miércoles, 15 de octubre de 2008

Oscar Cruz: Poemas

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Tres poemas (inéditos) de Oscar Cruz

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Conversación con un hombre de la guerra

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mi abuelo no murió en la Higuera,

tampoco en la Verde ante las balas.

amaneció callado como los soles de agosto,

su rostro era una máscara siniestra, un toldo

de senilidad su cuerpo. se cansó de la vigilia,

del acto de esperar.

recuerdo que en las noches me llevaba hacia

el traspatio para que oliera y degustara el aire,

me hablaba de los rusos y los galos, de su familia

engordando en un cobertizo, atrapados entre

la puerta y el estanque de los patos. ya no está,

y siento de pronto en el negror de estas sábanas

una vibración profunda, algo que se tuerce para

acabar, y es un ruido pequeño, casi nulo, como

un niño que apenas logra escuchar el sollozo

de su madre. tú estabas allí, como habías estado

aquellos años en que vivíamos juntos, y solías

pasar del cuarto a la cocina con ese andar duro

y calmo.

estabas siempre igual, en aquel sitio devastado

donde crecieron tus hijos, donde crecen los hijos

que ya no verás, y sigues entre objetos vacíos:

camas, armarios, butacones. y yo salgo, voy por

el patio hacia la luz, pero en mis ojos llueve

un agua sucia que no me deja ver como comienzan

a agrietarse las paredes de una casa lavada

y manchada por la lluvia.

quiero que te quedes como estás, con la cara

siniestra y la muerte al descubierto. estoy de pie

y escucho el movimiento del aire entre la hierba.

comienzas a darme tu sermón, pero ya no quiero,

no soporto ni a los rusos ni a los galos, ni a aquella

cantidad de gente cebada en un cobertizo, atrapados

entre la puerta y el estanque de los patos.

dejemos las cosas como están.

por el camino del adónde, la gente está tirada

y mirando para arriba. tratando de llenarse de

recuerdos, con los que el tiempo se abre como

presente. sabes: días hay en los que miro lejos,

en el futuro, y veo a un hombre que cavila sobre

las primeras y las últimas cosas, preocupado

por los muertos y cuidando con esmero su jardín.

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Retorno a Salamina



cerré

los ojos

de pronto

y busqué

dentro de mí. estaba solo.

no como en la hora más

cerrada de la juventud, sino

oyendo a menudo la vana música

del mundo(ni áspera ni elocuente), pero

con amplio sentido del absurdo. y he sentido

una tensión que suprime el goce de acertados

pensamientos. no logro recordarte como eras. tus

formas eran para mí un apetito que no necesitaba de

encanto mayor, ni de interés alguno ajeno al de los ojos.

la vida nos hace olvidar, palidecer, que se encorve la cerviz,

y se desgasten las venas, que se hinche el cuello y se entrecorte la voz, articulaciones y nervios se engarrotan, se extienden, cuerpo del ayer, nuestros cuerpos no se cruzarán. ser que me abrió las puertas de un túnel que franqueaba los muros que se nos imponen. qué vanas apariencias nos gobiernan. qué rara intensidad de muerte hay en nosotros. no

mirabas hacia mí. seguramente no me viste y ni siquiera puedo lamentarlo, pues no soy un escogido ni un ángel, ni hubiera sido capaz de mitigar la ausencia o el dolor, si hubieras tenido de ello necesidad. nunca me enseñaron a esperar, a degustar tu concisión, tus molduras, a saber cómo respondería ese cuerpo a nuestra labranza, a la débil armazón de nuestras manos(superficie lisa o rocosa), la cual responde ante mí con perros de casa, hembras de leche y sal y un cielo verdoso y algo sucio, del mismo color que el uniforme de los soldados. no volverán a engañarme. antes sólo sentía. ahora pienso. me instruyo en proporción a mi deseo. no soy más de bronce o de estaño que otros hombres. a ellos nada debo. así que basta con callarse. hablar es una flaqueza que puede superarse haciendo algo mejor. pero no son los maestros quienes pueden enseñarme a sentir o provocar las caricias que transforman esta superficie en una piel sentenciosa, que siguiendo mi mano se extienda, se despliegue, sobre esa faz que se ofrece a través de las persianas como una patria medieval, que asolada por el tiempo nos imprime lecciones, tan prontamente conformadas o destruidas por el más ligero parpadeo de la luz o de la sombra que no son sino el tiempo en sus demoliciones y esas demoliciones son mis fuerzas.

las mismas con que escribo

y que tan pronto te ven, desaparecen.



-----------------Quemaduras

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coleccionaba obras de autores rusos

como premios: Lenin, Zamiatin, Bulgákov,

las troikas y los dramas más intensos.

la vida era prosperar en los Urales, mirar

los yacimientos desde Kiev hasta Moscú.

su vida era sin mentir un vasto lago. cierta

noche el lago y su país se enemistaron.

entonces comprendió que las aguas se bifurcan.

que hasta nosotros no somos lo que parecemos

y comenzamos nuestra vida a pulso, sólo para

habitarla y ser coleccionados.

quemó las obras de Lenin, de Zamiatin y Bulgákov.

prendió las troikas y los dramas más intensos.

esa noche, su abuelo lo encerró y en la penumbra,

le dio en la espalda un cintarazo. su abuelo cree

que hacerle eso a las obras de Lenin es demasiado.

---- Oscar Cruz, Cuba (Santiago de Cuba, 1979). Graduado en Historia (2003). Poeta y editor. Obtuvo el premio David de Poesía (UNEAC, 2006). Tiene publicado, Los malos inquilinos, Ediciones Unión 2007.



4 comentarios:

  1. well its nice to know that you have great hits here.

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  2. Son muy muy buenos, excelentes, aun a pesar de que son muy largos. Felicítale de mi parte.

    Un abrazo.

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  3. Gracias David, ya le pasé tu comentario al poeta.Coincido contigo, son buenos poemas.

    Abrazo para ti.

    Ch.

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