en el grupo de teatro, Gilberto Rivero.



Sí, es cierto que me intenté esconder.



Sí, es cierto que me escondí detrás de la puerta.



Sí, es cierto que me escondí detrás de la puerta mientras Margarita, esposa de Luis Valdés en aquel entonces, no sé ahora, me decía que a su casa iba mucha gente.



Sí, es cierto que Enrique me citó otra vez y el Jefe de Sector, a quien llamaban Allien, me dio a firmar una Acta de Advertencia, que era la tercera según él.



Sí, es cierto que no la firmé y Allien me aseguró que era lo mismo.



Sí, es cierto que me dijo: te vas del pueblo o te metemos 4 años por peligrosidad.



Sí, es cierto que Enrique me volvió a citar, esta vez en un apartamento de los edificios.



Sí, es cierto que yo sabía que en aquél apartamento estaban muchas personas.



Sí, es cierto que yo quedé con un familiar mío y le dije que con mucha discreción me siguiera.



Sí, es cierto que desde el mismo edificio de apartamentos y luego que yo saliera, salieron Gilberto Rivero, Rogelio Curiel, Enrique Rojas, Luis Valdés.



Sí, es cierto que en esta primera citación, Enrique solamente me dio consejos de conducta.



Sí, es cierto que la vez siguiente cuando Enrique Rojas me pidió que le escribiera los nombres de las personas con las que hablaba de Fidel, le escribí el nombre de Rogelio Curiel y Gilberto Ribero, además de casi todos los que me sabía. Aunque el de ellos primero.



Sí, es cierto que lo hice por soberbia, nunca por miedo o traición.



Sí, es cierto que Enrique dejó de citarme, se dedicó a saludarme cuando yo estaba en alguna parte con amigos.



Sí, es cierto que desaparecí de Remedios.



Sí, es cierto que no regresé hasta 1994 o 1995 (viaje que hice en tren y con Chago Méndez Díaz, que iba con gorra mientras Jaad le miraba roncar. Mismo viaje en que se empecinó en visitar al disidente y lo logró).



Sí, es cierto que antes de desaparecer le pedí, estaba muy, pero muy perdido y sólo, a Frank Abel Dopico fuera mi profesor de teatro.



Sí, es cierto que a Dopico le sorprendió, pero me aceptó.



Sí, es cierto que nada más fui a un ensayo. (Estábamos Gilda, Norge, Roly y yo) Yo vivía en Remedios y los ensayos eran en Sta. Clara.



A partir de aquí fui un fantasma, casi igual que ahora.



No tengo nada de que arrepentirme, puedo mirar a la cara, poner mis ojos delante de los vuestros. Pocos sufrieron expulsiones, desprecios y exclusiones en mi generación, muy pocos, en comparación a las que me regalaron, las que me tocó vivir una vez en Cuba.



Tengo a bien conocer a muchos, que me reconozcan otros tantos. He sido y soy un hombre muy parecido a mi padre. A falta de estudios la vida se ocupó de hacerme a su semejanza: dura, pero con mucha humanidad. Nada de traidor. Hombre y amigo. Fácil de hallar.

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